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El poeta de la colonización

jueves, 6 de junio de 2024 Comments off

Por Gustavo Páez Escobar

En dos artículos recientes he tocado el tema de la colonización antioqueña, uno de los sucesos más importantes de la historia colombiana en los campos cultural, económico y social. Tal el éxodo masivo desde Antioquia hacia los actuales departamentos de Caldas, Risaralda y Quindío, y parte del Tolima y Valle del Cauca, que se asentó en las tierras baldías y creó un nuevo mapa y una nueva idiosincrasia en el país.

La novela El río corre hacia atrás, de Benjamín Baena Hoyos, es la pintura más fiel de ese proceso histórico. En ella describe, con lenguaje elocuente y poético, lo que es una real epopeya realizada por gente intrépida que, luchando contra toda clase de infortunios, se abría paso por las breñas inhóspitas, fundaba pueblos y afincaba a sus familias en los terrenos conquistados.

Esta novela es un canto a la tierra y a la lucha del hombre por poseerla. Su lenguaje es magistral. Punzante en ocasiones, y siempre florido y certero. Los hechos se presentan con refulgente claridad y llevan al lector a sentirse en el mismo lugar de los sucesos. Abundan la metáfora encantadora, la expresión lírica, la agudeza mental, la idea filosófica. Veamos un ejemplo: “Después vino la muerte y empezó a cavarle en el pecho. A cavar y cavar y cavar con los truenos de la tos. Así noche y día, hora tras hora. Eso acabó secándole la vida”.

Benjamín Baena Hoyos es el poeta de la colonización. ¿Alguien sabe que era además poeta romántico? Esta vena la vio crecer al lado del maestro Valencia, cuando estudiaba abogacía en Popayán. Escribió el libro Otoño de tu ausencia, que está ignorado por los comentaristas literarios. En el Quindío, donde el autor vivió buena parte de su vida, no lo mencionan Héctor Ocampo Marín, Nodier Botero ni Carlos Alberto Castrillón. En ninguna librería nacional se consigue. Lo descubrí en la firma internacional Buscalibre, y lo compré.

El poeta mantuvo oculta esta obra durante largo tiempo, y él mismo dirigió la edición en Pereira pocos días antes de su muerte (1987). Ignoro qué suerte tuvo dicha publicación. Lo que sé es que el libro fue el ganador, 26 años después, del tercer concurso de “Letras de Pereira para el mundo”, convocado en 2013 por Ediciones sin Nombre (México), Universidad Tecnológica de Pereira y Frisby.

Fue editado en Pereira, en marzo de 2014, por Gráficas Olímpica, y tiene esta dedicatoria: “A Esther, con amor, más ahora, cuando ya la vacilante luz de los recuerdos sólo alcanza para alumbrar tenuemente los más oscuros rincones del corazón”. Supongo que Esther era su esposa. Escribí a la universidad pereirana en busca de mayores datos, pero no me respondió. Baena Hoyos es también autor del libro Relatos del abuelo, sobre el que no he conseguido ninguna información.

Otoño de tu ausencia: ¡bello poemario! De él recojo estas perlas: “Y un día volveremos / como de algún naufragio, / tú con la voz cansada / de estrellas y de pájaros / y yo con los caminos / abiertos de tus brazos”. “Y así voy por la vida vislumbrando un presagio / que me libre en la hora del eterno naufragio / y me arrastre consigo por fantásticas simas”.

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Eje 21, Manizales, 30-V-2024.  Nueva Crónica del Quindío, Armenia, 2-VI-2024.

Comentarios

 Qué buen escrito sobre Benjamín Baena Hoyos a quien traté por muchos años. Su esposa Esther Restrepo era prima hermana de mi madre Amelia Jaramillo, y ellas se trataban como hermanas. El padre de Esther, Mariano Restrepo, fue un ciudadano destacado de Armenia, dirigente y alcalde de la ciudad. El matrimonio Baena Restrepo tuvo dos hijos: Silvio y Ariel. El primero fue un distinguido y exitoso ingeniero (especialista en comunicaciones telefónicas). Diego Moreno Jaramillo (exministro, exalcalde de Armenia, exgobernador del Quindío).

Gracias por tu artículo sobre un nuevo hallazgo, un libro desconocido sobre la Colonización Antioqueña. No sé si conozcas el libro El último encomendero, de Luis Eduardo Gallego Valencia, sobre el inicio de esta gesta colonizadora. Eduardo Arcila Rivera, Bogotá.

