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La historia en anécdotas

sábado, 28 de enero de 2012 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Fascinante libro de anécdotas históricas, sacadas de largas y reflexivas  lecturas, ha editado Vicente Pérez Silva con el sello de Editorial Planeta. Más de cien episodios curiosos y de profundo ingenio se agrupan en estas páginas amenas que recorren distintas épocas de la historia colombiana en los campos de la política, las armas, la literatura y la religión, destacando memorables sucesos de la vida nacional e imprimiendo colorido al carácter de los protagonistas.

EI genio penetrante de Bolívar se dibuja en un encuentro con el coronel Wilson, perteneciente a la Legión Británica, hombre apuesto que se jacta de dejar boquiabiertas a las más lindas muj­eres. Dice que por donde él pasa no queda una doncella. «Yo he visto a una virgen al lado suyo», le dice Bolívar. Engreído, el militar lo reta a que revele su nombre, y Bo­lívar le res­ponde: «Su es­pada».

Las anéc­dotas del ge­neral Maza son innume­rables. Algu­na vez lo re­prende Bolívar por los escánda­los que protagoniza en el ejército y le dice que ya no lo puede tolerar más. «Ni yo a su Excelencia», con­testa Maza. «¿Apostamos a que un día de estos lo fusilo?», se enar­dece Bolívar. A lo cual responde Maza con sangre fría: «No me con­viene el negocio; su Excelencia tal vez me gane la apuesta».

Entre don Miguel Antonio Ca­ro y el general Rafael Reyes se producían continuas discrepan­cias. Un día llega un caballero a visitar a don Miguel Antonio y con imprudencia se dedica a alabar a Reyes, en quien pondera su asom­brosa actividad, apuntando que trabaja veinticuatro horas al día. Y don Miguel Antonio anota: «En­tonces, ¿a qué horas piensa?».

En una de sus giras proselitistas por el país, le preguntan a Al­zate Avendaño por qué se hace acompañar siempre de su esposa Yolanda, quien debe sufrir las in­comodidades de hospedaje en po­blaciones lejanas. Alzate explica: «Es que yo, cuando viajo, llevo to­do lo que necesito, para no tener que estar molestando a los ami­gos».

El mismo Alzate escribe un editorial para La Patria de Manizales y sus amigos Fernando Londoño y Francisco José Ocampo lo acosan para que termine, porque el jefe de armada manifiesta que es lo único que falta para editar el periódico. Cuando concluye el editorial, Alzate, sudoroso, incre­pa a sus compañeros: «Lo que pa­sa es que ustedes son como las hembras de los conejos que hacen la gestación de su cría rápida­mente. Yo, en cambio, soy como las señoras que requieren nueve meses para dar a luz una cría racional».

Un parlamentario arremete contra Guillermo León Valencia por haberse ufanado de su ances­tro hidalgo y le advierte que no es menos que él, porque también desciende de próceres. Ante lo cual, Valencia responde: «Sí, su señoría, lo que ocurre es que usted ha descendido demasiado».

Entra una señora a la clínica del eminente médico y académico Luis López de Mesa y le pide que le formule algún remedio para una hinchazón en la ‘rodilla de la pierna’. «Eso es pleonasmo», le re­plica el médico, cogiéndose la cabe­za a dos manos. Y la paciente le pre­gunta: «¿Esa enfermedad será muy grave, doctor?».

Un conocido poeta solicita a uno de sus amigos que le presente a la bella muchacha que lo ha impresionado. Hecha la presentación, la dama, enterada de que se trata de su nuevo admi­rador, le dice: “Yo ya lo cono­cía a usted como papel quemado». Y el poeta le replica: «¿Papel quemado? No, soy papel carbón y saco copias».

El Espectador, Bogotá, 19-XI-2000.

 

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Cartas a la historia

viernes, 16 de diciembre de 2011 Comments off

Salpicón

Por: Gustavo Páez Escobar

Carlos Arboleda González, director del Instituto Caldense de Cultura, pone en circulación, con el sello de Plaza & Janés, el excelente libro Cartas a 14 personajes de la historia. El autor, como consecuencia de hondas y variadas lecturas, presenta en su trabajo la vida resumida, y al mismo tiempo certera, de grandes actores universales en los campos de las letras, la monarquía, la música y la política.

La mitad de estos ensayos habían sido difundidos por el diario La Patria, de Manizales, donde despertaron interés en los lectores. En vista de ese hecho, el escritor amplió la lista de sus personajes y ahora recoge tales estudios en esta obra llamada a convertirse en valioso material para los amantes de la historia. Incluso el lector corriente encontrará aquí capítulos apasionantes de la comedia humana, protagonizada por 14 personajes de diversas condiciones sociales.

Veamos quiénes son esos personajes: María Estuardo, Federico Hölderlin, Thomas Jefferson, Luis XVI, María Antonieta, Guy de Maupassant, Joan Miró, Miguel de Montaigne, Benito Pérez Galdós, Ernesto Renan, Augusto César Sandino, Hipólito Taine, Piotr Ilich Chaikovski y Francisco Franco. El biógrafo, en tono coloquial, unas veces con el tuteo al amigo o al colega, y otras con el trato reverencial al monarca o al gobernante, hace amena y accesible la visión sobre sus personalidades.

