Archivo

Entradas Etiquetadas ‘Miradas al mundo’

Aquel 11 de septiembre

sábado, 21 de diciembre de 2013 Comments off

Gustavo Páez Escobar

11 de septiembre de 1973. Día crucial para Chile, cuando su presidente Salvador Allende, que gobernaba al país desde el 4 de noviembre de 1970, pone fin a su vida en el palacio de la Moneda, disparándose con un fusil en la cabeza.

El palacio presidencial estaba bombardeado por los golpistas, a la cabeza de quienes se encontraba el general Augusto Pinochet, que pocos días atrás –el 23 de agosto– había sido nombrado comandante en jefe del Ejército de Chile al considerarlo Allende un “oficial leal”. La situación política y social del país no podía estar más enredada, y fue el propio Pinochet el que terminó deponiendo a su jefe constitucional. El general, desde su puesto de combate, pronunció esta frase dirigida a uno de los altos mandos: “Se mantiene el ofrecimiento de sacarlo del país… pero el avión se cae, viejo, cuando vaya volando”.

Allende resistía en su palacio como un hombre valiente y digno. No estaba dispuesto a rendirse ni pedir clemencia. Luchaba como un león acorralado. Sabía que su final había llegado, y por eso pidió a sus inmediatos colaboradores que lo dejaran solo. Con voz serena –y recriminatoria contra los militares sublevados–, pronunció por la radio su último discurso al pueblo y fue enfático en anunciar: “¡No voy a renunciar!”. Su médico Patricio Guijón, que lo acompañó hasta el último momento, escuchó de labios del mandatario la frase “¡Allende no se rinde!”, y lo vio desplomarse víctima del disparo mortal.

La situación del país era insostenible. Tras cuatro intentos, Allende había llegado al poder con el apoyo de Unidad Popular, fuerza constituida por partidos de izquierda, y su propósito era crear un sistema no violento que estableciera el Estado socialista mediante la utilización de medios legales. Entre las medidas prioritarias para lograr dicho objetivo se acometieron la nacionalización del cobre, sin pago de indemnizaciones a las empresas de Estados Unidos, el impulso a la reforma agraria y la conversión de empresas privadas en empresas estatales.

La primera reacción contra el nuevo gobierno chileno provino de Estados Unidos, presidido por Nixon, que enfiló sus baterías para frenar el ímpetu marxista. Bajo tal premisa vino el bloqueo económico contra Chile, hecho que produjo un desastre interno de grandes proporciones. Sin víveres, sin bienes básicos para los hogares, con una inflación desbocada, el país había colapsado y el pánico hacía estragos.

En medio de este cuadro desolador se inició la dictadura de Pinochet, que habría de prolongarse por espacio de 17 años (de 1973 a 1990). El cambio era necesario, y así lo recibió la opinión pública. Pero luego se estremeció la sociedad al implantarse una época de represión, terror y despotismo militar, donde se cometieron los mayores desmanes contra la libertad de expresión y se atropellaron los derechos humanos con los sistemas más implacables de crueldad.

Pinochet, admirador del dictador español Francisco Franco, practicó iguales métodos  de castigo contra sus opositores. Los cadáveres de las víctimas desaparecían de la escena nacional, la mayoría lanzadas al mar desde los aviones militares. El progreso que se vio en muchos frentes de la vida pública quedó oscurecido por la multitud de muertos que dejaron estos 17 años de oprobio.

Hoy se cumplen 40 años de aquel 11 de septiembre, día caótico y sangriento en que cayó un régimen marxista, autor de muchas equivocaciones, para implantarse una época de pavor y retaliación que crispa el ánimo de los chilenos actuales. Y del mundo entero. Las dos figuras históricas –opuestas en estos episodios–, Allende y Pinochet, sirven de motivo de reflexión para el ejercicio del poder en cualquier latitud del planeta.

El Espectador, Bogotá, 13-IX-2013.
Eje 21, Manizales, 14-IX-2013.
La Crónica del Quindío, Armenia, 13-IX-2013.

