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Archivo para febrero, 2015

Helena Araújo, la gran ausente

martes, 24 de febrero de 2015 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

“¿Para qué público escribo? ¿Para qué público escribimos? Para el público que soporta nuestra rebeldía”. Helena Araújo.

No conocí a Helena Araújo en persona. La conocí por el excelente reportaje que le hicieron en Lausana (Suiza) Ignacio Ramírez y Olga Cristina Turriago y que fue recogido en el libro Hombres de palabra (1989). La conocí a través de la correspondencia que iniciamos en 1990. A través de las cartas establecimos un diálogo que cumplió 25 años. Una muestra de esas cartas está recogida en la sección epistolar de mi página web.

Desde Suiza, me envió sus dos últimos libros: Las cuitas de Carlota (novela, 2007) y Esposa fugada (cuentos, 2009). Otros títulos de su obra son: La “M” de las moscas, Signos y mensajes, Fiesta en Teusaquillo, La Scherezada criolla y Ardores y furores. Además, es autora de numerosos ensayos de índole literaria y académica.

Nació en Bogotá el 20 de enero de 1934 y murió en Lausana, a la edad de 81 años, el pasado 2 de febrero. Hija del político liberal Alfonso Araújo Gaviria, ministro y diplomático en los gobiernos de Alfonso López Pumarejo y Eduardo Santos. Adelantó el bachillerato en Washington, en la Inmaculata High School, donde se graduó a los 15 años, y literatura y filosofía en la Universidad Maryland, materias que continuó a su regreso al país, en 1950, en la Universidad Nacional.

Se casó a los 19 años, sin convicción (como era la moda), con Pierre Albrecht de Martini y con él tuvo cuatro hijas. Se separó en 1971 y viajó con sus hijas a Lausana, donde las educó con sus propios medios. Su decisión de romper el matrimonio causó serio conflicto familiar, y a ella la liberó del ambiente patriarcal y las costumbres gazmoñas que no le permitían a la mujer expresar su propio pensamiento y mantener su feminidad.

En el reportaje de que atrás se habló, manifiesta la escritora: “El sexo, el cuerpo, la política, el tema social eran prohibidos para jóvenes madres de familia como yo. Yo quería escribir viviendo, vivir escribiendo, pero estaba metida en una sociedad asfixiante”.

En Suiza vivió 44 años, y nunca regresó a Colombia. En ese país cumplió notable labor como profesora de literatura latinoamericana, crítica literaria, conferencista y escritora. Se desplazaba por países europeos en plan cultural y como mensajera de la causa femenina. De hecho, sus cuentos y novelas son la refrendación del aire burgués donde nació, imposible de negar, y una denuncia contra la burguesía manifiesta en las posturas frívolas, falsas y prosaicas que no podía compartir. Su literatura es un acto de rebeldía y protesta.

Fiesta en Teusaquillo, primer libro suyo que leí para adentrarme en el conocimiento de la autora, explaya ese mundo aristocrático movido por el lustre social, la intriga, el chisme, la afectación y la mentira, tan propio de los grandes salones que ella respiró en la Bogotá apergaminada de su época. Esa misma atmósfera se repite, en distintos escenarios, en Las cuitas de Carlota y Esposa fugada.

En este intercambio de amistad, libros e ideas, le envié hace diez años la biografía de que soy autor sobre la poetisa Laura Victoria, y Helena me comenta: “Mujer valiente, ¡por Dios! Sufriendo cuarenta años antes que yo las angustias de la separación conyugal. Y autora de poemas sinceros y musicales –con Meira del Mar, una versión de lo femenino sensual que merece análisis semánticos–”.

En el caso de Laura Victoria estaba dibujada su propia historia conyugal. También la poetisa se había escapado a Méjico por conflictos con su marido, y se había llevado a sus tres hijos, a quienes educó con valiente esfuerzo. Allí permaneció hasta su muerte, durante 65 años. Tanto la una como la otra fueron pregoneras del feminismo y lucharon contra la opresión y los rigores sociales de sus épocas. Ambas tuvieron brillante desempeño en las letras. Las dos se adelantaron a su tiempo.

