Archivo

Archivo para miércoles, 14 de diciembre de 2011

Un santandereano integral

miércoles, 14 de diciembre de 2011 Comments off

Salpicón

Por: Gustavo Páez Escobar

Dos nuevas obras le publica la Universidad Central a Anto­nio Cacua Prada: El general José de San Martín, y Poeta y pintor: Carlos Torres Durán y Leonel Torres García Herreros. Hacía buen tiempo que yo no veía libros de la Universidad Central, y en los recibidos ahora de manos del propio autor, con amables dedicatorias que mucho estimo, he podido apreciar la excelente factura editorial realizada por Editorial Presencia, firma que ejecutó ambos trabajos.

Buen aporte hace Cacua Prada para el estudio del héroe latinoamericano que al igual que Bolívar, O’Higgins, Martí o Morelos cumplió valerosas hazañas por la indepen­dencia americana y dejó hondas lecciones para el progreso de nuestros pueblos.

El libro dedicado al poeta Torres Durán y a su hijo Leonel, economista y pintor, me permitió descubrir dos talentos ocultos, el primero fallecido 1955, y el segundo consagrado a su arte en la ciudad de Miami. Cómo fortalece ver el rescate que hace Cacua Prada de la obra olvidada de Torres Durán, que nació predestinado para la poesía. En 1916 compone Canto a Bucaramanga, uno de los homenajes más emotivos que haya recibido la Ciudad Bonita. En 1919,  recién llegado a Bogotá, se gana –con el soneto Boyacá– el concurso abierto por El Espectador para conmemorar los 100 años de la batalla libertadora.

Por aquellos días Eduardo Castillo hacía alto elogio del joven poeta experto  en «la confidencia amo­rosa al oído de la mujer amada» y especializado, al igual que Villaespesa, en el madrigal, la balada, la canción susurrante que llega a las profundi­dades del alma. La vida de Torres Durán es rica en hechos cultu­rales. Funda revistas con Jaime Ba­rrera Parra, elabora tierna poesía que causa impacto en el país, escribe para diferentes periódicos, crea la Revista del Banco de la República, de la que es su editor durante los primeros 25 años.

Y le queda tiempo para dirigir la Cámara de Comercio de Bogotá, labor que cumple por espacio de 32 años con el aplauso de la ciudadanía. Su hijo único, Leonel Torres García He­rreros, reúne a los 25 años de la muerte del poeta la producción que éste no se había decidido a publicar en libro. La bautiza Algunos madriga­les y otras cosas de entonces.

Leonel Torres es otro capítulo sor­prendente. Como estudiante rebelde, dotado de gran inteligencia, pasa por varios colegios de Bogotá y en ningu­no logra el diploma de bachiller. Se matricula en la Escuela de Bellas Artes, que no exige ese requisito, y allí estudia un año de pintura. Pero como desea ingresar a la facultad de Econo­mía del Gimnasio Moderno, pide al Ministerio de Educación que lo some­tan a un examen de revisión para obtener el título de bachiller. A pesar de lo difícil de la propuesta, el estu­diante consigue su propósito.

Su tesis de grado como economista es laureada por la junta que preside el doctor Carlos Lleras Restrepo. De ahí en adelante ocupa altas posicio­nes tanto en el Banco de la República (donde llega a ser subgerente) como en la vida pública del país. Hace parte de distintas comisiones internaciona­les y se vuelve una autoridad en moneda y banca. Cuando se retira de la vida laboral, siente el aguijo­nazo del arte. En Miami pinta su primer cuadro al óleo y descubre que es pintor. Se vuelve retratista de personas. En abril de este año exhibe en la Biblioteca Luis Ángel Arango 80 cuadros de figuras nacionales que el artista, para despistar, firma con el nombre de Leo Nelt. La exposición resulta un gran éxito.

Una palabra final para ponderar una faceta relevante en la persona­lidad de Antonio Cacua Prada, que le va a endulzar los oídos: su regionalis­mo santandereano. En su amplia bibliografía he contado ocho obras dedicadas a su comarca, y además es autor de infinidad de ensayos y artí­culos dispersos que destacan el méri­to de sus paisanos. Ha sido el apolo­gista, entre otros, de Custodio García Rovira, Ismael Enrique Arciniegas, Alejandro Galvis Galvis, Aurelio Mar­tínez Mutis, Rafael Ortiz González, Ramiro Lagos. Ahora revela las vidas maravillosas de Torres el poeta y de Torres el pintor, apasionantes por su creatividad. Si sigue escarban­do, es posible que en las breñas de Santander le descubra otro hijo se­creto a Bolívar.