* * *

Comentario:

Magnífica página, con una reflexión importante. No han podido los regímenes socialistas, tampoco las dictaduras, encontrar el equilibrio, el punto preciso de la equidad. Esperanza Jaramillo, Armenia.

Hugolatría

lunes, 16 de diciembre de 2013 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

En China se inculcaba en los niños la veneración de Mao como una deidad que gobernaba la existencia. La gente repetía ese nombre con respeto y embeleso, como si se tratara de un ser sobrenatural. Este tributo obsesivo a Mao, impulsado por él mismo, ha sido uno de los mayores cultos a la personalidad que han enajenado la mente colectiva de un país.

El caso del presidente Chávez en Venezuela no es el mismo de Mao, pero guarda similitud. Llegó al poder con la fuerza de su atractiva personalidad y con la promesa de restituirle al pueblo los beneficios sociales que durante mucho tiempo le había desconocido la tradicional clase política. Tradujo sus palabras en hechos reales, mediante una serie de medidas económicas que aliviaron, sin duda, la suerte de las clases desprotegidas. Magnífico que esto haya ocurrido.

Venezuela gozaba de una situación privilegiada gracias a su prosperidad petrolera. Esa bonanza le dio solidez a un gobierno rico que podía sin mayor esfuerzo mitigar las penurias populares. Tanta era la abundancia petrolera, que esta comenzó a canalizarse hacia otros países aliados con Chávez bajo el rótulo de socialistas, los que pasaban por malos momentos económicos. Al paso de los años, el apoyo a esas naciones, al tiempo que contribuía a enderezar las finanzas ajenas, desquiciaba las del país benefactor.

A este cuadro se sumaban los desaciertos de Chávez en el manejo de las finanzas públicas. Su soberana voluntad expropiaba empresas, ahuyentaba la inversión extranjera, desestimulaba la iniciativa privada, atropellaba los terrenos de la producción, como la empresa estatal PDVSA, que disminuyó sus cifras a niveles alarmantes. Esto era ajeno a la percepción de los pobres, ya que ellos gozaban de los frutos que, a pesar de la postración financiera del país, recibían sin interrupción e incluso con creces.

Por encima de todo, para el pueblo estaba la figura mágica de Chávez, un dios todopoderoso. Claro que lo era, pero a costa del colapso económico a que ha llegado Venezuela con su inflación incontenible, el desajuste alocado de su moneda, el agudo receso industrial que ha desembocado en el desabastecimiento de los bienes básicos de la canasta familiar. Esto para no hablar de la ola de corrupción que se vive en la vida pública y de la inseguridad que sacude al país, sobre todo a su capital, donde se registra una de las tasas más altas de asesinatos del mundo.

Desde que Chávez entró en la etapa terminal de su existencia, el culto a su personalidad se desbordó. La masa lo proclama no solo como el segundo Bolívar, título que él mismo se arrogó, sino como un santo. Muchos le prenden velas. Su retórica populista y caudillista le permitió poner el Estado a su servicio, y así mismo destruirlo. Esto no lo ve la gente idólatra del líder. La historia pasará su cuenta de cobro. Pero no la historia de estos días, ya que medio pueblo venezolano anda obnubilado tras la figura mítica de su ídolo.

Hasta el presidente de Irán, Mahmud Ahmadineyad, manifestó no tener dudas “de que Chávez –a quien cataloga de mártir– iba a regresar junto con toda la gente piadosa, su alteza sagrada Jesucristo y quien representa a toda la santidad, el hombre perfecto” (se refiere al imán Mahdi, que según la creencia regresará para salvar a la sociedad).

Lisandro Duque Naranjo transcribe en su columna de El Espectador esta frase de un comentarista radial, que escuchó en Guadalajara: “Esas camisas rojas de los que lloran en Caracas son iguales a las que se ponían las multitudes enajenadas por Mussolini, solo que las de estas eran de color pardo”. En cualquier forma, y esto es irremediable en el caso de los caudillos mesiánicos que alcanzan tanta popularidad y veneración como Chávez, tras sus ejecutorias llega el mito. Fenómeno curioso, por cierto.