Respuesta. Leí El último encomendero cuando fue publicado hace ya muchos años, y lo comenté en mi columna. Soy amigo de su autor desde mi época quindiana. GPE

Esta epopeya colonizadora deberá ser siempre recordada y llevarnos a imaginar esa lucha frontal de los colonizadores con la enfermedad y la muerte.  Porque este territorio era en verdad una zona impenetrable. Esos personajes valientes y decididos merecen ser recordados. Esperanza Jaramillo, Armenia.

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Las mujeres de Álvarez Gardeazábal

martes, 21 de mayo de 2024 Comments off

Por Gustavo Páez Escobar

 Dice Gustavo Álvarez Gardeazábal en el libro que voy a reseñar: “Mis lectores y mis oyentes han sabido siempre que no he tenido apetencias sexuales por las mujeres. Ellas, empero, han sido los soportes de mis afectos, los pilares de mis gestas y los grandes personajes de mis narraciones”.

Dicho libro hace parte de los doce que acaba de editar El Tiempo –con su sello Intermedio– para conformar la Biblioteca Gustavo Álvarez Gardeazábal. Entre ellos se encuentran títulos descollantes como Cóndores no entierran todos los días, Las guerras de Tuluá, Dabeiba, Comandante Paraíso, El divino. Un aplauso merece el periódico al rendir el justo homenaje que merece uno de nuestros grandes escritores.

Las mujeres de la muerte es otro de los títulos de esta serie. El escenario es Tuluá, la tierra natal del novelista. Nadie como él ha contado con tanta propiedad e indignación la violencia que desde tiempos pretéritos se ha ensañado en su pueblo. Como estigma de ese desastre, inmortalizó en su novela cumbre la figura siniestra del cóndor. La Tuluá de entonces es la misma de ahora, formada por delincuentes que causan regueros de sangre y exterminan la paz bajo la arremetida del odio, el atropello, el suplicio y la muerte.

En medio de balaceras, revólveres, bombas y metralletas, allí la gente vive aterrorizada a toda hora. Ayer eran los pájaros, hoy son los asesinos de La Inmaculada. Tuluá está vuelta un infierno. Huele a muerte. Los personajes que ventila Álvarez Gardeazábal en estos relatos escalofriantes son mujeres que llevan a rastras el dolor comunitario que nunca se extingue.

Ellas han perdurado en las entrañas del novelista amante de su pueblo. Estas mujeres simbólicas (Ana Dolores, Merceditas, Marianita, Bolivia González, la Potes, la señorita Raquel…) no solo sufren sus propios dramas, sino que los irradian a la familia y a la comunidad. Y producen un estallido social. A través del tiempo desaparecen de la escena como hojas secas que se lleva el viento, y llegan otras a remplazarlas. Reales unas y otras de ficción, el narrador ha escrito estos relatos como testimonios descarnados de lo que sucede no solo en su comarca, sino en el país. Tuluá es Colombia.

Y resalta su afecto hacia mujeres con quienes ha tenido trato deferente en el campo literario y en los altos cargos que ha ejercido. De hecho, libros suyos están dedicados a ellas. El que aquí comento lleva la dedicatoria para Rubiela Pérez Castillo, quien “me iluminó con su serenidad –dice él– en los momentos de gloria y en los duros episodios a que fui sometido”. A la periodista española Pilar Narvión le dedicó El tiritero, y Dabeiba a la escritora caleña Carmiña Navia. Hay varios casos más.

Especial atención me causa la historia de la señorita Raquel, la embalsamadora de Tuluá. Ella sabía todos los secretos de la gente, ya que por sus manos pasaban todos los muertos. No cambiaba su oficio por ningún otro. Todos la querían y la requerían, y ella vivía feliz con su afianzada dignidad. Era la indeclinable memorialista de la muerte, y se llevó a la tumba, a sus 89 años, la satisfacción de haberles dado la mano a sus paisanos en el trance final.

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Eje 21, Manizales, 17-V-2024.  Nueva Crónica del Quindío, Armenia, 27-V-2024.

Comentarios

 Espléndido comentario a mis mujeres. Como diría la señorita Raquel en su quehacer mortuorio: «Más que generoso». Mil gracias. Gustavo Álvarez Gardeazábal, Tuluá.

