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¿Nobel o Nóbel?

miércoles, 19 de octubre de 2016

Por: Gustavo Páez Escobar

Dos premios Nobel (o Nóbel, según la pronunciación que la inmensa mayoría de la población hispana le da a este vocablo) han caído en personajes colombianos: Gabriel García Márquez obtuvo el de Literatura en 1982, y hoy, 34 años después, le es conferido el de la Paz al presidente Juan Manuel Santos. En ambas ocasiones se ha discutido la manera como el apellido sueco debe escribirse en lengua española.

El Diccionario panhispánico de dudas recomienda –no impone– que se escriba sin tilde, es decir, como palabra aguda, ya que así se pronuncia en el país de origen, y hace la advertencia de que “la pronunciación llana (Nóbel) está muy extendida, incluso entre personas cultas”.

Surge una contradicción frente a nuestras reglas gramaticales: si los hablantes hispanos ponen la entonación en la vocal “o”, la grafía correcta debe ser Nóbel (palabra llana a la que por terminar en consonante que no es “n” ni “s” se le debe marcar tilde). Regla fundamental es que las palabras en español no se escriben de un modo y se pronuncian de otro.

Ahora bien, si el Nobel (sin tilde) de los suecos se convierte, debido al énfasis fonético impuesto por los hispanos, en el Nóbel (con tilde) que aquí pronunciamos, esta debería ser la escritura correcta, obedeciendo el efecto de la transliteración. No debe olvidarse, además, que la costumbre hace ley. Cosa distinta es el vocablo “novel” (persona que comienza a practicar un arte o una profesión).

Muchas palabras procedentes de otros idiomas han sufrido modificación al ingresar al español. Veamos el caso de elite (elít en francés). Al principio se incorporó en nuestro diccionario como elite (elíte, forma llana), pero la preferencia fonética de la gente se fue deslizando hacia élite (esdrújula). Hoy considera la Real Academia de la Lengua que ambas acentuaciones son válidas.

Esa misma licencia la da el organismo para términos como los siguientes: cóctel o coctel, elíxir o elixir, ícono o icono, médula o medula, alvéolo o alveolo, aeróstato o aerostato, omóplato u omoplato, fútbol o futbol, exégesis o exegesis, exégeta o exegeta, chófer o chofer, psicología o sicología, psiquiatría o siquiatría, ácimo o ázimo, México o Méjico… La lista es larga. ¿Por qué no sucede lo mismo con Nóbel y Nobel?

Alfred Nobel nació en Estocolmo (Suecia) en 1833 y murió en San Remo (Italia) en  1896. Era químico, ingeniero, inventor y fabricante. En 1867 inventó la dinamita, que pronto fue utilizada con fines bélicos. En su testamento, que apenas se extendió a un poco más de una página, dispuso que su inmensa riqueza fuera dedicada, casi en su totalidad, a condecorar cada año con “un premio a aquellos que durante el año anterior hayan otorgado los más grandes beneficios a la humanidad”.

Resulta irónico que la dinamita, como elemento de guerra y destrucción, de donde   provino en buena parte aquella riqueza, le lance un mensaje a la paz del mundo. Estas son palabras de Alfred Nobel: “Pretendo dejar luego de mi muerte una gran fortuna para la promoción de las ideas de paz, aunque soy escéptico de los resultados”.

Este es el premio que recibe el presidente Santos por sus acciones decididas en beneficio de la paz. Están por verse los resultados. Todos deseamos, por supuesto, el pronto cese de la violencia atroz que desangra al país desde hace medio siglo. Ojalá que el premio Nóbel –con tilde o sin tilde– nos haga el milagro.

El Espectador, Bogotá, 14-X-2016.
Eje 21, Manizales, 14-X-2016.
La Crónica del Quindío, Armenia, 16-X-2016.

Comentarios

Permítame hacerle un par de observaciones al respecto: coincido con la recomendación del Diccionario Panhispánico en que no es necesario hacerle modificación alguna a la ortografía de su propio idioma, como las que sí se le hacen a Chaikovski, Chébishev o Chernijovski; pero no a los apellidos Hitler, Churchill, Kennedy. Si nos atenemos al acento grave (correcto, además) que se le pone al apellido Merkel, tendríamos que escribir Mérkel, lo cual, hasta ahora, nunca lo he visto escrito así en ningún periódico o revista hispana. Pienso, por lo tanto, que debemos respetar la escritura y la pronunciación que tiene en su idioma el apellido que nos ocupa, Nobel, sin pensar en si es correcto o no, pues aquí no cabe ese juicio o regla, porque las excepciones son más que la regla misma. Josué Carrillo, Calarcá.


Respuesta. – Con el Nobel sueco sucede, sin embargo, esta circunstancia especial: no solo se trata de un apellido, sino que “nobel” (en minúscula) se convirtió en sustantivo común, o sea, la persona que recibe el galardón. Esto mismo ha sucedido en otros casos con el nombre del científico, del inventor o de algún personaje literario que ha dado lugar a la creación del vocablo castellanizado, el que debe regirse por nuestras reglas gramaticales. Algunos ejemplos:

alzhéimer, demencia senil, palabra tomada del siquiatra y neurólogo alemán Alois Alzheimer, que identificó por primera vez los síntomas de la enfermedad; dóberman, raza de perro,  tomada de Louis Dobermann, que creó esta raza canina; cárter, tomada de H. Carter, ingeniero inglés que inventó esta pieza mecánica; máuser, tomada de los hermanos M. von Mauser, armeros alemanes que inventaron este fusil; sífilis, tomada de Siphico, personaje del poema “Morbo Gallico”, de Jerónimo Fracastoro, donde el protagonista contrae esta enfermedad venérea; diésel, tomada de R. Diesel, ingeniero alemán que inventó este motor. GPE


Me acuerdo de Pangloss quien en su columna hace ya algunos años decía y recomendaba que se pronunciara Nobel, pero como sucede con muchas palabras, la gente comenzó a escribir y pronunciar Nóbel y es así como la mayoría de personas la utilizan. Entonces, como se sabe, el uso consagra muchas veces la forma incorrecta y los académicos, quizás para no complicarse, optan por aprobar el uso de ambas formas, y creo que esto pasó con el apellido del sueco. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.

Respuesta. – Recuerdo la campaña de Pangloss en defensa del Nobel sin tilde. A esa tesis se oponía el genial Argos en su Gazapera de El Espectador. Hay temas controversiales que la Real Academia de la Lengua deja sin definir muy bien. De todos modos, contra la tesis académica hay gente culta que escribe y pronuncia Nóbel. El pueblo es el que crea las palabras con sus diversas acentuaciones. GPE

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