El Espectador, Bogotá, 11-X-1993

 

Categories: Biografía Tags:

Revuelo sobre pensiones

miércoles, 14 de diciembre de 2011 Comments off

Salpicón

Por: Gustavo Páez Escobar

Pasa de dos millones la po­blación de pensionados del país. Hasta 1976 era un sec­tor marginado del progreso social al carecer del tratamiento digno que le debe la sociedad. Las leyes 4ª de 1976, 71 de 1988 y 6ª de 1992 han dado pasos importantes, aunque no suficientes, para rehabilitar la suerte de miles de hogares que miran hoy con verdadera ansiedad el proyecto de ley 155 que debaten las cámaras legislativas.

El proyecto pretende fijar otros derroteros para el futuro, estable­ciendo, si la fórmula prevista sale adelante, dos fondos u opciones para pensionarse. Sería esta una nueva discriminación que se sumaría a las numerosas que ya existen. Entre tanto, los jubilados antiguos, para quienes sus pensiones se han deteriorado en forma significativa, no han hallado un vocero efectivo de sus calamidades.

Con la mesada adicio­nal del mes de junio, aprobada en principio,  según parece, para todos los pensionados, se conseguirá otro progreso que habría que abonársele al Gobierno actual. ¿Y cuándo se hará justicia a quienes se jubilaron antes de 1989?

Salpicón, que ha hecho eco de este clamor general, cede hoy el espacio a la carta dirigida al doctor Ernesto Samper Pizano (que me fue remitida en copia por Nelson Escobar Escárraga, uno de los firmantes) por ocho asociaciones de pensionados del sec­tor oficial: Caja Agraria, Banco de la República, Caja Nacional de Previsión, Superintendencia Bancaria, Ban­co Central Hipotecario, Banco Popu­lar, Banco Cafetero y Aeronáutica Civil, entidades que agrupan un nú­mero considerable de afiliados.

Los autores de esta comunicación atribuyen al doctor Samper el liderazgo de la ley 71 de 1988. Es oportuno aclarar que el abanderado de la iniciativa fue el doctor Juan Martín Caicedo Ferrer, ministro de Trabajo. Por eso, al estatuto se le conoce como la Ley Caicedo. Ahora bien: el doctor Samper, que se encuentra hoy en privilegiadas circunstancias políticas, y que por otra parte ha demostrado gran interés por los pen­sionados, ojalá consiga el éxito que le encomiendan sus corresponsales, quie­nes le manifiestan:

«De la manera más atenta acudimos al espíritu de solidaridad que lo ha caracteri­zado al defender sectores olvidados como hemos sido los pensionados anteriores a 1989, para que interceda ante el Gobierno y las entidades de control y fiscalización con el fin de obtener, sin más dilación, el cumplimiento del artículo 116 de la ley 63 de 1992 que estableció la nivelación, compensación o actualización de las pensio­nes anteriores a 1989, por cuanto el decreto reglamentario No. 2108 del 29 de diciembre de 1992 constituyó una nueva frus­tración al fijar en forma caprichosa sólo el 7%, o el 12% para los más antiguos, sin tener en cuenta que muchos de estos pensionados están dejando de percibir has­ta el 1.000% en la cuantía de sus mesa­das (…)

«Para cumplir con dicha compensación o nivelación basta fijar el valor del salario mínimo legal actual al número de salarios mínimos con los cuales fue pensionado ese trabajador para que así haya coheren­cia, además, con la ley 71 de 1988. Cualquier fórmula diferente se apartaría del sentido y espíritu de equidad propues­to por la ley 6ª  de 1992.

“La mesada adicional en junio para unos u otros pensionados (aquí se refieren los firman­tes a la nueva discriminación que se consagraría si se excluyera a un sector de pensionados), parece que en el fondo tiende más a desviar la atención y esfuer­zos de políticos y dirigentes gremiales hacia un punto que no soluciona el problema de fondo de los pensionados anteriores a 1989 (…)

«Los pensionados del sector público nacional, y los demás en general, confiamos en que el doctor Samper hará cumplir dicha ley 63 de 1992 y las demás normas señaladas en nuestra Constitu­ción Nacional sobre justicia social e igual­dad de derechos que nos asisten, para después de casi veinte años dejar de ser la clase olvidada del país y poder subsistir con la pensión sin depender de la caridad de familiares y amigos».

El Espectador, Bogotá, 28-IX-1993.

