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Soatá en decadencia

viernes, 11 de noviembre de 2011

Salpicón

Por: Gustavo Páez Escobar

Tres años hacía que no visitaba mi pueblo. Vuelvo ahora y lo encuentro en lamentable estado. Desde que se pisa la primera calle se observan signos de abandono. En realidad, esta decadencia viene desde hace más de tres años, pero es en los últimos tiempos cuando más se ha acentuado la crisis. Las preguntas brotan espontáneas: ¿Por qué las autoridades han permi­tido que la Ciudad del Dátil se desmejore? ¿Por qué los vecinos no han protestado contra la desidia oficial y la falta de acción de los políticos locales?

Los pueblos, que son el alma de la nación, deben lu­char por su existencia. Un pueblo es una asociación de ciudadanos que se unen para defender sus costumbres, crear medios decorosos de vida y hacer florecer la loca­lidad. Son los vecinos, más que los gobernantes, los que imponen las reglas del progreso. Cuando éstos fallan, hay que cambiarlos. De lo contrario los pueblos se desintegran, como ahora lo compruebo, con pena y tristeza, en el caso de Soatá.

Es irónica la situación. La carretera que une a Bogo­tá con Cúcuta y que lleva en construcción lo que va del presente siglo, ya se encuentra cerca a Soatá. Faltan treinta kilómetros. Lo ejecutado hasta cercanías de Susacón es aceptable. De Tunja en adelante la carretera ofrece buenas condiciones, pero faltan signos de señalización y el mantenimiento en algunos sectores de rápido deterioro.

La llamada calle real de Colombia, por donde Bolívar y sus ejércitos transitaron con las armas de la liber­tad, ha logrado, al fin, afianzarse en estas tierras bravías. Allí Bolívar lanzó esta proclama patriótica:

«Habitantes de Soatá: vuestra municipalidad me representó algunos meses ha contra vuestro pastor. Yo seguí entonces la voz de la prudencia y lo amonesté en lugar de perseguirlo. Ahora, alejándome quizás por mucho tiem­po de vuestra villa, quiero ofreceros mi protección espe­cial contra cualquiera que os persiga, porque el primer deber del Gobierno es defender los pueblos contra los malvados».

Soatá tiene como enemigo destructor la inercia. Por ella se acaban las poblaciones. Ni siquiera el avance de la carretera ha conseguido despertar el marasmo que está deteniendo el progreso. Todavía, sin embargo, faltan re­cursos por mil millones para que la vía pavimentada llegue a Soatá; y de cuatro mil millones para que lo haga hasta Capitanejo.

Mientras la carretera avanza, Soatá retrocede. Siento dejar esta nota de sorpresa y desencanto, pero es preciso reaccionar ante este doloroso hundimiento de la pa­tria chica. Sus calles están destapadas como consecuencia de la obra del acueducto y el alcantarillado, ejecutada hace ya buen tiempo. Programa prioritario del alcalde actual debe ser la pavimentación de calles, la reparación de casas que se están cayendo y el remozamiento general de la población.

Soatá no es hoy el sitio pintoresco que surgía en el camino como un oasis en mitad de la polvareda de aquellos parajes abruptos. ¡Mi pueblo está desdibujado! No hay fuen­tes de ocupación. Y hasta dejaron ir al Banco de Colombia, la entidad colaboradora que se conquistó en otras épocas para impulsar el desarrollo local. Ojalá se preserve el Hotel Turístico, sitio confortable que hace grata la permanencia en la tierra cálida.

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Esta nota no es destructiva ni pesimista. Busca, por el contrario, crear conciencia cívica. Es preciso que se aprecien estos destrozos para edificar el futuro. Soatá, por fortuna, sigue siendo dulce. Sus dátiles, toronjas y limones cubiertos, besitos azucarados y demás manjares autóctonos hacen las delicias del caminante. Ojalá con este sabor se reconstruya el pueblo. Lo escuchamos, señor alcalde.

El Espectador, Bogotá, 30-XI-1990

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Misiva:

Su famoso Salpicón que aparece en El Espectador de hoy es un toque de alerta  a las diferentes colonias soatenses residentes en otras ciudades y más para los que vivimos en esta localidad. Realmente muestro Soatá perdió el liderazgo en todos los aspectos que en otras épocas mantuvo. Sin embargo, el  actual  alcalde  está traba­jando en todos los frentes para que en un futuro próximo, con la colaboración de los buenos hijos, sea el pueblo más lindo de Boyacá.  La Divina Providencia lo siga  iluminando para que su muy leída columna haga como el tábano: picar hasta que despertemos y nos demos cuenta de la situación en que estamos. Jaime Medina F., Luis Bonilla Mojica, Aura de Botía, Guillermo García Díaz y demás amigos, Soatá.  

 

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