Inicio > Quindío > Aires quindianos

Aires quindianos

jueves, 15 de diciembre de 2011

Salpicón

Por: Gustavo Páez Escobar

La atracción de la tierra quindiana me retornó a sus lares, en octubre pasado, para cele­brarle a Armenia sus 104 años de vida. Caras amigas y los aires siem­pre frescos del afecto y la hospitalidad vivificaron en mi esposa y en mí la añoranza de lejanos días imborra­bles. Este encuentro alborozado con la ciudad amada nos permitió palpar una realidad grata al corazón: que el Quindío, como no cesan de repetírnoslo sus gentes, es nuestra segunda patria chica.

Recuerdo que una vez me dijo Braulio Botero Londoño, gran señor de la hidalguía, que en su Cementerio Libre de Circasia, también llamado Panteón de la Libertad, me tenía reservado un terreno. Este ofreci­miento entraña el deseo del noble amigo por albergarnos en su parcela de paz, donde la vida y la muerte se confunden en abrazo fraterno, en medio del colorido y el sosiego de la verde campiña cafetera. Hay que resaltar aquí el sentido del color verde como símbolo de la esperanza.

La ciudad condecoraba ahora a Braulio Botero Londoño, que fue al­calde de Armenia en época remota, con el Cordón de los Fundadores. El filántropo y destacado hombre cívico, de 92 años, erguido como una de esas palmas de cera que se levantan airosas por los cielos de Salento, rememoró con voz emocionada la vieja aldea de los menudos afanes parroquiales y el firme andar hacia el progreso, hasta situarse en la briosa urbe actual que no encuentra un minuto de reposo en medio de su gigantismo arrollador.

Cuando vuelvo a Armenia y me hallo con la noticia de que el Quindío, en forma silenciosa, se entrega todos los días a las fuerzas ocultas del narcotráfico, hay algo que se rebela en mis intimidades.

Se habla de la invasión de pu­dientes familias llegadas de otros sitios en persecución de las apeteci­das fincas y terrenos urbanos que deberían protegerse como la mayor riqueza regional. La tierra se vende a extraños, sin penetrar demasiado en sus antecedentes ni en sus intencio­nes, porque la pagan bien. En los mejores puntos de la ciudad se levan­tan apartamentos increíbles, con pre­cios superiores a $200 millones, hecho desconcertante que nunca previeron los pobladores de la recatada villa que evoca Braulio Botero Londo­ño con voz estremecida.

Con Rodrigo Gómez Jaramillo, exalcalde de Armenia, analizo este fenó­meno doloroso y llegamos a la triste conclusión de que la historia local ha quedado dividida en dos: antes de Ledher y después de Ledher. Tremen­da verdad, que ojalá la gente de bien, que es mucha, contrarreste con la acción cívica que hoy parece adorme­cida en la Ciudad Milagro. El mayor milagro del momento seria éste: bo­rrar la semilla del mal y continuar produciendo café bueno. El obispo de la diócesis, monseñor Roberto López Londoño, clamó en su homilía por que se purifique el ramo de la construc­ción de los dineros dañinos que contaminan el ambiente.

La ciudad tiene varios periódicos a quienes corresponde, como voceros de la sociedad, preservar la moral pública. Con sus directores compartí la alegría del breve retorno: Rodrigo Gómez Jaramillo, de La Crónica; Al­berto Duque Ochoa, de El Quindiano; Ernesto Acero Cadena, de El Informa­dor Socio-económico; César Hincapié Silva, de Hoy.

Este último, que se ha desempeñado en los campos de la abogacía, las finanzas públicas, el periodismo, la diplomacia y la cátedra universitaria, acaba de publicar un libro de palpitante actualidad, con prólogo del ex ministro Diego Moreno Jaramillo y presentación del escritor y periodista Ovidio Rincón Peláez, que recibí como una primicia quindiana: El camello de la planeación. Se trata de un estudio profundo y polé­mico sobre el régimen legal de la planeación en Colombia, obra de gran utilidad para profesores universitarios, hombres de empresa y funcionarios públicos.

*

La joven ciudad que dejé hace diez años, hoy centenaria, conserva la lozanía y el encanto de entonces. La gente no ha perdido su tradicional señorío. En la plaza principal tremo­la, como una oración del trabajo honrado, el Monumento al Esfuerzo, de Rodrigo Arenas Betancourt. Es un símbolo del pasado creativo y un reto para el futuro nebuloso. En la epider­mis de la ciudad cayó alguna mancha, y ésta debe limpiarse para que no le ensucie el alma.

El Espectador, Bogotá, 25-XI-1993.

Categories: Quindío Tags:
Comentarios cerrados.