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Archivo para octubre, 2016

A veces llegan cartas…

lunes, 31 de octubre de 2016 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Durante los días del plebiscito las redes electrónicas se vieron bombardeadas con toda clase de mensajes, la mayor parte de desinformación, o de presagios funestos si se votaba en contra de lo que en materia electoral pensaba el remitente, que lo mismo podía ser un seguidor del Sí o del No.

La polarización del país quedó reflejada en este cruce descomunal de mensajes, muchos oscuros, iracundos y alarmistas, y otros serenos y positivos. Se acudió, incluso, al ultraje contra quien tenía ideas contrarias, a veces con vocabulario soez, ánimo exacerbado y actitud apasionada. La ira obnubila la mente.

Quienes más recibieron estos dardos fueron los comentaristas de prensa. A raíz de mi artículo Cita con la historia, elaborado con espíritu constructivo, me llegó esta carta de un conocido mío a quien consideraba culto y equilibrado:

“Me entristece bastante su posición. Cómo no experimentar sentimiento semejante al leer un texto de frívolo pazantismo (sic) escrito por alguien que mereció mi admiración de lector adolescente de El Espectador –Guillermo Cano moriría de nuevo al comprobar el envilecimiento del supuesto sector pensante del país–, cuando usted remitía sus colaboraciones desde Armenia; de alguien a quien presumía poseedor de una clara conciencia de respeto por los principios democráticos, por la justicia, por los valores fundamentales de convivencia. Se rindió usted a los cantos de sirena de un pusilánime e inepto gobernante quien desde el principio perdió su propio norte y se lo está haciendo perder aún a mentes lúcidas”.

Le contesto: “Lamento que estemos en posiciones contrarias. Para eso es la democracia. Respecto al proceso de paz, no olvide que las redes están llenas de mensajes tendenciosos y manipuladores, y por ellas se transmite mucho odio. Será la historia la que se encargará de valorar con justicia la labor del presidente Santos. Ahora hay mucha pasión. Soy el mismo columnista de siempre, con criterios sanos y positivos. Ya a estas alturas es difícil que me deje engañar por cantos de sirena, como usted lo dice tal vez por ofuscación de sus ideas”.

En torno al artículo citado, una escritora amiga me dice: “Lo triste es que la mayoría de los que votan por el Sí no son los que han padecido la violencia en directo. No son los que han perdido familiares o amigos como consecuencia de las balas o las bombas, o pagado las infames vacunas, o dinero del secuestro, ni sus hijos han sido robados para la guerrilla o sus niñas violadas. Son los que ven los videos del cinismo de las Farc y las mentiras de Santos  impasibles. Dios se apiade de Colombia y proteja a los colombianos de bien”.

Le contesto: “Lamento mucho que estemos en campos contrarios. Yo veo las cosas de diferente manera. Y respeto las opiniones opuestas. El derecho a disentir es sagrado en las democracias”.

En sentido contrario a los dos correos anteriores, me llega esta otra misiva, animada por la esperanza: “No sabe cuánto me alegra ver su nombre como uno de los que suscriben la carta al presidente Santos. Por lo que le he leído, no podía esperar menos a que usted estuviera entre ellos. Coincido totalmente con el contenido y hago fuerza por que el Presidente no desoiga ese reclamo que ustedes le hacen y que fue el mandato que le dimos quienes votamos por él en su segunda elección”.

El Espectador, Bogotá, 29-X-2016.
Eje 21, Manizales, 28-X-2016.
La Crónica del Quindío, Armenia, 30-X-2016.

Comentarios

Por el lenguaje y obsesiva reiteración de un vocablo despectivo que acosa, día y noche, al columnista de La Crónica que le envió la carta, igual que a mí me remitió algunos desesperanzados y paranoicos correos, es fácil deducir su autor, para quien todos los intelectuales que defendimos el Sí nos «envilecimos» al hacer pública tal decisión. A mí, me emplazó para que no me saliera del ámbito poético y dejara de escribir columnas sobre temas políticos que él consideraba sin argumentos. Personas con la ligereza conceptual de tal amigo debían leer de Eduardo Mackenzie Las Farc, fracaso de un terrorismo, para que justifiquen entonces sus retardatarias ideas con puntos de vista semejantes. Umberto Senegal, Calarcá.

