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Cátedra sobre periodismo

jueves, 15 de diciembre de 2011

Salpicón

Por: Gustavo Páez Escobar

Las palabras pronunciadas por Rafael Santos Calderón en la Academia de la Lengua para recibir el doctorado honoris causa en periodismo, conferido por la Universidad Central, represen­tan elevada cátedra sobre la misión del periodista. Determina en ellas pautas de la mayor valía acerca del compromiso moral que adquieren periódicos y periodistas como voceros que son de la comunidad, y que por lo tanto deben estar dotados de atributos de ecuanimidad y justicia para convertirse en verdaderos críticos sociales. «No son los conglomerados –dice– los que amenazan a la prensa sino el perder la credibilidad y no tener sintonía con sus lectores”.

Reconociendo que en su casa periodística goza de libertad para glosar los sucesos de la vida nacional, confiesa que sus enfoques no siempre coinciden con el pensa­miento de los viejos, sus maestros, y por eso suelen suscitarse cordiales discrepancias frente a la manera de ver las cosas. Esto no impide que en El Tiempo se viva un clima de tolerancia y respeto por la posición ajena, lo que estimula el sano ejercicio intelectual dentro del mundo pluralista de las ideas.

Esas diferencias de criterio en los cuerpos  directivos de la prensa contribuyen a depurar las noticias. Y en los periódicos de familia, donde la convivencia de los viejos con los jóvenes produce una amalgama sa­ludable, es más útil para la comuni­dad la diversidad de opiniones.

Se presentan incluso con­troversias entre los mayores y sus descendientes, como con franqueza, y en presencia de su propio padre y director de El Tiempo, don Her­nando Santos, lo revela el periodis­ta doctorado, con las siguientes palabras: «Discrepamos en esa ex­cesiva dependencia entre periódi­cos y partidos políticos, o en el celo con que a veces protegen a los poderosos de turno». De esto se deduce que el debate de las ideas, en cualquier periódico, es la base de su subsistencia. En cuanto a El Tiempo se refiere, cabe pensar que el cambio generacional, común a cualquier empresa, no demorará en ocurrir. Ya los jóvenes están maduros y deben enfrentar un mundo nuevo y cam­biante.

Rafael Santos hace énfasis, como lección para sus colegas de la prensa nacional, en la necesidad de que el periodista mantenga con los lectores absoluta claridad si quiere aspirar a la confianza del público. La defensa del lector, tan expuesto a la difamación y a que impunemente se pisoteen su honra y dignidad, debe ser afán  constante de la pren­sa.

Aboga por un periodismo de denuncia constructiva, que comba­ta la explotación de los indefensos y abandere las grandes causas populares. Debe brindarse mayor espacio a la salud, la educación, la cultura, la ciencia, la tecnología y Ia investigación. «Los diarios –dice– no quieren percatarse de la tragedia social que implica el que clínicas, hospitales y escuelas públicas amenacen la ruina y la quiebra». Y agrega que una prensa politizada y en contubernio con los poderosos pierde credibilidad ante los lectores.

Como corolario de este ensayo crítico de Rafael Santos Calderón –periodistas de gran audiencia nacional, cuya columna Perfil es el reflejo de su personalidad– resulta oportuno traer a cuento estos principios memorables de José Pulitzer:

«El periódico debe ser una institución que luche siempre por el progreso y la reforma, que nunca tolere la injusticia o la corrupción, que combata siempre a los demagogos de todos los partidos, que no pertenezca a ninguno, opuesto siempre a los privilegios de clase y a los explotadores públicos, con simpatías siempre para los pobres, siempre dedicado al bien público, no satisfecho nunca con la simple impresión de noticias, siempre rabiosamente independiente, nunca temeroso de atacar la sinrazón de la pobreza rapaz y de la aristocracia depredadora».

El Espectador, Bogotá, 19-III-1994

 

 

 

 

 



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