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Ángeles de vidrio

viernes, 11 de noviembre de 2011

Salpicón

Por: Gustavo Páez Escobar

Grandioso homenaje rindió Choachí, con motivo de los 441 años de vida que acaba de cumplir, a Germán Pardo García. El poeta consideró siempre a Choachí como su verdadera cuna. En su obra y correspondencia hizo diversas menciones de este sitio como el pueblo donde nació, no en sentido físico, sino espiritual y poético, como éstas:

«Verdes montañas de la estirpe mía. Pueblo de adobe en donde yo nací. Retablo de naranjas: ¿Todavía tus ángeles de vidrio están allí?”  «Hoy tengo 70 años. Ya no existe mi padre; y en la casa, único huésped, el frío lastimero la transita. Mas he vuelto y clamando: soy el águila que retorna a morir donde naciera».

Este último deseo, sin embargo, no se ha cumplido. En poder de la ciu­dad de Ibagué se encuentran sus cenizas, las que deben ser entregadas a Choachí, cuyos habitantes las re­claman con razón.

El hombre pertenece al sitio donde tiene el alma. Sobre Ibagué, el poeta manifestó lo siguiente en carta a James W. Robb: “No con quien naces sino con quien paces’, dice el sabio refrán español. Soy, pues, de Choachí. Ibagué es una hermosa ciudad de Co­lombia, pero para mí nada quiere decir. Choachí, que en lengua indígena chibcha quiere decir ‘ventanita de la luna’, es mi patria».

Estas palabras fueron leídas por el profesor Robb en el reciente Congreso de Colombianistas Norteame­ricanos realizado en Ibagué. Con todo, allí retienen la urna fúnebre, sin ninguna lógica. Si el maestro Echandía estuviera vivo, preguntaría a las auto­ridades y a los escritores de su tierra: ¿Las cenizas para qué? Lo sensato es devolverlas a la montaña maternal. Lo con­trario sería acto de arrogancia o vanidad, inex­plicable en la culta sociedad tolimense.

En 1962 el poeta dedicó a Choachí el hermoso libro Los ángeles de vidrio. Son 50 so­netos con bellas imágenes sobre su arraigo al páramo y al paisaje que le nutrieron el es­píritu. Esta obra no deja duda de su ascenso al cosmos desde aquel terruño transparente, que años después evocaría desde la meseta mejicana.

«Estos angelitos de vidrio —manifestó el profesor Robb en su ponencia de Ibagué— se convierten en símbolos de los habitantes del pueblecito, seres a la vez terrestres y celestes que tienen astros rutilantes en los ojos».

Germán Pardo García de­fendió siempre su esencia campesina, sin importarle las altas cumbres a que lo llevó su nombradía de poeta. Dijo que nunca había dejado de ser el sencillo agricultor de la comarca que lo vio crecer. Varios de sus compañeros recuerdan hoy, como acabo de escucharlo de sus propios labios, las andanzas juveniles con el genio de la poesía por aquellos parajes abruptos. En mitad de la plaza de Choachí, en esta reunión de campesinos que llegaron a enaltecer a su ángel mayor, una leyenda pregonaba: «Germán Pardo García: Choachí siempre te recordará».

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En su etapa final de construcción se encuentra la gran casa de cultura que llevará el nombre del poeta, en la que funcionará el museo consagrado a su memoria, donde serán depositadas sus cenizas,  resguardadas por «los ángeles de vidrio». Ojalá el municipio de Ibagué facilite el retorno, interpretando la ilusión del poeta expresada en esta carta a una prima hermana suya:

“Estoy viendo cómo termino mis pocos asuntos aquí, para volver del todo a Colombia, al seno del pueblecito oscuro que tomé como cuna adoptiva: Choachí.  Ya estoy mirando hacia él como los gallos viejos hacia la copa del gallinero,  cuando sienten cerca la noche”.

El Espectador, Bogotá, 19-X-1991.
Prensa Nueva, Ibagué, diciembre de 1991.

 

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