El Espectador, Bogotá, 15-III-2013.
Eje 21, Manizales, 15-III-2013.
La Crónica del Quindío, Armenia, 16-III-2013.
Red y Acción, Cali, 17-III-2013.

 * * *

Comentarios:

Quiéranlo o no, el chavismo seguirá creciendo en la mente de los pueblos de América Latina. Venezuela seguirá gobernada por el chavismo por muchos años más. Creo que hasta cuando se acabe el petróleo, por allá dentro de 150 años. Y seguirá teniendo logros en lo social, lo político y lo económico. sincorruptos (correo a El Espectador).  

El desastre económico muy pronto golpeará a Venezuela y lo dejará de muerte. Es una muerte lenta, pero que llega, llega. La Roca (correo a La Crónica del Quindío).

En Colombia, para el Estado, comprar armas es «inversión», pero la educación es un «gasto». Nuestros jóvenes deben elegir entre la dura calle o cargar fusil, porque saben que nunca pisarán una universidad. Pedroperezsosa (correo a La Crónica del Quindío).

Dentro de poco tiempo se verá todo el daño que hizo Chávez en Venezuela. A ver si después que salga a flote la amarga realidad le seguirán poniendo velas. Luis Quijano, colombiano residente en Houston (USA).

Modelo de pulcritud

miércoles, 20 de noviembre de 2013 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

José Mujica, presidente de Uruguay, sobresale en el mundo de la política como modelo de pulcritud. Es la antítesis de los políticos corruptos e ineptos que hacen de la vida pública un medio para enriquecerse, cambiar de piel como los camaleones, pervertir la moral y desentenderse del servicio social.

Hace tres años fue elegido presidente de los uruguayos. Fue la suya una lucha constante y sufrida que inició medio siglo atrás, marcada por su oposición a los gobiernos de facto y por su defensa de los pobres, actitud que le valió 15 años de prisión, hasta obtener en 1985, con el retorno a la democracia, la amnistía por los delitos políticos que se imputaban a los líderes rebeldes.

Ocupó las posiciones de diputado, senador y ministro. Para acceder a ellas fue primordial su militancia en movimientos políticos que buscaban la libertad, la que se vio quebrantada por casi 12 años de dictadura, durante los cuales surgió la matrícula guerrillera que lo llevó a la clandestinidad y luego a la cárcel.

Nunca dejó de ser hombre de campo. Lo es hoy, a pesar de su ejercicio presidencial. Es descendiente de españoles que se establecieron en Uruguay hacia 1840 y se dedicaron al cultivo de viñas. Adelantó sus estudios primarios y secundarios en organismos públicos y se inició en la carrera de abogado, que abandonó al poco tiempo.

El periódico ABC de Madrid publicó en estos días un artículo en el que destaca su condición humana dotada de sencillez y humildad, que ha sido su nota característica de siempre, y que ni siquiera la ha debilitado la presidencia de su país. Y lo sitúa en la chacra que adquirió hace mucho tiempo en Rincón del Cerro, en las afueras de Montevideo, a donde se desplaza con frecuencia a departir con los vecinos en forma llana. Es un enamorado de su terruño, que comparte con su esposa, la senadora Lucía Topolansky, y una perrita sin raza llamada Manuela. Ellos constituyen el trío perfecto de la felicidad.

José Mujica mantiene bajo control las tentaciones y abusos del poder. Se jacta en proclamar que es hombre pobre y sin capital. Escrituró la chacra a su esposa, y su único patrimonio es un viejo automóvil VW Fusca avaluado en 1.945 dólares. El carro oficial que utiliza es un sencillo Chevrolet Corsa, que no permite que le sea cambiado, pues no necesita nada superior. Su único afán es servirle a su pueblo.

