Archivo

Archivo para domingo, 26 de julio de 2009

Biografía de una angustia

domingo, 26 de julio de 2009 Comments off

B_angustiaEl hombre siempre ha sentido espanto ante la muerte. Lo horroriza la sangre. Muchos se desvanecen ante ella. La sangre es la vida, y perderla es morir. Cuando sale a borbotones y no se detiene como en la escena dantesca que se acaba de narrar, a uno se le hiela la propia sangre.

cenefitaPrólogo

DIMENSIÓN DE LA ANGUSTIA

Dice el filósofo danés Sören Kierkegaard que «si el hombre fuese un animal o un ángel, no sería nunca presa de la angustia.». Ésta es connatural al ser humano y arranca desde Adán con el concepto del pecado. El mismo autor señala que “quien ha aprendido a angustiarse en debida forma, ha aprendido lo más alto que cabe aprender».

Estas deducciones permiten deducir que el hombre no logrará librarse nunca de la angustia, aunque es posible administrarla para que no le arruine la existencia. Si no se sabe manejar la angustia, y para esto no existen fórmulas infalibles, la infelicidad es desastrosa. Sufren más los espíritus sensibles, los soñadores y los genios, ya que la ansiedad crece en proporción al grado de hiperestesia del individuo. Cuanto más espíritu, tanta más angustia. Y en sentido contrario, la falta de espíritu produce felicidad.

Conozco un ser angustiado desde la cuna. Su desgracia, lejos de curarse o mitigarse, siempre fue en ascenso. Dominado por la perturbación del espíritu, se abrió las venas. Lo salvó la casualidad, y otra vez continuó sufriendo, ahora con más inquietud. La víctima de esta zozobra creciente no ha muerto todavía, de muerte natural, pero muere todos los días de amargura pavorosa. Vive más en la tumba que en el mundo. Pronto cumplirá 89 años, edad longeva para cualquier mortal, incluso para Germán Arciniegas, que ya pasó de los 90 y sigue siendo joven. La diferencia entre ambos consiste en que el uno aprendió a manejar la angustia y el otro no. Los dos comenzaron al tiempo sus carreras literarias en la misma Bogotá gris y meditativa. Ambos son grandes talentos de América. Pero el uno es feliz y el otro desdichado.

Los sicólogos y los siquiatras han fracasado con Germán Pardo García, el poeta que no logró dominar sus neuronas. Habría que censurar en este caso no al paciente sino a la ciencia, la cual no ha sido capaz de cantar victoria sobre una mente trastornada en lindes con la locura.

Este libro es el reflejo de una angustia. Y de una angustia cósmica, para mayor precisión. Cuando pretendía escribirlo me hallé frente a este dilema: ¿hay que ensalzar al poeta, a quien le sobran elogios, o dignificar su angustia, encumbrar su locura? ¡Dignificar su angustia, encumbrar su locura! Por eso, mi libro es la biografía de una angustia. No es la biografía de un hombre, en el estricto sentido de ponerlo a caminar sobre el planeta con precisión de fechas y con acomodo de datos (a veces, esto es la historia), sino que es la ampliación de un concepto: el dolor. En el dolor de este poeta se compendia el dolor de toda la humanidad.

Germán Pardo García no habría plasmado, sin su tragedia, su obra portentosa. Es ésta una de las más bellas manifestaciones del espíritu que se hayan escrito en el mundo. Si como Rimbaud no hubiera descendido al infierno, la humanidad se habría perdido de este destello genial que, para honra de Colombia, ilumina hoy el concierto de las naciones. “La desgracia –dijo Rimbaud– ha sido mi dios. Me revolqué en el fango. Me sequé con el aire del crimen. Y le jugué buenas partidas a la locura”.

Un día, Germán Pardo García intentó suicidarse. Lo delató un hilo de sangre que algún vecino, despavorido, hizo detener para que la poesía lanzara uno de los gritos más hondos que hayan salido jamás de las cavernas de la muerte. Esos cantos, recogidos en el libro Tempestad, representan el drama del hombre desvertebrado que cae en las sombras del sepulcro y luego, para infortunio suyo, resucita. La intensidad de esta tragedia no gira hacia el hecho pasado sino a que el acto pueda repetirse, como varias veces ha tratado de suceder.

