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Revista Lámpara

martes, 1 de noviembre de 2011

Salpicón

Por: Gustavo Páez Escobar

Ha cumplido esta estupenda publicación, con la primera entrega de 1988 que acaba de salir, 106 números. Ediciones de lujo y colorido, de arte maravilloso, que le hacen honor al título: Lámpara. Producida Exxon Colombiana  para el departamento  de Relaciones Públicas  de Esso Colombiana, Intercor, Exxon de Colombia y Exxon Chemical del Sur, este medio cultural  es como un combustible que arde con la luz de la inteligencia y los destellos del arte para iluminar la vida del país. Es su director Fabio Hencker Villegas y su diagramador, Camilo Umaña C.

Se plasman, entrega por entrega, fascinantes exhibiciones de la policromía y el mejor gusto editorial. No hay un sólo número que pueda descartarse. Todos compiten en elegancia, en sobriedad y refinamiento estético. Cada número es una galería de arte. Y no sólo se le da realce a la fotografía, im­presa sobre finísimo papel, sino que el lector hallará excelentes artículos escritos por plumas maestras y que presentan te­mas del mayor interés nacional.

Esta lámpara del espíritu, cuyo combustible es inagotable como las propias fuentes pe­troleras que tanta prosperidad consiguen para Colombia, camina por las regiones patrias más lejanas y más ignoradas en busca de un hilo, de una iden­tidad con este sorprendente país de tesoros escondidos.

Surge a veces el panorama embrujador de La Guajira, enmarcado entre la densidad de sus desiertos y el hechizo de sus mujeres terrígenas; otras, la serenidad ribereña de los con­tornos de Mompós; luego, los ríos legendarios de Barbacoas, colmados de oro y de quimeras; más tarde, desfilarán los paisa­jes ariscos y soberbios de los Santanderes o Boyacá… Es un continuo repaso de la geografía colombiana, siempre misteriosa y siempre pródiga para la riqueza y la contem­plación.

Lo mismo que descubre paisajes, se va detrás de las costumbres y las reliquias his­tóricas que abundan en cual­quiera de nuestras latitudes. El café, el petróleo, la flora, los ríos, las minas de carbón y esmeraldas, las iglesias colo­niales, las viejas arquitecturas, los usos y leyendas, todo queda retratado, pulsado y acariciado en estas páginas que tienen ámbito mágico y perturbador. El arte, cuando lo es de verdad, produce emoción y escozor del espíritu.

El último número contiene los siguientes temas, a cual más sugestivos: Los indígenas en la iconografía bolivariana, por Pilar Moreno de Ángel; Bogotá 1865: Los pioneros del metro, por Luis Enrique Jiménez Llaña; El dulce arte de la pipa, por Manuel Drezner; Las orquídeas: el cuarto reino de la naturaleza, por Guillermo Angulo; Medio siglo del caucho butilo, por Ri­chard F. Stockton.

Manuel Drezner, el curioso ilustrado que ventila en su co­lumna Preguntas y Respuestas de El Espectador las más ex­trañas y profundas inquietudes de los lectores, ofrece en su di­serto y ameno ensayo toda una travesía a lo largo del tiempo, aspirando el dulce vicio de la madera y el tabaco aromati­zado, para probarnos que no se trata de una afición enfermiza sino de un gusto de reyes. Nos muestra además, en excelentes fotografías, una envidiable co­lección de pipas, tan tentadoras y sensuales, que hasta provoca fumarlas. «La pipa –dice– debe cuidarse como a la mujer amada, desde la primera vez que se usa, hasta su manteni­miento posterior. Y, al igual que la mujer amada, la pipa puede dar satisfacciones de por vida».

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Eso es Lámpara: arte, placer y erudición. Recibirla constituye un privilegio que enaltece a cualquier biblioteca. Se trata de la revista más lujosa y luminosa del país. Es una con­tribución de la empresa privada —en este caso del petróleo efervescente y creador— a la cultura nacional.

El Espectador, Bogotá, 2-VI-1988.

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Misiva:

Reciba nuestros más sinceros agradecimientos por el excelente Salpicón de loa y alabanzas para Lámpara. Él ha suscitado múltiples llamadas solidarias que demuestran la gran lectura de su columna. Fabio Hencker V., director de Lámpara, Bogotá.

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