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Archivo para la categoría ‘Defensa de los animales’

Defensa de los animales

martes, 1 de noviembre de 2011 Comments off

Salpicón

Por: Gustavo Páez Escobar

Quien es cruel con los animales no puede ser buena persona. Schopenhauer.

Ha llegado a mis manos, re­mitida desde Nueva York por la periodista y escritora colombiana Gloria Chávez Vásquez, la interesante revista que se titula Defensa de los Animales. Funciona en aquella ciudad, al igual que en otras capitales del mundo, un club de personas convencidas de la importancia de los animales y que pregonan los derechos de estos como seres sensitivos.

Existe la Liga Internacional de los Derechos del Animal, que en 1977 elaboró en Londres un código con los principios como deben ser tratados los nobles brutos, declaración que será sometida a las Naciones Unidas. Esta campaña tiene eco en la mayoría de pueblos y se convierte en brújula de comportamiento social. El desarrollo de las naciones no será posible si los habitantes no poseen sentimientos de convivencia con el reino animal.

Resulta aleccionador obser­var algunos puntos de la de­claración, que entresaco como referencias de conducta ética:

*Todo animal tiene derecho al respeto.

*Si la muerte de un animal es necesaria, ésta ha de ser ins­tantánea, indolora y no gene­radora de angustia.

*Toda privación de libertad, aunque sea con fines educati­vos, es contraria a este derecho.

*El abandono de un animal es un acto cruel y degradante.

*Todo animal obrero tiene derecho a una limitación ra­zonable de la duración y la in­tensidad del trabajo, a una alimentación reparadora y al reposo.

*No se ha de explotar a ningún animal para diversión del hombre.

*Todo acto que entrañe la muerte de un animal sin nece­sidad, es un biocidio, es decir, un crimen contra la vida.

Parece que estos manda­mientos giraran alrededor del hombre. Si bien se mira el asunto, tanto el hombre como el animal son dignos de conside­ración y respeto. Pero en nues­tra patria, para hablar solo de lo que vemos a diario, tanto el uno como el otro son vejados y con frecuencia sacrificados.

Un  grupo de adolescentes escribieron hace poco a El Espectador una  carta dramática donde narran la tortura y la muerte posterior a que fue sometido, por venganza equivocada y ciega, el perro juguetón del barrio, a quien llamaban Niño. Ojalá los amigos del can inofensivo, niños como él en los juegos y las sanas travesuras, y que repudiaron con dolor la acción criminal, se enteren de esta nota de solidaridad.

Comparo la suerte de Niño con la del perro Guardián, el mísero personaje proletario que con tanta sensibilidad describió el cuentista quindiano Eduardo  Arias Suárez. El escritor crea esta escena: «Somos muy desgraciados –le decía yo a Guardián, mirándole las costillas a través de la piel. Mi amigo en ese momento iba pensando lo mismo  que yo–: somos muy desgraciados».

*

Albert Schweitzer, premio Nóbel de la Paz en 1952, apodado «el buen doctor», escribió: «Un hombre sólo será ético cuando la vida, como tal, sea sagrada para él, tanto como en las plantas y animales, como la de sus hermanos, los hombres, y cuando se desvele por ayudar toda vida que necesite ayuda.

Georges Roos es autor libro titulado El mono degenerado, donde enjuicia la perversidad del hombre. Gloria Chávez lo entrevista, a propósito de ésta y de otras obras suyas que se encuentran de actualidad, y  Roos castiga con estas palabras la fiereza humana:

«Los matones, los groseros, los vándalos, los explotadores de la miseria o del dolor de cualquier ser, me parecen seres inferiores y peligrosos  que debe ser combatidos».

El Espectador, Bogotá, 4-V-1988.

