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De Adel López Gómez

martes, 18 de agosto de 2009

(La Patria, Manizales, 23 de julio de 1982)

Integrado en sus 310 páginas por 76 notas de homogeneidad y limpio estilo, este libro de Gustavo Páez Escobar Caminos podría ser juzgado a priori como un volumen más o menos superficial de esos que eventualmente acopiamos los periodistas-escritores para acrecer el acervo de nuestra bibliografía.

Pero en cuanto se penetra en la entraña, en el paisaje espiritual, en las bifurcaciones, en el sendero de estos caminos suyos, el lector se ve precisado a integrarse reflexivamente a esos breves textos que, con todo y serlo, rebasan la simple calidad del comentario cotidiano que se escribe a la ligera, en buen idioma y cuidada forma inclusive, para llenar la urgencia de los temas y los días. Es algo que bien conocemos quienes cumplimos arduamente la tarea cotidiana.

Páez Escobar trabaja en otro ritmo y con reposada mentalidad, en comprimido estilo, con una limpieza conceptual que se realiza en función de pensamientos concretos, sin divagaciones inútiles, a la manera como se pasa sobre las definiciones fáciles para descubrir la almendra verdadera, sin meterse en extravagancias de interpretación o excesos de fronda.

No es posible en una nota de cotidianidad dentro de la tiranía impuesta por el diagramador editorial hacer un análisis, siquiera sea somero, de este nutrido, conceptuoso y amable libro que es Caminos. Pero hay, por ejemplo, una página quizá la más extensa que, a propósito de Aguja de marear, le sirve a Gustavo Páez Escobar para presentar en doce páginas de ajustada estructura la personalidad de Otto Morales Benítez en sus exactas dimensiones de gran escritor y en su alta estatura de hombre de pensamiento y acción, de equilibrio y justicia, de abierta humanidad y caudalosa dispensación de sus grandes dones en lo espiritual y en lo humano.

Lo dice con su acostumbrada virtud de síntesis en los últimos seis renglones de su escrito: «Este hombre llano, abierto al diálogo interminable, profundo en el concepto, insaciable en sus derroteros espirituales, que lo mismo entiende la enjundia de los grandes despachos, que abarca y admira la simpleza de los hechos menudos, sabe que lo realmente imperecedero, por encima de cualquier honor, es el espíritu».

Yo agregaría que este libro Caminos ha sido pensado y escrito dentro de la misma escuela de Otto y con parecida generosidad frente al mundo de hoy, contaminado y egoísta.

 

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