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Por el territorio de los muertos (1)

martes, 25 de octubre de 2022 Comments off

Por Gustavo Páez Escobar 

En 1836 fue dado al servicio el cementerio Central de Bogotá, y 3 años después se construyó la capilla central, al frente de la cual está el panteón donde reposan los restos del presidente Laureano Gómez, de su esposa María Hurtado de Gómez y de su hijo Álvaro Gómez Hurtado.

En abril de 1948 se enterraron en el globo 3 –en el que ahora funciona el parque El Renacimiento– los cuerpos de cientos de personas fallecidas durante el Bogotazo. Pasados 186 años desde la inauguración, hoy el cementerio está fuera de servicio y se convirtió en un gran recinto de memoria histórica. En 1984 fue declarado Monumento Nacional.

Los planos fueron elaborados por Domingo Esquiaqui, y la construcción fue adelantada por Pío Domínguez y Nicolás León. Julián Lombana edificó la portada, y en la parte alta se ve una estatua de Cronos ejecutada por Colombo Ramelli. Este dios porta un reloj de arena, que representa el curso del tiempo, y una guadaña, símbolo de la muerte.

En días pasados visité el cementerio en compañía de mi hijo Gustavo. Mi visita anterior ocurrió hace más de 10 años, cuando fui a buscar la tumba de Antonio José Restrepo, el famoso ‘Ñito’ Restrepo, que no se sabía dónde se hallaba. Se decía que en el cementerio Libre de Circasia; o en Titiribí, Antioquia; o en Barcelona, España, donde murió en 1933. Un día descubrí la noticia exacta: los restos habían sido trasladados, por gestión del presidente Eduardo Santos, de Barcelona al camposanto bogotano.

En el panteón de las Hermanitas de los Pobres notamos que hay una lápida volteada, otras dos están ladeadas, y otra tiene escritos los datos sobre el cemento fresco, con uso de algún objeto filudo. Figura una hermanita con su nombre religioso: Matilde San Agustín, y a continuación está el nombre que llevaba antes de entrar al convento: Estela Abad Mejía. Parece que es la última religiosa sepultada en este panteón, en el año 2003.

En los cementerios se descubren signos que despiertan curiosidad, sorpresa, lástima, tristeza e incluso hilaridad. Un día me dio por visitar el cementerio de un pueblo, sin ganas de quedarme todavía allí –¡válgame Dios!– , y gocé leyendo algunos mensajes dirigidos a los difuntos en forma sincera y auténtica, que adquieren para el transeúnte –¡qué pena!– el tono del gracejo. Pero sigamos el recorrido.

Nos llamó la atención la tumba de María Surley, muerta el 10 de septiembre de 1977. En ella aparece la foto de una joven sonriente, y en un ángulo se lee: “Feliz cumple hija”. Era el aniversario número 45 de su muerte, y su madre la visitó con flores frescas que irradiaban belleza entre las tumbas marchitas del contorno. No cabe duda de que ella ha ido a visitarla ese mismo día, durante 45 años, con cariño imperecedero. Tierno cuadro de amor, refrendado por esta inscripción fijada en la lápida: “Hija tu cuerpo descansa aquí, tu alma con Dios y tu recuerdo con tu familia”.

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El Espectador, Bogotá, 22-X-2022. Eje 21, Manizales, 20-X-2022. La Crónica del Quindío, Armenia, 23-X-2022.   

Comentarios 

Hay cementerios muy famosos en todo el orbe; sin embargo, por sencillos o pueblerinos que sean, guardan secretos y anécdotas muy curiosas. Hace unos días escuché a una periodista española quien por cosas de la pandemia se comprometió a trabajar con una revista dedicada a las historias y anécdotas de los difuntos. Y contó que, visitando alguno de los cementerios en París –creo –, encontró una tumba con un epitafio que decía: «Gracias por venir, disculpe que no me levante». Inés Blanco, Bogotá.

Qué interesante columna sobre el último destino para la especie humana: la parca. ¿La tumba de “Ñito” Restrepo sí reposa allí? Él fue un admirable hombre ilustrado, de rápido y mordaz verbo.  Atenas Pei (correo a El Espectador).  

Respuesta. Sus cenizas fueron trasladadas de Barcelona, España, por gestión del presidente Eduardo Santos, y se encuentran en el sector 2, denominado sector Trapecio, del cementerio Central. Gustavo Páez Escobar.

Amo los cementerios. Son el testimonio de la sociedad y representación de una estética que admiro. María Eugenia Beltrán Franco, Armenia.