 

El cuy, un sufrido personaje

martes, 1 de noviembre de 2011 Comments off

Salpicón

Por: Gustavo Páez Escobar

Mamífero originario de Suramérica, su procedencia se remonta a 5.000 años. Por más que se le sacrifica en grandes cantidades como el plato más apreciado del sur de Colombia, del Ecuador y Perú, ahí lo tenemos vivito y coleando. Parece que con sus bigotes nerviosos y sus ojillos vivaces se riera de sus verdugos. Esa fue la impresión que tuve cuando lo vi tendido en el campo de batalla, rodeado de ají, papa, palomitas de maíz y espumosa cerveza.

Me quedó cierto remordi­miento por haberlo devorado con tanta avidez (los lectores estarán creyendo lo contrario, como se piensa de la gente del interior del país), y por eso me propuse estudiar sus orígenes y su personalidad. Buscando y preguntando,  encontré el libro preciso: El cuy (cavia porcellus), de los zootecnistas Margarita Ortegón de Morales y Fernando Morales Alarcón. Libro que no sólo contempla la parte genética del noble roedor sino también las técnicas para su conservación y explotación como fuente de proteínas y de dinero.

Comencemos por el nombre. Se le llama cuy, o cui, o cuie, o curí, por los sonidos que pro­duce. También se le conoce como guanco, jaca, cobayo o conejillo de Indias. No es un animal cualquiera. La rata sólo es rata. El cuy tiene dignidades. Cuando el macho corteja a la hembra, camina con discreción y suavidad detrás de ella y le declara su amor con este so­nido: cuic, cuic, cuic. Y ella, lisonjeada y seducida, le con­testa: cuic, cuic, cuic.

Des­pués sucede lo que tiene que suceder. Y el mundo sigue adelante, ardoroso y superpoblado. Por eso, es posi­ble saborear estos platos típicos nacidos de un momento de amor.

El cuy no está emparentado con la rata. La detesta. No se pueden cruzar sexualmente. Se rechazan, y con esto se dice todo. Si una rata se va detrás de un cuy diciéndole cuic, cuic, cuic, éste la manda al carajo. Se atusará los bigotes y le de­mostrará que su cuna es supe­rior. Es dócil y despierto. No tiene la agresividad ni la trai­ción de la rata. Bien entrenado, se convierte en simpática mascota. Se trata de un ser casero y sociable que, si no fuera animal, sería un muñeco de felpa. No muerde a las per­sonas. Estas, en cambio, lo muerden y lo trituran.

Es paciente, y cuando se le trata mal, responde con resig­nación. Da con su ejemplo lec­ciones de reciedumbre a la humanidad. Las hembras po­seen un carácter dulce y re­servado, lo mismo que las en­cantadoras pastusitas. Es aseado. En las casas de habi­tación reside como un miembro más de la familia. Pero como el hombre es voraz, se lo come.

Cuando los cuyes se olfatean la parte posterior, la olfateada (hay que suponer que es una bella hembrita) emite chorros de orina para ahuyentar al atre­vido. Si se ve acosada, escarba la cama y se la arroja al ata­cante con el dorso de la mano. Me imagino que las mujeres están aprendiendo, con estas actitudes cuyescas, a proteger su integridad.

Cuando dos machos se disputan una hem­bra, se enfurecen, se pelean y entonces sí se muerden (asuntos de carácter). La riña termina cuando uno ha quedado en posesión de la reina. Lo anterior se evita dejando un macho para cada 8 hembras. Nos ganan por una: a los hombres nos co­rresponden 7 mujeres en este mundo desproporcionado.

*

La cuyicultura es una indus­tria productiva en el sur del país. Se surte con la explosión demográfica del sufrido personaje y con los apetitos desbordados de nativos y tu­ristas. Se dice que el cuy posee poderes afrodisíacos (lo que a mí no me consta). A un pastuso le pregunté si esto era cierto. Me contestó que no, que tal vez, que no estaba seguro, y luego sorprendí en él una son­risa maliciosa. En seguida le averigüé por el número de hijos y me repuso muy ufano: 8. Asociando ideas, me pareció percibir en el ambiente un ruido revelador: cuic, cuic, cuic…

El Espectador, Bogotá, 21-IV-1988.

