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Diálogo con Laura Victoria

viernes, 11 de noviembre de 2011

Por: Gustavo Páez Escobar

Reside en Ciudad de Méjico hace 48 años. Vive solitaria, rodeada de libros, de recuerdos y nostalgias, entranquilo apartamento sobre la avenida Coyocán. Su hija Beatriz la visita todos los días. Humberto y Mario, sus hijos, también están pendientes de ella. Y el calor de sus cinco nietos la mantiene en armonía interior. La poetisa, que siempre ha ardido en amor hacia sus hijos y sus nietos, siente menos la ausencia de la patria bajo el amparo de estos sentimientos vitalizantes.

Laura Victoria, la sensual y tierna poeti­sa de antaño, que en la década del treinta al cuarenta hizo vibrar de romanticismo el corazón de los colombianos, es hoy una dama meditativa que ya pasó la cumbre dorada de los 80 años de su existencia pródiga y radiante. Vive pesarosa de su patria y con deseos permanentes de volver a ella, así sea por breve temporada.

Desde su radicación en Méjico varió su esencia poética y se volvió mística. Durante largos años ha trabajado este género literario y mantiene inédi­ta su producción. Se dedicó, por otra par­te, al estudio profundo de la Biblia y desde el año de 1972 tiene registrado en Méjico el que ella considera su libro más importante, titulado Actualidad de las profe­cías bíblicas, que mereció elevado concepto del sacerdote jesuita Óscar Gonzá­lez Quevedo, doctor en teología y en Sagradas Escrituras y catalogado como el mejor parasicólogo de habla hispana.

Laura Victoria, como ironía, es hoy po­co conocida en Colombia. Sus libros no volvieron a editarse en nuestra patria. Las nuevas generaciones ignoran su grande­za. Ella me anuncia, una vez más, que se halla próxima a realizar el tan ansiado viaje a Colombia. Es un regreso que por diferentes motivos se ha aplazado varias veces durante los últimos dos años.

Le he pedido, mientras tanto, un mensaje para el país, como un anticipo de su veni­da. Y ella ha accedido a res­ponder a mis curiosidades y a comunicar­se con sus compatriotas. Es un retorno espiritual a la patria y a su comarca boyacense.

Hemos tenido en los últimos años estrecho y continuo trato epistolar, que me ha permitido comprender la majestad de su alma. La trascendencia de su po­esía. Nacidos ambos en Soatá, nuestras familias mantuvieron hondas raíces de amistad. «Sólo siento –me dice– que me conozcas al final de mi vida y con tan mala salud, pero mi mente sigue siendo joven».

Este diálogo, que no tiene la solemni­dad del reportaje periodístico, es más bien el amable coloquio entre amigos y paisanos, la conversación despreveni­da y armoniosa entre escritores que coin­ciden en los nobles postulados de las letras y la solidaridad del espíritu.

* * *

Inicios en la poesía

–Pertenecemos los dos a distintas generaciones, Laura Victoria.  Me propongo en este diálogo, si me ayudas, retroceder sobre el tiempo para situarnos en los ini­cios de tu carrera literaria y averiguar cir­cunstancias de tu vida y tu obra que se­rán de gran utilidad para que las nuevas generaciones conozcan tu grandeza po­ética. Quisiera saber, en primer lugar, cuándo y por qué motivo tomaste el nombre de Laura Victoria.

«Es cierto, Gustavo. Los dos pertene­cemos a distintas generaciones pues yo soy contemporánea de Herminia, tu madre, a quien recuerdo siempre con gra­ta emoción. El seudónimo de Laura Victo­ria lo adopté en vista de que mi nombre ci­vil es muy largo y poco poético; fue por el año de 1933, cuando iba a salir mi primer libro, Llamas azules. Recuerdo que nos reunimos en mi casa un grupo de amigos y entre todos acordamos ese seudónimo. Éramos: Rafael Vásquez, Luis Enrique Osorio, Pablo de la Cruz, Víctor Amaya González, no recuerdo cuál otro, y yo. Después de barajar varios nombres, al fin llegamos a la conclusión de que Laura Victoria era el más apropiado y así se quedó. Desde entonces lo uso no sólo en mis producciones literarias sino en mi vi­da civil».

