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Mitos y relatos del Quindío

viernes, 16 de diciembre de 2011

Por: Gustavo Páez Escobar

Me he encontrado con una gran libro quindiano siete años después de su publicación, y es el que me ha obsequiado Marieta Jaramillo y del que es autor su ilustre padre, Euclides Jaramillo Arango: Mitos y relatos del Quindío.

El escritor dejó listo el material antes de su muerte, ocurrida en junio de 1987,  y no alcanzó a verlo publicado, ya que este hecho lo realizaría la Federación Nacional de Cafeteros en el año de 1989, en homenaje a la a ciudad de Armenia en sus cien años de vida.

Se trata, por consiguiente, de una obra póstuma, para la que el propio autor dejó escrita la nota de introducción. Por su lectura puede deducirse que la terminación del libro ocurrió en proximidades de su muerte. En el capítulo titulado Un duende travieso, incluido hacia la mitad de la obra, habla él de un paseo efectuado a La Unión el 27 de febrero de 1987, en compañía de Alirio Gallego Valencia. Tres meses después falleció Euclides Jaramillo Arango.

Y cuatro años después, el 16 de marzo de 1991, moría Alirio, su amigo entrañable. Ambos fueron fundadores de la Uni­versidad del Quindío y promotores de la creación del departamento, se vincularon a importantes hechos culturales y presenciaron el proceso económico y social de la región durante buena parte de este siglo.

Qué importante resulta, cuando se lee un libro, situarlo en su momento histórico y extraer de él particularidades como las aquí descritas, que no están al alcance de todo lector. Por la estrecha amistad que me unió a ambos escritores me queda fácil hacer estos análisis.

Muy honrosa resulta para mí la siguiente anotación que me hace Marieta Jaramillo: “Este envío lo hago en nombre de mi papá que tanto gozaba mandando los libros a sus más queridos amigos, como lo fue usted siempre».

Euclides Jaramillo Arango, maestro del folclor nacional y profundo conocedor de las tradiciones y mitos de la tierra quindiana, rescata en esta obra, con el delicioso sabor de todos sus escritos, las historias que co­rren de boca en boca y de generación en generación sobre misterios y personajes fantásticos que ruedan por los campos y crean encanto o miedo.

La mayoría son leyendas universales que adquieren en cada sitio singular fisonomía. La Llorona, la Madremonte o el Mo­hán existen en todas partes, pero todos son diferentes. El ingenio de la gente se ha en­cargado de crear sus propios mitos, vesti­dos inclusive con los trajes propios de cada región y caracterizados por el habla y la idio­sincrasia locales.

El Quindío, tierra de arrieros, aventu­ras y guaquerías, está lleno de espantos, entierros y almas en pena. Hay dioses telúricos que cuidan los bosques, las aguas y las cosechas. Todo el mundo habla de apa­riciones sobrenaturales, pero no todos las han visto.

Unos personajes están rodeados de poesía y fascinación. Otros, de terror. Euclides, que creció entre campos y paisa­jes, se tropezó en sus mocedades y en oca­siones posteriores con varios de esos seres fantásticos. A la gente hay que creerle, decía un eminente político colombiano.

Sostiene la obra que los mitos, como los dioses griegos, son un equilibrio de la na­turaleza. No importa que sean inventados por la imaginación popular, o que en ver­dad existan o hayan existido. Lo que intere­sa es revivirlos y consentirlos como algo propio, y de esto se encarga Jaramillo Aran­go, un fabulador por excelencia.

La Crónica del Quindío, Armenia, 14-I-1997

 

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