* * *

Misiva:

Queremos agradecerle la especial deferencia de su Salpicón  del 21 de abril, al hacer esa fabulosa mención de nuestra obra, esfuerzo personal de casi 20 años de trabajo e investigación. Y lo queremos felicitar por su magnifica columna. Es maravillosa. El  artículo causó revuelo en Nariño y en muchas partes del país, atestiguado por numerosas llamadas. Fuera de la sorpresa, justo es decirlo, nos llenó de orgullo, ya que muy pocas personas se interesan por el esfuerzo de los técnicos y menos recibimos apoyo desinteresado y pronto. Nuestra obra está debidamente registrada. Margarita Ortegón de Morales, Fernando Morales Alarcón, San Juan de Pasto.  

 

 

El desquite del cerdo

viernes, 19 de noviembre de 2010 Comments off

Por Gustavo Páez Escobar

Quién lo creyera: el cerdo, tan rastrero y maloliente, tan apaleado y humillado, cuyo sacrificio se vuelve plato suculento de todos los paladares, tiene en jaque a la humanidad entera. Le llegó el turno para vengarse de su eterno torturador, el hombre, por tantas crueldades recibidas. Pasándole la cuenta de cobro que ha crecido a lo largo de los siglos, le transmite a su verdugo la gripa porcina, endemia nacida en Méjico y que amenaza volverse pandemia universal.

Hoy la voz del cerdo se escucha en todos los confines del planeta. No se trata ya del simple gruñido con que se duele por los maltratos llovidos sobre sus  carnes generosas, o del llanto visceral con que exhala el último aliento en el matadero, sino de una voz retumbante que le advierte al mundo que ha llegado el momento de la reflexión.

El hombre, en cualquier latitud donde se halle, y sin importar raza, religión o estado social, tiembla de horror ante la idea de contagiarse con el virus porcino, que puede llevarlo a la muerte. ¿Por qué el hombre no ha aprendido que si causa la muerte, también puede recibirla?

Grandes angustias se viven hoy en todos los continentes por culpa de este animal vociferante, gruñón por naturaleza, que protesta en todos los idiomas porque lo han tratado mal. Y busca meterse en cuanto recoveco encuentre. No solo ataca la salud humana, sino que desbarata cifras y hace temblar imperios.

Hay países que restringen sus fronteras para evitar la propagación del aire contaminado que puede llegar de otro sitio. De esta manera, el turismo y los negocios sufren pérdidas enormes. De igual modo, la industria hotelera recibe fuerte menoscabo. Algunas bolsas se ven afectadas por la embestida porcina, y nunca habían pensado que esto pudiera ocurrir.

En Méjico, la demanda de carne de cerdo, actividad de la cual depende mucha gente, ha caído en los tres primeros días de esta semana en el 30%, y en la capital del país, en el 80%. En Bogotá, la gente ha dejado de comprar esta carne. Mientras esto produce una fruición pasajera en los pobres brutos que al fin logran respirar y sonreír, los vivos del negocio tienen que hacer malabares para subsistir. Así de irónica es la realidad porcina. Ya se sabe que media humanidad vive de la otra media.

Egipto extremó las medidas de prevención y ordenó la matanza de todas las piaras (calculadas en 300.000 unidades). Hasta ese grado llega el nerviosismo que invade al mundo a merced de una gripa que puede ser letal. Es la locura. En sentido contrario, la voz moderada del presidente Obama invita a controlar el pánico. Él sabe, como líder de la mayor potencia mundial, que las operaciones bursátiles y la economía de los países pueden sufrir grandes pérdidas por efecto de los nervios desenfrenados. Ya se ve que el cerdo también sabe producir pánico y amenazar las finanzas. Es gran economista. Y gran filósofo. Está en su hora, y hará todo lo posible por castigar la estupidez del hombre.