Del salario de 12.500 dólares que tiene asignado como presidente, solo toma el 10 por ciento, y el resto (11.250 dólares) lo aporta a fondos de bienestar social. Dice que ese dinero es suficiente para vivir con dignidad, y “me tiene que alcanzar porque hay otros uruguayos que viven con menos”. Propone que los expresidentes otorguen para la misma finalidad parte de sus cuantiosas pensiones. Desde luego, ellos –y la cofradía de presidentes de Latinoamérica y del mundo– se harán de oídos sordos a semejante pretensión. También su esposa cede para causas sociales parte de sus ingresos como senadora.

“Yo no soy pobre –afirma–, pobres son los que creen que yo soy pobre. Esa es la verdadera libertad, la austeridad, el consumir poco. La casa pequeña, para dedicar el tiempo a lo que verdaderamente disfruto. Y si tengo muchas cosas me tengo que dedicar a cuidarlas para que no me las lleven. No, con tres piecitas me alcanza. Les pasamos la escoba entre la vieja y yo, y ya, se acabó. Entonces sí tenemos tiempo para lo que realmente nos entusiasma. No somos pobres”.

Este es José Mujica, un hombre elemental, bonachón y feliz, auténtico líder de su comunidad que a los 77 años no desea otra cosa que terminar su período y regresar a Rincón del Cerro, desde donde les da ejemplo de probidad y grandeza a los mandatarios del mundo.

El Espectador, Bogotá, 2-XI-2012.
La Crónica del Quindío, Armenia, 3-XI-2012.
Eje 21, Manizales, 2-XI-2012.

* * *

Comentarios:

Se te olvidó decir que si el presidente Mujica viviera en Colombia, hacía mucho tiempo lo tenían metido en una clínica de reposo o encerrado en Sibaté. Gardeazábal, Tuluá.

Sí. Este señor Mujica es un gran líder. Fíjense que no se necesita haber obtenido un título universitario y todos esos requerimientos para ser presidente de un país. Lo único que se necesita es una formación académica secundaria, un gran sentido de lo social, un gran sentido de la lógica simple y buenas bases de ética y moral. Uruguay, en medio de esta crisis económica que empezó en octubre del 2008, causada por 13 torcidos americanos a quienes no les han hecho nada judicialmente, hoy por hoy muestra un crecimiento económico cercano al 8% anual y un desempleo por debajo del 5%. sincorruptos (correo a El Espectador).

Lo que usted propone es la solución perfecta para los problemas de Colombia. La corrupción nace de la ambición desmedida de quienes ostentan los altos cargos públicos, pues su nefasto ejemplo se extiende hacia todos los servidores públicos, quienes actúan bajo esta premisa: «Si él roba mucho, por qué no puedo robar yo mi parte». Esa corrupción permea la principal función del Estado que es la de asegurar la aplicación de la justicia. La corrupción agota los recursos antes de que estos alcancen el objeto para el que han sido destinados, y eso genera descontento y violencia. Toffler (correo a El Espectador).

Creo que es muy difícil encontrar otro presidente o expresidente que se aparte de las  ambiciones económicas. El caso del presidente Mujica es una perla rara, no solo en el continente, en el mundo entero. No es sino conocer los manejos de esos presidentes africanos, solo corrupción, otro Mandela será casi imposible de ver. Yo viví en Argentina en 2006, y allí hasta los taxistas estaban empapados de los acontecimientos cotidianos. Leo La Nación y Clarín, leo El País de España, y uno se asusta cuando conoce acerca de las decisiones que toman muchos mandatarios para esconder sus utilidades, sus negociados. Amparo E. López, colombiana residente en Estados Unidos.

Amor, honor y libertad

miércoles, 30 de octubre de 2013 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

El nombre original de la película –The Lady–, producida en el Reino Unido bajo la dirección del cineasta francés Luc Besson, fue cambiado en su versión al español por el de Amor, honor y libertad.

