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Raíces periodísticas

viernes, 11 de noviembre de 2011

Salpicón

Por: Gustavo Páez Escobar

Mirando desde mi televisor la reu­nión realizada en el Teatro Colón para celebrar el día del periodista en los 200 años que ha cumplido la pren­sa colombiana, recordé mis inicios como cronista en cier­ne, hace 36 años, de un periódico tunjano. El hoy aboga­do Alberto Mantilla Vargas, por aquel entonces estudian­te de la Universidad Tecnológica y Pedagógica de Colom­bia, había fundado El Momento, un periódico muy bien elaborado, en el que colaborábamos, en vínculo estrecho con el director, Jaime Jaramillo Cogollos, Octavio Ro­dríguez Sosa y el suscrito.

Allí hice mis primeras armas en el periodismo, a la edad de 18 años. Casi tengo la misma edad periodística de Carlos Eduardo Vargas Rubiano, y esto es mucho de­cir. Con esto quiero destacar que quien es periodista o escritor –dos géneros que se confunden– se ha iniciado desde joven en la dura y regocijante labor que en estos momentos pone muchos mártires, y no se detiene. El verdadero periodismo se lleva en la sangre y es impo­sible improvisarlo.

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He hallado, escarbando viejos papeles, y para cele­brar en la intimidad mi propio día del periodista, mi primera incursión en aquel periódico de Tunja, en nota publicada el 23 de enero de 1955 con el título El perio­dismo:

“Acaba de salir a la calle la última edición de un diario, un semanario o un quincenario. Por las calles los voceadores de prensa venden el nuevo número y poco a poco va quedando éste en poder del público. Mientras esto sucede en cualquier ciudad, por áridas carreteras el periódico se encuentra coronando alturas, descen­diendo al valle o cruzando los aires, al borde del bus, el ferrocarril o el avión que lo han de transportar al poblado más lejano. En poco tiempo centenares de perso­nas se encuentran provistas del periódico, y vemos a éste penetrar al hogar a informar la última noticia, o deambular por las calles bajo el brazo de los transeún­tes. Poderosa es la fuerza del periódico y muchas veces su acción es destructora. Este órgano es quizá la tribuna más fuerte de la difusión del pensamiento y su constitución lo convierte en la cátedra sacra desde donde se rinde devoción a las ideas.

«La materia que forma un periódico puede ser políti­ca, literaria, artística, comercial, etcétera, y a tra­vés de sus escritos se libran campañas o polémicas que el periódico sostiene por interés propio. Otras veces el fin de un periódico es la controversia y la critica literaria, y en este caso, cuando tal fin está orienta­do por la justicia y la pulcritud, el periódico viene a ser uno de los mejores campos para la instrucción. Es, pues, muy variado el género de cada periódico.

«Delicada y ardua es la labor del periodista. Quie­nes se dedican a ella han de estar dotados de un gran espíritu de responsabilidad y constancia. De constancia, porque el periodismo es una campaña pesada en la que a diario se sostienen duras luchas para llevar a flote la subsistencia del periódico. Los periodistas carentes de constancia van camino del fracaso Por eso, con frecuencia vemos que muchos periódicos mue­ren en los gérmenes de su nacimiento. Ser periodista no es tarea fácil. El periodista debe estar preparado para hacer frente a serios obstáculos que luchan contra la subsistencia del periódico, y si el periodista no obra con un proceder sereno y mesurado, los enemigos saldrán triunfadores en sus intentos.

«Ser periodista no es una profesión, es un sacerdocio.  Ser periodista es un oficio de sacrificios y lucha cons­tante por el logro y cristalización de un ideal. El pe­riodista debe saber que su labor es una senda sembrada de dificultades.

«Como fruto de un profundo criterio, el gran perio­dista norteamericano José Pulitzer, propietario del New York Word, ha dicho acerca del periodismo:  ‘El pe­riódico debe ser una institución que luche siempre por el progreso y la reforma, que nunca tolere la injusti­cia o la corrupción, que combata siempre a los demago­gos de todos los partidos, que no pertenezca a ninguno, opuesto siempre a los privilegios de clase y a los explotadores públicos, con simpatías siempre para los pobres, siempre dedicado al bien público, no satisfecho nunca con la simple impresión de noticias, siempre ra­biosamente independiente, nunca temeroso de atacar la sinrazón de la pobreza rapaz y de la aristocracia depredadora”.

El Espectador, Bogotá, 28-II-1991

 

 

 

 

 

 

 

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