El hombre lo ha sometido a brutales escarnios. No solo lo apalea antes de cortarle la cabeza –que luego exhibe coronada de burlas, con el inri de las tentadoras “lechonas” fabricadas con sus tripas–, sino que le ha endilgado infamantes epítetos para mantenerlo por el físico suelo: puerco, cochino, marrano… De allí salen sinónimos de igual vileza, que lo asocian con estados repulsivos: sucio, mugriento, repugnante, maloliente, inmundo… Este hombre que asigna apelativos y sinónimos, y le gusta ser humanista y académico, olvida a veces ser humano.

Por allá en el siglo XVIII, existió en Inglaterra un cerdo letrado. Como era tanta su maestría para deletrear nombres usando letras de cartón, se volvió  personaje en Londres. Luego se hizo actor de circo. El público le tributaba frenéticos aplausos, y él correspondía a los vítores inclinando la testa humilde (la misma testa que le cortarían en los tiempos futuros, para coronarlo como rey de burlas). No se considere que esto es simple fábula: el cerdo posee alto nivel de inteligencia, goza de excelente memoria, distingue a las personas que lo rodean y es sociable con los miembros de su comunidad.

Por otra parte, no todos los hombres lo maltratan y sacrifican. Véase, por ejemplo, este hecho laudatorio de los tiempos modernos: hace tres años fue creada la revista virtual Hermano Cerdo, dedicada a la literatura y las artes marciales, que cuenta con prestante nómina de colaboradores en más de diez países, entre ellos, Colombia. ¿Ven ustedes que el cerdo no ha perdido su condición de letrado?

Este obeso personaje (si no es obeso no es cerdo) tiene hoy en sus manos la paz del mundo. La humanidad tiembla ante el poder arrollador del virus mejicano que ya se puso a caminar y que, de extenderse –y se espera que no suceda–, contagiaría la atmósfera y provocaría el caos. Se piensa, claro está, en la peste bubónica del siglo XIV.

Hermano Cerdo: ¡apiádate del hombre! Hermano Cerdo: ¡hagamos las paces!

El Espectador, Bogotá, 1° de mayo de 2009.
Eje 21, Manizales, 2 de mayo de 2009.

* * *

Comentarios:

Lamentablemente ahora se les quiere ver a los cerdos como culpables, y hasta en su condición más humilde muchas veces se comportan de mejor manera que muchos seres humanos. Mi pensamiento (correo a El Espectador).

Cuando pequeño escuchaba hablar de política. Le pregunté a mi abuelo, un gran político y agitador de masas ya desmotivado, qué y cómo era la política, y él me llevó a la cochera, me mostró un poco de marranos y me dijo: “mire esa cochera, un charco grande, pantanoso, lleno de popó y mugre… igualito a la política, así son de sucios y cochinos los políticos”. Donjav (correo a El Espectador).

Muy buena reflexión en cuanto a las cosas que sacuden a la humanidad, porque al igual que con este espécimen porcino, el hombre ha maltratado mucho la naturaleza y de alguna manera ella nos pasa la cuenta de cobro dando lugar a la aparición de este tipo de enfermedades. Pedro Galvis Castillo, Bogotá.

El santo y la diva

martes, 16 de noviembre de 2010 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Con motivo de los cien años del natalicio en Cúcuta del padre Rafael García-Herreros, cumplidos este 17 de enero, el periodista cucuteño Ángel Romero, del diario La Opinión, revela una carta inédita que el ‘Telepadre´ –como lo bautizó Klim– envió el mes de agosto de 1968 a la diosa francesa del sexo Brigitte Bardot, donde la invitaba al Banquete del Millón de ese año.

En ella le dice: “Soy un sacerdote que está construyendo una ciudad. Llevo mil casas hechas en Bogotá. Esta ciudad se llama El Minuto de Dios. Se ofrece en este banquete solamente una taza de caldo y un pedazo de pan, precisamente lo que comen siempre los pobres. El puesto a la mesa vale $ 5.000 (US $ 500). Yo, corriendo ciertos riesgos, la estoy invitando a que venga a este banquete. De vez en cuando hay que hacer el escándalo del bien. Usted vivirá algunos días en una de nuestras casitas limpias, humildes y bellas. Lo hará usted por amor a los hombres, sus hermanos, y posiblemente aunque en usted esté oculto ese amor, lo hará por amor a Dios”.