El poeta estaba loco. Y gracias a su angustia demencial le brotaron los versos más asombrosos sobre el trance sin regreso, que él superó, cuando no ha debido desandar el camino. Ésa es su mayor desgracia: seguir viviendo angustiado.

Otra faceta generadora de graves conflictos es la vida del poeta en su confusión religiosa. De místico sereno salta a arrebatado poeta de la ciencia. Dios, en su más extenso sentido, inspiró su primera poesía. Vienen después tiempos de escepticismo e incredulidad religiosa. Por épocas deja ir a Dios y más tarde, como un desesperado, lo busca y lo encuentra. Y otra vez se le escapa.

Todo individuo tiene un fondo religioso que no puede negar porque hace parte de su especie y de su inmortalidad. Si se abjura de la fe ancestral, la personalidad se desorienta y el espíritu se trastorna. Germán Pardo García, a pesar de sus desconciertos, siempre se ha reconciliado con Dios; incluso, y por ello mismo, en sus más terribles trances frente a la soledad y la muerte.

Antes de ponerme a escribir las páginas de este libro había leído un ilustrado ensayo de Vicente Landínez Castro sobre lo que debe ser la biografía moderna. Allí aprendí que no sólo se escriben biografías sobre hombres, sino también sobre ríos, animales, estados del alma y toda clase de acontecimientos humanos. “En la actualidad –dice Landínez Castro–, la biografía tiene el encanto de la novela, la erudición de la historia, la gracia de la crónica y la profundidad de un tratado de psicología. Persigue ella entregarnos la veraz y viva imagen del hombre”.

Este libro, más que la historia de un poeta, es el retrato que busca ser de su alma. Me he esforzado por captar con estas pinceladas su ansiedad crónica, y ojalá que el resultado no sea inferior al propósito de llevar a los colombianos, sobre todo, el cuadro palpitante de un alma afligida que hoy languidece, como aquella llama al viento de Porfirio Barba-Jacob, en lejana tierra. Éste es un tratado sobre la angustia. Y aspira a ser, por consiguiente, un espejo del hombre.

Por razones obvias, en este trabajo aparecen muchas veces las palabras Méjico y sus derivados, que el autor escribe con j, incluso cuando proceden de cartas y periódicos recibidos de la tierra azteca, en la cual la grafía de tales vocablos se usa con x a pesar de pronunciarse con j. En estas páginas sigo la regla de la Real Academia según la cual no hay en español palabras que se escriban de un modo y se pronuncien de otro. México, con x, es una grafía de uso mejicano, que tiene además sentido nacionalista y traiciona la fonética. En mi escritura defiendo el uso colombiano de la jota.

GUSTAVO PÁEZ ESCOBAR

cenefitaUn fragmento de la obra

PRESENCIA DE LA MUERTE

Vi al cuervo de Edgar barrenándome la nuca con su
taladro córneo,
y me abrí las arterias para el trance infinito.
Libro Tempestad, 1980.

El 29 de septiembre de 1979, una noticia brusca le da la vuelta al mundo: Germán Pardo García se ha abierto las venas. El mundo se sorprende. Colombia se estremece.

A las 5 de la mañana ocurre la tragedia. El poeta, “destrozado materialmente por la imagen de una mujer a la que sigue amando”, según lo declara más tarde, presa de infinita angustia, se abre las arterias. La sangre ha caído en una vasija preparada para el efecto, y cuando ésta se llena, forma un cauce que llega a la calle. El poeta, en medio de tremendo pavor, presencia su propia agonía. Algún amigo coincidencial advierte el flujo de la sangre, derriba la puerta y conduce al agonizante hacia la Cruz Roja.

El presidente de la República, licenciado José López Portillo, amigo y admirador del poeta, pone a su cabecera los mejores médicos del país. El corazón está a punto de detenerse: apenas tiene 25 pulsaciones. La muerte retrocede mientras un soplo de vida inunda la habitación. Los carbones del sepulcro no alcanzan a prenderse. El poeta sale vivo de la tumba. Al año siguiente publicará Tempestad, terrible testimonio de aquellas horas de pánico. “Ese libro es el infierno bramando en mí”.

