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El cheque chimbo

domingo, 15 de mayo de 2011

Por: Gustavo Páez Escobar

La jerga bancaria ha consagrado giros y palabras de tal alcance que difícilmente son sustituibles por sinóni­mos y ni aun por ideas afines, sin menguar su elocuencia. Tal el caso del «cheque chimbo», expresión de exclusiva patente colombiana, arraigada no solo en los bajos fondos, sino también en las altas esferas, donde se usa y se abusa de su empleo.

Por desgracia, el cheque chimbo, ese papel deteriorado que Morínigo en su Diccionario de Americanismos no ha tenido empacho en endilgárnoslo como moda muy a la colombiana, se ha con­vertido en una institución, en un surperestado que subsiste contra el querer del propio Estado, y que hace énfasis de un abierto descaro en el giro de los negocios.

El cheque en descubierto es una en­fermedad del país. Dibuja la endemia de un país pobre. Y entraña un acto de descomposición moral. El hábito, o la manía, o la simple tolerancia le han dado fuerza a este método que, no por ilegal, deja de ser una práctica mercantil.

La letra de cambio, acaso por su efecto restringido, ha venido perdiendo categoría. El cheque, por más descubierto que esté, es para muchos un papel más efectivo, no solo como me­dio circulante de mayor agilidad y presión, sino además, y primordialmente, por el amparo que le da la ley, que establece para el cheque chimbo un acto antisocial, consagrado en la ley penal. mientras que la letra incumplida es apenas un trance que se dirime por el código civil.

El país está inundado de cheques sin fondos. Este papel, que debería ser un billete de banco, como lo fue en mejo­res tiempos, cuando la ética era un emblema, ha perdido seriedad como instrumento de comercio. Seamos realistas. No es la facilidad que existe para ser cliente de banco, en contraste con viejas épocas en que no se conocía tal democracia, la que ha distorsionado la buena imagen del cheque. Es la me­tamorfosis de los tiempos. Es el relajamiento de los sistemas.

Suele imputársele a los bancos alto grado de responsabilidad en este terreno, por exceso de tolerancia, por miramientos desmedidos, por falta de rigor, por proliferación de oficinas que desenfrenan voraces competencias y que vuelven flojos los sistemas correc­tivos. Hay algo de todo esto. Pero el problema tiene raíces más pro­fundas.

El mismo comercio, como un contrasentido para su propia actividad, es­timula el cheque en descubierto. La vi­gencia del cheque posdatado, que el corredor de comercio no solo acepta sino que presiona, muchas veces a conciencia de que esta letra de cambio, que lo es en la práctica, se converti­rá más tarde en un nuevo cheque chim­bo, cuando no en un vale cualquiera.

El cheque, que por naturaleza es un documento pagadero a la vista, pierde así su esen­cia. Mucho se ha luchado contra el cheque posdatado, que por lo general se extrae en compromisos de caballe­ros, que dejaron hace mucho tiempo de respetarse, cuando no es que se expide dentro de apremios más tarde insuperables, contraproducentes para la moral públi­ca. Sin embargo, es quizá la fórmula más socorrida para salir de afanes.

Faltan medidas efectivas para corre­gir esta práctica dañina. Los bancos purgan la clientela que abusa de la bondad de una chequera. Sin embargo, las personas indeseables logran infiltrarse pronto en otros establecimientos, por la explicable ventaja de poder correr más rápido que los boletines interbancarios, los cuales,  cuando llegan y se aplican, ya existen nuevos perjuicios. También, como en todo conglomerado, hay funcionarios bancarios serios y rígidos para depurar este ambiente corrosivo, en oposición con otros menos preocupados y hasta pró­digos para fomentar absurdas protec­ciones en detrimento de un sistema y de la categoría que debe poseer este instrumento que merece mejor suerte

La ley debe volverse inflexible para salvar la imagen del cheque, hoy por hoy un papel desacreditado, y como contraposición, el más importante vehí­culo de la vida comercial. Es preciso castigar con medidas ejemplares a los giradores irresponsables. Debe deste­rrarse el cheque posdatado. El país necesita seriedad en sus costumbres. ¿Por qué no acometer una cruzada sin tre­gua contra la lacra del cheque chim­bo?

La Patria, Manizales, 28-VI-1974.
Revisa Bancos y Bancarios, Bogotá, junio de 1975.

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