Esta osada invitación provocó, como lo presentía el sacerdote (y ese era el propósito con que la formuló), un escándalo mayúsculo en las conciencias pacatas, que no podían aceptar que la pecaminosa actriz se sentara a manteles con las distinguidas damas de la sociedad. Pero no todos opinaban lo mismo. Una lluvia de cartas, de Colombia y del exterior, polarizó la opinión pública.

El ‘Telepadre’ recordó entonces ante su numerosa audiencia dos pasajes del Evangelio donde Jesús invitó a pecadoras públicas a banquetes similares al que él convocaba a la actriz, y que en aquel lejano tiempo levantaron igual revuelo, para prevalecer a la postre la parábola  del “escándalo del bien” como lección bienhechora para la sociedad. Y protegió a su invitada con estas palabras: “A la señora Bardot el mundo y las revistas no le conocen sino su aspecto frívolo, variable, inconsistente. Es una injusticia. Pero no le conocen su aspecto profundo, su aspecto de amor al prójimo. No le conocen la posible belleza de su alma”.

Ante semejante gesto de generosidad, la actriz expresó su intención de asistir a dicho evento: “Como usted me lo ha pedido –anunciaba–, estoy estudiando seriamente la posibilidad de acompañarlos en el Banquete del Millón. No me creo una pecadora como María Magdalena sino una mujer del mundo moderno. Sé amar. Eso es todo. Quiero ir a ese banquete simplemente para servir a la humanidad. Todos tenemos derecho a servir al hombre. Eso no es privilegio de los santos. Espero conocerlo el 24 de noviembre”.

Sin embargo, un hecho imprevisto, el incendio en los estudios donde filmaba una película, determinó la cancelación del viaje. Ella lamentó el incidente y añorará hoy, a buen seguro, la oportunidad que perdió de servir al prójimo en tierra colombiana. Han pasado 40 años.

Hoy se presenta una gran metamorfosis en la vida y en la personalidad de la rutilante actriz de los años 50 y 60 del siglo pasado. Ya no es la muñeca de carne que incitaba la pasión de los hombres, sino la dama solitaria y reflexiva que desde su retiro voluntario del cine en 1974 –a la edad de 40 años, seis años después del episodio que se narra– se dedicó a una causa altruista: es, por medio de la Fundación Brigitte Bardot que creó en 1976, gran defensora de los animales.

Protagonista no solo de películas de fulminante éxito, guiada al principio por Roger Vadim, su primer marido, sino de numerosos enredos amorosos (alguna vez la prensa francesa le contabilizó 42 amantes), Brigitte Bardot terminó desengañándose del mundo y sus frivolidades. Atrás quedaban sus agudas depresiones y sus intentos repetidos de quitarse la vida. En su vejez decadente de hoy en día ya no quedan vestigios de su antigua belleza.

Se consagró a la protección de los animales comoremedio contra la soledad y la manera de encontrar el amor, el otro amor, el que se disfruta en el servicio a la humanidad a través de las obras nobles. Una vez dijo: “Lo difícil no es vivir; lo difícil es sobrevivir”. Como activista de esta causa social, de eminente sentido humano, Brigitte vive en pugna contra todo método de tortura a los animales. Una jueza de París ha tenido que imponerle fuertes sanciones por sus ataques a los musulmanes, a quienes fustiga con los peores términos, una y otra vez, por sacrificar ovejas en sus ritos religiosos.

