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Asociación Defensora de Animales

viernes, 11 de noviembre de 2011

Salpicón

Por: Gustavo Páez Escobar

Desde hace 27 años funcio­na en Bogotá —hoy bajo la presidencia de la señora Cecilia Delgado— la Asociación De­fensora de Animales y del Ambiente (ADA), entidad de carácter humanitario que combate la crueldad contra los animales y protege la natura­leza. Este organismo silencioso cumple extraordinaria labor social, ignorada por el común de la gente. Más aún: la ignora el propio Gobierno. Sin contar con auxilios oficiales, es colosal la labor que la entidad debe desplegar para conseguir los recursos económicos que le permitan subsistir.

Se sostiene, siempre en dé­ficit, con las entradas prove­nientes de los servicios que presta —a costo mínimo— por atención profesional a los animales y por suministro de drogas. Como no hay ánimo de lucro —y si lo hubiera estaría desdibujada la misión—, los directivos cumplen verda­dero apostolado en beneficio, primero que todo, de los ani­males y del medio ambiente; y luego de toda la comunidad, a la que sirven a través de la clínica, la droguería y los médicos veterinarios localizados en la carrera 19 con calle 30.

Algunas entidades y perso­nas se acuerdan, de vez en cuando, de apoyar esta obra benéfica. Hace un par de años el doctor Hernán Cifuentes, presidente de Aprovet, aportó una remesa de droga veteri­naria, con lo que se obtuvo una ayuda significativa. También se recibieron un computador para tecnificar los sistemas administrativos, una nevera para conservar los alimentos de los animales, y otros objetos útiles. Me co­mentaba la presidenta de la Asociación que el propósito es comprar sede propia en sitio mejor ubicado. ¿Y de dónde saldrá el dinero? Doña Cecilia Delgado, que es mujer de ar­mas tomar, gestiona con el gremio de los pintores la do­nación de algunas obras de arte para organizar con ellas una subasta pública. Varios artistas ya han respondido en forma positiva.

Una de las tareas perma­nentes de ADA es la de recoger y auxiliar a los perros despro­tegidos en las calles capitali­nas. Existe este dato asom­broso: en Bogotá hay 600.000 perros errantes y sin hogar. El año pasado fueron atendidos —llevados por el público o transportados por la ambu­lancia de la entidad— cerca de 15.000 animales, a los que se dispensaron servicios de con­sulta, control, vacunación, operaciones quirúrgicas y al­bergue en la entidad.

La principal preocupación de ADA es la de aminorar el dolor de los animales, causado entre otros factores por el hambre, la fatiga, las enfermedades, el maltrato, la explotación o el abandono. Por eso, al saberse allí que un animal ha sufrido un accidente o es torturado en la vía pública, es trasladado al centro de atención, donde re­cibe mejor trato —porque es trato humano— que el afiliado del Seguro Social.

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La Asociación adelanta in­tensas campañas para hu­manizar la relación del hombre con los nobles brutos, e inter­viene ante las autoridades para la expedición de normas que dignifiquen la vida animal. Así se eleva la moral del  comportamiento humano. El hombre, que es cruel por na­turaleza, debe aprender a respetar la vida y el dolor ajenos.

Este es postulado básico de ADA. Producto de la dura lucha de este organismo silencioso es la ley 84 de 1989 que adoptó el Estatuto Na­cional de Protección de los Animales. Es importante que se conozcan estas realizaciones tan positivas para el bienestar social. Y sobre todo que se brinde a la entidad citada —la única de su género que existe en Bogotá— el apoyo que ne­cesita. Ojalá la Alcaldía escu­che este mensaje.

El Espectador, Bogotá, 2-X-1991

 

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