–¿A qué edad hiciste tu primer poema?

«A los 14 años. Fue publicado en un periódico de provincia que dirigía un sacerdote, pero antes, cuando estaba en el Colegio de la Presentación, en Tunja, les componía acrósticos a mis compañeras, quienes no creían que yo escribiera ver­sos; y para que me creyeran, hacía los acrósticos con sus nombres y apellidos».

Sensualismo poético

–Como ardiente poetisa del amor culti­vaste el género erótico. Le dejas a la literatura bellísimos poemas amorosos (co­mo En secreto y La entrega), movi­dos por delicado sensualismo. Esta pro­ducción la lanzaste en los años treinta, en medio de un país de gazmoñerías y puritanismos. Corrías el peligro de que no se te entendiera. Eras además sobrina del canónigo Peñuela, sacerdote de rigurosas normas.

«Es cierto que yo cultivé el género po­ético amoroso allá por la década de los años treinta a cuarenta. Esos poemas los escribí en medio de un ambiente puritano que era el de entonces, a pesar de lo cual pude triunfar y adquirir un prestigio litera­rio que me abrió el camino para que mi nombre pudiera traspasar las fronteras patrias. Son muchos los recuerdos que guardo de aquella época: homenajes, artículos elogiosos de los mejores escritores de entonces, giras por todo el país reci­tando mis versos, así como por Vene­zuela, Ecuador, Panamá, Estados Unidos, Guatemala y Méjico; todos con teatros llenos y grandes elogios de la prensa.

El escape a Méjico

“Fue una época de éxitos que tuve que in­terrumpir en el año 39, cuando por mis problemas familiares y el conflicto con mi marido para recuperar la patria potestad de mis hijos me vi precisada a retirarme de aquellas giras y de la intensa labor literaria, pues la razón de mi vida era y ha si­do el amor a mis hijos, por quienes dejé todo para radicarme en Méjico, huyendo de la persecución de mi marido. Ya en ese país y sin medios suficientes para sostenerme, me vi obligada a trabajar en periodismo para subsistir y atender a la educación de mis hijos. Fue una lucha dura, pero gracias a la protección divina logré triunfar y salir adelante. No puedo olvidar que Méjico me abrió las puertas y me ayudó en todo, por lo cual me quedé definitivamente en este gran país».

–Fuiste laureada en los Juegos Florales de 1937. ¿Qué recuerdos tienes de ese suceso?

«En 1937 gané en Bogotá la Violeta de Oro, en competencia con Eduardo Carranza, quien obtuvo el Jazmín de Pla­ta. Los recuerdos que guardo de entonces son inolvidables. Aquellos Juegos Flo­rales fueron magníficos, con la corona­ción de la reina y la entrega de los trofeos».

–¿Cuáles son tus libros publicados?

«He publicado tres libros de poesía: Llamas azules, con tres ediciones ago­tadas, Cráter sellado y Cuando flore­ce el llanto, también agotados. En prosa sólo tengo Viaje a Jerusalén, en el que narro las experiencias que viví en ese viaje inolvidable”.

El amor maternal

–De Colombia saliste a Nueva York ha­cia el año de 1935 y sólo has regresado por breves periodos. Más tarde te radi­caste en Méjico. De aquella época son dos de tus mejores poemas, A Beatriz y Elefante de viento, recogidos en las an­tologías como estremecidos cantos de amor maternal. Háblame de tus hijos, qué tanto significan en tu producción literaria, y de las circunstancias para haberte quedado con ellos en el país azteca

«Como dije antes, mis hijos son la razón de mi vida. Gracias a mi esfuerzo y a la protección de Dios logré sacarlos adelante. Humberto, el mayor, es médico con dos especialidades, y Mario, el segundo, es ingeniero civil; ambos terminaron con éxito sus carreras profesionales y se han abierto paso en la vida ocupando altas po­siciones. Mi hija Beatriz, la menor, entró al cine con el nombre de Alicia Caro y logró consolidar una brillante carrera; hi­zo 36 películas como estrella, pero tuvo que retirarse a causa de una molestia en la piel, porque la intensa luz de los reflectores le producía una alergia que no podía evitar. Su última película fue María, de Jorge Isaacs, en donde desempeñó el pa­pel de doña Manuela».