En enero de 1997 envió una carta de protesta al alcalde de Bogotá Antanas Mockus por el maltrato que se daba a los perros callejeros. Cito con precisión esta fecha en razón de mis campañas periodísticas en defensa de los animales. Yo había escrito el artículo titulado Cuando los animales lloran, que una periodista de Estados Unidos reprodujo en cientos de copias para hacerlas circular en diferentes países. Con tal ocasión, envié a Brigitte Bardot una misiva felicitándola por su actitud ante el alcalde bogotano y remitiéndole copia de aquella columna. En pocos días, contra lo que yo suponía, me llegó de ella una comunicación agradeciendo mi gesto de solidaridad.

El padre García-Herreros, iluminado por algún poder clarividente, sabía que en el alma pecadora de la diva había buena semilla para el bien. Y no se equivocó al invitarla a sus humildes manteles, con la certeza que tenía de cambiar el caldo y el pan de la pobreza en rútilas monedas al servicio de la humanidad.

Hoy se destacan las grandes realizaciones de este audaz sacerdote a favor de las clases desprotegidas. Y se anuncia la causa que va a adelantarse en pro de su canonización. Los milagros que se invocarán son evidentes: la construcción de 50.000 viviendas para los pobres, la creación de una universidad y de once colegios al servicio de miles de estudiantes necesitados, obtenido todo con la inspiración del Minuto de Dios y la fuerza del caldo y el pan del banquete de los pobres. Falta otro milagro: la conversión de la pecadora, llevada de la mano del santo.

El Espectador, Bogotá, 18 de enero de 2009.
Eje 21, Manizales, 18 de enero de 2009.

* * *

Comentarios:

Destaco, por conmovedora, la respuesta que dio la actriz a la invitación del sacerdote. Paisacoraje (correo a El Espectador).

Leída tu columna sobre la Bardot y el padre García Herreros, un sacerdote que sí sabía hacer el bien entre los pobres. Más que rezos y ritos, eso deberían hacer las religiones. Hernando García Mejía, Medellín.

Muy bella nota. Pero yo me estoy acordando de las protestas de los pescadores de salmón por la proliferación de las focas que la Bardot defiende, y que compiten con ellos. Y sobre todo, me acuerdo de ese pobre burro que castró porque, si entendí bien y la memoria de caballo no me falla, le perseguía las yeguas a esta señora que produjo tantos dulces trabajos manuales a mi generación, aquellos días ya casi remotos de mi adolescencia. Eduardo Escobar (poeta nadaísta), San Francisco (Cundinamarca).

¡Qué tontería! ¿De manera que las damas bogotanas no querían sentarse con esa “pecadora” a la mesa? ¡Vaya… qué señoras tan virtuosas! Compartiré con Jaime esta crónica tan deliciosa e interesante porque has de saber que mi marido es admirador irrestricto de Brigitte Bardot, es algo así como su amor platónico y la admira en otra de sus facetas que tú no citas en tu crónica y que es muy desconocida: como cantante. La Bardot cantaba rico, y en uno de los discos que tenemos de ella canta inclusive una canción colombiana, “El cuchipe”. En lo que a mí respecta, sin la vehemencia de Jaime, admiro a la Bardot por su amor a los animales, por los problemas en los que se ha metido por ellos y en esa defensa apasionada y vehemente que hace para protegerlos de tantos malos tratos y estupideces que hacemos en contra de ellos. Diana López de Zumaya, Méjico.

Pobres burros

lunes, 2 de agosto de 2010 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Esto de que el coronel Valero se haya negado a obedecer la orden de sacrificar en Arauca a 55 burros y 8 caballos condenados a muerte, parece una picaresca del conflicto armado. En este país tan convulsionado por los choques entre las Fuerzas Armadas y las guerrillas, que dejan multitud de muertos y hacen perder la sensibilidad humana a los contrincantes, se han salvado –cosa increíble– estos animales que entraron de contrabando por la frontera con Venezuela.

Cuenta la noticia que 20 soldados de la Brigada 18 estaban listos para dar el tiro de gracia a las víctimas, bajo la sospecha de que eran portadoras de graves enfermedades contagiosas, según funcionarios de la Dian, el ICA y la Alcaldía de Arauca. Para el efecto, se había abierto una fosa de adecuadas proporciones para el entierro de los 63 solípedos.