Difícil saber cuál de estas tres palabras posee mayor valor en la existencia humana. Unidas, representan en la película el mayor símbolo del coraje de Aung San Suu Kyi, la líder birmana que en defensa de la democracia lo sacrificó todo en la lucha heroica que libró por la libertad de su pueblo. Su proeza le hizo ganar en 1991 el premio Nóbel de la Paz. Pero la dictadura militar, que la tenía prisionera, le impidió recibirlo.

Esta gran señora de la resistencia birmana ha escrito una de las páginas más sublimes de los nuevos tiempos en el capítulo sin fin de la opresión, la tortura y la muerte con que los depredadores buscan perpetuarse en el poder. Mujer intrépida que se enfrentó, derrotando su propio miedo, al imperio de los déspotas.

Pocas películas basadas en hechos reales han transmitido la historia con tanta fidelidad. Rebecca Frayn gastó tres años escribiendo el texto, y para darle mayor veracidad usó los nombres propios de los personajes: Aung San Suu Kyi, la heroína, y Michael Aris, su esposo, otro gran protagonista en la lucha contra la dictadura, representados por Michelle Yeoh y David Thewlis. Quien estudie la vida del país a partir del asesinato en 1947 del general Aung Sang, padre de Suu Kyi, y vea la cinta, sabrá que los sucesos son auténticos y se han decantado con la magia de esta producción deslumbrante y estremecedora.

La actuación de la activista birmana se inicia en 1988, cuando regresa al país tras concluir sus estudios en Oxford, trabajar en las Naciones Unidas y ser profesora en la India. El pueblo la impulsa para que dirija un movimiento contra el gobierno dictatorial, y ella, que no tiene formación ni intención política, siente conmoverse su espíritu ante el estado de crueldad imperante y acepta dirigir la Liga Nacional para la Democracia, inspirada en el espíritu pacifista de Gandhi.

En 1989 queda bajo arresto domiciliario. Al año siguiente, su movimiento gana las elecciones por inmensa mayoría, y la junta militar ignora el resultado electoral. Por supuesto, no entregará el poder a los civiles. Y acrecienta su saña contra quien ha llevado al pueblo a la victoria. Victoria pírrica, de la que se ríen los conmilitones de la usurpación y el oprobio. Cuando en 1991 se le otorga el Premio Nóbel de la Paz, los militares le ofrecen el exilio para que viaje a Suecia a recibir el galardón, a cambio de su silencio ante el mundo.

Rechazada la propuesta infamante, continúa privada de la libertad. En total, sufrirá 21 años de cautiverio. Su esposo, que ha tenido que abandonar el país, lucha por conseguir la visa para reunirse con su mujer, pero la junta militar se la niega. Michael Aris muere de cáncer de próstata en marzo de 1999 sin volverse a ver con ella.

También sus hijos están ausentes y no pueden regresar a Birmania. Sola, aislada de su familia y sometida a torturas físicas y sicológicas, la gran dama mantiene una idea fija: la libertad de Birmania. El tiempo para ella transcurre en completo desamparo, en absoluta desolación, bajo las botas y las armas de los verdugos.

Sale liberada el 13 de noviembre de 2010. En la puerta de su casa-prisión la vitorean 3.000 personas. El 16 de junio de 2012 se traslada a Oslo a recibir el Premio Nóbel de la Paz otorgado en 1991, y cuatro días después la Universidad de Oxford le entrega el doctorado honoris causa que le había conferido en 1993.

El país, aniquilado por la larga dictadura militar, ha entrado en el lento camino de reconstruir la democracia con el gobierno civil instaurado en el 2011. Ha dejado de llamarse Birmania: ahora es Myanmar, y ya su capital no es Rangún sino Naipyidó. Quizás esta metamorfosis, este cambio de piel, contribuya a formar otra nación. Hoy Suu Kyi tiene 67 años. Su martirio no ha sido en vano: se ha desgarrado el corazón para darle la libertad a su pueblo. Ha protegido el honor. Y ha escrito con su heroísmo una grandiosa historia de amor.

El Espectador, Bogotá, 17-VIII-2012.
Eje 21, Manizales, 17-VIII-2012.
La Crónica del Quindío, Armenia, 18-VIII-2012.