El hombre siempre ha sentido espanto ante la muerte. Lo horroriza la sangre. Muchos se desvanecen ante ella. La sangre es la vida, y perderla es morir. Cuando sale a borbotones y no se detiene como en la escena dantesca que se acaba de narrar, a uno se le hiela la propia sangre.

Hay un cuento maravilloso de Gabriel García Márquez –El rastro de tu sangre en la nieve–, publicado por la editorial Oveja Negra en 1983, donde un hilo de sangre que no se estanca mantiene petrificado al lector durante todo el relato. Es un cuento terrífico, y por fortuna un hermoso cuento de amor, en el cual la lenta agonía de Nena Daconte, ocasionada por una herida que no cesa de sangrar, invade al propio lector. Parece que García Márquez se hubiera basado en el hilo de sangre salido de las venas del poeta en aquella madrugada de horror que se replegó por los aires de América, para escribir su cuento fantástico.

Pardo García siente desde los lejanos días de su juventud especial atracción por la muerte. El suicidio de Silva es para él una imagen fascinante que después traslada a sus propios versos con extraño placer. El acercamiento de Pardo García al poeta muerto es obra de la seducción. En él ve su derrotero. Sobre el bardo de los Nocturnos anota lo siguiente Rufino Blanco Fombona: “Silva pertenecía a la gran familia de los neurópatas: delirante, ansioso, erotómano y, por último suicida (…) El poeta, no más feliz que el héroe, apuró también la copa socrática. Se había partido el corazón con una bala. Elegante hasta sus últimos momentos, se mató con tan estudiadas precauciones que su lecho no estaba desarreglado. Del corazón, herido, había brotado un arroyito que empurpuró las blancas sábanas. Un hilo de sangre, como una culebrita roja, serpenteaba en el suelo”. Ese mismo arroyito de sangre es el que denuncia el intento suicida de Germán Pardo García.

¿Coincidencias del destino? ¡No! Pardo García llevaba en el cerebro, desde sus visitas al cementerio bogotano, la idea fija de la muerte. La única diferencia entre ambos suicidios es que a Pardo García no lo acompañó la suerte para morir. No fue, en su fatal determinación, llamado por los dioses que asistieron a Sócrates cuando con admirable serenidad bebió la cicuta. El poeta colombiano se abre las venas, como Petronio, pero luego se las tapona la ciencia.

cenefitaComentarios

Fragmentos

Es un libro amargo, pero intenso y estremecedor. Qué afortunado y bien logrado paralelo el que hiciste de Germán Pardo García con José Asunción Silva, los más fieles retratistas de la Bogotá de antaño, del frío del páramo y de la niebla triste y gélida que envolvía como un sudario tanto los cuerpos como las almas de los ensimismados habitantes. Biografía de una angustia está llamada a ser considerada como una obra clásica en su género, y como una fuente de ineludible consulta Vicente Landínez Castro, Barichara, 15 de marzo de 1995. Repertorio Boyacense, junio de 1996.

Es tan dramática la historia de Germán Pardo García, que alguna vez dudé que fuera cierta. Leyendo tu libro, ya no puedo poner en duda que fue el poeta magistral y trágico. De qué fatal manera signó la vida de Germán aquel páramo de hielo de su aterrorizada infancia. Esta biografía me tiene hechizada. Tal vez mucho más ahora que cuando de labios del maestro escuchaba la narración de su vida vacía. Pero ni la soledad ni el destino mismo, ni su propio excéntrico modo de vida, pusieron barrera al talento fuera de serie de uno de los más grandes poetas del mundo. Gloria López de Robledo, Manizales, 15 de marzo de 1995.