¿Qué te motivó a iniciar esta serie de artículos, tema no muy frecuente en el periodismo? Me permito mencionar un pertinente dato sobre el cementerio bogotano. En diciembre de 1836, fue enterrado allí el primer hijo del general Francisco de Paula Santander y su esposa Sixta Pontón Piedrahíta, quien fue bautizado con el nombre de Juan. Él nació el día 20 de ese mes y murió a los pocos minutos. Con su inhumación, se estrenó el cementerio Central de Bogotá. Su ilustre padre era en ese entonces el presidente de la Nueva Granada. A partir de entonces, los difuntos de familias de alto rango social empezaron a ser enterrados allí, pues la costumbre era darles sepultura en las iglesias. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.

Respuesta. He sido un enamorado de los cementerios, por las enseñanzas que dejan y por el aspecto curioso o jocoso que ofrecen algunas tumbas. En Buenos Aires visité los de la Recoleta y la Chacarita. En Villa de Leiva gocé mucho con algunas leyendas dejadas por los parientes. En Soatá, mi pueblo natal, acabo de visitar su cementerio y lo encontré transformado. Gustavo Páez Escobar.

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Adelaida

miércoles, 30 de marzo de 2022 Comments off
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Quindío: arqueología e historia

viernes, 5 de noviembre de 2021 Comments off

Por Gustavo Páez Escobar

El Museo Arqueológico del Quindío fue creado por la ley 53 de 1959, adscrito al Instituto Colombiano de Antropología; en 1965 se trasladó como dependencia de la Universidad del Quindío, y fue inaugurado el 1° de julio de 1967, primer aniversario de la fundación del departamento.

Cuando llegué a Armenia en 1969 como gerente del Banco Popular, llevaba la misión de buscar contactos para obtener que la entidad administrara el museo, dentro del programa que adelantaba el presidente de la institución, Eduardo Nieto Calderón, para preservar los elementos culturales de las etnias aborígenes, labor iniciada en la Casa del Marqués de San Jorge, en Bogotá, donde se guardaban más de 10.000 piezas de diversas civilizaciones.

En 1972 se firmó entre el rector de la Universidad del Quindío, Camilo Hadad Salame, y el Banco Popular un contrato de fideicomiso mediante el cual el banco pasó a manejar la colección quimbaya, representada por cerca de 2.000 piezas. Para dicho fin fueron adaptados, a título gratuito, los pisos 7 y 8 del moderno edificio construido en la calle 21 por Fajardo Molina Hermanos, que fue inaugurado en 1973.

Además de la exhibición del tesoro quimbaya en la sede bancaria, labor que se ejercía incluso los días de fiesta, el museo se convirtió en una gran sala cultural donde se dictaban conferencias, se presentaban libros y se ofrecían diferentes actos de interés general. Otra idea fue la de reeditar la obra Recuerdos de la guaquería en el Quindío (1924), de Luis Arango Cardona, pero este plan no se pudo concretar.

Como directora del museo continuó Marina Cadavid Hernández, dama versada en esta materia y poseedora de exquisitas calidades personales, cuya presencia en el nuevo programa se prolongó por más de 10 años, hasta que el museo regresó a la universidad. En aquella ocasión, ya había dejado yo la gerencia regional del banco.  De ese hecho vine a enterarme años después, y lamenté, por supuesto, el final de aquella realización en la que habíamos comprometido entusiastas empeños como aporte a la cultura departamental.

El 23 de mayo de 1980 fue fundada la Academia de Historia del Quindío por 9 eminentes quindianos, la que entró a ejercer ponderada labor en la investigación, el estudio y el enaltecimiento de los sucesos y de las personas que han contribuido al progreso regional. Los pueblos no llegan al deseable grado de civilización sino en virtud del esfuerzo colectivo y del liderazgo de quienes forjan el desarrollo de la sociedad. El objetivo de esta academia es, por supuesto, mantener la memoria y las tradiciones de la comarca, con miras a realzar la identidad propia.

La inauguración de la academia se realizó en el Museo Arqueológico del Quindío, y a ella asistieron distinguidas personalidades, como Volney Toro, gobernador del departamento, y el obispo Libardo Ramírez Gómez. Integraron la primera junta Jesús Arango Cano como presidente, Jaime Lopera Gutiérrez como vicepresidente y Alfonso Valencia Zapata como secretario. Meses después ingresaron 4 miembros correspondientes, entre ellos Marina Cadavid, la directora del museo.

