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Archivo para noviembre, 2014

Los pensionados cuentan

miércoles, 12 de noviembre de 2014 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Hay más de 1 millón 200 mil colombianos que reciben mesada en Colpensiones, y con las otras entidades que cubren esta prestación, la cifra se eleva a 2 millones. No es mucho el número de beneficiados, sobre la base de 47 millones de habitantes. Sin embargo, este sector se ha convertido en una carga para las finanzas públicas y en un dolor de cabeza para los gobernantes.

El trabajador cotiza para su jubilación durante toda una vida laboral, y cuando le llega la época del retiro, el ingreso que recibía sufre sensible disminución, tanto por el mecanismo de la liquidación, como por el aumento de la cuota para salud, que pasa del 4% al 12%. Además, el sistema del reajuste anual de la pensión, que se hace con el índice de la inflación y no con el factor del salario mínimo que efectúa la generalidad de las empresas, deprecia más aún la mesada.

Gracias a la eficaz labor del exministro de Trabajo Rafael Pardo Rueda, la Comisión  Séptima de la Cámara de Representantes aprobó en mayo, en primer debate, el proyecto de ley 183 de 2014, que busca disminuir la cotización para el régimen de salud del 12% al 4%.

Con esta medida, podría pensarse que los pensionados cuentan. Sí: cuentan en la época electoral. Cuentan como población desamparada de la que no se acuerdan ni los gobiernos, ni los políticos, ni los legisladores. Los pensionados no tienen dolientes. Se les trata como un sector marginal de la sociedad.

Los paros agrario, cafetero y papero, que pusieron en jaque al país, fueron resueltos mediante la asignación de recursos del presupuesto nacional. Pero como los pensionados ya no tienen fuerzas para hacer huelgas, sus justas peticiones son ignoradas. Sin embargo, ellos producen votos. Esto movió al candidato Santos a hacer esta manifestación en los momentos de la mayor agitación electoral:

 “Sé que un anhelo de todos los pensionados es que se reduzca la contribución a la salud. Hay un proyecto de ley en el Congreso de la República, y yo voy a apoyar ese proyecto de ley. Eso en plata blanca quiere decir que se aumenta el ingreso (…)  Ustedes han sido las víctimas de un sistema lleno de dificultades, de burocracias, inclusive de corrupción”.

 En el mismo sentido se pronunció el candidato a la Vicepresidencia, Germán Vargas Lleras: “No hay derecho y no puede ser que cualquier trabajador colombiano esté cotizando en materia de salud el 4% y los jubilados el 12%. Los jubilados en Colombia no tienen ingresos diferentes, por lo que vamos a unificar el régimen para que los pensionados coticen en igualdad de condiciones a como lo hacen todos los trabajadores del país”.

A solo pocos meses de extinguirse el fragor de las urnas, el ministro de Hacienda adopta la decisión contraria: pide que se archive el proyecto de ley por “amenazar la sostenibilidad fiscal”. La pregunta es obvia: ¿qué vale la palabra del presidente y del vicepresidente? Que se sepa, ellos no han dicho nada. La voz divergente dentro del mismo Gobierno causa desconcierto y frustración en el gremio de los pensionados. Los sacrificados de siempre. Queda de relieve el afán de imponer el ánimo fiscalista sobre la equidad social.

El Espectador, Bogotá, 5-IX-2014.
Eje 21, Manizales, 5-IX-2014.

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 Comentarios:

 Gracias, muchas gracias por su interesante columna publicada hoy en El Espectador en la que expone con claridad y elocuencia la justicia que clamamos los pensionados al Gobierno Nacional. Su importante columna ya está circulando en las redes de pensionados. Ojalá pudiera subirse a las redes sociales. Antonio Guihur Porto, Barranquilla.

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Pinceladas

miércoles, 12 de noviembre de 2014 Comments off

Por Gustavo Páez Escobar

 El último cargo eclesiástico ejercido por monseñor Fabián Marulanda López, oriundo de Marulanda (Caldas), fue el de secretario general de la Conferencia Episcopal Colombiana (2002-2009). Antes había sido párroco en Ibagué, profesor del Colegio Tolimense y del Seminario Mayor de Ibagué, obispo en Florencia (1989-2002). Hizo sus estudios religiosos en el Seminario de Ibagué, y de especialización en catequesis pastoral en Santiago de Chile, Universidad Javeriana de Bogotá, París y Roma.