Trabajo como corrector en la Imprenta Patriótica del Instituto Caro y Cuervo; tuve el honor de trabajar en su excelente libro Biografía de una angustia desde la revisión del original (entre los más pulcros y legítimamente profesionales que hayan pasado por mi humilde escritorio), prosiguiendo con las sucesivas pruebas que se van elaborando hasta garantizar la impecabilidad de la edición. Al recorrer la biografía escrita por usted, pude llegar a conocer íntimamente el alma de precipicio del poeta, con lo cual mi admiración por él y mi comprensión de su obra alcanzaron un alto nivel, más profundo y entrañable. Roberto Pinzón Galindo, Bogotá, 3 de abril de 1995.

En Biografía de una angustia, usted se consagra como tremendo biógrafo de uno de los más grandes poetas que ha dado Hispanoamérica. Usted se sublimó al haber tenido el coraje de exprimir material tan abrupto, tan divino-diabólico, tan antisocial, tan rudo y tan cósmico. Sus páginas brillan por la fluidez de su estilo, la facilidad de decir cosas difíciles, la habilidad de enderezar lo torcido. La personalidad de don Germán Pardo García es extremadamente polifacética, y yo, personalmente, tengo ideas muy encontradas y opuestas acerca de la naturaleza de este monstruo del mundo ético y del clima poético. Vicente Jiménez, Orlando, Estados Unidos, 10 de abril de 1995.

Páez Escobar nos entrega una apasionante biografía del poeta Germán Pardo García, fallecido en la ciudad de México, donde vivió y trabajó a lo largo de 60 años, el 23 de agosto de 1991. Atraído por la lectura de Pardo García y por la revista Nivel, Páez Escobar inició la redacción de la obra citada hace algunos años. Para mayor información, escribió al poeta y entre ellos se produjo una serie de cartas maravillosas, cartas que se incluyen en el libro. Por fin, acompañado de su esposa, el biógrafo vino a México para conocer personalmente al poeta y hablar con él. En síntesis, una obra extraordinaria y muy necesaria, ésta que Páez Escobar pone en nuestras manos ya que, como bien lo afirma Plinio el joven, “es una misión noble rescatar del olvido a los que merecen ser recordados. Luis D. Salem, Excelsior, Últimas Noticias, Ciudad de Méjico, 23 de marzo de 1995. Revista Manizales, mayo de 1995.

Esta lectura me ha hecho remontarme a 1969 cuando, siendo yo cónsul general de Colombia en Ciudad de México, conocí al gran poeta Pardo García y tuve el privilegio de ser recibido por él en su morada. Soy de las pocas personas a quienes él distinguió con amistad, era muy huraño (como dice Páez Escobar) y muy celoso de su intimidad, pero muy cálido cuando se lograba llegar a su fina, delicada sensibilidad. Óscar Echeverri Mejía, Diario del Otún, Pereira, 3 de julio de 1995.

Nada más acertado que una gran pluma como la suya se ocupe de otra grande, como fue la del creador de una escuela poética que, por sus características propias, yo la llamaría “pardogarciana”. El maestro Germán Pardo sabía del gran aprecio que usted siempre le profesó –sentimientos que estuvieron correspondidos–, por lo que a él no le sorprendería, si acaso hay percepciones en el más allá, este justo homenaje post mortem. Henry Kronfle, Méjico, D. F., 4 de mayo de 1995.

Usted retrata a Germán Pardo García en la realidad cotidiana con prolija exactitud: su impecable atuendo, sus maneras, su hospitalidad presente en los pequeños detalles, y, sobre todo, su dolorosa soledad. Me conmovió el paralelismo que establece usted entre Asunción Silva y Germán. Temporalmente Pardo García era un romántico. Usted se centra en algo que para mí es fundamental: la angustia cósmica de Germán Pardo García. Allí reside su singularidad y genialidad. La hermandad del poeta con Einstein desmesura su poesía; en su libro usted trata el tema con sabia ecuanimidad. Tal vez ese género de poesía no sea la que le dé la inmortalidad. Mas el que sepa leer hallará en Germán al poeta del Apocalipsis y en sus poemas últimos la comunión con lo Absoluto. Carmen de la Fuente, Lomas Verdes, Estado de Méjico, 30 de julio de 1995.

