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Así piensan los colombianos

martes, 1 de noviembre de 2011

Salpicón

Por: Gustavo Páez Escobar

El periódico El Tiempo contrató con el Centro Nacional de Consultoría una encuesta que se realizó en 22 ciudades grandes, medianas y pequeñas sobre la situación del país. Los re­sultados son reveladores de que las cosas andan mal, y muy mal en varios aspectos. Las encuestas modernas han demostrado alto índice de acierto y se han convertido en medio de referencia de lo que está ocurriendo y también de lo que puede ocurrir.

Siempre, para el gobernante, ha sido sabio escuchar la opinión pública. Si la voz del pueblo es la voz de Dios, hay que saber lo que la gente piensa, siente, quiere y rechaza. Una gestión gubernamental, que de tiempo en tiempo suele equivocarse de rumbo, logrará enderezarse si atiende el termómetro del pensamiento ciuda­dano.

La reciente consulta no hace sino refrendar lo que se palpa a diario en los comentarios de prensa, en calles y tertuliaderos. Hay verdades tan de bulto que no requieren ningún descubrimiento especializado. Cuando el 78 por ciento de los encuestados dice que la situación del país es grave, se está reconociendo un hecho incontrovertible que nace de la ola de inseguridad, de ataques guerrilleros, de se­cuestros, de asesinatos, de desprotección de la vida.

Este 78 por ciento es un indicador dramático. Y para hacer más evidente el malestar popular, el 21 por ciento manifiesta que el país va regular. Apenas el 1 por ciento, o sea, un porcentaje despreciable, que parece vivir en estado de ingenuidad o de ignorancia absoluta, se atreve a encontrar buena nuestra torcida estrella de desastres. Aceptémoslo de frente: la nación está grave, está moribunda. Sólo se salvará si ocurre el milagro de una alta cirugía.

¿Qué hacer con la guerrilla?: es otro interro­gante que se ventila con el 60 por ciento inclinado a la mano dura; y cuanto se pregunta si son partidarios del diálogo, el 69 por ciento contesta que sí. Diálogo con firmeza sería la fórmula precisa. Aquí se condena la indecisión y se propugna una autoridad fuerte pero accesible.

El esquema gobierno-oposición tuvo enérgico rechazo con el 77 por ciento en contra. Un gobierno de partido en momentos en que se pide a gritos el diálogo y la unión de todos los ciudadanos para bloquear la rebelión, es lo menos acertado en la presente coyuntura.

Cuando el 94 por ciento pone su voto por la reforma agraria, y el 89 por ciento por la reforma urbana –índices apabullantes–, se expresa el hondo abismo de desigualdad social en que vive el país. La tierra, una de las mayores bases de la dignidad humana, es en Colombia patrimonio de las clases privilegiadas. Por eso, la nación está grave.

Se reflejan además otros deseos de los colombianos, como el del 58 partidaria del divorcio, del 53 por ciento del tratado de extradición, del 83 por ciento de la elección popular de gobernadores, del 95 por ciento –el porcentaje más alto– de la participación de los trabajadores en las empresas. Estos resultados declaran el grado de malestar que hoy sacude la vida colombiana.

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Es de sabios meditar en estas expresiones del pueblo, salidas de todas las capas de la población y de diferentes edades y niveles culturales, para buscar las medidas que hagan cambiar la opinión de los colombianos respecto al manejo del país. En esta encuesta el Gobierno sale derrotado con la calificación del 2.7 por ciento, o sea que no pasó la prueba.

Con todo, y como un grado de madurez de la opinión pública, el 71 por ciento de los encuestados ofrece su respaldo al Gobierno, no obstante el duro enjuiciamiento que hace de su gestión, como una voz de confianza en el imperio de las instituciones, pero para que se restablezcan la paz y la justicia social, que se hallan seriamente averiadas.

El Espectador, Bogotá, 15-VII-1988.

 

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