Ahora, en la época de retiro forzoso, ha publicado el libro Pinceladas de ayer y de hoy. Lo leí en un par de días. Excelente obra. Comienzo por la carátula: el árbol frondoso, de flores amarillas, tronco fuerte y ladeado sobre el paisaje, se me ocurre que muestra un atardecer reposado y poético. El atardecer de la vida. Buen símbolo para representar el propio atardecer del autor, que en esta etapa de su florida existencia se detiene a escribir unas pinceladas sobre su tránsito familiar y sacerdotal, y a meditar sobre diversos temas, de índole religiosa y social.

Tengo algunas cosas para resaltar de mi detenida lectura del libro. En primer lugar, la sencilla y amena descripción que hace del entorno familiar, que se movió en un ambiente de sanas costumbres y firmes principios cristianos. Maravillan el esfuerzo y el empeño de sus antepasados por formar una familia laboriosa, ejemplar, útil para la sociedad. En las palabras de monseñor hay claridad, firmeza y convicción. En algunos pasajes aflora la gracia del estilo, incluso el fino humor.

Trata los temas sociales con pensamiento abierto hacia la evolución de estos tiempos caóticos y la crudeza de los problemas en boga, tan agudos en esta era de distorsión moral. A la Iglesia la sitúa como la barca fuerte que resiste tempestades y debe, a la vez, aportar soluciones para las angustias del hombre contemporáneo.

Me agrada el consejo que le hace al padre Llano en el sentido de no poner en tela de juicio asuntos dogmáticos de la religión, a la vez que no comparte la censura (grave castigo, en el caso del lúcido y penetrante escritor) que ejercieron los superiores del jesuita al prohibirle continuar escribiendo su columna periodística. Esto es un atentado contra la libertad de expresión.

En los varios artículos sobre el papa Francisco sabe dibujarlo de cuerpo entero. En ellos está al vivo la personalidad modesta y trascendente de este gran timonel de la Iglesia, cuyas pautas sobre los asuntos más corrientes del comportamiento humano dejan lecciones de gran significado. Se destaca la manera auténtica, independiente y valerosa como el autor enfrenta algunos dilemas del mundo actual.

Son escritos para meditar. Varios de ellos están manejados por la sensibilidad y la ternura, como el de la niña de diez años que viaja sola, en la silla de un avión, hacia Estados Unidos, y por la novedad y la filosofía, como los que dedica a la sombra y a la cometa. Esto me hace recordar al estupendo cronista Luis Tejada. La parte fotográfica, maravillosa, tanto por recoger estampas certeras de los pueblos por los que transitó, como por la nitidez de la impresión. Crónicas que representan valioso legado para la familia y los amigos.

La Crónica del Quindío, Armenia, 9-VIII-2014.
El Espectador, Bogotá, 16-VIII-2014.

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Por los caminos de Dios y del mundo

viernes, 7 de noviembre de 2014 Comments off

En enero de 1962, recién concluido su bachillerato en Bucaramanga, Gloria Ortiz Rangel inició su carrera como terciaria capuchina. Y 10 años después se retiró de la vida religiosa. Los 2 primeros años corresponden a su formación para el apostolado elegido, y los restantes transcurrieron en los siguientes sitios: 1 en Armenia (Quindío), 2 en Manaure (Guajira) y 5 en Vaupés y Guaviare.

Los 7 años de servicio misional los pasó en contacto estrecho con las comunidades indígenas que pueblan los tres últimos territorios citados. Su mayor estadía fue en Villa Fátima (Vaupés), pequeño poblado perdido en lo más profundo de la selva, distante 4 horas por vía fluvial de Mitú, la capital, y 3 de la frontera con Brasil.

En esta zona tan alejada de la civilización y olvidada de la acción oficial, se lee en el letrero fijado en uno de sus aeropuertos, al darle la bienvenida al forastero: “Está usted en el lugar de la recreación de la sabiduría ancestral”.