La historia es mucho más que el acopio de fechas y la simple descripción de sucesos. Lo mismo que a las personas hay que buscarles el alma, es preciso imprimirles a los hechos su exacta temperatura y saber interpretarlos para hallarles su real significado. Si no se logra dibujar el ambiente, la historia se pierde. Arboleda González se convierte en retratista de paisajes y estados del alma.

La penetración en los rasgos ocultos, poco difundidos o mal tratados, de las vidas reseñadas, que no todo historiador capta con la agudeza y la gracia reflejadas en este libro, es factor esencial para entender los casos históricos. Es admirable el poder de síntesis con que se pintan las características básicas de estos protagonistas de la historia universal.

Resumir en 320 páginas 14 biografías de gente importante, sin que pierdan autenticidad y, por el contrario, imprimiéndoles novedad, es de por sí un arte. La vida de María Antonieta, por ejemplo, está condensada en 18 páginas. Y una de las mejores biografías que sobre esta reina se han escrito, la de Gérard Walter, tiene 345 páginas.

Muchas horas de estudio le demandó al escritor caldense la elaboración de su libro. Leyéndolo, se nota que hay en él conocimiento y erudición. No sólo es buen escritor sino buen sicólogo. Y para ser ambas cosas se requiere la disciplina de lector constante que siempre ha sido. Bien lo dice él mismo con palabras de Alfonso Reyes: «Hay mal de libros como hay mal de amores».

La Patria, Manizales, 7-VII-1997.
El Espectador, Bogotá, 10-VII-1997.

 

 

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Inmigrantes en el Quindío

viernes, 16 de diciembre de 2011 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

He de decir, ante todo, que este libro de César Hincapié Silva, que se titula  Inmigrantes extranjeros en el desarrollo del Quindío (Editorial Quingráficas), me produjo grata sorpresa. Por varios motivos: por ignorar que el autor tuviera la capacidad de rescatar, con la hondura y la seriedad que lo hace, el pasado quindiano alrededor de las corrientes de extranjeros que se vincularon a su historia; por descubrir una serie de hechos y de personas sobre los que no tenía ningún conocimiento a pesar de mi larga estadía en el Quindío; por el enfoque que hace el autor acerca de esta mezcla de nacionalidades que marcaron un hecho social y forjaron el desarrollo de la región.

Este recuento histórico, avalado por documentos y minucioso análi­sis, le imprime a la obra gran proyección. Es valioso aporte para el estudio de la idiosincrasia quindiana por los sociólogos, y motivo de inquietud para la gente estudiosa. No pueden interpretarse las raíces históricas de los pueblos sin considerar a quienes alguna vez estuvieron presentes en su desarrollo. Estos actores del pasado son los que investiga Hincapié Silva y los ubica en su exacto sitio histórico.

Al Quindío llegaron, desde los más lejanos confines del planeta, seres errantes en busca de fortuna y buena suerte.

Algunos siguieron rodando hacia otras latitudes, como aven­tureros de la vida trashumante. Otros compraron una parcela, pusieron un negocio y formaron una familia. Más tarde, miembros activos de una nue­va sociedad, fueron empresarios o co­merciantes en sus localidades, médi­cos o abogados, y también gente del común. Muchos, líderes en diversas actividades.

No siempre se advierte que la trans­formación de los pueblos ocurre por este proceso renovador de personas y de costumbres. A la larga, quienes un día fueron extranjeros son los expo­nentes genuinos de la comuni­dad, a través de ellos mismos o algún descendiente. Las familias se cruzan, y de este intercambio de razas y afectos nacen otros estilos de vida y acaso superiores sistemas culturizantes.

Este libro tiene la virtud analítica de volver al pasado para engrandecer el futuro. Por sus páginas desfilan los inmigrantes que un día se asenta­ron en la tierra quindiana y hoy, en su gran mayoría, son protagonistas del progreso. El autor, que conoce tan bien la esencia de su pueblo, da el punto preciso cuando se trata de va­lorar y reivindicar.

En excelente prólogo, Luis Eduar­do Álvarez Henao anota que «la obra no magnifica ni degrada a familia al­guna. No hay zalemas ni adjetivos, no hay bienvenidas ni rechazos, no hay alharacas ni condenas, no hay vocablos de admiración o agravio, no hay voces de lisonja o de censura, existe un recorrido por la encrucijada familiar que nos antecedió, con la plu­ma del historiador ecléctico que no condiciona el juicio de sus lectores».

Este historiador sorpresivo y sor­prendente que es César Hincapié Silva surge en su tierra como un he­cho nuevo de la cultura quindiana.

La Crónica del Quindío, Armenia, 25-VIII-1996.

 

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Historias de un pueblo rebelde

viernes, 11 de noviembre de 2011 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Editado por la Universidad del Quindío acaba de entrar en circulación el libro Historias de un pueblo rebelde, del que es autor Alberto Bermúdez. Con doce obras publicadas sobre diversas materias socia­les y políticas, es la primera que le dedica al proceso histórico del Quindío, desde la conquista hasta su creación como departamento.