La Tuluá del Cóndor que me tocó vivir con la muerte alfabética de los firmantes de la carta a Rojas Pinilla pidiendo protección. Empezando con el ilustre abogado Aristides Arrieta. Violencia reencauchada hoy día con la banda de la Inmaculada. La Colombia violenta de siempre alimentada por políticos corruptos a quienes les conviene que nada cambie y seguir engordando sus bolsillos ¡Cruel realidad! William Piedrahíta, desde Estados Unidos.

Las mujeres de Álvarez Gardeazábal

martes, 21 de mayo de 2024 Comments off
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Los ríos rebeldes del Quindío

lunes, 6 de mayo de 2024 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

La lectura del libro titulado Desde el río Arma hasta el Quindío, de Diego Arango Mora, sobre el cual hice un comentario en marzo pasado, me llevó a la relectura de la novela El río corre hacia atrás (1980), de Benjamín Baena Hoyos, quien nació en Pereira en 1907 y murió en la misma ciudad en 1987. Su infancia transcurrió en Armenia. Fue representante a la Cámara, magistrado del Tribunal Superior de Manizales, diputado de la Asamblea de Caldas, notario de Pereira, profesor de literatura. Poco antes de morir, escribió el poemario Otoño de tu ausencia, que solo vino a conocerse muchos años después, y hoy se ignora.

Su novela –reimpresa en 2017 por la Universidad Tecnológica de Pereira– es la narración más vigorosa, certera y sobrecogedora que se ha escrito sobre la colonización del Quindío. En ella se mueven, con lacerante dramatismo, las corrientes de colonos procedentes de Antioquia que llegaron a desbrozar los terrenos baldíos en busca de mejores medios de vida, atraídos por la fertilidad ecológica y el oro escondido en las guacas indígenas. Como esas tierras no tenían dueño, serían ellos quienes iban a cultivarlas para buscar el sustento y el bienestar de sus familias.

A esa tarea se dedicaron con las mayores dosis de esfuerzo, coraje y entusiasmo. De sol a sol dejaban en los campos las desgarraduras causadas por el duro laboreo que los premiaba con el florecimiento de sus plantíos y la mejora de sus viviendas. Había sudores, y plagas, y dolencias, y angustias, y lluvias inclementes, y muertes brutales, pero sus faenas se traducían en la conquista y el amor a la tierra. El azadón y el machete eran sus elementos de combate y redención.

En 1884, apareció en el panorama un ave siniestra: Burila, compañía latifundista fundada en Manizales por socios de gran influencia local y nacional, cuyo propósito era apoderarse de la inmensa cantidad de terreno de que era rica la región. De entrada, habían adquirido un latifundio de 125.000 hectáreas que se iniciaba en Zarzal (Valle) y abarcaba buena parte del mapa quindiano. Sus enemigos eran los colonos, quienes se habían posesionado de los campos baldíos.

Y llegaron días atroces marcados por los atropellos y la crueldad con que Burila se enfrentó a los pobladores. Con astucia y la complicidad de algunas autoridades, la compañía llevó a cabo pleitos ignominiosos contra aquella gente desprotegida que pedía a gritos el derecho a la vida. Con despojos, hostigamientos, torturas y muertes, la compañía impuso una época de terror. ¡Tierra…, tierra…, tierra…!, era el clamor furioso que salía de miles de gargantas. Esto es lo que Baena Hoyos pinta en su novela magistral. Personajes suyos como Severiano y Nicanor son humildes labriegos que luchan a brazo partido por retener las propiedades que han conquistado con el sudor de la frente.

Libro de profundo carácter social, se convierte en un grito masivo contra la injusticia y la barbarie, y reconstruye la epopeya de aquel éxodo que puso los cimientos para el desarrollo y prosperidad del Eje Cafetero. Frente a semejante ola de iniquidad, El río corre hacia atrás es el símbolo exacto para afirmar que los dieciséis ríos de la región impulsaron sus aguas hacia atrás en señal de protesta y rebeldía.

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Eje 21, Manizales, 3-V-2024. Nueva Crónica del Quindío, Manizales, 5-V-2024.

Comentarios

 Indudablemente, El río corre hacia atrás es uno de los más bellos libros escritos sobre la colonización del Quindío. Bello por su magnífica prosa descriptiva de paisajes, costumbres y quehaceres de esos labriegos que construyeron esta región. Dolorosa hasta lo más profundo, pues a las carencias y sufrimientos de un proceso colonizador sumaron la violencia que Burila desató contra ellos. ¡Cuántos años de violencia insensata en nuestra tierra! Diego Arango Mora, Armenia.