Ese es el juego de la democracia y es la maravilla de la libertad: poder disentir y expresar. Su columna es un canto a la sinceridad y honestidad que lo caracteriza como columnista de los importantes medios que acogen su pensamiento. Gustavo Valencia García, Armenia.

Lo mejor es no prestarles atención. Debe saberse que el fanático no razona o escucha argumentos. William Piedrahíta González, colombiano residente en Estados Unidos.

La ecuanimidad, rectitud de pensamiento y claridad del columnista han sido reflejadas todo el tiempo en sus escritos. Evidente la polarización tan marcada que ha hecho del país un hervidero de ataques y contradicciones.  Creo que el Presidente ha sido injustamente descalificado. Elvira Lozano Torres, Tunja.

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¿Nobel o Nóbel?

miércoles, 19 de octubre de 2016 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Dos premios Nobel (o Nóbel, según la pronunciación que la inmensa mayoría de la población hispana le da a este vocablo) han caído en personajes colombianos: Gabriel García Márquez obtuvo el de Literatura en 1982, y hoy, 34 años después, le es conferido el de la Paz al presidente Juan Manuel Santos. En ambas ocasiones se ha discutido la manera como el apellido sueco debe escribirse en lengua española.

El Diccionario panhispánico de dudas recomienda –no impone– que se escriba sin tilde, es decir, como palabra aguda, ya que así se pronuncia en el país de origen, y hace la advertencia de que “la pronunciación llana (Nóbel) está muy extendida, incluso entre personas cultas”.

Surge una contradicción frente a nuestras reglas gramaticales: si los hablantes hispanos ponen la entonación en la vocal “o”, la grafía correcta debe ser Nóbel (palabra llana a la que por terminar en consonante que no es “n” ni “s” se le debe marcar tilde). Regla fundamental es que las palabras en español no se escriben de un modo y se pronuncian de otro.

Ahora bien, si el Nobel (sin tilde) de los suecos se convierte, debido al énfasis fonético impuesto por los hispanos, en el Nóbel (con tilde) que aquí pronunciamos, esta debería ser la escritura correcta, obedeciendo el efecto de la transliteración. No debe olvidarse, además, que la costumbre hace ley. Cosa distinta es el vocablo “novel” (persona que comienza a practicar un arte o una profesión).

Muchas palabras procedentes de otros idiomas han sufrido modificación al ingresar al español. Veamos el caso de elite (elít en francés). Al principio se incorporó en nuestro diccionario como elite (elíte, forma llana), pero la preferencia fonética de la gente se fue deslizando hacia élite (esdrújula). Hoy considera la Real Academia de la Lengua que ambas acentuaciones son válidas.

Esa misma licencia la da el organismo para términos como los siguientes: cóctel o coctel, elíxir o elixir, ícono o icono, médula o medula, alvéolo o alveolo, aeróstato o aerostato, omóplato u omoplato, fútbol o futbol, exégesis o exegesis, exégeta o exegeta, chófer o chofer, psicología o sicología, psiquiatría o siquiatría, ácimo o ázimo, México o Méjico… La lista es larga. ¿Por qué no sucede lo mismo con Nóbel y Nobel?

Alfred Nobel nació en Estocolmo (Suecia) en 1833 y murió en San Remo (Italia) en  1896. Era químico, ingeniero, inventor y fabricante. En 1867 inventó la dinamita, que pronto fue utilizada con fines bélicos. En su testamento, que apenas se extendió a un poco más de una página, dispuso que su inmensa riqueza fuera dedicada, casi en su totalidad, a condecorar cada año con “un premio a aquellos que durante el año anterior hayan otorgado los más grandes beneficios a la humanidad”.

