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Una princesa triste

jueves, 10 de noviembre de 2011

Salpicón

Por: Gustavo Páez Escobar

De parte de la princesa muerta, extraordinaria no­vela de Kenizé Mourad, es hoy el libro más vendido en Francia, donde en menos de un año ha superado el millón de ejemplares. Ahora llega a Colombia en magnífica edi­ción de Arango Editores.

Como en toda historia real, el lector busca palacios encantados y princesas hechizadas que lo transporten a las regiones de la fantasía. Y aquí encuentra una de las vivencias más conmovedoras de la sangre azul en estas postrimerías de la realeza.

Hoy las princesas se están extinguiendo y su exis­tencia es casi un mito. Como de ello es consciente la escritora francesa Kenizé Mourad, hija de princesa, se propuso investigar la historia de su madre muerta y res­catar su misterio. Cuando ésta murió, Kenizé tenía año y cuatro meses. Crece sin padres, en medio de un París frío y ajeno, su propia patria chica. En la India vive su padre, el rajá Amir, y sólo hasta la edad de 15 años tiene noticia de él; cuando lo conoce, seis años después, aumenta su frustración. Esta inestabilidad hogareña le ocasiona serios trastornos de identidad.

La escritora se va en busca de sus raíces. Escribir este libro sobre su madre, la princesa Selma, se convier­te en necesidad sicológica. Kenizé, dando clases privadas y vendiendo dulces en la ópera, se había costeado los estudios de sicología en la Sorbona. Luego se hace periodista de Le Nouvel Observateur y se desempeña por 12 años como corresponsal de guerra.

Investiga en bibliotecas, en archivos, realiza entre­vistas. Así descubre a su madre, nieta del sul­tán otomano Kurad V; nacida en 1911, había vivido en el lujoso palacio de su familia en la ciudad de Estambul. Aquí se inicia el cuento de hadas.

Selma no fue dócil. Rechazaba las rígidas costumbres palaciegas. De niña era retraída y solitaria. A los 20 años, joven hermosa y apetecida. Se casa en la India –o mejor, la casan– con el rajá Amir, quien nunca colma sus aspiraciones. La India le resulta sofocante, inhumana, sucia, violenta. Con el tiempo su hija Kenizé, relatando los hábitos orientales, lograría magníficos cuadros sobre la miseria de aquel país, que hacen recor­dar a José María Gironella en el libro En Asia se muere bajo las estrellas.

La princesa se rebela contra las normas de su nuevo estado. Rechaza esta condición en que la mujer no tiene derechos y sólo sirve para darle satisfacción sexual al marido. Es una princesa triste. Queda embarazada, y lo lamenta. Viaja a París a tener a su hija. Vive allí la vida que nunca había conocido. Baila, bebe, derrocha, consigue amante. Por primera vez encuentra el amor, sin importarle que sea adúltero, y se siente feliz. Se siente mujer.

Los giros del rajá se vuelven lentos y Selma reco­rre los caminos de la necesidad.  Vendidas las joyas, que­da reducida a muy poca cosa. En un hotel de poca catego­ría nace su hija. Su fiel eunuco, Zeynel, entierra días después a su soberana en medio de la soledad y la pobreza.

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Kenizé produce un gran documento humano sobre las con­diciones de servidumbre en Turquía y la India, sobre las rivalidades entre judíos y árabes, sobre el proceso po­lítico del Medio Oriente, sobre la emancipación de la mujer. Narración delicada e intensa, con algunas escenas sensuales y con denso clima humano.

Selma le transmitió a su hija el temperamento. Y Ke­nizé –que no se siente princesa–  soporta sus propios con­flictos. Le pesa su sangre azul. Primero prefiere ser mu­jer. Pero ésta es otra historia, y tal vez ella nos la cuente algún día.

El Espectador, Bogotá, 2-XI-1989.

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