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Parque Nacional del Café

viernes, 16 de diciembre de 2011

Por: Gustavo Páez Escobar

El Comité Departamental de Cafete­ros del Quindío ha tenido la gentileza de enviarme el excelente libro que divulga la obra del Parque Nacional del Café. Es un libro más, entre los varios que viene pu­blicando el Comité de Cafeteros, que pone de presente la admirable labor que ade­lanta la entidad en beneficio de la cultura de la región. Aquí es preciso destacar el liderazgo que en este sentido ejerce el di­rector ejecutivo del Comité, ingeniero agró­nomo Óscar Jaramillo García.

Aunque ya conocía los textos del libro –bellamente escritos por Carlos Arturo Patiño Jiménez, empleado del Comité–, por haber prestado mi concurso en la revi­sión final de los mismos, me he maravi­llado con la esplendorosa edición que aho­ra tengo a la vista. La descripción que se hace del Parque Nacional del Café no sólo es certera y bien documentada, sino ade­más seductora y poética. Por otra parte, las maravillosas fotografías que ilustran la obra, tomadas por Diego Álvarez Mejía, ofrecen todo un espectáculo de colorido y embrujo del paisaje quindiano.

Este libro contiene un mensaje ama­ble del pueblo cafetero. Aquí está, en tex­tos y en fotografías, el alma de la región. El café, siendo un medio de sustento –hoy, por desgracia, venido a menos–, es magia y religión y poesía. El café es un dios. Una religión. Qué importante que los dirigentes quindianos de la industria cafetera se hubieran pre­ocupado por erigir este monumento en el propio corazón de la montaña, nada me­nos que en Montenegro, una de las tierras más pródigas para el cultivo del gra­no.

El Parque Nacional del Café nada tie­ne que envidiarles a obras parecidas –de diferentes actividades– localizadas en otros sitios de Colombia y del mundo. La obra nuestra ha sido planeada con gusto artístico y con el enfoque cabal para captar toda la historia del principal producto de nuestra economía. Por el café se conoce a Colombia en el mundo entero. Los reveses actuales, de­rivados de malas políticas y de hechos desafortunados, no pasarán de ser pasajeros.

Una entusiasta felicitación merece el gremio cafetero, representado en sus organismos rectores tanto de la región como del país, por la feliz idea del Parque. Esto es lo mismo que hacer historia patria. Y este libro difusor, que se quedará en ma­nos de miles de turistas que pasan por la finca-museo de Montenegro, será el men­sajero permanente de las magnificencias de una tierra mítica.

La Crónica del Quindío, Armenia, 22-IX-1997.

 

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