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El sainete del salario mínimo

viernes, 11 de noviembre de 2011

Salpicón

Por: Gustavo Páez Escobar

Hace un año el ministro Hommes, que por aque­lla época impulsaba sus implacables fórmulas fiscalistas, sacrificó, con el argumento de que debía detener la inflación a como diera lugar, a dos secto­res desprotegidos: el de quienes sólo cuentan con el salario míni­mo, y el de los jubilados, que no tienen sindicato que los defien­da.

Mientras el índice de infla­ción de 1990 fue del 32%, el salario mínimo sólo fue reajus­tado en el 26%. Los 6 puntos de pérdida (para mantener la pre­sunta actualización del dinero) les duelen hoy a miles de colom­bianos castigados por la férula del señor Hommes, quienes tuvieron que sufrir en 1991, bajo los rigores de los impuestos desbordados y el inalcanzable costo de la vida, el año más duro de los últimos tiempos.

A pesar de la prohibición ofi­cial de aumentar los salarios por encima del 24% (anuncio simi­lar al de este año), hubo entida­des del sector oficial que en 1990 superaron el 32% en la negociación de los pliegos de peticiones. En Colombia, como se dice con expresión gráfica, la ley es para los de ruana. Parece que el ministro necesitaba para fines más lucrativos los 6 pun­tos que les quitó a los margina­dos.

A las centrales obreras les ofreció, como premio de conso­lación, que este año el salario mínimo sería reajustado dos pun­tos por encima del índice de inflación. Y las centrales, en señal de protesta –como siempre lo hacen en este sainete decembrino– se retiraron de la mesa de negociación. Una aparente me­sa de negociación donde sólo se impone la voluntad del Gobier­no. Veremos si la misma escena se repite en los próximos días.

Y resulta, a la hora de la verdad, que los dos puntos del ministro no eran por encima de la inflación sino por debajo de ella. En efecto, el Pastorcito Men­tiroso, como lo llama un comen­tarista de prensa, sólo ofrece el 25% para el salario mínimo.

Mientras tanto, por iniciativa del Gobierno se piensa aumentar el sueldo de los parlamentarios de $700.000 a $2’000.000 (186%), mientras ellos sólo buscaban $1’200.000 (71%). Estos facto­res dejan en pañales el porcen­taje que con el conocido sistema del cuentagotas ofrece el minis­tro para quienes carecen de in­fluencias. Pero es que a los parlamentarios se les apareció su Pastorcito Bueno.

No quedaría difícil buscar una fórmula equitativa si en realidad existe ánimo de concertación. Esta palabra, tan de moda, y que adquirió mayor resonancia en labios del Primer Mandatario cuando en días pasados inaugu­raba las cámaras legislativas, se presta para el uso y el abuso. De todas maneras, el término tiene fuerza constitucional.

Dice el artículo 48 de la Car­ta: «La ley definirá los medios para que los recursos destina­dos a pensiones mantengan su valor adquisitivo constante». Co­mo éstas, en virtud de la ley 71 de 1988, se reajustan con el mismo porcentaje del salario mínimo, deben obtener, para que no continúen devaluándose, un incremento superior al 27%, res­tituyéndoles lo que el año pasa­do quedó debiendo el ministro.

Se espera del ministro de Tra­bajo, quien preside el Consejo Nacional Laboral, su decidida actuación como vocero de las angustias de las clases trabaja­doras. Y ojalá las centrales obre­ras resistan completa la nueva sesión del sainete. Si se logra la anhelada concertación –palabra presidencial–, el ministro Hom­mes dejará de ser el Pastorcito Mentiroso.

El Espectador, Bogotá, 19.XII-1991.

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