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Mi Thesaurus 1990

viernes, 11 de noviembre de 2011

Salpicón

Por: Gustavo Páez Escobar

El cronista, que a final de año gusta repasar sus propios escritos, entresaca como homenaje a sus lecto­res algunas frases que definen hechos especiales o ex­presan pensamientos y emociones entrañables. El espacio de periódico es tierra abonada para sembrar ideas y fo­mentar la comunicación humana. Con un brindis de felicidad por el nuevo año, Salpicón aguzará la mente para re­dondear en 1991, dentro de este diálogo motivador con los lectores, nuevas cuartillas de esperanza en la suerte de Colombia.

*

° El hombre, que nunca se sacia, ha cambiado el pla­cer de la vida por la persecución del dinero. Vivir es más difícil que conseguir capital.

° La esclavitud del café es una victoria sobre la tierra. Y la pasión del café, como toda pasión, conmue­ve y estremece.

* (Sobre Alberto Lleras): Sin boato, sin cámaras ardien­tes –y majestuoso en medio de su pobreza regocijante–, ha llegado a una sencilla tumba, por él mismo diseñada, este coloso de América que le enseñó a Colombia el cami­no de la grandeza.

° Los grandes jefes colombianos del narcoterrorismo, que sobresalen en el mundo entero como los fabricantes más hábiles y más veloces de incalculables tesoros mal habidos, no cuentan con un metro de tierra de tranqui­lidad.

° Esta vitalidad asombrosa con que Germán Arciniegas arriba a la edad nonagenaria, como uno de esos bajeles de la conquista americana, se la otorga, y con creces, su espíritu joven.

° El escritor es animal de resistencia y de fuerzas increíbles, y tal vez su mejor comparación es con el buey, modelo de paciencia y mansedumbre, que entre pa­los y maltratos resiste sufridas jornadas y transporta pesados cargamentos.

• Termina el banquero y sigue el escritor, el que, por fortuna, no se dejó deshumanizar entre la frialdad y la seducción de las cifras. Esto es garantía de supervivencia.

° Medellín toca a duelo. La ciudad es una solemne ple­garia que se repliega por las noches silenciosas, sólo alteradas por el fragor de las metralletas, pidiendo que vuelva la sensatez.

• Los pueblos sólo se desarrollarán y hallarán progre­so si existe el sentido de la cooperación y la equidad.

• El furor de las multitudes, pero furor de paz, ha proclamado que Colombia rechaza la guerra y vibra con la alegría de un auténtico motivo de unión.

• De tanto repetir alcobas fugaces y mujeres livia­nas sin hallar el amor, el hombre –este azotacalles de los centros urbanos– se encontrará solitario.

• En Armenia todo se hace armónico, estructurado, sin vacilaciones. Su raza es de brío y visión. No conoz­co elemento más desprendido y generoso que el quindiano.

• No creo que exista arma más poderosa que la palabra. En ella está concentrada la mayor dosis de invención de que es capaz el hombre.

• Las discriminaciones sociales, las injusticias y los atropellos son los mayores causantes del malestar público. En muchos sectores parece que se viviera todavía en épocas de esclavitud.

* Hoy por hoy la sonrisa Hommes es sinónimo de acidez.

° La ética es virtud que ya no se practica. Y la moral, menos. De ahí nacen todos los problemas.

° El boyacense es por naturaleza un ser creativo, pero no se le estimula para crear empresa grande. Es necesario que pase de los hilados manuales a las fá­bricas  tecnificadas.

° El país anda por las nubes. Con estas alzas progre­sivas el pueblo se resiente ante las medidas bruscas del Gobierno que se inicia. Comienza el malestar.

El Espectador, Bogotá, 19-XII-1990.

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