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¡Bienvenida, Laura Victoria!

jueves, 10 de noviembre de 2011

Salpicón

Por: Gustavo Páez Escobar

La insigne lírica colombiana, que cumple 48 años de residir en Méjico, acaba de regresar a su patria, por breve temporada, en compañía de su hija Beatriz –la cé­lebre Alicia Caro del cine mejicano–. Laura Victoria, a lo largo de este duro destierro, ha vivido nostálgica de Colombia y siempre ha deseado el retorno definitivo, aunque esto ya no será posible por cuestiones de índole familiar.

Ahora, así sea en forma fugaz, vuelve a tocar suelo colombiano y siente que la patria se le agranda en el sentimiento. Uno de los poemas más hermosos que elaboró en la distancia es el llamado Canto a Colombia, donde repasa palmo a palmo la geografía nacional y derrama so­bre ella lágrimas de ausencia. Estar de nuevo en Colom­bia es reencontrarse con lo más íntimo que el ser lleva en el alma. Es despertar de nuevo a la juventud y sen­tir, como si fuera ayer, los aplausos con que los públicos emocionados aplaudían su poesía amorosa.

Volver a Colombia será para ella, sin duda, y así mis­mo sucederá con Beatriz, un renacimiento de su tierra maternal, tierra ancha y absorbente que las aca­rició con sus aires frescos y ahora las abraza con efu­sión en el reencuentro. Laura Victoria nunca quiso acep­tar la nacionalidad mejicana que le ofrecían, porque ha­cerlo era tanto como renunciar a su comarca nativa. Pien­sa, sin embargo, morir en Méjico, al lado de sus hijos y de sus nietos, pero invocando el nombre de Colombia.

En los años treinta la fama de Laura Victoria resona­ba por los vientos de América como un eco de Colombia. Ella, con sus versos sensuales, había revolucionado nues­tra poesía y se había puesto a la altura de otras famosas líricas latinoamericanas –Gabriela Mistral, Juana de Ibarbourou, Alfonsina Storni, Delmira Agustini y Rosario Sansores–, con quienes escribió los poemas más bellos de la emoción femenina. Dueña de magníficas do­tes de declamadora, don tan espontáneo en ella como su propia inspiración romántica, viajó de país en país, de pueblo en pueblo, y en todas partes escuchaba las ovaciones clamorosas de los públicos enardecidos.

En el mejor momento de su actuación fulgurante, cuan­do todo le sonreía, tuvo que suspender, por dificulta­des con su esposo, sus giras internacionales. Así que­dó truncada su carrera de éxitos y desde entonces, por defender la patria potestad de sus hijos, se radicó en Méjico. Para poder educarlos, y rodeada como se hallaba de apremios económicos, se ganó la vida como periodista y más tarde ingresó al servicio diplomático.

Hoy está en Colombia. Viene a recibir el homenaje que le tributarán, con la publicación de sus tres úl­timos libros inéditos, la Universidad Central, la Aca­demia Boyacense de Historia y el municipio de Soatá, su patria chica.

Su obra completa es la siguiente: Llamas azules (Bo­gotá, 1933). Cráter sellado (México, 1938), Cuando flo­rece el llanto (España, 1960), Viaje a Jerusalén (Méji­co, 1985), Itinerario del recuerdo (Soatá, 1988), Actua­lidad de las profecías bíblicas (Tunja, 1989) y Crepúscu­lo (Bogotá, 1989).

Alicia Caro

Siendo muy joven fue contratada en el cine mejicano para el papel de Alicia, la heroína de La Vorágine. A esta circunstancia, que iba a abrirle las puertas de la popularidad, obedece el nombre artístico que desde en­tonces adoptó. Su desempeño como estrella al lado de las figuras más destacadas de la cinematografía mejicana, la hizo famosa. Actuó en cerca de 40 pelí­culas y su memoria ha seguido viva en el recuerdo del pueblo. Está casada con Jorge Martínez de Hoyos, uno de los artistas más renombrados del cine azteca.

Laura Victoria y Alicia Caro, cada cual en su campo, le han dado honor a Colombia en el exterior. Sean bienvenidas a su patria.

El Espectador, Bogotá, 25-I-1989.

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Comentarios:

Me alegra tener en mis manos Crepúsculo, su precioso y denso libro cuya primera hojeada me hizo sentir con igual intensidad el estremecimiento juvenil de Llamas azules. Vicente Landínez Castro, Barichara.

Qué alegría: vino Laura Victoria al país, y con ella, su leyenda y su poesía. Óscar Londoño Pineda, Cali.

Maravilloso el libro de Laura Victoria, el cual me ha puesto en paz con la poesía. Gloria Chávez Vásquez, Nueva York.

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