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Tres temas boyacenses

viernes, 11 de noviembre de 2011

Por: Gustavo Páez Escobar

La leyenda de Julio Flórez – Varios actos culturales de los últimos días han evocado la memoria del popular poeta –el soñador eterno– que cumple en los próximos meses 70 años de muerto. Entra en circulación el libro dedicado a cinco literatos boyacenses, donde su autor, padre Manuel Briceño Jáuregui, director de la Academia Colombiana de Lengua, dedica un capítulo a Flórez. Está bien que esto ocurra con uno de los vates más inspirados de todos los tiempos, poe­ta de multitudes –cuyos poemas se volvieron canciones para todo el continente–, a quien algunos críticos cicateros han pretendido ignorar.

La fama de Flórez ha resistido el paso del tiempo, y este hecho lo confirma como una de las figuras de mayor renombre de las letras nacionales. Nacido en Chiquinquirá en 1867, escogió como sitio de descanso final a Usiacurí, donde falleció luego de haber sido coronado poeta na­cional en 1923. En  amplia casa pajiza de campo, rodeada de jardines y horizontes, pasó sus últimos días en compañía de su mujer y sus hijos, desengañado de las vanidades humanas y en plena armonía con su mundo es­piritual. Según Moratín, «era un sensitivo, y su alma, como una flauta divina, sonaba al más leve rumor de la brisa». Jorge Rojas dice que «nadie, antes ni después de él, ha puesto a vibrar los aires y las almas de más apasionado sen­tir a través del verso».

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Homenaje a Chiquinquirá. – Un paisano de Julio Flórez, el abo­gado y poeta contemporáneo Ho­mero Villamil Peralta, dedica a su patria chica el libro que se acaba de lanzar en la Academia de la Lengua, titulado Espacios del amor. Es, como Flórez, lírico romántico, de alma doliente y honda fibra amorosa. En su obra todo está imbuido de noble senti­miento: amor a Dios, al hombre, a la naturaleza, a la vida. Es poeta de la mujer, a la que canta como una necesidad vital, como un motivo para que florezca el alma.

Son 8 poemas dedicados al hom­bre: al hombre de la soledad, del trabajo, del dolor. Gran espacio social. Allí dice: «¡Todos los hom­bres llevan un pedazo de todo!  / Un pedazo de llanto y un pedazo de ensueño /… ¡Todos los hombres llevan un pedazo de infancia / pa­ra ya cuando viejos no morir de tristeza!”.

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Señorita Boyacá. – Boyacá ha escogido a Johana Ocampo Pin­zón para que lleve su representación en el Reinado Nacional de la Belleza. Por Soatá, mi pueblo nativo, pasó hace varios años un paisa andariego, oriundo de Salamina (Caldas), y allí echó raíces. Se casó con soatense, y de esa unión nació Johana, una graciosa exponente de la belleza y el señorío. Ella, que residió algún tiempo en Inglaterra, domina el inglés y sirvió de tra­ductora simultánea en el concur­so de Miss Mundo 1991. En Lon­dres, fuera del inglés, recibió clases de literatura europea. En Bogotá estudia periodismo y comunica­ción social y se desempeña como una de las modelos exclu­sivas de Punto Sport Catalina. Además ha sido traductora si­multánea en el Ministerio de Rela­ciones Exteriores.

Como embajadora de la belleza y la cultura, recibe el aplauso y la simpatía de la gente boyacense, y en lo económico (porque ser reina es un honor que cuesta) han comen­zado a apoyarla las empresas e industrias establecidas tanto en el departamento como en la capital del país. ¡Buena suerte, reina! Hoy mi tierra tiene fragancia real, sa­bor de dátil.

El Espectador, Bogotá, 5-IX-1992

 

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