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Clínica Shaio

viernes, 16 de diciembre de 2011

Salpicón

Por: Gustavo Páez Escobar

El 3 de junio de 1957 –hace 40 años– nacía la Clínica Shaio en un potrero, a la entrada del Club de los Lagartos. No había agua ni luz, y los primeros gastos para poner las bases mínimas de la organización corrieron por cuenta de los médicos fundadores, Fernando Valencia Céspedes y Alberto Vejarano Laverde. La idea de establecer una clínica del corazón cuando los adelantos de la ciencia eran muy precarios en el mundo entero, sonaba utópica.

El cuerpo médico colombiano miraba con escepticismo tamaña aventura, mientras los quijotes de la entidad desafiaban los temporales y no desfallecían en sus empeños altruistas. El plan se enfrentaba a un grado extremo de pobreza, que amenazaba con el naufragio. Sin embargo, mientras más estrechas eran las cifras, más progresos se lograban.

Un año después ocurría un hecho extraordinario: la clínica implantaba el primer   marcapaso extracorpóreo en el mundo. Ya no se podía retroceder. Fue entonces cuando los fundadores acudieron a un personaje fuera de serie: Abood Shaio, un judío oriundo de Siria que había triunfado en Colombia como   hombre de empresa, luego de sortear no pocos contratiempos. Era el fundador    de la fábrica de textiles Sedalana y gozaba de profundo aprecio en la sociedad bogotana por su simpatía, espíritu humanitario e interés por la medicina.

En Nueva York, donde ahora residía, se le expusieron los serios problemas por que atravesaba el organismo, y él, ni corto perezoso, aportó una donación significativa. Vendrían después otras angustias, pero el escollo dramático de la penuria, en un momento crucial, se había derrotado. Superada esta barrera, el futuro se iluminó. Como justo reconocimiento al insigne filántropo –que siempre quiso pasar inadvertido– se dispuso con el tiempo que la institución llevara su nombre.

Dos distinguidos médicos, Fernando Valencia y Adolfo De Francisco, fueron los abanderados del progreso de la cardiología en Colombia. En 1950 llegó la innovación del cateterismo. Al mismo tiempo avanzaba el programa de las válvulas artificiales. Los primeros marcapasos que se implantaron en 22 países fueron de origen colombiano. Cada vez crecía más el prestigio de la entidad como un semillero de la ciencia.

Las calidades que distinguen al cuerpo médico, paramédico y personal en general hacen de la Shaio un centro cardiológico a la altura de los mejores del mundo. El grupo de cirujanos –compuesto por Víctor Caicedo, Hernando Santos, Hernando Orjuela, Juan R. Correa y Néstor Sandoval– representa la mejor garantía institucional. La gerencia está atendida por Gilberto Estrada, antiguo director científico, a quien se deben en gran parte los adelantos de la planta física en los últimos tiempos.

Por el libro Colombia en el corazón, publicado hace cinco años por la Shaio, con textos de Fernando Garavito, conozco que la construcción era una especie de pesebrera, con una sala de rayos X, una de cirugía, una de consulta externa, una cocina, doce camas y una oficina de administración. De aquel   estado de pobreza se pasó a la poderosa infraestructura de hoy (que cuenta con servicios tan avanzados como los que ofrece la dependencia llamada Rehabilitación Cardíaca, un concepto moderno para superar los asaltos del corazón).

Así define el milagro uno de los médicos: «Houston queda aquí, en la calle 104.  Se llama Shaio».

El Espectador, Bogotá, 29-V-1997.

 

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