Resulta irónico que la dinamita, como elemento de guerra y destrucción, de donde   provino en buena parte aquella riqueza, le lance un mensaje a la paz del mundo. Estas son palabras de Alfred Nobel: “Pretendo dejar luego de mi muerte una gran fortuna para la promoción de las ideas de paz, aunque soy escéptico de los resultados”.

Este es el premio que recibe el presidente Santos por sus acciones decididas en beneficio de la paz. Están por verse los resultados. Todos deseamos, por supuesto, el pronto cese de la violencia atroz que desangra al país desde hace medio siglo. Ojalá que el premio Nóbel –con tilde o sin tilde– nos haga el milagro.

El Espectador, Bogotá, 14-X-2016.
Eje 21, Manizales, 14-X-2016.
La Crónica del Quindío, Armenia, 16-X-2016.

Comentarios

Permítame hacerle un par de observaciones al respecto: coincido con la recomendación del Diccionario Panhispánico en que no es necesario hacerle modificación alguna a la ortografía de su propio idioma, como las que sí se le hacen a Chaikovski, Chébishev o Chernijovski; pero no a los apellidos Hitler, Churchill, Kennedy. Si nos atenemos al acento grave (correcto, además) que se le pone al apellido Merkel, tendríamos que escribir Mérkel, lo cual, hasta ahora, nunca lo he visto escrito así en ningún periódico o revista hispana. Pienso, por lo tanto, que debemos respetar la escritura y la pronunciación que tiene en su idioma el apellido que nos ocupa, Nobel, sin pensar en si es correcto o no, pues aquí no cabe ese juicio o regla, porque las excepciones son más que la regla misma. Josué Carrillo, Calarcá.


Respuesta. – Con el Nobel sueco sucede, sin embargo, esta circunstancia especial: no solo se trata de un apellido, sino que “nobel” (en minúscula) se convirtió en sustantivo común, o sea, la persona que recibe el galardón. Esto mismo ha sucedido en otros casos con el nombre del científico, del inventor o de algún personaje literario que ha dado lugar a la creación del vocablo castellanizado, el que debe regirse por nuestras reglas gramaticales. Algunos ejemplos:

alzhéimer, demencia senil, palabra tomada del siquiatra y neurólogo alemán Alois Alzheimer, que identificó por primera vez los síntomas de la enfermedad; dóberman, raza de perro,  tomada de Louis Dobermann, que creó esta raza canina; cárter, tomada de H. Carter, ingeniero inglés que inventó esta pieza mecánica; máuser, tomada de los hermanos M. von Mauser, armeros alemanes que inventaron este fusil; sífilis, tomada de Siphico, personaje del poema “Morbo Gallico”, de Jerónimo Fracastoro, donde el protagonista contrae esta enfermedad venérea; diésel, tomada de R. Diesel, ingeniero alemán que inventó este motor. GPE


Me acuerdo de Pangloss quien en su columna hace ya algunos años decía y recomendaba que se pronunciara Nobel, pero como sucede con muchas palabras, la gente comenzó a escribir y pronunciar Nóbel y es así como la mayoría de personas la utilizan. Entonces, como se sabe, el uso consagra muchas veces la forma incorrecta y los académicos, quizás para no complicarse, optan por aprobar el uso de ambas formas, y creo que esto pasó con el apellido del sueco. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.

Respuesta. – Recuerdo la campaña de Pangloss en defensa del Nobel sin tilde. A esa tesis se oponía el genial Argos en su Gazapera de El Espectador. Hay temas controversiales que la Real Academia de la Lengua deja sin definir muy bien. De todos modos, contra la tesis académica hay gente culta que escribe y pronuncia Nóbel. El pueblo es el que crea las palabras con sus diversas acentuaciones. GPE

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Dos personajes quindianos

miércoles, 12 de octubre de 2016 Comments off

Gustavo Páez Escobar

Acabo de enviar dos comunicaciones a mis amigos Jorge Arango Mejía y César Hoyos Salazar, grandes figuras quindianas y escritores en la prensa local. Ellos fueron, en su orden, presidente de la Corte Constitucional y presidente del Consejo de Estado. Da la casualidad de que mientras Jorge anuncia su retiro del periodismo, César inicia una serie de remembranzas sobre personajes ilustres del pasado en la vida de la región.