Es importante destacar el hecho de que esta dama laboriosa figuró como actora en ambas organizaciones, dadas sus particulares dotes como persona culta y con alta vocación de servicio a la comunidad. Fue mi gran colaboradora cuando dirigimos el museo, y dejó rastro en la actividad cultural de la región. Se me perdió de vista hace 38 años, cuando volví a Bogotá.

Pasado el tiempo, pregunté varias veces por ella, y nadie me dio razón sobre su vida. Alguien me informó que residía en una finca de Pueblo Tapao, pero no logré localizarla. Quería hablar con ella sobre nuestra vieja época en torno a aquellos oficios de grata recordación. Sin embargo, me quedé con el pesar de la ausencia definitiva, ya que Marina falleció hace cerca de 4 años, agobiada por un cáncer, como acabo de saberlo por el periodista y escritor Miguel Ángel Rojas. “Tuve contacto con ella –me precisa él– hasta muy pocas semanas de su muerte, de la que casi nadie se enteró”.

Sirvan estas líneas para rendir sentido homenaje a este ser extraordinario que tanto trabajó por el Quindío, y que fue un eje entre ambas instituciones. Su muerte –que muchos ignoran aún– me ha producido consternación.

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Academia de Historia del Quindío, Armenia, 31-X-2021.
El Quindiano, Armenia, 4-XI-2021. Eje 21, Manizales, 8-XI-2021.

Comentarios 

Qué interesante labor la del Banco Popular por la cultura colombiana. A mí me correspondió, como gerente de la zona Oriental, recuperar el museo de la Bagatela en la Villa del Rosario de Cúcuta y también la creación de la sala de textiles guane en el museo de la Academia de Historia de Santander. Creo que nuestras actividades en el sector financiero tuvieron matices que nos motivaron y nos llenaron de enormes satisfacciones. Eduardo Durán Gómez, Bogotá.

Conmovedora página acerca de la historia del Museo Arqueológico del Quindio. El  fallecimiento de la directora y amiga Marina Cadavid casi en el olvido duele como una fina espina en el corazón clavada. Yo, como lectora, he sentido el vacío y hasta el dolor que esta historia narra. Inés Blanco, Bogotá.

Justa la añoranza de las dos beneméritas instituciones mencionadas. Me uno a la sentida expresión de condolencia por el fallecimiento de Marina Cadavid, hermosa y culta mujer a quien tuve el honor de conocer y compartir amenas y edificantes charlas sobre temas culturales, de los cuales era una verdadera entendida. Gustavo Valencia García, Armenia.

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En el alma del Quindío (3)

martes, 14 de septiembre de 2021 Comments off

Por Gustavo Páez Escobar 

Con esta entrega finalizo las pinceladas sobre los paisajes y la gente que surgieron durante mi visita a la tierra quindiana. Volver al Quindío será siempre grato. Allí dejé  hondas raíces y bellos recuerdos a raíz de los 15 años de residencia en Armenia.

El terremoto de 1999 causó en la ciudad 921 muertos, 2.300 heridos, más de 30.000 viviendas afectadas y más de 1 millón de metros cúbicos de escombros, según el Servicio Geológico Colombiano. Me encontré en esta ocasión con el arquitecto Eduardo Fajardo Molina, exalcalde de Armenia, quien fue el constructor, junto con su hermano Gustavo, del edificio del Banco Popular.

Hablamos de aquella dantesca catástrofe que en 28 segundos tumbó el 75 % de Armenia. Y vinieron a cuento la cantidad de edificaciones derrumbadas. Sobre la sede del banco, me dijo con orgullo: “El banco no se cayó”. La construcción de ese edificio fue mi programa prioritario cuando ocupé la gerencia regional. Mi vieja casa de trabajo quedó intacta, y esto me produce regocijo.

Después del terremoto, la ciudad fue reconstruida en 5 años. Milagro prodigioso que refleja el espíritu de resistencia y progreso de los quindianos. Hoy es una ciudad nueva y esplendorosa, si bien la invasión del espacio público representa un lunar que la desfigura. Ese es el gran reto para las autoridades. En el ámbito cultural, tuve el agrado de visitar a Carmelina Soto en el sitio del parque Sucre donde reposan sus restos. Y de repasar su entrañable poema Mi ciudad: “Y nació mi ciudad en sol bañada, / los pies en tierra aurífera y oscura / y una perenne vocación de altura / en la límpida frente iluminada”… El legado que dejan los escritores, poetas y en general los artistas se convierte en patrimonio público.

