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¡Sálvanos, señor don Quijote!

viernes, 16 de diciembre de 2011

Por: Gustavo Páez Escobar

Poco les dirá a los colombianos, tan hundidos en otros menesteres, que este 9 de octubre celebra el mundo los 450 años del nacimiento de Cervantes. ¿Quién será ese señor?, se preguntarán los jóvenes de la llamada generación X, generación iconoclasta e indesci­frable que por sus hábitos y su manera de pensar (o de no pensar) ha roto con los nexos del pasado y no está dispuesta a aceptar los ídolos que pretenden incul­carles los mayores.

Esta generación, con todo, es la que mandará en el siglo que se avecina. Esta gene­ración es la que pondrá los gobernantes, los políticos y los delincuentes de una nueva sociedad –marcada por el proceso 8.000, pero dueña de sus propias decisio­nes y libre de ataduras con nada ni con nadie– que emerge entre las veleidades de esta época frívola y violenta –¡qué paradoja!– y los avances impredecibles de la ciencia. Ciencia desconcertante que ya nos tiene delineado el mundo nuevo, espectacular y revolucionario, que en na­da habrá de parecerse a los 20 siglos pre­cedentes.

Se me antoja pensar que en el siglo XXI no ca­brá don Quijote. Además ya fue desterrado de los tiempos actuales, y por eso suena a utopía querer dárselo de ejemplo a una generación que ignora la mística caballeresca, los molinos de vien­to y las castas Dulcineas. El caballero an­dante, que sólo conocía el paso calmoso de su taciturno rocín, fracasaría hoy –para qué dudarlo– entre el estrépito de la ciencia y de las naves espaciales, los arrebatos del sexo y los embrutecimientos de la droga.

Los políticos, ante el discurso de las armas y las letras, si tuvieran paciencia de leerlo, se preguntarían: ¿Quién es ese se­ñor que pretende enseñarnos lecciones de gobernabilidad cuando aquí tenemos nuestros propios Mogollones y dictamos nuestras propias leyes? Los violentos, an­te las palabras del iluso señor cuando dice que «las armas requieren espíritu como las letras», se mofarían de él y pondrían a funcionar sus fusilerías. Ellos están muy distantes de saber que el personaje que así peroraba, a quien han oído mencionar como un loco de viento era un guerrero intelec­tual, no un guerrillero asesino.

Por eso te digo, noble caballero de la triste figura: no se te ocurra asomar tus ilustres barbas por este mundo nuestro, deshumanizado y atroz, tan diferente del que forjaste por los anchos caminos de La Mancha, porque aumentarían tus tristezas. Duerme en tu paz solariega y no salgas nunca de allí porque se te enfriaría el alma.

Sin embargo, te digo que tu mensaje ha calado hasta los huesos a quienes en verdad lo leímos y asimilamos. El quijotismo, que es una religión, una norma del buen vivir y del dulce soñar, nunca morirá.

El Espectador, Bogotá, 11-X-1997.

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