El Espectador, Bogotá, 20-II-2015.
Eje 21, Manizales, 20-II-2015.

* * *

Comentarios

Muy bella columna y muy fiel recuerdo de Helena. Yo tenía pensado visitar a Helena en abril con el fin de grabar su vida para un libro. Hablamos por teléfono cuatro días antes de morir y aunque débil por una cirugía reciente nada hacía presagiar el fatal desenlace. Alberto Donadio, Bucaramanga.

Excelente homenaje póstumo a Helena Araújo. Fui sorprendido con la noticia de su muerte. Por una razón: ni siquiera sabía que estaba fuera del país. Es más, pensaba que había muerto. Todo porque su nombre nunca apareció en los medios. Yo leí Signos y mensajes el mismo día en que el entonces Instituto Colombiano de Cultura lo publicó en una colección donde aparecieron, entre otros, Los pasos cantados de Carranza, Suenan timbres de Luis Vidales,  Las noches de la vigilia de Manuel Mejía Vallejo. José Miguel Alzate, Manizales.

Desconocía del todo a Helena Araújo y quedé con ganas de leer algo de su autoría. Averiguaré si puedo adquirir en librerías la obra Fiesta en Teusaquillo, que debe ser deliciosa. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.

No conocía esta  historia y me ha llevado a la inquietud de conocer parte de su obra. Mujeres valientes, decididas y resueltas, como Laura Victoria, y además talentosas, que han dejado un legado y que han luchado a la par por una familia. Inés Blanco, Bogotá.

Me gustó la pregunta que encabeza la columna, porque creo que somos más los lectores que gustamos de los escritores rebeldes. Son ellos los que alimentan nuestra rebeldía dándonos argumentos para criticar este sistema que no es humano. orlandotinoco0826 (correo a El Espectador.com).

Qué mujer tan interesante. Al igual que Laura Victoria, se adelantó a su tiempo. Les correspondió vivir en épocas demasiado difíciles, cerradas, machistas y falsas. ¡Cuántos talentos,  de muchas otras mujeres valiosas,  se debieron perder para mantener las apariencias! Esperanza Jaramillo García, Armenia.

Entraré a tu página a leer la correspondencia que mantuviste con ella. Amo el género epistolar y envidio de verdad a quienes lo conservan  compartiendo los instantes prolongados de la vida. Marta Nalús Feres, Bogotá.

*

Artículo Negociación reservada, de Alberto Donadío sobre Helena Araújo (revista Semana, n.° 2067, 9 al 16 de enero de 2022)

Helena Araújo fue una escritora nacida en Bogotá que vivió casi toda su vida en Suiza, donde falleció en 2015. Se expatrió voluntariamente hace medio siglo debido a una experiencia traumática. En 1971 decidió separarse del marido, un suizo de apellido Albrecht, cuando eso no era permitido socialmente ni por la religión católica. La familia de Helena la internó en un manicomio en España, un castigo que hoy parece ordenado por los talibanes y al cual ella hizo alusión en varios artículos.

Alfonso Araújo, el padre de Helena, ya había muerto. Fue un notable jefe liberal (ministro de Hacienda, de Educación, de Relaciones Exteriores) y falleció siendo embajador de Colombia ante Naciones Unidas. Tal vez él no habría estado de acuerdo con el manicomio. Helena no volvió a Colombia y cortó relaciones con su familia. Dando clases crio a sus cuatro hijas en Lausana. (…) En agosto, durante la Feria del Libro de Bogotá, la Universidad Nacional lanzó Adelaida 1848, obra póstuma de Helena Araújo. (…)

El puño del arrebato

lunes, 9 de febrero de 2015 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

El periodista barcelonés Xavi Ayén inicia con el siguiente diálogo el capítulo titulado Gabo y Mario. Historia de un fratricidio, de su obra Aquellos años del boom (RBA Libros, Barcelona, 2014):

José Carvajal: ¿Qué fue lo que ocurrió realmente entre usted y García Márquez? ¿Por qué fue que se enemistaron?
Vargas Llosa: Bueno, eso vamos a dejárselo a los historiadores… (carcajada).