Viraje al misticismo

–Años más tarde diste un viraje a la po­esía mística. Este género lo has cultivado con vigor en los últimos años y de él tienes un libro inédito. ¿Cómo explicas el tránsito de la poesía erótica a la mística?

«El viraje de la poesía romántica sen­sual a la poesía mística se debió a las hondas raíces religiosas que siempre he tenido y al estudio constante de las Sagradas Escrituras, estudio que me ha conducido al conocimiento profundo de Jesucristo y de su doctrina, lo que ha ori­ginado mi acercamiento a la vida mística; por eso mi poesía de los últimos años es­tá impregnada de amor a Dios.

«Tengo un libro inédito titulado Actualidad de las profecías bíblicas, en el que hago un es­tudio pormenorizado de cada profeta bíblico, tanto de los cuatro mayores como de los menores. En escribirlo gasté tres años, pues tuve que profundizar en los grandes exegetas tanto judíos como cris­tianos. El famoso jesuita Oscar González Quevedo dice:

‘El suyo es un libro admi­rable, un estudio completo de los diversos profetas a quienes cataloga perfectamen­te dentro de la Biblia, destacando la im­portancia de cada una de sus profecías. Usted resume admirablemente la historia del pueblo judío y de su pluma brota pal­maria, evidente, diáfana, una visión tras­cendente de esa historia. En su pluma los hechos tienen sentido, finalidad, conse­cuencia desde un punto diferente de la mera historia; en otro plano, así lo vería Dios. He leído muchos libros sobre las profecías bíblicas, escritos por sabios te­ólogos y exegetas, libros llenos de notas eruditas, de interpretaciones muy compli­cadas, difusas, sin compromisos, espe­cialmente para las profecías que habrán de cumplirse. Pero su libro es claro, es diáfano. Con asombrosa claridad desvenda usted el futuro. No parece un libro de interpretación de profecías. Parece un libro de historia’.

“Pero este libro, escrito en prosa, desde hace diez años tiene fuerzas negativas que han impedido su edición. Algo extraño pasa con él, pues cuantas veces lo he querido editar surgen problemas que impiden su publicación. Ahora mismo, cuando tú estás interesado en hacerlo llegar al gobernador de Boyacá, quien generosamente lo quiere sacar a la luz, el libro, que te lo mandé certificado y por vía aérea, lleva más de un mes demorado en el correo.

–En tu Canto a un veterano, publicado recientemente en la revista Nivel que dirige en Méjico Germán Pardo García –hermoso poema que se hallaba inédito–, encuentro la misma vena romántica de la Laura Victoria de otras épocas.

“En mi Canto a un veterano, escrito en 1968, existe el mismo estilo de otras épocas, pero eso se debe al motivo que lo inspiró. Sin embargo, mi mente sigue siendo joven, a pesar de la edad y de la poca salud».

Méjico, su segunda patria

–En Méjico te han rendido varios homenajes, uno de ellos con la presencia del presidente de la República. Eres amiga cercana de nuestro poeta Germán Pardo García, y él te considera la mayor poetisa de Colombia y una de las más ilustres de América. Pero en Colombia, querida amiga, los nuevos tiempos te han olvidado. Tu poesía, sin embargo, es inmortal. ¿Será que en Méjico existe un terreno más fecundo que en Colombia para el escritor y el poeta?

“En Méjico me han tributado algunos homenajes y cuando el presidente López Portillo viajó a Colombia me invitó para que lo acompañara y fui con él en su avión presidencial, en compañía de seis de sus ministros; fue un honor muy grande.

