Inicio > Temas varios > Cuestiones de identidad

Cuestiones de identidad

jueves, 10 de noviembre de 2011

Salpicón

Por: Gustavo Páez Escobar

Uno de los columnistas de este diario figura como Darío Bautista V. Es una identificación incomple­ta. Parece que estuviera mutilada. Lo correcto es es­cribir completo el segundo apellido. Es como cuando las casadas expresan (aunque el de conyugal ya no se usa, dizque porque indica propiedad y esto es machis­mo): Zoraida Torres de S. ¿De Suárez? ¿De Salamanca? ¿De Sanclemente? ¿De Satán? Esa S sola, indescifrable, es horrorosa, ambigua, y en el campo femenino no es aconsejable: puede implicar muchas posesiones. La mis­ma pregunta podría formularse en el caso de la V errá­tica de Darío Bautista: ¿Vargas? ¿Vela? ¿Vaca? ¿Ver­dugo?

En esto de los nombres propios, hay personas nota­bles que quedan definidas sin necesidad del segundo apellido: Alberto Lleras, Carlos Lleras, Laureano Gó­mez. Si se agrega el segundo apellido, a veces se des­figuran. Si se dice, por ejemplo, Laureano Gómez Cas­tro, la adición le quita resonancia al rotundo caudi­llo de la historia.

Hay personas que logran establecer el solo apelli­do como identificación plena: Gaitán (no puede ser si­no el líder popular); Carranza (el poeta); Nariño (el precursor); Botero (el pintor de señoras gordas). Otros, el solo nombre: Otto (el de la cultura nacional y la carcajada inconfundible); Guillermo León (el presidente poeta); Gloria (la eterna animadora de la televisión).

Un distinguido columnista de este diario dejó muy bien escrito su nombre: Darío Bautista. Si el segundo Darío Bautista prefiere, para diferenciarse, añadir un apéndice (esa V solitaria y muda), parece que la persona estuviera apenas retoñando. Lo mismo pasa con los Cano, los periodistas, que son tan prolíficos y que también escriben historias individuales en la prensa: uno de los descendientes del fundador debe anotar el segundo apellido para evitar confusiones (no es lo mismo Fidel Cano que Fidel Cano Isaza).

Otros, en cambio, deben suprimir el segundo apellido para individualizarse y evitar incómodas referencias, que suelen apocar la propia valía. Esto sucede con Eli­gio García. Si se agrega el Márquez, no se eleva sino que se frustra. Gabo, a propósito, que cualquiera tra­duce por Gabriel García Márquez, obtuvo el acierto mági­co de ser reconocido en el mundo entero con tan reducido grafismo. Gabo no hay sino uno. Y si otro quisiera lla­marse así, quedaría en ridículo.

En las normas fijadas por el Instituto Caro y Cuervo para presentación de originales que van a ser publica­dos, existe ésta:

«Por regla general, escríbanse completos los nom­bres propios y los apellidos, aunque sean de personas muy conocidas. Ejemplos: Tomás Navarro Tomás, Rafael Uribe Uribe, Manuel Briceño Jáuregui. Pueden abreviar­se los nombres, nunca los apellidos, así: T. Navarro Tomás, R. Uribe Uribe, M. Briceño Jáuregui; pero no Tomás Navarro T., Rafael Uribe U., Manuel Briceño J. En estos casos, por brevedad, es preferible suprimir el segundo apellido: Tomás Navarro, Rafael Uribe, Ma­nuel Briceño».

¿Y cuando la persona no tiene segundo apellido? El problema es mayúsculo en Colombia, donde esta soledad se convierte en sonrojo social. En Estados Unidos no habría dificultad: Kennedy será siempre el mismo (y John, en cambio, será, cuando no va unido al líder popular, un ser del común, lo que en Colombia no ocu­rriría con Belisario, Otto, Laureano o Virgilio). En Colombia ese trance se resuelve colocándose a la fuer­za el otro apellido que negó la suerte.

Esto no sucedió con un amigo mío de Tunja, hijo natural y dueño de gran personalidad, a quien un terco escribiente de juzgado, la persona más necia y más anónima del mundo, se negaba a recibirle la declaración si no suministraba la identidad completa. Y el aludido, con valor y desenfado, le dijo que anotara: “hijo de padre desconocido”.

El Espectador, Bogotá, 4-IX-1990.

 

 

Categories: Temas varios Tags:
Comentarios cerrados.