Apreciado Jorge:

Me enteré hoy, por tu columna de La Crónica, de la decisión de suspender tus incursiones permanentes en el periodismo. Lo lamento muy de veras. Como gran conocedor que eres de la vida quindiana, le has aportado a la región, con las luces de tu inteligencia y la ilustración de tu pluma, grandes temas de controversia y de utilidad pública. Muchos han leído tus críticas con admiración y beneplácito, si bien otros han disentido de tus planteamientos. Ese es el sentido del escritor público: presentar puntos de choque, de divergencia, de análisis y reflexión para el bien común.

Puedes sentirte satisfecho con tu contribución periodística a la marcha de la región. Tu lucha intelectual no caerá en el vacío. Espero volver a leerte más adelante.

Gustavo Páez Escobar

Apreciado César:

Comencé a leer en La Crónica tus reminiscencias sobre Gonzalo Toro Patiño. Celebro el interés que has mostrado por recuperar la trayectoria de grandes personajes de la vida quindiana. El primero, Alberto Gutiérrez Jaramillo, en cuya alcaldía te iniciaste, como secretario de Gobierno, en la vida pública. Por aquellos días te conocí, pues coincidieron con mi llegada al Quindío. Y allí comenzó nuestra relación, que lleva ya cerca de medio siglo de inalterada permanencia en ideas, en estilos comunes y en una franca amistad.

Retratas muy bien a ambos personajes. Como los conocí de cerca, puedo dar fe de tu fidelidad para plasmar sus caracteres y sus ejecuciones. Y he disfrutado de tu pluma, que la utilizas muy bien en esta etapa útil de la vida para rescatar la memoria histórica de la región. Celebro, además, que La Crónica te brinde el espacio para la difusión de estas vidas ilustres.

Felicitaciones cordiales, y adelante con tus indagaciones sobre las figuras que merecen el estudio y el reconocimiento de las nuevas generaciones.

Gustavo Páez Escobar

EJE 21, Manizales, 9-X-2016.

* * *

Comentario

Comparto la pena por la cortada de la coleta de Jorge que ilustraba, con posiciones muy propias y de carácter, sus opiniones en torno a la realidad colombiana; espero que regrese a su amado Cervantes y nos regale otra pieza semejante a la que escribió hace años. De igual modo celebremos, con su prosa limpia y divertida, la llegada de César al periodismo de opinión y en especial a estos recuerdos necesarios para darle vida a la quindianidad. Jaime Lopera Gutiérrez, Armenia.

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Cita con la historia

miércoles, 5 de octubre de 2016 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Mucha gente no ha entendido, o no quiere entender, que la firma del acuerdo de paz es un hecho providencial que no solo le pone fin a la sangrienta época de violencia padecida durante medio siglo, sino que permite crear un nuevo país para las futuras  generaciones. El titular de El Tiempo en primera página, el mismo día de la firma del acuerdo, es estremecedor: “La paz luego de 267.162 muertos”.

Pocos pueblos han sufrido tanto dolor durante tanto tiempo. Es tan catastrófica la situación, que Colombia está calificada como una de las naciones más violentas del mundo. ¿Cómo no serlo, con 8 millones de víctimas por el conflicto, 6 millones de   desplazados y 25.000 desaparecidos? A esto se suman los mutilados por las minas antipersonas, las familias destruidas, las viudas y los huérfanos que solo han conocido la miseria y la desesperanza.