Al pasar ante la estatua de Baudilio Montoya en La Bella, Calarcá, sentí como si regresara el pasado del Quindío romántico y bohemio. Y me acordé, por supuesto, de personajes muy ligados a mis afectos: Euclides Jaramillo Arango, Eduardo Arias Suárez, Alirio Gallego Valencia… En la Casa de Cultura de Calarcá visité las tumbas que guardan las cenizas de Luis Vidales y de Javier Huérfano. Pueblos, paisajes, parques, personas, estampas múltiples… todo fue brotando en alas de la emoción y la añoranza. El Quindío cabe en un rincón del alma.

La última pincelada es para la visita al Cementerio Libre de Circasia, obra fundada por Braulio Botero Londoño en 1928. En contra de la norma discriminatoria de la Iglesia católica en aquellas calendas, el cementerio abrió sus puertas para cualquier ciudadano, sin tener en cuenta su ideología política o religiosa. Y fue destruido por el fanatismo en la década de 1950.

Entrar hoy a ese recinto artístico donde no existen cruces ni signos lúgubres, y que subsiste a pesar de las embestidas políticas y clericales de otros tiempos, equivale a encontrar un retazo de sosiego –y también de historia patria– en medio de la realidad de la muerte.

El Espectador, Bogotá, 11-IX-2021.
Eje 21, Manizales, 10-IX-2021.
La Crónica del Quindío, Armenia, 12-IX-2021.

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Comentarios

No hace falta ser poeta para percibir en tu crónica la emoción de tus palabras y la mirada a un pasado que conmueve el alma y se fija en el recuerdo como un pálpito que no cesa. Me encantó esa dulce nostalgia, salpicada con la visita a los lugares sagrados donde reposan seres entrañables, grandes poetas: Carmelina Soto, Luis Vidales, Javier Huérfano, tan cercanos en las palabras y en la amistad. El encuentro con tus amigos ya desaparecidos y con el arquitecto causó, sin duda, conmoción en tu ánimo. Inés Blanco, Bogotá.

Bueno, así le rindió merecido culto a esa enormemente bella región. Sobre la misma que una vez el cantautor argentino Alberto Cortez dijo que no conocía tierra de tan singular belleza. Atenas (correo a El Espectador).

Gratos recuerdos tenemos de su paso por el banco. Los quindianos nos sentimos representados por usted. Álvaro (correo enviado a El Espectador).

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La importancia de llamarse Gustavo Páez Escobar

viernes, 3 de septiembre de 2021 Comments off

Gloria Chávez Vásquez

“La memoria no es lo que recordamos, sino lo que nos recuerda.
La memoria es un presente que nunca acaba de pasar”.
Octavio Paz. Poeta y ensayista mexicano (1914–1998)

En 1971, El Espectador celebraba sus 90 años de existencia con el Concurso Nacional del Cuento. En él participa toda una generación de escritores colombianos en ciernes. Nadie recuerda al ganador, pero el hecho de que aparecía publicado en el Magazín Dominical confirmaba la calidad del cuento. Uno de ellos, “El sapo burlón”, lo había escrito el gerente del Banco Popular en Armenia, Quindío.

Con ese cuento, Gustavo Páez Escobar (1936), nacido en Soatá, Boyacá, iniciaba su aventura como escritor y periodista. Ese mismo año, en medio de su bonanza literaria, comienza a escribir la columna semanal Salpicón, que aparece en La Patria de Manizales y en El Espectador de Bogotá. En 1981 publica una colección de 20 cuentos auspiciada por la Biblioteca del Banco Popular, y al año siguiente El Tiempo escoge “Humo” como uno de los mejores cuentos publicados ese año. Su novela Destinos cruzados, escrita en su adolescencia, es llevada a la pantalla chica en 1986 por Fernando Soto Aparicio como la primera telenovela de RCN.

¿Qué milagro convirtió a un gerente de banco en escritor prolífico? En realidad, el escritor convivía con el economista. En su adolescencia, Gustavo ya era un ávido lector que estudiaba en serio el griego y el latín. El hogar de sus padres era fruto del estudio, la disciplina y el amor por la poesía. Pedro Páez Cuervo fue médico en las selvas del Casanare, y Herminia Escobar era educadora; de sus seis hijos, Jorge Alberto (capitán de navío de la Armada Nacional) escribió poesía (Bitácora de ensueños) y Gustavo se dedicó a la prosa.