* * *

Comentarios:

Caso completamente opuesto al de Benazir Bhutto: cuando todo parecía estar mejorando para las mujeres en el mundo islámico a través de ella, la matan en público y encima detonan una bomba en la manifestación de apoyo, siendo todo transmitido por TV en vivo. La eficiencia para provocar terror llevada al máximo. EldelaH (correo a El Espectador).

Como no es cine comercial no la verán aquellos grupos y sectores que necesitan con urgencia lecciones de vida, ejemplos de personajes inspiradores, verdaderos personajes a los cuales idolatrar y seguir. Al contrario, con nuestra miserable cultura en la que el ídolo es el mafioso o traqueto, el estereotipo de la prepago vacía, el futbolista o el reguetonero, vamos para ningún lado, vamos al abismo cultural. Antonioruizvelez (correo a La Crónica del Quindío).

Lo importante es el mensaje. Su contenido y lo que sé, son tus deseos de aportar al crecimiento de una sociedad menos mediatizada que la actual. La crítica a los guiones es la muestra de la diaria charlatanería local. Excelente artículo. Jorge Eliécer Orozco Dávila, Armenia.

Acerca de la líder de Birmania y Premio Nobel, la columna es magnífica porque nos aproxima a la historia de esta gran mujer y su lucha por la democracia de su país. Es una historia conmovedora y muy valiente. Increíble tanto atropello de estos gobiernos en pleno siglo XXI. Pareciera que el Medioevo no hubiese pasado ya hace más de 800 años. Inés Blanco, Bogotá.


Premio Nobel, con acento en la e, no Nóbel. darojas53 (correo a ElEspectador.com).

Respuesta.– Supuse que algún lector haría esta crítica idiomática. Y apareció la  persona.  Sigo sosteniendo la tesis que expuse en nota publicada en El Espectador el 29 de noviembre de 1982, donde digo:

¡Otra vez la discusión sobre si es Nóbel, palabra grave, o Nobel, aguda! La gente seguirá pronunciándola con acento en la o, y de ahí no la sacará nadie, a pesar de los eruditos, porque así le suena mejor. El hab­la es asunto de oído, que se decanta en la costumbre. El pueblo manda, y cuando se le lleva la contraria, aparecemos como pedantes. La erudición también consiste en interpretar la tendencia del idioma.

Aparte de las razones de Argos sobre la preferencia de Nóbel, por el caché de la entonación y su refrendación en el Larousse –el más popular de los diccionarios–, yo agrego lo siguiente: la Nueva enciclopedia temática (1969) también le marca tilde a la o.

La revista Time, en su publicación del 1° de noviembre, anota que “Colombia tiene una tradición literaria modesta». Esto le da pie a Álvaro Navia Monedero (Carta del Día, 12 de noviembre) para pedir el correcto empleo del apellido sueco y demostrar así que no somos atrasados. Según don Álvaro, debe ser Nóbel, con acento en la o, y respalda su tesis con una lección de gramática alemana.

¡No nos compliquemos la vida! La fonética cambia de una lengua a otra, y en últimas es la costumbre la que se impone. El pueblo es el que les da sonoridad y gracia a los vocablos. GPE

Un testigo de la guerra

martes, 29 de octubre de 2013 Comments off

Gustavo Páez Escobar

Han corrido 62 años desde la Guerra de Corea. Su costo supera los cuatro millones de personas muertas, heridas y desaparecidas tanto en las fuerzas militares como en la población civil. Este esbozo macabro dibuja uno de los sucesos más sangrientos que ha vivido la humanidad desde la Segunda Guerra Mundial.

Más de cinco mil colombianos actuaron en el conflicto, y alrededor del diez por ciento murieron o desaparecieron en los combates, resultaron heridos o cayeron prisioneros. Hoy sobreviven unos 800 veteranos colombianos.