«Soy muy amiga del poeta Germán Pardo García; diariamente hablamos por teléfono y él viene siempre a traerme su revista Nivel; yo lo quiero y aprecio mucho, es una amistad de largos años, desde la juventud. Como tú dices, Pardo García tiene un alto concepto de mi po­esía, situándome en un lugar privilegiado no sólo en la literatura colombiana sino en la continental. Este concepto es para mí de extraordinario valor porque Germán Pardo García está considerado como el mayor poeta vivo de habla española.

«Me preguntas si en Méjico existe un terreno más fecundo que en Colombia pa­ra la poesía y yo te contesto que de nin­gún modo, pues el pueblo mejicano no posee para la poesía el mismo grado de sensibilidad que tiene Colombia. Lo que pasa es que como Méjico es tan naciona­lista, cuando surge un verdadero poeta lo apoya aunque no viva aquí. Lo importante es que sea mejicano.

“Al contrario de Colombia, México sí ama a sus escritores y los tiene presentes a toda hora. En Co­lombia el poeta no es apreciado en lo que vale y tiene que estar intrigando para que lo admitan en la Academia de la Lengua, cosa que yo no he hecho nunca y por eso no figuro en ella como otras escritoras».

–Eres hermana en la poesía de Gabriela Mistral, Rosario Sansores, Juana Ibarbourou, Alfonsina Storni y Delmira Agustini. Es decir, es­tás consagrada entre las grandes poeti­sas de América por libros escritos antes de los 30 años de edad. ¿Querría decir que por ese motivo diste por concluida tu poesía romántica, tu poesía sensual?

«Yo pertenezco a la época de Gabriela Mistral, Juana Ibarbourou, Alfonsina Storni, Delmira Agustini y Rosario Sansores, que me citas. Tanto de Gabriela como de Rosario fui amiga personal y con las otras sostuve correspondencia. Sus conceptos sobre mi poesía los conservo como pre­ciadas joyas pues son muy elogiosos y fi­guran en los libros que he publicado».

Cuando florece el llanto, publicado en  España en 1960, es un libro de profun­do contenido sentimental. ¿Pertenece a tu época juvenil?

«Pertenece a mi época de madurez, no a la juvenil. Actualmente tengo recopila­dos varios poemas que no cupieron en ese libro y los pienso publicar junto con mi poesía mística”.

Canto a Colombia

–Tienes una vena poética muy acen­tuada hacia la patria, la tierra, los paisa­jes, la naturaleza en general. Tu Canto a Colombia es extraordinario. A Soatá, nuestra tierra natal, la recuerdas con nos­talgia y emoción. ¿No tendrás en mente, con tales manifestaciones, regresar defi­nitivamente a Colombia?

«Es cierto, tengo una vena poética muy acentuada hacia la patria. Mi vida en Méjico me ha acercado más a la tierra que me vio nacer. No hay día que no recuerde a Colombia. A medida que pasan los años me siento más vinculada a ella. Extraño sus paisajes, su clima, sus costumbres y su gente. Nunca me he podido adaptar del todo a Méjico, a pesar de que aquí me han tratado muy bien. El recuerdo de la patria me lacera y cada día lo siento más profundo. A Soatá, nuestra tierra natal, la llevo en el alma y añoro sus calles, su par­que, la casa paterna, sus bellos paisajes; por eso mi poesía está impregnada de esos recuerdos.

«Pero no puedo regresar a vivir del to­do en mi patria; no podría, tengo dema­siadas raíces en Méjico. Son 47 años de vida en este país. Aquí han nacido mis cinco nietos, que aman a Méjico como su patria que es; sería imposible arrancarlos de ella, lo mismo que a mis tres hijos que han crecido en esta tierra y en ella han establecido sus hogares. Así pues, aquí me tocará morir porque estoy muy unida a Méjico con vínculos indisolubles, pero mi corazón y mi mente están en Colombia».

Dominical de La República, Bogotá, 12-II-1989.
Occidente, Cali, 25-VI-1989.

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