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Viraje literario

viernes, 11 de noviembre de 2011

 Por: Gustavo Páez Escobar

Estos son los últimos tres libros de Jesús Arango Cano: Emociones del alma (1989), Fantasías del corazón (1991) y Los caminos del ensueño (1992). Salta a la vista el hecho de que en el universo literario del escritor quindiano surge ahora una vena romántica que yo no intuí dos décadas atrás.

A Jesús Arango Cano se le conoce sobre todo por sus textos sobre las culturas aborígenes, tema que de manera reiterada ha tratado en varios libros. En su obra literaria exis­ten otras facetas, como la eco­nomía cafetera, observaciones sobre Estados Unidos, apun­tes de viajes, y algunas incur­siones (en las cuales no insis­tió) en el campo de la narra­tiva.

Me dicen que en los últi­mos años se ha retirado al mundo de la reflexión mística. Ya su nombre no aparece en las páginas de los periódicos y se ha marginado de los actos académicos y sociales. Su compromiso ac­tual es con la poesía y la prosa lírica, como lo demuestran los libros citados, que hoy pongo en serie para comprobar esta extraña y por otra parte admi­rable metamorfosis.

Se sitúa el escritor, con alma contemplativa, frente al susurro de la belleza (el de la naturaleza y el del espíritu) que tal vez no había escuchado antes con la misma emotividad de hoy.

Entrelaza los sentimientos con las palabras para ensalzar los donesdel amor y el recuerdo, ahora que la edad provecta habla el mejor lenguaje del corazón. De un momento a otro, y sin duda como consecuencia de varios años de introspección, Arango Cano dio ante sus paisanos –tan acostumbrados a verlo todos los días deambular por las calles de Armenia– el gran viraje al misticismo, y ellos todavía no lo han notado.

En la edad de los sueños y las fantasías el alma toma ac­titud de vuelo. Es cuando se renuncia a la vida prosaica para coronar las mayores altu­ras del espíritu. Este vuelo tiene al mismo tiempo sentido de liberación, como lo define Arango Cano en su último libro: «Ser libre es soñar con campos abiertos; es estar en paz consigo mismo. Ser libre es dominar las pasiones pro­pias, a las que todos, en una u otra forma, estamos es­clavizados».

La Crónica del Quindío, Armenia, 24-III-1992

 

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