Páez Escobar, espíritu alerta y sensitivo, se documentó cuidadosamente, exploró zonas tenebrosas, indagó, buscó, confrontó y, sobre todo, releyó y estudió con atención la poesía huracanada en la que el maestro deja innúmeras ráfagas testimoniales del dolorido y espantoso existir. Pardo García queda en este libro muy fielmente reflejado. Pocas veces un título fue mejor puesto que el de Páez Escobar. Biografía de una angustia es la vida vista desde adentro, desde lo abisal, desde el infierno mismo del dolor eternamente rugiente y acompañante. Hernando García Mejía, El Colombiano, Dominical, 30 de julio de 1995. La Crónica del Quindío, Armenia, 6 de agosto de 1995. Prensa Nueva Cultural, Ibagué, agosto de 1995.

Una biografía excepcional, con un protagonista excepcional: Germán Pardo García. Gustavo Páez Escobar ha logrado una obra singular, gracias a dos factores fundamentales: la versatilidad y el estilo literarios, de una parte; y la profundidad psicológica, de otra. Esta biografía es la penetración sutil, pero exacta, en los hechos y en los factores psicológicos que incidieron en su realización. En este caso, en la creación poética de Pardo García, uno de los más grandes poetas colombianos y, quizás, el más fecundo de todos ellos Sergio Mejía Echavarría, El Colombiano, Medellín, 9 de agosto de 1995. Platea, 33, No. 119, Medellín, septiembre de 1995.

He leído con sumo interés la biografía de Germán Pardo García. Yo conocía su obra sobre todo por las antologías de Andrés Holguín y me ha sorprendido el relato de su vida. Helena Araújo, Lausana, Suiza, 9 de agosto de 1995.

Pardo García nos legó una obra poética de magnitud y riqueza sin pares. Alimentada por esa angustia existencial que analiza acertadamente su biógrafo. Páez Escobar nos lleva a los desolados páramos de las inmediaciones de Choachí, en donde transcurrió para el poeta su amarga infancia que dejaría profundas huellas en su devenir vital. Roberto Uribe Pinto, El Nuevo Siglo, 22 de agosto de 1995.

Con la lectura de esta magnífica obra, admiro una vez más el sentido que para usted tiene la amistad. Puede sentirse orgullo de que la palabra promesa esté incluida en su código ético de caballero. Usted lo ha logrado, maestro Páez Escobar, con toda plenitud. El mismo poeta vislumbró lo que sería su estudio y anticipó las gracias por su trabajo: “Tiene usted una poderosa grandeza de alma para ver lo que está sumergido bajo capas geológicas que acumularon sobre mi alma un derrumbe de amargura”, le escribió el poeta. Francelina Villalobos de Pico, El Espectador, 29 de agosto de 1995.

Es un libro valioso, sólido desde todo punto de vista. La forma en que lo estructuras me pareció magnífica, porque los hechos, la correspondencia entre Germán y tú, sus poemas que escogiste precisos para momentos o etapas cruciales de su vida; y la angustia, siempre presente, siempre ahondando los acontecimientos, van dándole a tu obra profundo interés y atractivo. Beatriz Segura de Martínez de Hoyos, Méjico, D. F., 18 de septiembre de 1995.

Sabía que había escrito la biografía del excelso poeta Germán Pardo García, con quien me unió una generosa amistad por más de 50 años, pero la realidad superó mi expectativa al encontrar un relato minucioso escrito en un castellano limpio y transparente por el buen prosista Gustavo Páez Escobar. El espíritu del poeta golpeado fuertemente por tantas desdichas le suministró los elementos de rebeldía y angustia necesarios para inspirarle una obra atormentada, densa y valiosa. Libro rico en anécdotas, algunas de las cuales hacen estremecer. Vale la pena leer esta excelente biografía de uno de los valores literarios más puros y cimeros de la poesía colombiana de todos los tiempos. Álvaro Orduz León, El Espectador, 3 de octubre de 1995.