Cabe decir que los historiadores, a partir del 12 de febrero de 1976, cuando se produjo el famoso puñetazo de Vargas Llosa a García Márquez en el Palacio de Bellas Artes de Ciudad de Méjico, no han hecho otra cosa que indagar la veracidad de los hechos. Y se han tejido diversas versiones, que los protagonistas no han refrendado ni han desmentido. Como buenos novelistas, han dejado que el suceso siga en el misterio.

Ahora bien, el relato que trae el libro de Ayén, producto de exhaustiva investigación,  tiene visos de ser el verdadero. En un solo instante, y a raíz de aquel puñetazo fenomenal, se hundió la estrecha amistad que unía a los dos principales integrantes del boom, e ipso facto se disolvió la sociedad de escritores.

La admiración del peruano por el colombiano durante los años sesenta y setenta queda evidenciada en el libro Historia de un deicidio (1971) –tesis doctoral de Vargas Llosa en la Universidad Complutense de Madrid–, lo mismo que en el hecho de que el segundo de sus hijos recibió el nombre de Gabriel Rodrigo Gonzalo (los nombres de García Márquez y sus dos hijos). Los Gabos fueron padrinos del bautizo. Amor correspondido.

El primer encuentro entre ambos escritores ocurrió en el aeropuerto de Maiquetía,  en agosto de 1967, cuando Vargas Llosa iba a recibir el premio Rómulo Gallegos por  La casa verde. Entonces el peruano era más conocido que García Márquez. En junio de ese mismo año había aparecido Cien años de soledad, y el nombre del autor comenzaba a tomar altura. Poco después, la novela se convertiría en el hecho más fulgurante de las letras latinoamericanas y Gabo recibiría el Nóbel de Literatura.

Desde entonces, ellos estrecharon cada vez más su amistad, en asocio de sus esposas, y compartieron premios y aplausos por sus triunfos literarios. Las primeras fisuras en su relación se presentaron al no coincidir en sus ideas políticas: mientras García Márquez era decidido partidario de la causa castrista, Vargas Llosa se oponía a los gobiernos totalitarios. Esta línea divisoria se acentuó con el paso de los días.

La separación comienza a surgir en 1974, y no se origina en causas políticas sino en un asunto privado. El 12 de junio de ese año, listos los esposos Vargas Llosa a volver por barco a Lima desde Barcelona, fueron agasajados por Carmen Balcells con una cena de despedida. Por su parte, el capitán del barco ofreció una cena de gala en honor del escritor, y a su lado, en la mesa principal, situó a una dama importante que se dirigía al mismo destino.

Era Susana D. C. (el libro suministra su nombre, pero no sus apellidos), casada con el arquitecto Andrés B. (tampoco se revela su apellido), amigo de Bryce Echenique. La pareja vivía en Madrid. La atracción del novelista con la dama “es mutua, aunque tal vez no repentina pues ya se conocían de antes”, afirma el autor de la obra. Vargas Llosa baila varias veces con la dama, y esto enfurece a Patricia. Ya en Lima, el escritor se separa de su esposa y efectúa un viaje junto a su amante.

El escándalo se vuelve público entre los miembros del boom. Sin embargo, con el tiempo aparecen versiones desenfocadas, como estas: unos dicen que la misteriosa dama era una azafata sueca, y otros, que una modelo norteamericana. Y otra más absurda: Mario y Patricia habían viajado a Lima en barcos diferentes.

La nueva pareja se instala por un tiempo en Barcelona. A los dos meses, Susana regresa a Madrid. Mario se va detrás de ella, en plan de raptarla en el aeropuerto, como afirma el escritor Jorge Edwards. Allí los tres (la amante, Mario y Edwards) toman un taxi a Barcelona.

En mayo de 1975, Patricia viaja a Barcelona con el fin de recoger algunas cosas, y se instala en un hotel, donde la visitan Gabo, Carmen Balcells y Jorge Edwars. Luego se trasladan a la discoteca Bocaccio, donde abundan las copas. Al día siguiente, Patricia tenía que tomar el avión de regreso a Lima. A las tres y media de la mañana, llegan sus tres amigos, y Gabo se ofrece a llevarla al aeropuerto. Pero pierde el avión. Vargas Llosa dirá que García Márquez intentó llevarse a Patricia a un hotel.