La vida laboral de GPE transcurre en la Contraloría Departamental de Boyacá, y luego en el Banco Popular como ejecutivo en Bogotá y otras ciudades. Como gerente en Armenia logra que el banco construya la moderna sede y que el presidente del banco en esa época, Eduardo Nieto Calderón, lo respalde en su proyecto de dedicar 2 pisos del edificio al Museo Arqueológico.

Conoce a Astrid Silva Ortiz en Bogotá, una bella joven que trabajaba en la General Electric. Fue amor a primera vista. Se casaron a los ocho meses y ella se retiró de la empresa para dedicarse a las labores del hogar. Astrid se compenetró tanto con el escritor su esposo que, según él, en sus 58 años de casados “ha sido mi faro y mi motivación en esa labor”. Sus tres hijos son exitosos profesionales. Su hija Liliana trabaja en Caracol Radio, Fabiola es ingeniera de Sistemas y Gustavo es administrador de empresas, especializado en mercadeo. Los Páez Silva tienen una nieta, Valeria, de ocho años.

Durante sus 15 años de residencia en el Quindío, Gustavo Páez se identificó con la región y sus tradiciones. “Me encantaron la amabilidad, la simpatía y la hospitalidad de la gente, y entré a compartir el ambiente cultural que allí se vivía. Estaba en mi salsa”. Más lealtad aún porque fue en esa región donde realizó su vocación literaria. La región lo honró con cuatro condecoraciones, entre ellas la Medalla al Mérito Artístico, otorgada por la Gobernación, y el Cafeto de Oro, por la Alcaldía de Armenia.

Gustavo Páez nos revela un secreto bien guardado hasta ahora, en esta anécdota: un día el rector de la Universidad del Quindío, Horacio Salazar Montoya, le informó que el centro docente había dispuesto concederle el doctorado honoris causa en Literatura. Muy a su pesar declinó el honor, porque su ética profesional no le permitía ignorar los conflictos de interés entre el banco y la universidad. “Deseaba conservar mi independencia al frente del cargo”, dice Páez Escobar.

Entre sus libros publicados: “Ráfagas de silencio”, una obra de vivencias en la selva inhóspita con la figura del legendario Tulio Bayer como personaje central.  “Ventisca” describe la destrucción de un pueblo, similar a la tragedia de Armero. En “Biografía de una angustia” Páez demuestra su empatía natural y calidad como biógrafo, escribiendo sobre la vida del poeta colombiano autoexiliado en México Germán Pardo García. El libro es publicado en 1994 por el Instituto Caro y Cuervo. En 2002, escribe sobre las experiencias y observaciones de sus viajes, un itinerario de diez mil kilómetros por los países europeos, realizado en el otoño de 1998, al que titula “El azar de los caminos”. En 1998 edita “La noche de Zamira”, una novela sobre los problemas socioeconómicos derivados de la bonanza cafetera. En 2003, la Academia Boyacense de Historia publica “Laura Victoria, sensual y mística”, la biografía de la pionera de la poesía erótica en Colombia.

Aparte de que mantiene colaboraciones en La Crónica del Quindío, Eje 21 de Manizales y algunas revistas, como Mirador del Suroeste de Medellín y Aristos Internacional de Alicante, España, Gustavo Páez Escobar es miembro de la Academia de Historia de Boyacá, de la Academia Patriótica Antonio Nariño, del Instituto Sanmartiniano de Colombia, entre otras.

En la vida de este boyacense que respiró el aire quindiano por espacio de 15 años, se da muy bien aquello de que la persistencia con paciencia todo lo alcanza. En su sensatez de carácter, Gustavo ha alcanzado lo que se ha propuesto, con una disciplina y vocación extraordinarias. Conocido en el medio intelectual por su don de gentes, su generosidad y respeto hacia sus colegas, ha guiado a muchos al tiempo que brindaba su amistad. Virtudes que no son comunes en el egocéntrico mundillo literario de nuestro país.

Como testigo de la historia y la cultura, Gustavo Páez Escobar es un referente para las nuevas generaciones de académicos y escritores. De sus más de 2.000 artículos periodísticos, guardados en su página literaria digital, más de 300 son sobre el Quindío. Su primer libro de cuentos fue incluido en la Cápsula de El Tiempo, a abrirse en 2052.

Constante en su método, Gustavo ha cuidado bien lo que será su legado. Con la colaboración de Astrid, la guardiana de sus archivos, y Fabiola, la hija experta en la moderna tecnología, sus escritos han sido preservados como una herencia de amor para la patria.