Germán Pardo García no ha recibido la atención crítica que merece, a pesar de haber sido propuesto varias veces para el Premio Nobel de Literatura. ¿Sería en parte por su larga residencia en México? ¿O por nunca haber querido “comerciar con sus libros”, como acostumbraba insistir? Ahora este poeta mal comprendido y mal apreciado, que llevó una vida atormentada, tiene su biógrafo ideal en Gustavo Páez Escobar, quien estudia a fondo al hombre en su Biografía de una angustia. James W. Roob (profesor emeritus, Washington), El Espectador, 23 de octubre de 1995.

Esta obra testimonia con entrevistas, análisis, ensayos, poemas, cartas personales entre el poeta y el autor de este interesante libro que requirió un seguimiento muy metódico y la investigación de una biografía intensa. Prensa Nueva Cultural, Ibagué, noviembre de 1995.

Este ensayo del notable escritor Gustavo Páez Escobar es sin duda el estudio más amplio y profundo que se ha hecho sobre el gran poeta Germán Pardo García. El autor ha seguido paso a paso las influencias del medio, las influencias literarias y la tremenda soledad que acompañó durante su larga existencia al poeta de Pankrátor. Una técnica y una instrumentación literaria y estilística adecuadas y originales para la realización de un trabajo meritorio y muy valioso dentro de la bibliografía nacional. La República, Bogotá, 19 de noviembre de 1995.

Se trata, sin duda, de una obra desgarradora, escrita con prosa magistral, sobre uno de los grandes de nuestra poesía. Además de aporte, significa reparación moral y, también, literaria a un valor de dimensión continental. Con esta biografía te sitúas como escritor de altísima categoría y, sobre todo, como un analista que ha sido capaz de acompasar el sentimiento con el rigor. Jorge Mario Eastman Vélez, embajador de Colombia en Chile, 26 de enero de 1996.

Gustavo Páez Escobar conduce al lector por los laberintos que lo llevaron a las profundidades del artista, en ocasiones oscuras y en ocasiones luminosas. Es esta una contribución óptima a la cultura colombiana, no solo porque con su trabajo el autor rescata al poeta para las nuevas generaciones, sino porque redime en parte el aura de dureza que han ido adquiriendo a través del cinismo literario muchos de nuestros escritores. Gloria Chávez Vásquez, desde Miami. Prensa Nueva Cultural, Ibagué, febrero de 1996.

Tu libro sobre Germán Pardo García es una verdadera maravilla; es el homenaje más emocionado y emocionante que pudiera rendírsele a ese gran hombre singular que vivió el dolor humano en todas sus dimensiones y supo, a través de ese dolor, entender al hombre y a Dios. Has hecho un trabajo espléndido y en ello encontrarás tu mejor recompensa. Aída Jaramillo Isaza, directora de la revista Manizales, 19 de abril de 1996.

Obras así, escritas con la frenética pasión de quien redime a uno de los más categóricos, atormentados y olvidados poetas latinoamericanos; libros sin giros teóricos que opaquen al personaje o conviertan su tragedia en literaria estructura; libros así, señalan sin pudor, como lo reconoce Páez Escobar citando a Sartre en el epígrafe de su obra, que “la biografía es un arrume de miserias”. Biografía de una angustia no sólo es el más sincero y profundo homenaje que se le haya tributado al poeta ibaguereño, sino también una visión metafísica y psicológica del acto poético. Humberto Senegal, La Crónica del Quindío, 7 de agosto de 1996.

El relato que hace usted de la vida y las múltiples facetas del poeta es realmente maravilloso. Yo tenía un muy prejuiciado concepto sobre este escritor y lo imaginaba tímido y aislado, casi sumiso ante el destino que le tocó vivir desde muy pequeño. Usted retrata, por el contrario, un alma impetuosa y de una firmeza extraordinaria en toda su existencia. La tenue línea Ibagué, Choachí, El Verjón, el Bogotá macilento de 1918 y finalmente su expatriación voluntaria al gran país mexicano, deja entrever el profundo dolor de su alma, que debe ser la columna vertebral de su poesía. Eduardo Arcila Rivera, Siglo del Hombre Editores, Bogotá, 15 de noviembre de 2007.

Categories: Biografía Tags: