Archivo

Archivo para jueves, 8 de octubre de 2015

Se fue José Chalarca

jueves, 8 de octubre de 2015 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Mi conocimiento sobre José Chalarca viene de la época en que publicó su primera obra, Color de hormiga (1973). Dicho trabajo corresponde al número 109 de la serie de bolsilibros del Instituto Colombiano de Cultura. Por aquellos días nos conocimos en Armenia. Nació en Manizales el 25 de abril de 1941, y acaba de morir en Bogotá, este 29 de septiembre, a la edad de 74 años.

Con su libro inaugural se dio a conocer como cuentista talentoso. Del mismo género son Contador de cuentos (1980), Las muertes de Caín (1993) y Trilogio (2001). Se distinguió como ensayista con El oficio de preguntar, Marguerite Yourcenar o la profundidad, La escritura como pasión y El biblionavegante, su último libro, publicado en 2014. Otros títulos de su autoría son Diario de una infancia, Aventuras ilustradas del café, Colombia: café y paisaje. También era pintor, y sus obras fueron divulgadas en exposiciones individuales y colectivas.

En su tierra natal se graduó de bachiller en el Instituto Universitario, en 1962, y en Filosofía y Letras en la Universidad de Caldas. Ejerció la docencia y durante 3 años dirigió la revista Siglo XX, gran promotora de cultura. Al mismo tiempo era columnista de La Patria y de diversos periódicos y revistas.

Su ingreso a la Federación Nacional de Cafeteros, a la que estuvo vinculado durante largos años, hasta jubilarse, se debió a un hecho fortuito. Pedro Felipe Valencia, alto directivo de la entidad, le encomendó la escritura de un libro sobre un personaje cafetero. Dicha obra le dio auge en la Federación de Cafeteros. A partir de entonces se vinculó a la vida laboral del organismo, y tiempo después fue nombrado jefe de Publicaciones, donde ejerció reconocida labor como investigador y editor.

En dicho contexto, José Chalarca publicó 10 libros sobre el sector cafetero. Su pasión por el grano le incentivó el espíritu de la investigación, hasta el punto de convertirse en la persona que tenía mayor conocimiento sobre la vida cafetera.

En 1989, siendo Jorge Cárdenas Gutiérrez gerente de la Federación, fue publicado el libro Don Manuel, Mister Coffee, en dos tomos de lujo, y 872 páginas en total, como homenaje a Manuel Mejía en el centenario de su nacimiento. La obra fue dirigida por Otto Morales Benítez y Diego Pizano Salazar. El aporte de José Chalarca en el campo investigativo fue fundamental. Sin embargo, no se le dio ningún crédito en la  obra. Lamentable omisión. Yo supe de su frustración.

Hombre prudente, amable y silencioso, mientras más ciencia acumulaba, y más páginas escribía, y mayor bagaje poseía, más huía de la ponderación y de los honores. Lector empedernido, dedicaba todo su tiempo del retiro a los grandes temas que lo apasionaban. Su tierra natal dejó de tributarle el reconocimiento que merecía.

En carta dirigida a Augusto León Restrepo y publicada en Eje 21 de Manizales, el escritor caldense Eduardo García Aguilar, residente en París, dice al respecto: “Deberíamos comprender que a los autores como él hay que escucharlos y difundirlos en vida. Propiciar encuentros, escribir sobre sus obras. Y no condenarlos al silencio”.

Cuando presentía su muerte cercana, decidió obsequiar gran parte de su biblioteca a la Universidad Tecnológica de Pereira, que le puso el nombre de José Chalarca a una de las salas de lectura. Es preciso exaltar la valía de este señor escritor que honra las letras de su comarca y del país.

El Espectador, Bogotá, 2-X-2015.
Eje 21, Bogotá, 2-X-2015.

* * *

Comentarios

Muy justa y ponderada nota sobre José. Te agradezco que la hayas compartido. Permíteme, ahora, distribuirla entre los tantos amigos comunes que siempre exaltaron la labor literaria de Chalarca. Alpher Rojas Carvajal, Bogotá.

Acabo de leer tu columna con pesar. Llegamos a Roma esta mañana. Conocí a José cuando era una niña. Un hombre y un escritor muy valioso. Hacía muchos años que no lo veía, pero seguí el curso de su vida. Esperanza Jaramillo,  Roma.

Me duele mucho la ida de José, quien antes que escritor y pintor era un ser humano íntegro. Muchos recuerdos vienen a mi mente de cuando éramos compañeros de estudios en el Seminario San Pablo, en Itagüí, contiguo a la finca de los Ospina  Pérez, llamada El Ranchito, donde cursamos Filosofía, y era para esos efectos dependencia de la Universidad de San Buenaventura. Allí buscábamos prepararnos para el sacerdocio como franciscanos, pero la vida nos llevó por diferentes senderos. Tengo la certeza de que José está viviendo en el cielo a plenitud y con los reconocimientos reales que se merecía. Luis Carlos Gómez Jaramillo, Cali.

Nos criamos en el Barrio Sáenz, en Manizales. Después lo encontré en Bogotá, cuando se desempeñaba como alfabetizador en el Plan OCA. Luego pasó a la Federación de Cafeteros. Conversábamos con frecuencia, y nos reíamos de nosotros recordando las duras y las maduras de la infancia y adolescencia. Recuerdo nuestra última reunión en el Colombo Americano de la 19 con Avenida Jiménez, en Bogotá. Recibí en casa una invitación a la exposición de pinturas de José Chalarca, en el Centro Colombo Americano. Entonces llamé a José a contarle de su homónimo pintor. Soltó su carcajada de rigor y me dijo: «No, Javier, ese pintor José Chalarca soy yo, el mismo que conoces y con quien estás hablando. Pintar es mi gran oficio, de él vivo… y sobrevivo de lo que hago en la Federación. Te espero allí, tomamos café y seguiremos con el tema». Javier González Quintero, Bogotá.