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Dos transeúntes del tiempo

martes, 9 de enero de 2018 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Jaime González Parra y Rogelio Echavarría, dos transeúntes del tiempo y además del diario El Tiempo, murieron en Bogotá en noviembre pasado, con un día de diferencia: Rogelio Echavarría, el 29 (a los 91 años de edad), y Jaime González, el 30 (a los 90 años).

Vidas paralelas bajo diversos aspectos: la fecha de nacimiento, su larga vinculación a la misma empresa, la similitud de sus oficios, la formación intelectual, la despedida del mundo (que ocurrió casi al mismo tiempo). Los dos poseían parecidos rasgos de amabilidad, cortesía y discreción, e incluso semejanzas en su manera de vestir: siempre iban de corbata, traje elegante y peinado perfecto.

Jaime González nació en Fusagasugá el 3 de septiembre de 1927, y desde los 16 años ya mostraba vocación por el periodismo. Años después hacía su ingreso a El Tiempo, donde fue testigo del incendio del diario en 1952 y de su cierre en 1955, durante la dictadura de Rojas Pinilla, sucesos que relata en el libro El Tiempo de mi época. En este periódico llegó a ejercer el cargo de secretario general de la Dirección.

La poetisa Laura Victoria, que vino por última vez a Colombia en 1989, me pidió que la acompañara a visitar El Tiempo, que había sido su casa durante los días de su gloria literaria en los años 30 del siglo pasado. El director, Hernando Santos Castillo, salió a saludarla y luego nos dejó en manos de Jaime González, mientras atendía una entrevista que se realizaba en su despacho.

Este maestro del idioma gozaba de fama por su erudición gramatical, y en tal carácter desempeñaba el oficio de corrector de los editoriales y las columnas de opinión. Obtuvo tres premios en el campo periodístico, y fue miembro de la Sociedad Bolivariana, la Academia de Historia de la Policía y la Sociedad de Ornato de Bogotá.

Rogelio Echavarría nació en Santa Rosa de Osos el 27 de marzo de 1926. A los 15 años se reveló en Medellín su inclinación por el periodismo. Trabajó durante 10 años en El Espectador y durante 30 en El Tiempo. En este diario fue subjefe de redacción, subeditor, columnista y comentarista cultural (su espacio Carátulas y solapas fue recogido en 1995 por el Instituto Caro y Cuervo bajo el título Mil y una notas, en dos tomos de 424 y 458 páginas).

La pasión entrañable de Rogelio Echavarría fue la poesía. En 1948 publicó Edad sin tiempo, y en 1964, El transeúnte, su obra maestra, que había iniciado en 1945 y que ampliaría en 6 ediciones más, siempre con nuevos y sorprendentes poemas.

Sobre ella dijo Aurelio Arturo que se trata de “una de las formas de poesía más originales y audaces de nuestro tiempo”.

Por otra parte, es autor de 7 libros de carácter antológico, y del titulado Quién es quién en la poesía colombiana (1998), publicado por el Ministerio de Cultura y que constituye valiosa fuente de consulta. En este libro dejó consignados datos que me solicitó sobre el poeta Germán Pardo García.

En el poema estelar El transeúnte, considerado el eje de su obra literaria, así define Rogelio Echavarría su itinerario por las calles bogotanas, que es su propio tránsito por la vida: “Todas las calles que conozco / son un largo monólogo mío / llenas de gente como árboles / batidos por oscura batahola”.

Eje 21, Manizales, 22-XII-2017.
El Espectador, Bogotá, 22-XII-2017.
La Crónica del Quindío, Armenia, 24-XII-2017.

Comentarios

Con Rogelio Echavarría me sucedió algo muy simpático. Estando con mi hermano Óscar en el café Automático en Bogotá, apareció Rogelio y, al vernos, se sentó en nuestra mesa. Cuando Óscar nos presentó, le contó que yo residía en Nueva York. Inmediatamente abrió un sobre de manila donde tenía varios de sus poemas que acababa de recoger, traducidos al inglés por su amigo Otto de Greiff. Me los pasó para que los leyera. Cuando empecé a leerlos en español, se horrorizó y dijo: no, no, yo nunca escribí eso. Ante su extrañeza le recordé: Rogelio, acuérdate que siempre se ha dicho que lo ideal es leer a los autores en su propio idioma. La mayoría de las obras, por muy buena que sea la traducción, no son fieles al original. Rogelio: excelente ser humano y poeta. Nunca lo olvidaremos. William Piedrahíta González, colombiano residente en Estados Unidos.

Merecido reconocimiento de Rogelio Echavarría y Jaime González Parra. Curioso ese paralelo en sus vidas y hasta en sus muertes. Los dos dejaron su herencia  literaria y su don de gentes y buenos amigos. Inés Blanco, Bogotá.

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