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Las mil vidas de El Espectador

domingo, 29 de enero de 2012

Por: Gustavo Páez Escobar

Bien lo dijo el valiente director, doctor Carlos Lleras de la Fuente, en el editorial donde anunció el propósito de no desfallecer ni detenerse, al iniciar la etapa actual: «Peores momentos hemos vivido, y hemos sobrevivido a ellos; de ahí que nadie pueda hablar de que se cerró El Espectador, ni de que murió el decano de la prensa colombiana; sólo se transformó, como lo ha hecho varias veces durante su larga existencia».

No hay en Colombia, y es posible que en el mundo entero, otra publicación que tenga una vida más accidentada que la de El Espectador. Vida llena de heridas y golpes bajos, de persecuciones y atropellos, de censuras y cierres forzados, de agresiones y furias arrasadoras, de incendios y mutilaciones, de cárceles y asesinatos.

Después de cada percance, de cada estallido del odio, de la sinrazón o de la dinamita, este periódico de las mil batallas y las mil vidas heroicas ha surgido de las cenizas, como el ave fénix, con la misma consigna que hoy sale de los labios de su director, otro Cano de los nuevos tiempos: «¡Seguimos adelante!».

El 8 de julio de 1887, tres meses después de su nacimiento, El Espectador fue suspendido durante un semestre por el presidente Núñez. Eran apenas cuatro páginas endebles que aparecían dos veces por semana, pero de tal firmeza y verticalidad, que el Gobierno regenerador no podía resistirlas. Poco tiempo después llegaba nueva orden de cierre, por seis meses más, decretada por el presidente Holguín.

En 1893, el gobernador de Antioquia vuelve a amordazarlo y ordena encarcelar a su director, don Fidel Cano. A partir de octubre de 1899 le llega una suspensión de cuatro años, y en diciembre de 1904, otra de ocho años, impuesta por el general Rafael Reyes. A lo largo de su existencia se han presentado ocho interrupciones, que en total representan 17 años de receso.

El 6 de septiembre de 1952, el periódico es incendiado. A comienzos del 56, en los días más agudos del régimen militar, es sancionado con $ 600.000 (cifra desorbitada) por presuntas inexactitudes fiscales. Un mes después, Alberto Lleras Camargo entra a dirigir El Independiente, ante el cierre temporal de El Espectador, que reaparece en julio de 1958, hasta nuestros días.

A partir de 1982, el Grupo Grancolombiano le inflige tremendo golpe al retirarle los avisos publicitarios, en razón de las denuncias hechas por el periódico debido a los abusos cometidos por el pulpo financiero. En 1986, el narcotráfico, monstruo de nuestros días, asesina a don Guillermo Cano, y en 1989 destruye las instalaciones con 150 kilos de dinamita.

Maltrecho el diario y con riesgo de extinguirse, el Grupo Bavaria lo adquiere en 1997. En febrero de 2000, el doctor Carlos Lleras de la Fuente asume la Dirección, y finalizando el mes de agosto pasado, ante la imposibilidad de nuevos recursos que salven el deterioro de las cifras, pasa a ser dominical (sin dejar de ser diario, ya que se sigue elaborando todos los días por internet, el sistema moderno de comunicación masiva que consultan miles de visitantes).

De esta manera se sintetiza esta densa trayectoria de caídas y levantadas, de padecimientos y recuperaciones, de luchas y glorias, donde la porfía y el carácter de un ideal consiguen el milagro de la supervivencia. Nunca El Espectador ha transigido con la corrupción y los abusos públicos, ni se ha dejado abatir por las adversidades y los ataques del destino. Y siempre ha mantenido incólume la regla de oro de su fundador, don Fidel Cano: «No hablar a los dueños del poder el lenguaje de la lisonja, y no tributar aplausos ni a los hombres ni a sus actos sino cuando la conciencia nos lo mande».

El Espectador, Bogotá, 22-XI-2001.

 

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