* * *

Comentario:

Me identifico plenamente con sus agudos comentarios. La ley sobre Seguridad Social adolece de sensibilidad social, equidad y solidaridad con quienes se han roto el espinazo en procura de un país mejor. Estoy con usted. La discriminación nunca ha sido de buena ley. Por el contrario, sólo siembra mayor zozobra en medio del caos. Horacio Serpa Uribe, Bogotá.

 

 

Categories: Temas laborales Tags:

Los resbalones de monseñor

miércoles, 14 de diciembre de 2011 Comments off

Salpicón

Por: Gustavo Páez Escobar

Las declaraciones que con fre­cuencia formula monseñor Da­río Castrillón suelen producir impacto y a veces levantan llamaradas. La gente se acostum­bró a ver en él a un protagonista de la noticia. Sus actos y opiniones susci­tan controversia y aportan elementos de reflexión en la búsqueda de soluciones para los grandes problemas nacionales. Su apostolado se hace sentir con ímpetu en todo el país. Comprometido como está con los conflictos de orden público, no puede negársele su conocimiento del tema y su capacidad de diálogo entre los alzados en armas y las autoridades.

Al hablar hace poco por televisión, en vivo y en directo, lanzó desde Río de Janeiro una de esas bombas de profundidad que causan conmoción. Se refirió a los abusos de generales que ordenan aplicar la pena de muer­te en forma extrajudicial, ante lo cual los altos mandos militares arremetie­ron contra el prelado al no aceptar semejante acusación. Y lo instaron a que presentara pruebas ante la Fis­calía General de la Nación.

A su regreso al país, monseñor manifestó que no había acusado a nadie en particular y que sus decla­raciones estaban basadas en infor­mes recibidos de personas de su entera confianza. El Espectador cali­fica, en editorial del 2 de septiembre, como aseveración decepcionante la que ha quedado flotando en el aire enrarecido de la violencia colombia­na.

Según se deduce, monseñor sabe muchas cosas pero no las revela. Ha debido, por lo tanto, guardar silencio si no estaba en condiciones de respal­dar sus palabras con hechos concre­tos. Su alta jerarquía le impone el deber de la prudencia y la objetividad. Le faltó seguir el sabio consejo de don Quijote: «Al buen callar llaman, San­cho».

No es la primera vez que incurre, dentro de su conocido protagonismo, en posiciones extremas. La espectacularidad con que a veces actúa lo conduce a cometer errores. El país no ha olvidado la presión injusta que ejerció en 1975 ante el gobierno de López Michelsen por el nombramiento de Dora Luz Campo como gobernadora de Risaralda. Se trataba de una dama digna, ausente desde años atrás de su departamento y que, separada de su matrimonio católico, había constitui­do unión civil con su segundo esposo. Por ese solo hecho el entonces obispo de Pereira la lanzó a las tinieblas exteriores y provocó un escándalo social.

No tuvo en cuenta que se trataba de un hogar respetable. La vida privada de Dora Luz Campo, que gozaba de paz, se vio invadida por lo que se conoció como el baculazo pastoral. Los párrocos de Pereira amenazaron con el cierre de templos si no se revocaba el nombramiento: hasta tal extremo llegó la beligerancia del obispo. Aunque el público respaldaba a la gobernadora, el nombramiento terminó echándose atrás, medida incomprensible en persona de la avanzada social de López Michelsen. Y la dama en desgracia, a quien se despojó de su honra, y que careció de la caridad cristiana que se predica en los púlpitos, tuvo que someterse con sus hijos a cura médica.

Más tarde vimos a monseñor en predios de Armenia bendiciendo la Posada Alemana (propiedad de Car­los Ledher), servicio que éste no había conseguido del obispo local, Libardo Ramírez Gómez. Eran los tiempos en que Ledher, desen­mascarado en su papel de narcotraficante, se ganaba indulgencias ajenas con el reparto de donaciones generosas para obras pías.

*

Sin embargo, estos resbalones no le han dejado perder el equilibrio a este líder de la Iglesia a quien hay que abonarle su capacidad de lucha. En otro sentido, se preocupa por la suerte de los indefensos. Recibe dar­dos y sigue adelante. Curtido como se encuentra en los campos de batalla, es posible que rectifique en adelante sus estrategias.

Tras el enfrentamiento con los militares, hay que aplaudir­le la siguiente declaración que represen­ta un llamado a la concordia nacional: «La única intención del arzobispo de Bucaramanga es buscar verdaderos caminos de paz. No es justo que la población campesina inocente conti­núe siendo la víctima del fuego entre­cruzado de la guerra criminal y de las fuerzas del orden».

El Espectador, Bogotá, 5-X-1993.