Gloria Chávez Vásquez es escritora, periodista y educadora residente en EE.UU.

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Comentarios

Me alegra sinceramente la bella página escrita por Gloria sobre tu vida y tu carrera literaria. Tu importante participación en el mundo de las letras merece ser exaltada. Eres un escritor serio, con una pluma depurada y una disciplina excepcional. Felicitaciones extensivas a Astrid y a los tuyos. Importante también la referencia sobre tu vida laboral porque dejaste huella en esta tierra.  Muy hermosa tu foto con Valeria.

Muy bellas y merecidas todas las notas de solidaridad y afecto que has recibido con ocasión de la página de Gloria. En el largo ejercicio de vivir y escribir van quedando muchos episodios importantes de la vida, en una suerte de neblina. Bueno es que alguien recuerde el camino recorrido por una persona que, como tú, ha dejado plasmada su impronta. Esperanza Jaramillo García, Armenia.

Respuesta. Aprecio mucho tus nobles palabras. Como sabes, el reconocimiento en el mundo de las letras es escaso. Esta es una áspera realidad. El oficio del escritor es el más solitario del mundo. Si existe verdadera vocación para la escritura, y esta se ejerce con convicción, sacrificio y altas miras, se obtienen en silencio grandes satisfacciones. Cuando uno mira hacia atrás en el final de la vida, lo que en realidad se salva es lo constructivo, lo que se ha forjado con rigor y firmeza, lo que se ha escrito con sangre. Lo demás se lo lleva el viento.

Ya desaparecido el escritor de la escena del mundo, quizás alguien, con el correr del tiempo, lo recuerde por algún libro que ya nadie menciona. Por eso, disfrutemos en vida de un aplauso, de una flor, de una sonrisa, antes de entrar en las sombras del olvido. Gustavo Páez Escobar. 

Me uno a cada palabra que Gloria Chávez escribe sobre la vida literaria del papá escritor y en especial a las palabras sobre el maravilloso ser humano que me dio la vida y del cual me siento tan orgullosa. Este legado es de inmenso valor para mi vida. No hay mejor herencia que la del buen ejemplo.

Un padre intachable, de valores indestructibles, lleno de sabiduría, siempre presente para la familia. Cada consejo es acertado y más que consejos nos da vivencias y palabras de aliento para continuar por el camino recto que nos trazó desde pequeños. Gracias, Gloria, por exaltar la vida literaria de mi papá y su condición humana. Le agradezco a Dios a diario por haber nacido dentro de una verdadera familia y tener como padres unos seres inigualables. Liliana Páez Silva, Bogotá.

Desde 1971 hasta la fecha hay un largo camino muy bien recorrido en tu casi silenciosa pero fructífera tarea como cuentista, novelista, cronista, biógrafo, periodista, gestor e impulsor del arte y los artistas, donde la calidad de los trabajos te dejan, sin ninguna duda, una satisfacción enorme, al lado de tu cómplice Astrid y la admiración y reconocimiento de tus hijos, lectores y amigos, entre quienes me cuento, desde el año 1994, cuando nos presentó el escritor Óscar Londoño Pineda, con ocasión de la publicación de «Biografía de una angustia» acerca de mi pariente el poeta Germán Pardo García. Gloria ha hecho un retrato, una pintura o un mapa de tu historia, sin error en el lienzo, ni en el color ni en el tema. Inés Blanco, Bogotá.

Esta frase es la que más me llama la atención de lo que escribe Gloria Chávez: «Conocido en el medio intelectual por su don de gentes, su generosidad y respeto hacia sus colegas, ha guiado a muchos al tiempo que brindaba su amistad»: Lo de don de gentes, sí, así está muy bien descrito. Loretta van Iterson, Ámsterdam, Holanda –autora del bello libro Nido de oropéndolas (2010)–.

La impecable redacción y el mágico manejo del idioma es una dupla con la cual nos has hecho soñar, reír y llorar. Yo también digo: ¡Gracias! Gracias por enseñar con tu pluma. Gracias, colega. Gracias, primo mío, por dejar honda huella en el oficio literario que inició en el lejano Llano el poeta Pedro Páez Cuervo a quien la vida te entregó por hijo. Siempre has sido nuestro orgullo. Colombia Páez (El Nuevo Herald, Miami).

Tu carrera como escritor bien merece este y muchos más reconocimientos. Recibe mi abrazo de felicitación, que estoy seguro se sumará al de muchas otras personas que te admiran y siguen tu producción periodística y literaria. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.

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