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La olla raspada

sábado, 11 de febrero de 2012

Por: Gustavo Páez Escobar

En los cambios de gobierno suelen presentarse características similares a las ocurridas en los días finales de la administración Pastrana: maratónica entrega de obras, cortes de cintas, descubrimiento de placas, entrega de medallas, discursos laudatorios. Es escaso el funcionario que se sustrae a esta feria de las vanidades, y son muchos quienes buscan perpetuar su nombre (como si esto fuera fácil cuando no existe verdadero alcance histórico) mediante tales actos de la cursilería oficial.

Al final de su mandato, el presidente Pastrana contrató propaganda por seis mil millones para acrecentar su imagen desprestigiada. Así se dilapidó una suma cuantiosa que de, haberse destinado a obras sociales, habría remediado innumerables angustias populares. Como paradoja, el nivel de popularidad del mandatario siguió igual, ya que los pregones artificiales nunca logran modificar la realidad. Lo que se hizo bien, o mal, así quedará. El maquillaje (esto lo saben muy bien las mujeres) es cosa efímera.

A marchas forzadas se inauguró en días pasados la vía al Llano, obra sin terminar y que presenta fallas de cuidado en varios tramos. En esta avalancha de las inauguraciones vimos al mandatario en correrías apresuradas por distintos sitios, entregando a la comunidad obras inconclusas o sin mayor sentido, algunas con fallas significativas, como el aeropuerto de Yopal, el que carece de los equipos de aeronavegación.

En estas ceremonias se descubrió, claro está, la respectiva placa. Es oportuno mencionar que Lleras Camargo, campeón del recato y la austeridad oficial, prohibió que las obras públicas fueran bautizadas o exaltadas con el nombre de un Presidente o funcionario que se encontrara vivo.

En contraste con estas exhibiciones de la vanagloria, quince empresas del Estado se entregan en condiciones ruinosas, y para su recuperación habrá que realizar gigantescos esfuerzos. En el ISS no hay dinero para pagarle al personal la nómina de septiembre. La pérdida operativa de Adpostal representa el 50 por ciento del patrimonio. En Inravisión los gastos duplican los ingresos. El pasivo exorbitante de Telecom supera en amplio margen el monto del activo. La quiebra del fisco es una evidencia inocultable.

Los gerentes de la comisión de empalme, Fabio Echeverri y Rudolf Hommes, dicen que para la curación de ciertos males crónicos, sobre todo en el campo económico, serán necesarios tres o cuatro gobiernos estables. Utilizando la consagrada figura de la «olla raspada», que siempre mencionan los gobiernos entrantes, el exministro Hommes va más allá con la siguiente aseveración: «Ahora hay que soldar la olla, que tiene unos huecos gigantescos».

Por supuesto que no todas las catástrofes actuales son imputables al gobierno saliente. El desempleo, que Gaviria entregó a Samper en un índice del 8 por ciento, lo recibió Pastrana en el 17 y lo entrega en el 16. Para hacerle justicia al gobierno saliente, deben valorarse logros como el descenso de la inflación a un solo dígito, la reducción del hueco fiscal, el control de las tasas de interés, el lento resurgimiento de la industria de la construcción después de años de mostración, el salvamento del sector financiero, la reconquista de la confianza internacional, y como factor poderoso para impulsar la economía en el futuro inmediato, el régimen de las preferencias arancelarias que acaba de aprobar Estados Unidos tras largo y difícil proceso.

El panorama que se vislumbra no es nada alentador. Es muy similar al de hace cuatro años. Problemas mayores como el desempleo, el gasto público, el déficit, el bajo crecimiento, junto con el lastre de las quince instituciones maltrechas y a punto de naufragar, pertenecen al renglón de los desastres económicos que no permiten el saneamiento de la economía. El programa del nuevo Presidente consiste en llenar la olla y no entregarla otra vez raspada y con orificios.

El Espectador, Bogotá, 8-VIII-2002.

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