Uno de ellos es Isaac Vargas Córdoba. Cuando en junio de 1952 se fue para Corea, era un muchacho de 16 años que, fustigado por la guerra política que se vivía en Colombia, abandonó su zona rural del Huila para enrolarse en las filas de Corea. Apenas un niño, ya sufría los horrores de dos guerras: la propia, donde conservadores y liberales se destruían bajo los odios sectarios, y la asiática, donde comunistas y demócratas, divididos por el paralelo 38, hacían lo mismo desde sus geografías y sus intereses irreconciliables.

En marzo de 1953, Vargas Córdoba por poco pierde la vida en el combate. Su rostro quedó desfigurado. Aun así, logró escapar. Transportado en helicóptero, llegó a la sala de cirugía. Su estado de salud era tan precario, que se temió por su vida. Días después llegaba a Estados Unidos. Era un héroe de la guerra, con apenas 18 años de vida. Mientras tanto, la guerra que no cesaba en sus campos nativos continuaba poniendo cruces en ambos bandos políticos, todos los días y a toda hora. La guerra eterna, la guerra demencial, la guerra inicua y devastadora no abandona al hombre desde el inicio de los siglos.

De vuelta en Colombia, Vargas Córdoba recibió honores militares. Lo operaron del rostro en el Hospital Militar y obtuvo en Estados Unidos  atención más especializada. El tratamiento duró ocho años. Se retiró como sargento segundo. Permaneció un año vacante en la vida civil, con heridas en el rostro y con amor por los símbolos patrios.

Un día, con $ 1.500 prestados, creó una pequeña panadería. Nada sabía del oficio, pero a medida que el tiempo avanzaba veía que sus esfuerzos se traducían en progreso. En 1965, con 30 años de edad, fundó en el barrio El Sosiego, al sur de Bogotá, la que sería su panadería estrella: El Arbolito. Al paso de los días, las ventas se multiplicaron de manera sorprendente. Y adquirió una bodega propia en la zona industrial. Entre sus clientes estaban Carulla, Cafam y Colsubsidio. Ya por esta época poseía nueve carros distribuidores.

Sus vínculos con las dos entidades líderes del subsidio familiar lo llevaron a formular una propuesta para canalizar los recursos de ellas hacia la educación de los hijos de los afiliados. Y mencionó el sentido burocrático que allí existía, formulando como contera una crítica contra las obras suntuarias. Años más tarde, Alberto Donadío haría un estudio crítico sobre el mismo aspecto, en su libro El espejismo del subsidio familiar (El Áncora Editores, 1985).

Como represalia por esta propuesta y esta denuncia, ambas entidades cancelaron los contratos para el reparto de pan producido por El Arbolito. De paso, anoto que El Arbolito auspició tres concursos literarios, muy celebrados en su época, cuya finalidad era encomiar las bondades del pan. El superintendente del Subsidio Familiar ante quien el panadero expuso sus inquietudes sobre las cajas de compensación era Germán Bula Escobar. A raíz de este incidente, Vargas Córdoba perdió el 90 por ciento de sus ventas. Y llegó a la quiebra.

Aun quebrado, no perdió la esperanza. Siguió luchando a brazo partido. Se vinculó a la Sociedad Bolivariana y a otros centros académicos, y con frecuencia vemos cartas suyas, con sentido social, publicadas en el foro de lectores de El Tiempo.

Hoy está reducido a un negocio emblemático en la carrera 24 con calle 45, que ha bautizado con el bello nombre de Bendito el Pan. Y se acuerda de las acciones bélicas ejecutadas en Corea, lo mismo que de la barbarie fratricida que se vivió, y se vive aún, en las parcelas del Huila y de otros lugares de Colombia. La guerra no ha terminado.

El Espectador, Bogotá, 17-V-2012
Eje 21, Manizales, 18-V-2012.
La Crónica del Quindío, Armenia, 19-V-2012.

Comentario:

Para mí es todo un héroe este señor. Y el hecho de que todavía tiene su panadería es un triunfo y un premio a su integridad moral. Bendito el pan y el señor que lo hace todos los días. Gloria Chávez Vásquez, colombiana residente en Nueva York.