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Cuentos sobre el tapete

lunes, 21 de noviembre de 2011

Por: Gustavo Páez Escobar

César Hincapié Silva, experto en cien­cias jurídicas y económicas y que por lar­gos años ha incursionado en la política de su tierra, nos ha sorprendido con una faceta que man­tenía oculta: la de cuentista. De un momento a otro comenzaron a aparecer en las páginas de La Crónica amenas narraciones de tipo lugareño, sin duda extractadas de sus largas vivencias en su comarca nativa, que fueron conformando lo que es hoy el libro que acaba de publicar con el título de Cuentos sobre el tapete, salido de los talleres de Quingráficas, como los dos anteriores: El camello de la Planeación (1993) e Inmigrantes extranjeros en el desarrollo del Quindío (1995).

La frecuencia de estas publicaciones denota una fecunda labor literaria y académica en quien se ha empeñado en dejar obra trascendente como legado para sus coterráneos. En el género del cuento, esto de rescatar episodios memorables valiéndose de personajes comunes que emergen de la vida cotidiana, y que no todos los escritores tienen el poder de revestir de ropaje literario, es de por sí empeño valioso.

César Hincapié Silva tiene vena de cuentista. Quizá marche hoy de carrera en la escritura de sus historias, y por eso mismo no le ha dedicado más tiempo a la depuración de algunas páginas, pero es preciso reconocerle aciertos en este género. Posee una característica primordial que deseo resaltar: el manejo del humor y la ironía. Con este condimento hace gratas sus historias y deja, en la mayoría de los re­latos, abierta una interrogación para que el lector busque la paradoja que el cuen­tista ha tramado. Puede decirse que cuento sin paradoja no es cuento.

El autor traslada al papel una serie ce sucesos regionales y hace de ellos, valiéndose de la ficción pero sin faltar a la autenticidad, caricaturas sociales que es fácil identificar en la vida de los pueblos.

Héctor Ocampo Marín, autor del pró­logo y también cuentista, que en 1995 dio a la luz su libro de cuentos Cicerón y el jabalí, hace unas reflexiones sobre la proximidad que existe entre relato, cuento y crónica. Comentario de gran validez que apunta a señalar que los trabajos reuni­dos en el libro de Hincapié Silva tienen una mezcla de los tres géneros. En efec­to, el cuento, visto bajo la lupa de los cá­nones modernos, es de las materias lite­rarias de más compleja ubicación.

Cuando en la época prehistórica na­ció el cuento, era una narración oral que se encargaba de llevar de boca en boca los sucesos de la comunidad. Su carácter era más de crónica, con fondo de historia. En Colombia, el cuento, en sus inicios, se confundió con el cuadro de costumbres. Más tarde se hermanó con la crónica y la novela corta. Y adquirió su propia vestimenta, que es la que define Ocampo Marín. También hay quienes afirman que el cuento es un poema narrado. En estos días leí otra definición de un gran escri­tor latinoamericano: el cuento es un en­sayo.

Horacio Quiroga dice que «un cuento es una novela depurada de ripios». Euclides Jaramillo Arango manifiesta que «el cuento es hoy cualquier cosa, pero debe ser bien contado». Javier Arango Ferrer agrega que «fácilmente el escritor planea el cuento y sale con un mal relato, o planea un relato y sale con un buen cuento».

¡Vaya diversidad de pareceres, y todos respetables!

Sea como fuere, Hincapié Silva le ha aportado a la literatura quindiana una obra valiosa. Es un libro-testimonio so­bre su tiempo, que le van a agradecer las futuras generaciones.

La Crónica del Quindío, Armenia, 29-I-1998.

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