 

Atentados contra las aguas y los bosques

miércoles, 14 de diciembre de 2011 Comments off

Salpicón

Por: Gustavo Páez Escobar

El país no ha tomado con­ciencia de lo que significa la lenta agonía del agua, los árboles y los bosques a lo largo y ancho de nuestra maltratada geografía. La tala permanente de árbo­les le quita defensas al suelo y disminuye en los campos las fuentes que permiten la prosperidad de la agricultura y, por lo tanto, la subsistencia de miles de familias. La tierra, sometida a este progresivo proceso de deforestación, a la larga se torna reseca e inútil. A pesar de la acción vigilante del Inderena, los destrozos son incalculables.

He tenido oportunidad de conocer el caso de un fundo en la vereda de San Antonio (municipio de La Vega), cuyo dueño derribó una fanegada de árboles  sembrados en una pendiente, hasta la orilla del río Gualivá, quedando ésta desprotegida de toda vegetación. Al dueño de la finca le ordena el Inderena efectuar la pronta reforestación de la parte afectada para prevenir erosiones futuras y taponamiento del río. Pero el mal ya está hecho. Es preciso tener en cuenta que remplazar un bosque se lleva por lo menos 50 años.

La mayoría de nuestros ríos están en camino de desaparecer, víctimas de la contaminación. El río Bogotá es la mayor cloaca del país y del mundo. En el Valle de Tenza agonizan todas sus aguas fluviales. Neiva deja morir al río las Ceibas, que surte de agua a la ciudad. En la capital del país, el río Juan Amarillo recibe los desechos de más de un millón de habi­tantes del norte de la ciudad, y camina como un paria en medio de lodazales desesperantes que luego entrega al río Bogotá, y éste al Magdalena.

Similar es la suerte de nuestras lagunas. La de Tota baja de nivel por la succión de agua que hacen los cebolleros a la vista de todo el mundo. La de Fúquene está a punto de expirar. La de Palacio ya casi está borrada, y lo mismo sucede con la de Cucunubá. El panorama es desolador.

El ecosistema ya no resis­te más atropellos.

Estamos envene­nando nuestra mayor riqueza. Hay que formar conciencia ecológica. Y meditar en la conveniencia de crear el Ministerio del Medio Ambiente. La muerte de las aguas y los bosques equivale a la propia destrucción del hombre. Por algo Eduardo Caballero Calderón, gran defensor de la natu­raleza, proclama en sus libros sobre Tipacoque su pasión por el agua.

EN PLENO BOGOTA.– Con motivo del desembotellamiento que piensa dársele a la avenida 30 en su llegada al barrio Chicó Norte, se anuncia la construcción de una vía en la calle 94, paralela a los rieles del ferrocarril, para unir la avenida 19 con la carrera 15. Esto supone la perforación de un bosque centena­rio, con el consiguiente sacrificio de árboles. Es decir, la marcha de la civilización puede privar a este bello recinto capitalino de uno de sus mayores encantos.

Viene a colación la expresiva carta recibida de doña Helena Londoño sobre la caída de un árbol en una transitada avenida la ciudad, frente a mi cuarto de estudio, y que el director de la CAR tuvo la gentileza de sustituirme:

«Quiero a los árboles tanto como veo que usted los quiere y siento por ellos lo que también siente usted: que son seres vivos, y que los debemos respetar. Hace alrededor de 25 años, cuando se construyó la calle 100, se sembraron muchos arbolitos, urapanes; unos años más tarde, otros muchos, pinos, que rociábamos con mis hijos pequeños y protegíamos de las ovejas y vacas que en esa época pastaban por estos lados. Estos árboles crecieron y son hoy una riqueza para la avenida; le dan al sector oxígeno, belleza y vida.

«Usted corrió con suerte: le van a sembrar su arbolito. ¿A mí quién me va a remplazar los árboles que veo desde mi alcoba y que van a caer uno a uno hasta contar más de cien para dar paso a un puente, que ni siquiera va a solucionar verdaderamente el problema del tráfico?”.

Vea usted esta ironía, doña Helena: primero siembran árboles y después los arrancan. Ahora es todo un bosque el que se encuentra en peligro. Si la vía en proyecto tiene que abrirse campo, ojalá respete el mayor número de árboles. Y que más tarde no lloremos, como Rafael Alberti, La arboleda perdida.

El Espectador, Bogotá, 21-IX-1993

Categories: Ecología Tags:

Polémica literaria

miércoles, 14 de diciembre de 2011 Comments off

Salpicón

Por: Gustavo Páez Escobar

He seguido con interés, por artículos publicados en un diario de Estados Unidos, la polémica surgida entre dos escritores colombianos residentes en Nueva York: Gloria Chávez Vásquez y Eduardo Marceles Daconte.

