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Memoria de Eduardo Arias Suárez

lunes, 21 de noviembre de 2011

Por: Gustavo Páez Escobar

Conozco por una noticia de La Crónica que el Quindío, con motivo de los cien años del naci­miento de Eduardo Arias Suárez, hijo ilustre de Armenia, inauguró a la entrada de la Asamblea departamental un salón cultural que lleva el nombre del escritor. Reconocimiento tardío, pero de todas maneras reparador del ol­vido que envolvió durante tanto tiempo la me­moria de este inmenso cuentista, sin duda el mejor de su época –en todo el país–, y que acaso lo siga siendo en la actualidad, a quien como ironía no conocen las generaciones contem­poráneas.

Sus libros no volvieron a editarse. Sólo de tarde en tarde se publica algún cuento suyo, como ha sucedido en estos días con los apareci­dos en La Crónica. Maestro por excelencia del cuento, sus producciones poseen gran sensibi­lidad y recogen, con ejemplar sencillez, escenas de la vida corriente llevadas al escenario de las obras de arte que nunca mueren.

Siempre me pregunté por qué el Quindío se había olvidado de mantener la memoria del insigne escritor. Muchas veces critiqué en artículos de prensa esta falla inexplicable y reclamé un monumento suyo en algún sitio de Armenia. Calarcá, en cambio, conserva el recuerdo pe­renne de su poeta Baudilio Montoya, quien, sin ser oriundo de la ciudad, se considera calarqueño auténtico por haber residido allí hasta su muerte, y por haber escrito allí su obra.

La memoria de los pueblos se prolonga y engrandece conservando la imagen de sus hijos preclaros. Hombre ilustre es el que hace ilus­tre a su región. La historia la hacen los hom­bres. Cuando se camina por las calles de Ciu­dad de Méjico, y por el país entero, se maravilla uno de la cantidad de monumentos erigidos en recuerdo de sus próceres, escritores y artistas. El nacionalismo mejicano es el nervio mayor que ha movido su progreso.

Hay que aplaudir, por consiguiente, la deci­sión de abrir este salón cultural con el nombre del cuentista más brillante que ha tenido el Quin­dío. Y pedir a los dirigentes de la cultura regio­nal que se vuelvan a publicar los libros –hoy desconocidos– de este genio de la cuentística nacio­nal, los cuales, para orgullo de su patria chica, están traducidos a otras lenguas.

Eduardo Arias Suárez dejó obras inéditas, como la novela Bajo la luna negra,  escrita en la Guayana venezolana en 1929 y rescatada por el Comité de Cafeteros del Quindío bajo la presi­dencia de Hernán Palacio Jaramillo, 50 años después. Me cupo entonces el honor de dirigir dicha publicación. Hay otro libro suyo que aún permanece inédito, hecho que he señalado en varias oportunidades, y es el titulado Cuentos heteróclitos. El mismo Comité de Cafeteros, que tanto se ha preocupado por la cultura quindiana, ojalá sea de nuevo el editor de dicha obra.

Este 5 de febrero de 1997, cuando se cum­plen cien años del natalicio de Eduardo Arias Suárez, es como si el personaje renaciera en su patria chica con el tributo que se le rinde con la apertura de este recinto cultural.

La Crónica del Quindío, Armenia, 25-II-1997.

 

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