Muy buena descripción histórica del desarrollo luchador del Eje Cafetero. Rebeldía que ojalá se tuviera para contrarrestar el retroceso en que está nuestro querido país. Humberto Escobar Molano, Villa de Leiva. 

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Los ríos rebeldes del Quindío

lunes, 6 de mayo de 2024 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

 La lectura del libro titulado Desde el río Arma hasta el Quindío, de Diego Arango Mora, sobre el cual hice un comentario en marzo pasado, me llevó a la relectura de la novela El río corre hacia atrás (1980), de Benjamín Baena Hoyos, quien nació en Pereira en 1907 y murió en la misma ciudad en 1987. Su infancia transcurrió en Armenia. Fue representante a la Cámara, magistrado del Tribunal Superior de Manizales, diputado de la Asamblea de Caldas, notario de Pereira, profesor de literatura. Poco antes de morir, escribió el poemario Otoño de tu ausencia, que solo vino a conocerse muchos años después, y hoy se ignora.

 Su novela –reimpresa en 2017 por la Universidad Tecnológica de Pereira– es la narración más vigorosa, certera y sobrecogedora que se ha escrito sobre la colonización del Quindío. En ella se mueven, con lacerante dramatismo, las corrientes de colonos procedentes de Antioquia que llegaron a desbrozar los terrenos baldíos en busca de mejores medios de vida, atraídos por la fertilidad ecológica y el oro escondido en las guacas indígenas. Como esas tierras no tenían dueño, serían ellos quienes iban a cultivarlas para buscar el sustento y el bienestar de sus familias.

A esa tarea se dedicaron con las mayores dosis de esfuerzo, coraje y entusiasmo. De sol a sol dejaban en los campos las desgarraduras causadas por el duro laboreo que los premiaba con el florecimiento de sus plantíos y la mejora de sus viviendas. Había sudores, y plagas, y dolencias, y angustias, y lluvias inclementes, y muertes brutales, pero sus faenas se traducían en la conquista y el amor a la tierra. El azadón y el machete eran sus elementos de combate y redención.

En 1884, apareció en el panorama un ave siniestra: Burila, compañía latifundista fundada en Manizales por socios de gran influencia local y nacional, cuyo propósito era apoderarse de la inmensa cantidad de terreno de que era rica la región. De entrada, habían adquirido un latifundio de 125.000 hectáreas que se iniciaba en Zarzal (Valle) y abarcaba buena parte del mapa quindiano. Sus enemigos eran los colonos, quienes se habían posesionado de los campos baldíos.

Y llegaron días atroces marcados por los atropellos y la crueldad con que Burila se enfrentó a los pobladores. Con astucia y la complicidad de algunas autoridades, la compañía llevó a cabo pleitos ignominiosos contra aquella gente desprotegida que pedía a gritos el derecho a la vida. Con despojos, hostigamientos, torturas y muertes, la compañía impuso una época de terror. ¡Tierra…, tierra…, tierra…!, era el clamor furioso que salía de miles de gargantas. Esto es lo que Baena Hoyos pinta en su novela magistral. Personajes suyos como Severiano y Nicanor son humildes labriegos que luchan a brazo partido por retener las propiedades que han conquistado con el sudor de la frente.

Libro de profundo carácter social, se convierte en un grito masivo contra la injusticia y la barbarie, y reconstruye la epopeya de aquel éxodo que puso los cimientos para el desarrollo y prosperidad del Eje Cafetero. Frente a semejante ola de iniquidad, El río corre hacia atrás es el símbolo exacto para afirmar que los dieciséis ríos de la región impulsaron sus aguas hacia atrás en señal de protesta y rebeldía.

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Eje 21, Manizales, 3-V-2024. Nueva Crónica del Quindío, Manizales, 5-V-2024.

Comentarios

 Indudablemente, El río corre hacia atrás es uno de los más bellos libros escritos sobre la colonización del Quindío. Bello por su magnífica prosa descriptiva de paisajes, costumbres y quehaceres de esos labriegos que construyeron esta región. Dolorosa hasta lo más profundo, pues a las carencias y sufrimientos de un proceso colonizador sumaron la violencia que Burila desató contra ellos. ¡Cuántos años de violencia insensata en nuestra tierra! Diego Arango Mora, Armenia.

Muy buena descripción histórica del desarrollo luchador del Eje Cafetero. Rebeldía que ojalá se tuviera para contrarrestar el retroceso en que está nuestro querido país. Humberto Escobar Molano, Villa de Leiva. 

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