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Los años de Otto

viernes, 25 de marzo de 2011

Por: Gustavo Páez Escobar

En estos días llamé temprano a Otto Morales Benítez a su oficina (en su casa me informaron que ya había salido a trabajar), y al preguntarle cómo estaba, me respondió con alegría: “Feliz, mañaneando en mi oficina”. Hacía mucho tiempo que no escuchaba el término “mañanear”, verbo de grato sabor que transmite aire fresco, vitalidad y optimismo.

En tan cortas líneas, he mencionado los tres rasgos fundamentales que  definen el temperamento de Morales Benítez: la alegría, la vitalidad y el optimismo. Con esas prerrogativas que le dio la vida, y que él ha fortalecido con su vasta cultura intelectual y el ejercicio de un humanismo integral, llega este 7 de agosto a la cumbre de los 90 años.

Vida plena la suya que le permite disfrutar de una salud de roble, sin duda enriquecida por su interminable carcajada, y de una exuberante lucidez mental que no le da tregua en el oficio de escribir libros y más libros, sin marginar el hábito impenitente de la lectura. Y como si fuera poco, asiste con regularidad a las academias de que hace parte, patrocina infinidad de actos culturales, pronuncia conferencias en cuanto sitio requiera su presencia, y escribe una columna semanal para el periódico El Mundo de Medellín.

Alguna vez le oí decir que él nunca se preparó para la etapa del jubilado. No concibe la quietud ni el ocio. Por eso, desde su retiro del último ministerio se dedicó de lleno a su oficina de abogado, sin preocuparse por fomentar una pensión de jubilación. Es trabajador independiente e incansable que se da el lujo de “mañanear” –a sus 90 años– para hacer crecer los negocios, estar en sintonía con sus amigos y con el país, y no dejarse deteriorar. Lo salvan su espíritu jovial y su mente fresca y laboriosa. Además, todo lo ve con ojos optimistas.

Siempre ha sido madrugador a toda prueba. Eso determina que no se haya dejado atropellar por los años. Una vez, residente yo en Armenia, me invitó a su hacienda Don Olimpo, en Filadelfia (Caldas), y muy temprano me llamó a su alcoba para que nos tomáramos un café y… dialogáramos.

Otto no ha hecho otra cosa en la vida que dialogar. Dialoga con sus libros, con sus ensayos, con sus amigos, con el país, con su alma. El diálogo es su savia vital. Esa entrega a la gente, trátese de altas personalidades o de seres humildes, le imprime el carácter abierto y generoso que le hace ganar amigos al instante.

Aquella vez en Filadelfia, lo encontré dedicado a la lectura de los periódicos, con unas tijeras a su lado. Conforme encontraba un artículo o noticia de interés para alguno de sus amigos, lo recortaba y escribía a mano el nombre del destinatario, con su cordial saludo, para que a su regreso a Bogotá la secretaria lo pusiera al correo. Yo mismo había sido muchas veces favorecido con ese gesto de sin igual gentileza. Y recordé una memorable referencia suya: que la amistad había que merecerla y se ganaba con el detalle oportuno, y en su caso, utilizaba los adjetivos para encomiar a sus amigos.

Ese es Otto Morales: conocedor, como el que más, de la vida nacional; denodado luchador de las causas sociales; escritor interminable –como su tonificante carcajada– que se ha ocupado de los grandes temas de la historia colombiana y del quehacer literario; brillante estadista que le ha prestado invaluables servicios al país, y que ha debido ocupar la Presidencia de la República; y ante todo, amigo de sus amigos.

Qué mejor homenaje, en sus 90 años, que acompañarlo a “mañanear” con estas letras colmadas de vieja amistad y de perenne admiración.

El Espectador, Bogotá, 2 de agosto de 2010.
Eje 21, Manizales, 3 de agosto de 2010.
Noti20 del Quindío, Armenia, 5 de agosto de 2010.
Impronta, Academia Caldense de Historia, Manizales, noviembre de 2010.

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Comentarios:

Qué bien merecido homenaje a quien considero por su moral y trayectoria el “Presidente honorario de Colombia”. Ramiro Lagos, Greensbore (Estados Unidos).

Ese es él, de cuerpo entero, incansable, alegre, comprometido hasta la médula con él, con los suyos, con el país y con las letras. El sólo hecho de ser un madrugador impenitente a su edad es un ejemplo para muchas generaciones. Ya quisiéramos alcanzarlo al alba con un café, un libro, papel, lápiz y tijeras y un rato de exquisita e enriquecedora conversación. Inés Blanco, Bogotá.

Estoy de acuerdo con usted en que el doctor Otto debió ser presidente de Colombia.  Es un personaje de grandes valores y usted los destaca. Esta columna es una de las mejores, de las que he tenido el agrado de leerle. Gustavo Valencia García, Armenia.

He mañaneado leyendo la estupenda nota que con ocasión de los 90 años de Otto has publicado. Me uno en un todo a ella y a esa vitalidad sin límites que ha mantenido el gran amigo. Gustavo Álvarez Gardeazábal, Tuluá.

Estupendo homenaje al maestro Otto. Te felicito por tu afortunada pluma. Eduardo Durán Gómez, Bogotá.

Qué señor tan admirable es Otto. Más que por sus libros, se convierte en una enseñanza para todos nosotros por su saber vivir. Ha sido un privilegiado, sobre todo porque se les concede a muy pocos arribar a esa edad tan vivos y activos. Yo apenas lo conocí, lo vi un par de veces en el apartamentico de Gonzalo Arango, en La Raqueta, pero siempre sentí una gran simpatía por él, y por su hermano Omar, otro hombre que irradia optimismo, entusiasmo, ganas. Eduardo Escobar (nadaísta),  San Francisco (Cundinamarca).

Esta hermosa columna nos entusiasma y alegra, así como el doctor Otto nos ha llenado la vida con su generosidad y afecto. Sonia Cárdenas, Bogotá.

Muy oportuno tu homenaje a nuestro común amigo el doctor Otto Morales Benítez. Yo no sabía que él también era un Leo como el que esto escribe. Te ruego el gran favor de saludarlo de mi parte cuando vuelvas a llamarlo, y que siga optimizando a sus amigos con sus  carcajadas «mañaneantes». Tu artículo me hizo recordar a mi papá quien nos hacía acostar temprano porque «tenemos que mañanear». La «mañaneada» era a las cuatro de la madrugada con un frío de cero grados o menos. José Antonio Vergel. Ibagué.

¡Qué hermosa página y qué merecido homenaje! Jamás dejaremos de admirar a ese pensador, dueño de una alegría desbordante, de un alma demasiado noble. Esperanza Jaramillo García, Armenia.

Qué hombre estupendo es Otto Morales Benítez y cómo lo retratas de adecuadamente en esa nota que me enviaste.  90 años y sigue teniendo esa voz bella, fuerte, animosa y cálida de toda la vida y, por lo que tú dices, no es solo la voz sino que él mismo sigue siendo ese incansable trabajador de siempre. Diana López de Zumaya, Ciudad de Méjico.

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