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En cada museo, un espíritu

lunes, 26 de septiembre de 2011

Por Gustavo Páez Escobar

Cuando usted visite el Quindío, amable turista, no deje de conocer su Museo Arqueológico, que se guarda con celo, como el auténtico tesoro que es y como homenaje a nuestros antepasados, bajo la administración del Banco Popular, en los pisos 7 y 8 de su moderno edificio en la ciu­dad de Armenia.

El Banco Popular inició un día, con el afán que supo imprimirle ese pione­ro de la cultura que es el doctor Eduardo Nieto Calderón, la ponderable y nada difícil labor de rescatar el patrimonio abori­gen que permanecía olvidado y casi desconocido a lo ancho del país. Bajo esa inspiración comenzó por recoger, en forma silenciosa, las muestras de la ce­rámica precolombina dispersas en las distintas regiones, hasta formar la más importante colección en la Casa del Marqués de San Jorge, situada en el barrio La Candelaria de la capital del país, que restauró con el mejor de los gustos, conservándole su añejo sabor colonial y adaptándola para las funcio­nes del Museo Arqueológico, donde se guardan más de 10.000 piezas.

Con el propósito de enlazar la cultu­ra y llegar a sitios que como el Quindío son dueños de una vigorosa tradición aborigen, por haber morado aquí el pueblo quimbaya, el Banco reci­bió de la Universidad del Quindío una importante muestra arqueológica que no solo la preserva con celo sino que ha contribuido a enriquecerla.

En este Museo de Armenia, abierto al público inclusive los días de fiesta, existen no solo piezas representativas del arte quimbaya, sino de las demás culturas precolombinas. Los quimbayas fueron un pueblo laborioso, verda­deros artistas de la orfebrería, que ver­tieron su ingenio en la confección y decoración de las más variadas artesa­nías, caracterizadas por el esplendor y pulimento de sus formas. Están consi­derados uno de los pueblos más avanzados de América en las artes orfe­bres y cerámicas y su cultura es, según muchos entendidos, superior a la chibcha y a la inca.

En el Museo del Quindío, donde contrasta lo antiguo con lo moderno, con el exquisito gusto que supo plas­mar el Banco Popular, se exhiben y se renuevan las más diversas figuras: ánfo­ras, caciques, alcarrazas, copas sagra­das, vasos silbantes, urnas funerarias y toda esa gama de expresiones que nos conducen a interpretar la vida y las costumbres de los pueblos primitivos. Predomina, como es natural, la sem­blanza quimbaya.

El Quindío es zona rica en guaquerías. Sus suelos ubérrimos, regados con exuberantes paisajes y amasados con el colorido del café y el plátano, dos productos de prosperidad, guardan las riquezas de misteriosas leyendas. En estos predios que impulsan la economía del país con la fertilidad de las  cosechas, se escondieron nuestros an­tepasados quimbayas. Los explorado­res de la tierra -los buscadores de teso­ros que conocemos como guaqueros- se encuentran con el re­motísimo ayer al desentrañar los te­soros arqueológicos que sepultó en sus entrañas una raza legendaria.

En voz baja dijo la arcilla al alfarero que la amasaba: «No olvides que fui un alfarero como tú: no me maltrates«. Omar Khayyam.

La Patria, Manizales, 17-III-1975.

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