En este último posee amplia autoridad por haber sido uno de los promotores de la segrega­ción de Caldas y haber ac­tuado como enlace en la capital del país, en asocio de Horacio Gómez Aristizábal, Humberto Cuartas Giraldo y Bedmar Vásquez Henao, de la cam­paña regional que buscaba, desde años atrás, la independencia administrativa. Alberto Bermúdez sostiene en su estudio que «la primera protesta multitudinaria de los quindianos contra la omnipo­tencia manizaleña fue la sucedida simultáneamente en Armenia y Calarcá el 28 de marzo de 1920 en rebeldía por los abusos contra los sembra­dores de tabaco».

Y recuerda que el Quindío nunca tuvo nexos afectivos con el Cauca, al que perteneció en su primera instancia. A Cal­das pasó en 1905, hasta 1966, cuando se independizó. Pero desde 1924 expresó su volun­tad de separarse de Caldas debido al centralismo de esa región y al dominio arrogante de su clase dirigente.

Contra quienes dicen que el Quindío no tiene historia, Bermúdez afirma lo contrario, respaldado por los sucesos que explaya en su ensayo, desde los ante­cedentes de los quimbayas y los pijaos (pueblos que trans­mitieron la idiosincrasia labo­riosa y batalladora del quindiano) hasta la epopeya del café, el factor económico más sobresaliente en la vida re­gional.

Alberto Bermúdez describe los rasgos del quindiano en su compenetración con la tierra, y como ser audaz, decidido, trabajador, independiente y rebelde. Nos cuenta el milagro de Armenia y nos pasea por los otros municipios como eslabones del gran esfuerzo colectivo. Y revela intimidades sobre los hechos que determi­naron la creación del depar­tamento. Es su propio testi­monio. Sobre el mismo episo­dio se han escrito diferentes ver­siones. Este libro enriquece la bibliografía re­gional por su espíritu polémico.

La Crónica del Quindío, Armenia, 23-XI-1992

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Invitación a la microhistoria

viernes, 11 de noviembre de 2011 Comments off

Salpicón

Por: Gustavo Páez Escobar

Mucho me agradó ver que en Soatá, mi pueblo, ha­bían sido trasladados a la casa de cultura viejos papeles notariales que contienen datos sobre compra de tierras y otros acontecimientos significativos de la población. En los archivos de notarías y parroquias, en la correspondencia particular y en los libros de los comerciantes reposan las mayores referencias sobre la vida de los pueblos. A ellos es preciso acudir cuando se quiere localizar los signos del pasado, pero resulta que los municipios, en general, carecen de memoria histórica.

Las raíces ancestrales del pueblo no se pueden perder. Es en la provincia donde se consolida el alma de una nación. «En defensa de la provincia debemos librar todos los combates», pregona Otto Morales Benítez. Esta frase se recuerda en los tomos (y van ocho) que registran los Encuentros de la palabra realizados en su tierra de Riosucio.

Un pueblo sin identidad es como una fami­lia sin apellido. La historia local marca los rasgos distintivos de una generación. Hasta la pobla­ción más pequeña constituye un eslabón de la patria y se halla integrada como tal al proceso de la nación entera. Inclusive en los más apartados rincones nacen hombres ilustres y ocurren he­chos dignos de historiarse.

Las universidades han com­prendido la importancia de crear facultades de historia, y ya exis­ten varias en el país. Así se forma una nueva mentalidad que busca proteger el espíritu del pasado como brújula del futuro. José Carbilio Valderrama, director en Ibagué del periódico Prensa Nue­va, denunció el año pasado los atropellos cometidos en el Tolima contra diversos archivos históricos, varios de ellos incendiados o tirados al río por orden de autori­dades irresponsables.

Voy a mencionar dos casos que demuestran la utilidad de los ar­chivos a través del tiempo. El historiador tolimense Álvaro Cuar­tas Coymat (autor del libro Tolima insurgente, galardona­do en 1987 dentro del Concurso Nacional de Historia Eduardo San­tos) anda en busca de datos sobre los últimos años del fundador de Ibagué, capitán español Andrés López de Galarza, cuyas cenizas quedaron en la capital boyacense, donde pasó sus últimos años (y han transcurrido cuatro siglos). Es posible que el Archivo Regional de Boyacá, que ha sabido resguar­darse con tanto celo, le suministre la información.

En Ciudad de Méjico se con­serva en la Capilla Alfonsina (bi­blioteca y casa-museo de Alfonso Reyes) una colección que abarca alrededor de 45 cartas cruzadas entre Reyes y Germán Pardo Gar­cía en el lapso de 1930 a 1956, documentos de gran significado para el estudio de ambas persona­lidades. Bien se sabe que es en las cartas donde los escritores dibu­jan mejor su alma.

El sentido de la historia debe incentivarse no sólo desde la uni­versidad sino desde las propias aulas escolares. En colegios y escuelas hay que enseñar la his­toria local e inculcar en los estu­diantes el valor de la provincia como cuna de la cultura nacional.

El Espectador, Bogotá, 6-V-1992

 

 

 

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