Pero a última hora el coronel Valero se abstuvo de dar la orden a sus hombres. La razón que adujo se la agradecen los nobles brutos. Se la agradecemos los defensores de los animales. “No quiero –dijo el oficial– que nos acusen de matar burros y caballos, cuando a quienes debemos disparar no están aquí sino en el monte”. Bien pensado, coronel. Sin duda, el presidente Uribe ya tomó nota de sus palabras.

El suceso conduce a conjeturar que algo no estaba bien articulado en el trámite, lo que refleja la ligereza con que se actúa muchas veces, tanto en las artes de la guerra como en los actos oficiales. El asunto da lugar para hablar sobre el maltrato de los animales. En este caso, los protagonistas son los 55 burros que estuvieron a punto de llegar a la fosa común, y que se salvaron –ojalá así haya ocurrido– gracias al buen criterio de un coronel reflexivo.

Por las calles bogotanas, tan llenas de asperezas y brutalidad, el burro, el más humilde y sufrido de los animales, vive su eterna esclavitud bajo la rienda salvaje de sus amos, los zorreros. Burros macilentos, sometidos a exhaustivas jornadas bajo el sofoco del hambre y la sed, dibujan la inclemencia del hombre cuando se vuelve tirano. El burro, en el mundo entero, es objeto de maltratos. Se le explota como bestia de carga o de tracción y recibe palizas cuando se resiste a caminar más rápido, agobiado por el peso exagerado que acarrea.

Quienes torturan o matan a los animales (llámense toros, caballos, perros, burros, palomas…), no pueden ser buenas personas. No merecen el título de seres humanos. A la vista están las palomas envenenadas en la Plaza de Bolívar de Bogotá. La mano que lo hizo es una mano criminal. Lo mismo que hoy se da muerte a una paloma, mañana se puede matar a un hombre.

Juan Ramón Jiménez, consciente de la  humillación en que vive el personaje de esta crónica, lo redimió con la exaltación de Platero, borrico noble, bueno, agudo e inteligente, con quien recorría las tierras de Moguer en diálogo entrañable, y que pasó a ser rey en las letras universales.

La prolongación de Platero la presencié en España, en el pueblito de Mijas (Costa del Sol), donde burritos vestidos de fiesta transportan a los turistas en pequeños carruajes y cargan a los niños en medio de jubilosa algarabía. Un siglo atrás, Iriarte había inmortalizado al Burro flautista. Quiero suponer que el coronel Valero leyó en sus mocedades (por supuesto mucho tiempo antes de volverse experto en armas) a Juan Ramón Jiménez y a Iriarte, para haberse negado a dar muerte a la manada de jumentos que se salvaron del sacrificio por un sentimiento humanitario, creo yo.

Juan Ramón dijo que al hombre que es bueno debieran decirle asno, y al asno que es malo debieran decirle hombre.

El Espectador, Bogotá, 12 de febrero de 2007.    

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Comentarios:

Me encantó lo sencillo y sentimental del artículo. La solución del problema no era dar la orden ilógica y aberrante, traspasando (puede que malintencionadamente) la responsabilidad al ente militar que nada tenía que ver. Toda orden debe ser “clara, precisa y concisa” pero basada en el sentido común. En ésta, además de la falta de “raciocinio y corazón”, se pretendía dar una solución fácil cometiendo un “equino-burricidio” cruel. Jorge Alberto Páez Escobar, capitán de navío (r) de la Armada Nacional.

No podía creer lo que leía. Yo que lloraba en mi temprana niñez viendo a los burros cargados por la Séptima, y siendo lastimados por los recogedores de desperdicios, me sentí conmovida por tu nota. Por eso me encanta leerte: porque eres capaz de escribir hasta de la suerte de los burros. Colombia Páez, periodista colombiana residente en Miami.