Gloria Ortiz, compenetrada con su misión de ayudar a los seres más desprotegidos, encontró en su tránsito por estos lugares marginados, donde las miserias humanas adquieren signos en verdad dramáticos, el mejor camino para cumplir su vocación humanitaria. Entregada al servicio de Dios, entendió que allí se le llamaba como un bálsamo para aliviar los inmensos problemas y las tristezas sin fin de esta población condenada al abandono y el olvido.

Estaba en la tierra mítica del misterio, la inmensidad y la belleza, la misma que hizo exclamar a José Eustasio Rivera al escribir La vorágine: “¡Oh selva, esposa del silencio, madre de la soledad y la neblina!”. Y estaba en el territorio de gentes anémicas, carcomidas por el hambre y las enfermedades, y apartadas del ámbito civilizado por la ignorancia y la ausencia de la vida digna.

La misionera se dedicó en cuerpo y alma a proteger a los humildes que Dios ponía a su paso. Para hacerlo, empezó por comprender su cultura, su idiosincrasia, sus leyendas, creencias y mitos. Aprendizaje elemental para poder penetrar en el alma de los afligidos. Se volvió una indígena más, que todo lo compartía y lo captaba, que asumía riesgos y desafiaba tempestades, que montaba a caballo y cruzaba como ángel bienhechor por ríos y llanuras. Consumía las mismas comidas de los aborígenes y ejecutaba sus propias costumbres.

Con notable aptitud de liderazgo, lo mismo ante los pobladores de aquellas riberas castigadas por el infortunio, que ante sus superiores y compañeros de religión que admiraban su energía y capacidad de servicio, el nombre de esta monja laboriosa y entusiasta dejó su impronta en la selva. Conforme avanzaba en su labor social, vivía nuevas experiencias y más se familiarizaba con los ritos y tradiciones ancestrales, hasta el punto de que el hábitat selvático, con todo lo rudo y sufrido que puede ser, se tornó para ella amable y hospitalario.

Gloria había conocido en Bogotá al sacerdote Jesús Ortiz Bolívar, antes de embarcarse ambos hacia aquellas latitudes medrosas, y con él trabajó hombro a hombro por la redención de los nativos. Fue la suya una alianza perfecta bajo los postulados cristianos.

Ya los dos en la vida seglar, un día tomaron la decisión de casarse y proseguir en sus postulados de trabajo en bien de la humanidad. No quisiera yo preguntar a Gloria cuándo nació en ellos la llama del amor, si en la selva o de regreso al entorno ciudadano. Básteme proclamar que “el amor mueve el sol y las estrellas”, como lo afirmó Dante Alighieri.

Cualesquiera que hayan sido las características de su unión conyugal, es pertinente aseverar ante el lector de estos renglones que Gloria y Jesús constituyeron en la vida civil una pareja de total entrega a la misma causa social que habían ejercido en su actividad religiosa.

Jesús Ortiz sufrió dos percances mayores que afectaron su tranquilidad: uno, el robo de una cooperativa que había fundado para los pobres, y el otro, el secuestro de que se le hizo víctima en carreteras del Norte de Santander. Fue liberado a los 23 días, pero este hecho le produjo fuerte depresión, le afectó el corazón y es posible que le haya causado la muerte.

En 1995, 23 años después de haber dejado el convento, Gloria fundó en Bucaramanga el Hogar Geriátrico Plenitud, dedicado a la protección de la gente mayor. “Los abuelos son mi vida y mi razón de existir”, me confiesa. Obra admirable, en la que colaboraba el antiguo sacerdote con prácticas religiosas y el manejo contable, que ha soportado no pocas penurias, pero que subsiste gracias a la voluntad inquebrantable de su creadora. Y es Dama Gris de la Cruz Roja desde hace 28 años.

En este libro-testimonio, donde Gloria ha querido contar sus memorias de la selva en lenguaje llano, espontáneo y descriptivo, recoge además algunas reflexiones sobre la vida, el amor, el mundo y el pecado, el bien y el mal, que dejó escritas su esposo como legado de su recto obrar y pensar por los caminos de Dios y del mundo. Ambos recorrieron los mismos caminos y ahora van mancomunados en estas páginas como tributo a los principios rectores de sus vidas.

Y además, para que se cumpla una frase ingeniosa que Jesús Ortiz solía repetir como invitación al diálogo inteligente: “Hablemos para que conversemos”.

 Bogotá, 19-V-2014.

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