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Una mancha en Inzá

lunes, 23 de diciembre de 2013

Por: Gustavo Páez Escobar

Apenas comenzaba a clarear. En el monte vecino, los jirones de niebla huían a paso lento conforme penetraban rayos imprecisos de luz. Un vecino se asomó por la ventana y observó la llegada de algunos campesinos con sus productos agrícolas. Era el día del mercado semanal: sábado 7 de diciembre.

Una camioneta que transportaba abundante cantidad de cebolla se detuvo en la entrada del pueblo. Luego se estacionó frente a la estación policial. Allí también está ubicada una unidad de la Brigada Móvil 29 del Ejército. Eran las 5:30 de la mañana. Los campesinos comenzaban a organizar sus bultos en los toldos, optimistas de sacar el mejor provecho en la venta semanal de su sufrida mercancía.

De repente, explotaron varios artefactos lanzados contra la estación de la Policía desde la camioneta cargada de cebolla. Y todo se volvió confusión y terror. La onda explosiva destruyó la estación y causó daños graves a muchas viviendas. Murieron nueve personas (seis uniformados y tres civiles), entre ellas el mayor Alexánder Vargas Castaño, comandante de la zona militar. Y quedaron cincuenta heridos.

Mientras en La Habana proseguían los diálogos con las Farc, una cuadrilla suya perpetraba este atentado horrendo contra la tranquila población que tiene la mala estrella de hallarse situada en territorio montañoso, estratégico para el tránsito de los guerrilleros. La provincia de Silvia, conocida como Tierradentro, es un importante enclave indígena rodeado de hermosos paisajes, encantadoras lagunas y numerosos ríos, cuyas tierras feraces son propicias para la agricultura y también para la siembra de las hierbas prohibidas.

Las Farc dijeron que su propósito no era atacar a los civiles. Declaración absurda, cuando es todo un conglomerado humano el que ha sufrido los estragos del carrobomba. También queda la sospecha de que hay  facciones que no obedecen a la cúpula del grupo subversivo. Y no desean la paz que se discute en La Habana.

Este acto infame contra Inzá se convierte en la mancha de sangre que conturba la Navidad de los colombianos. Es el aguinaldo que nos da la guerra. Esa guerra se anida aún en el alma de mucha gente movida por el rencor, y no solo en el alma de los guerrilleros. ¿Por qué no detenernos, después de medio siglo de violencia, para buscar los caminos de la paz? ¿Por qué no hacer un alto en el camino para frenar el odio, la destrucción y la muerte?

El alcalde de Inzá, Mauricio Castillo, deja esta voz adolorida a nombre de sus paisanos (y también a nombre de Colombia): “Hemos puesto una cuota muy alta de sacrificio. El pueblo nos queda acabado”.

El Espectador, Bogotá, 20-XII-2013.
Eje 21, Manizales, 21-XII-2013.
La Crónica del Quindío, Armenia, 21-XII-2013.

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Comentarios:

Conozco Silvia (Cauca) como la palma de mi mano. He pasado allí muchos días con sus noches, y por eso me atrevo a decir que Tierradentro es una cosa y Silvia otra muy diferente. De Silvia se va al resguardo indígena de Guambía –a media hora de Silvia, por una carretera en pésimo estado– y ahí sí comienza el ingreso a Tierradentro, territorio fariano desde hace décadas hasta hoy. Hace 25 años se veía a los guambianos –que cultivaban cebolla y papa– echando quimba desde el resguardo hasta el pueblo, con sus botas Grulla y sus faldas. Hoy, gracias a los cultivos ilícitos ya todos tienen motos DT 175 y Hondas XR. Patecaucho Cibernético (correo a El Espectador).

Estos canallas que propugnan la impunidad para su brazo armado siguen llamando guerra a masacrar personas humildes e inermes, y arrasan poblaciones humildes. Morenoelesceptico (correo a El Espectador).

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