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Los años verde olivo

miércoles, 18 de diciembre de 2013

Por: Gustavo Páez Escobar

No tenía yo ningún conocimiento sobre el escritor chileno Roberto Ampuero, nacido en Valparaíso en 1953, y autor de doce novelas, un libro de cuento y otro de ensayo, hasta que mi amigo manizaleño Pablo Mejía Arango, columnista de La Patria, me recomendó la novela Nuestros años verde olivo, a propósito de las crónicas que publiqué sobre mi reciente viaje a Cuba.

Esto me permitió descubrir un excelente novelista, tanto a través del título antes citado como de estos otros que seleccioné entre sus obras famosas: ¿Quién mató a Cristián Kustermann? y El caso Neruda. En el género policíaco, al que pertenecen varias de sus novelas más reconocidas, el escritor ha creado un personaje emblemático: el detective Cayetano Brulé. Esto mismo sucedió con Agatha Christie respecto al detective Hércules Poirot.

Fuera de Chile, Roberto Ampuero ha vivido en Cuba, Alemania, Suecia, Estados Unidos y Méjico, donde es hoy embajador de su país. Además ha sido catedrático y columnista y posee vasta experiencia internacional en el campo cultural. También en el político, toda vez que Nuestros años verde olivo, editada en 1999 (y que comenzó a escribir en 1981), nació a raíz de su vínculo socialista en contra de la dictadura de Pinochet, y de su adhesión a la causa revolucionaria de Fidel Castro, de la que se desengañó al haber vivido o conocido los amargos episodios que narra en su novela. Huyendo de una dictadura, cayó en otra.

El libro contiene dos aspectos fulgurantes que atrapan la atención del lector: el novelístico, movido por la pericia narrativa para mantener una constante atmósfera de interés y suspenso, y el testimonial, que describe de manera elocuente los actos de opresión, tortura y pérdida de la libertad ejecutados por el régimen castrista durante el medio siglo que lleva la revolución. Dicha realidad, que parece aminorarse en los últimos días, ha causado la pobreza estremecedora que sufre el pueblo cubano.

Sobre su novela, manifiesta Ampuero: “Ella es mi memoria, mi recuerdo personal, mi verdad individual, de los años de exiliado que viví en la isla”. Por supuesto, esta obra de aparente ficción, que encaja en el género de novela autobiográfica (con algunos personajes encubiertos para evitar represalias contra las personas que revelaron sus confidencias), se encuentra en la lista de libros prohibidos por el gobierno cubano. Solo circula en forma clandestina, y por lo tanto, muy restringida, como sucede con libros de otros autores censurados: Heberto Padilla, Guillermo Cabrera Infante, Mario Vargas Llosa, entre otros.

Vargas Llosa expresó el siguiente concepto sobre la novela de su colega chileno: “Hacía tiempo que un libro no me absorbía y emocionaba tanto”. Esto mismo puede decir el autor de estas líneas. Y agrego: si se desea conocer la verdad oculta sobre el régimen totalitario que atropelló los derechos humanos, suprimió las libertades individuales y amordazó la libertad de expresión, la respuesta la da este libro. Lo que narra es extensivo a toda la vida cubana. Tal la fuerza comunicante que el escritor, víctima de la frustración al igual que miles de cubanos y de escritores y artistas, le ha imprimido a su obra maestra.

Concluida la lectura del libro, me queda grabada esta escena patética: los libros no permitidos en Cuba son reciclados como papel o tirados a las calderas para su extinción. Las dictaduras son la prolongación de la época inquisitorial, aunque la mayoría se diferencian de ella por el aspecto religioso. No hay dictadura buena. Algunas son peores que la propia Inquisición.

El Espectador, Bogotá, 5-IX-2013.
Eje 21, Manizales, 6-IV-2013.
La Crónica del Quindío, Armenia, 6-IV-2013.
Red y Acción, Cali, 6-IV-2013.

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Comentarios:

En las dictaduras la religión es la dictadura misma, y el dictador, el ídolo, el centro del culto. Y el culto, como en todas las religiones, lo hay de todos los colores: azul, rojo, rojizo… En fin, solo me resta decir que el hecho de que nos hayamos salvado en Colombia de una de esas dictaduras, no nos vacuna contra una recaída. Ar mareo (correo a El Espectador).

No he leído ninguna novela de Roberto Ampuero, ni de muchos otros escritores que han narrado horrores de los disidentes del régimen castrista. Pero casi desde el principio de su revolución en los 60 hablé e hice amistad con cantidad de cubanos exiliados en Colombia que me contaron todas las masacres del régimen. Desde esa época comienzan a incubarse mi odio y rabia por el castrismo. Casi parecido al régimen de Stalin y el de Hitler. Luis Quijano, colombiano residente en Houston (USA).

Estoy de acuerdo con Ampuero: no hay dictadura buena, aunque agregaría que ellas no solo se visten de verde olivo. Pueden hacerlo también con corbata y vestidos elegantes, cooptando los medios de comunicación, presentando a los adversarios como enemigos y aplastando el pensamiento crítico y su expresión, que es el quejido o la alerta que emiten las sociedades cuando sus estructuras producen vivencias discriminatorias. Jorge Mora Forero, colombiano residente en Estados Unidos.

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