Colombia es un país que perdió su rumbo. Un país que ha vivido entre el estallido de las bombas y las balas, la sevicia, el terror y la muerte. La guerra constante, la destrucción de pueblos y de hogares, el miedo en los campos y la inseguridad en los centros nos convierten en una sociedad errática y desamparada. Bajo tales signos, la vida ha perdido su encanto, y la gente, su dignidad.

Los presidentes Betancur, Gaviria y Pastrana intentaron acuerdos con la guerrilla, y fracasaron. Uribe escogió las acciones bélicas, propinó contundentes golpes al enemigo, lo redujo, pero no lo derrotó. Mientras tanto, el país continuaba por los caminos tormentosos de la barbarie. Una guerra fratricida de nunca terminar.

De pronto, en medio de tanta turbulencia, apareció una luz en el horizonte. Nadie creía que el presidente Santos fuera capaz de llegar tan lejos en el propósito de entrar en conversaciones con el grupo guerrillero. Las Farc se formaron en 1964 como respuesta a la injusticia social. Bajo dicho postulado libraron sus luchas iniciales. Después arreciaron sus acciones y sus atrocidades. Más tarde, seducidas por el tráfico de drogas y el despojo de tierras a los campesinos, se desviaron del objetivo social.

Fue Santos el interlocutor perfecto para dialogar con ‘Timochenko’, jefe de las Farc, hombre duro y nada fácil de convencer. La vocería del Gobierno estaba en manos de un equipo de la mayor competencia y distinción. Del mismo modo, los miembros  de las Farc eran sus líderes más prestantes.

Varias veces estuvo a punto de romperse el diálogo, y solo la constancia, la paciencia y el talento con que actuaron las dos partes consiguieron sacar adelante, tras cuatro años de agotadoras jornadas, el acuerdo final de la paz que este domingo se somete a refrendación de los colombianos.

No es un acuerdo perfecto –porque en este terreno no ha habido acuerdos perfectos en ninguna parte del mundo–, pero sí es la mejor fórmula para que cesen las hostilidades y se propicie una patria mejor para las nuevas generaciones. Nace un nuevo país. Dice Antanas Mockus: “Prefiero apoyar la paz y equivocarme, que apoyar la guerra y acertar”. Los ojos del mundo están puestos en Colombia. De nosotros depende el futuro.

El Espectador, Bogotá, 30-IX-2016.
Eje 21, Manizales, 29-IX-2016.
La Crónica del Quindío, Armenia, 2-X-2016.

Comentarios

Este artículo es un desapasionado análisis sobre los antecedentes que condujeron al acuerdo firmado entre Gobierno y Farc. Claro reconocimiento al gobierno Santos y a su equipo, quienes con una perseverancia y paciencia a toda prueba pudieron culminar el pacto que hoy nos llena de regocijo y que deberá ser sustento para la construcción de un país tranquilo y más equitativo. Gustavo Valencia, Armenia.

Magnífica página, con argumentos sólidos y contundentes. Ojalá contribuya a cambiar la actitud egoísta y rencorosa de tantas personas que dicen amar la patria y que, además, se llaman seguidores de las enseñanzas de Cristo. Esperanza Jaramillo, Armenia.

Esperemos que los jóvenes ayuden a sacar adelante con el Sí esta cita vital con la historia. Es triste escuchar las barbaridades de quienes defienden el No. Estamos llenos de gente extremadamente egoísta, por lo que siento miedo y pesimismo por los resultados. Ojalá que este sufrido país vuelva a nacer mañana. Gilberto Giraldo H., Bogotá.

Nuestra generación, que ha sido testigo de tantos eventos importantes en la historia de Colombia y del mundo, está ahora frente a un llamado que no solo tiene importancia decisiva para quienes hemos vivido el terrible flagelo de la guerra, sino también para las generaciones venideras. Coincido con quienes sostienen que el acuerdo de hoy, a pesar de las grandes falencias que pueda tener, es el mejor acuerdo posible. Josué Carrillo, Calarcá.

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