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Sorpresa literaria

viernes, 16 de diciembre de 2011

Por: Gustavo Páez Escobar

Muchos serán los sorprendidos con la noticia que da Santiago Romero Sánchez en su co­lumna de El Tiempo sobre la postulación del escritor santandereano Jaime Álvarez Gutiérrez al Premio Nóbel de Literatura. No es una postulación cualquiera: ella procede nada menos que del director de la Real Academia Española, don Lázaro Carreter, y de otras altas dignidades de las letras, como Pedro Laín Entralgo y Luis Rosales Camacho.

Este ignorado escritor de provincia, nacido en San Gil en 1923 y que ejerce su profesión de abogado en Bucaramanga, es autor de valiosa obra que se tradu­ce en varios libros de singular creación y estilo polemista. En octubre de 1993, con motivo de la salida de su libro Carta al rey, que comenté en las páginas de El Espec­tador, me formulaba él los siguientes co­mentarios que bien vale la pena transcri­bir:

«Escribo desde tiempos inmemoria­les, pero mis libros, mis escritos, mis ideas y mis pensamientos duermen en el fondo de un arcón que hace las veces de ataúd, puesto que la mayoría de mis sue­ños han sido condenados, por mi propia decisión, a morir sin ver la luz. De ese ar­cón, cuando llega la hora de la resurrec­ción, saco mis papeles y los achico, los alargo o los destruyo».

En la misma carta me decía que por aquellos días estaba entregado a la elaboración de su novela El chispeante epitafista don Ludovico di Betto. Nada volví a sa­ber de la novela hasta cuatro años des­pués, cuando me entero por la nota de Romero Sánchez de que este libro ha me­recido los mejores elogios de las persona­lidades atrás mencionadas. Libro estelar que unido a toda su obra –la que ha pasado inadvertida para los colom­bianos– le ha hecho ganar universal reconocimiento.

Camilo José Cela, nóbel de 1989, había ponderado en la prensa española otra de las obras geniales de nues­tro escritor: Diccionario del desahogo. Mientras esto ocurría por fuera de nues­tras fronteras, Jaime Álvarez Gutiérrez era –y es– un solemne desconocido en su propia patria. O si no que diga quién ha leído sus libros. Aparte de los antes cita­dos, estos son los otros títulos: Las putas también van al cielo, La cruz trenca, Matrioshka trierótica, Par mestizos.

Álvarez Gutiérrez es escritor irreverente, parecido a Vargas Vila, que maneja una prosa mor­daz y erudita. Su palabra es enjuiciadora, implacable. Crítico agudo del estableci­miento, de los abusos del poder, de la sinrazón, del desamparo del escritor co­lombiano (ese escritor que él encarna muy bien como hijo de provincia margi­nado por la gran maquinaria de la capi­tal). Todos estos atributos de su pluma le han hecho ganar –allende los mares– la alta valoración de su obra, la que debe ser motivo de análisis y reflexión por parte de nuestros intelectuales criollos.

El Espectador, Bogotá, 20-IX-1997

 

 

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