La noche anterior, Patricia le había confesado a García Márquez la frustración que sentía por el affaire de Mario y Susana. Y Gabo bromea: “Pues para vengarte de Mario, nos hacemos amantes”. En el viaje al aeropuerto, él cometió la indiscreción de contarle alguna aventura cometida por su marido en sus años de Barcelona. De esto se enterará Vargas Llosa y sentirá que su amigo de tantos años “ha corrompido la amistad”.

12 de febrero de 1976. Vargas Llosa llega al Palacio de Bellas Artes de Ciudad de Méjico, y García Márquez, al verlo, le extiende los brazos y exclama: “Hermano”. Vargas Llosa le responde con un derechazo en la cara, lo derriba y le dice: “Esto, por lo que le hiciste a Patricia en Barcelona”. Algunas versiones, entre ellas la de Gerald Martin, autor de la biografía Gabriel García Márquez, una vida (2009), han variado la frase: “Esto, por lo que le dijiste a Patricia”. La frase cambia de sentido.

Este fue el final dramático de una honda amistad. Las dos figuras principales del círculo de novelistas nunca se reconciliaron. Fueron los iniciadores y los sepultureros del boom. A finales de 2005 le preguntaron a Gabo, en Méjico, si sería posible una reconciliación, y Mercedes Barcha se anticipó a responder: “Hemos vivido tan felices treinta años sin él que no lo necesitamos para nada”.

Tras el descarrío llegó la reconciliación entre Mario y su prima Patricia Llosa. Vino la reflexión. Se impuso la madurez. Desde entonces, se les ve como una pareja sólida.  ¿Qué había sucedido? Las alturas marean, distorsionan la personalidad. No se trataba, por cierto, del “demonio de mediodía”, ya que Mario apenas tenía 38 años. Edad peligrosa cuando se está rodeado de oropeles y se es víctima de la fama y la vanagloria. Pregunta: ¿Quién es Susana D. C.? ¿Quién es Andrés B.? Algún lector nos lo contará, y ampliará la historia.

Al recibir el premio Nóbel en Estocolmo, en el 2010, así se refirió Vargas Llosa a Patricia (el escritor tiene 74 años, el doble de la edad que tenía cuando ocurrió su aventura):

…”la prima de naricita respingada y carácter indomable con la que tuve la fortuna de casarme hace cuarenta y cinco años y que todavía soporta las manías, neurosis y rabietas que me ayudan a escribir. Sin ella mi vida se hubiera disuelto hace tiempo en un torbellino caótico y no hubieran nacido Álvaro, Gonzalo, Morgana ni los seis nietos que nos prolongan y alegran la existencia”.

El Espectador, Bogotá, 6-II-2015.
Eje 21, Manizales, 6-II-2015.

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Comentarios:

Otro asunto es que Vargas Llosa fue una persona violenta y su mujer muchas veces no tenía adónde ir, de manera que la casa de Gabo y su esposa fue el mejor y tal vez único lugar, cuando el peruano andaba embrutecido por el alcohol o sus amoríos. Claro, la otra razón interesante es, naturalmente, que Vargas Llosa, criado en violencia militarista y amigo del neoliberalismo, siempre ha sido amirador de la vena anglosajona, y Gabo tenía una visión política totalmente opuesta, de manera que el asunto no era fácil. Como escritor Vargas Llosa es formidable, como persona es un poco dudoso. Jorge Enrique Ángel Delgado (correo a El Espectador.com).

Quedé bien enterado de cómo fue el asunto. Pero sin tapujos ni esguinces la cosa parece muy clara: Gabo intentó (¿o lo logró?) seducir a Patricia. Ella si no me equivoco era una mujer atractiva. Esto y las circunstancias que favorecían un escarceo hacen pensar que por lo menos Gabo le propuso a Patricia una aventurilla (así en diminutivo, a manera de eufemismo). Si la tuvieron o no, ya es cosa que posiblemente no se sabrá. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.