Este último es el autor del libro Narradores colombianos en Estados Unidos, aparecido hace poco dentro de las ediciones de Colcultura, del que se excluyó a Gloria Chávez a pesar de su reconoci­da obra como cuentista, que se encuentra divulgada en los libros Las termitas (1978), Cuentos del Quindío (1982), Akum, la magia de los sueños (1983, Opus americanus (1993), y en cuentos sueltos, como Sor Orfelina, destacado por el Magazín Dominical de El Espectador en 1971; Sincronio, el ave fénix, ganador en 1978 del premio del Círculo Literario Latinoamericano de Nueva York, y publicado por Lecturas Dominicales de El Tiempo; La luciérnaga y el espejo, recogido en una antología de cuentos para niños; Diario de un subwaynauta, excelente narración sicológica sobre la angustia que vive el hombre cuando se moviliza en los medios de transporte masivo de las grandes ciudades.

Sin embargo, en la antología de Marceles no hubo sitio para la cuentista colombiana, residente hace más de 20 años en Estados Unidos, donde ha cumplido ponderada labor como periodista, promotora cultural, profesora y escritora. En 1990 obtuvo el premio Emma, con el que se reconoce en Estados Unidos la excelencia periodística, y que por primera vez se entregó a un miembro de la prensa latinoamericana.

El prólogo de la antología de Marceles apareció publicado en mayo pasado por Lecturas Dominicales de El Tiempo. Con este motivo la cuentista se dirigió en carta de junio al ombudsman del periódico, Felipe Zuleta Lleras, solicitándole un espacio en el diario para comentar su exclusión de aquel trabajo. Al no obtener respuesta, en agosto volvió a comunicarse con la misma persona, a quien solicitó la publicación del artículo La escritora como emigrante, «que repre­senta –según sus palabras– no sólo un resumen de mis luchas como escritora, sino un análisis conciso y detallado de por qué muchas escritoras permanecemos invisibles». Ojalá tengamos oportunidad de conocer dicha nota en El Tiempo.

Los dos escritores han librado agudos enfrentamientos en un periódico  neoyorquino a propósito del epi­sodio a que se refiere esta columna. Marceles dice que hace un año lo invitó Óscar Collazos a que realizara una antología de narradores que viven en Estados Unidos en condición de emigrados, y fue así como hizo contactos con doce de ellos para destacar su producción. Y agrega: «Una antología no se hace por ‘llama­do público’ sino que es el producto de la investigación del antólogo que se­lecciona a aquellos escritores que considera representativos de una ten­dencia, un período histórico o una región geográfica».

Ante esta aseveración, Gloria Chá­vez critica el facilismo con que se adelantó la obra y la forma como se manipula la cultura. Y anota: «Marce­les no parece estar de acuerdo en que una antología pueda ser también una actividad de carácter democrático y no la selección caprichosa de un individuo. Es bien conocido en los medios académicos colombianos que Collazos es uno de los expertos en la fabricación de antologías en las que el autor coloca su nombre entre los de otros escritores, en la creencia de que así asegurará un puesto en la litera­tura».

Al decir Gloria Chávez que «la cultura no es una prioridad para el gobierno colombiano», comprende por qué está marginado el sector invisible que no tiene conexiones políticas o culturales. Ante lo cual, Marceles, defensor agradecido de Colcultura, cuya política democrática ensalza, dice lo siguiente: «Por prime­ra vez se reconoce el trabajo literario de los escritores que vivimos en el exterior». Gloria, desde luego, no está de acuerdo con esta tesis y afirma, al censurar el monopolio de la cultura, que «el exclusivismo es una de las razones por las cuales la cultura colombiana ha sido privada de la mitad de sus recursos literarios».

* * *

No creo que este duelo entre Gloria y Marceles le haga mal a la literatura. Por el contrario, deja un lado cons­tructivo y muchos puntos de medita­ción. El problema de las antologías es ese: que hiere susceptibilidades. Las antologías son caprichosas. Las hay, del mismo autor, que primero acogen a un escritor y en la siguiente lo borran. De todas maneras, la obra valedera siempre es reconocida, tarde o temprano.

Considero que Gloria debe sentirse satisfecha, después del chaparrón que ha recibido, con la ponencia que acaba de ser presenta­da en el VIII Congreso de Colombianistas Norteamericanos realizado en la Universidad de California, por dos profesoras de literatura latinoameri­cana, residentes en Colombia, que han exaltado su producción narrativa y su obra total.

El Espectador, Bogotá, 10-IX-1993