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Archivo para lunes, 23 de diciembre de 2013

De muletillas y otros vicios

lunes, 23 de diciembre de 2013 Comments off

Gustavo Páez Escobar

Una de las acepciones de muletilla es: “Voz o frase que se repite mucho por hábito”. Es un recurso legítimo del idioma, pero su abuso denota pobreza lingüística. Quienes incurren en ese vicio no se toman el trabajo de buscar la palabra o frase precisas, sino que se apoyan en expresiones trilladas, de relleno, a veces sin sentido, para salir del paso y seguir exponiendo las ideas.

La muletilla se ha vuelto un tic intelectual. Una de las palabras más deterioradas en este maltrato de la lengua es “digamos”. Alguien dice: “Estuve dedicado a estudiar el asunto agrario con absoluta reflexión, y “digamos”, con sacrificio de otros problemas no menos importantes”. Sobra el “digamos”. No será raro que esa persona repita varias veces el mismo término en corto espacio.

Otros términos manidos: “entonces”, “y luego”, “por supuesto”, “tema”, “desde luego”, “súper”, “puntual”, “este”, “espectacular”, “increíble”. El periodista que transmite en vivo algún suceso informa que “en este momento…” y volverá a repetir la misma expresión tres, cuatro, diez veces, como si el oyente no conociera ya el dato del tiempo. Lo mismo sucede con el “hábleme un poco” que se le formula al entrevistado. Estos comodines, fuera de empobrecer el idioma, causan desagrado. Un expresidente del país repite no pocas veces, en breves minutos, el adverbio “ciertamente”, y otro expresidente lo hace con el verbo “reitero”.

Estos adefesios se han extendido como una plaga: “recuérdeme su nombre”, dice la recepcionista del hotel, cuando es la primera vez que nos vemos con ella; “regáleme la fecha de su nacimiento”, o “el número de su cédula”, como si datos tan privados se regalaran a cualquier persona. A la empleada de la droguería se le pregunta por la cuenta, y ella contesta mirando la registradora: “esto costaría $ 15.800”.

En el campo de las abreviaciones, nuestro bello idioma ha perdido el poder de la precisión. Parece que se hablara en un trabalenguas: “porfa” (por favor), “deli” (delicioso), “peli” (película”), “celu” (celular), “compu” (computador), “boli” (bolígrafo), “díver” (divertido), “profe” (profesor), “vacas” (vacaciones), “info” (información), “bici” (bicicleta”), “ka” (qué haces), “finde” (fin de semana), “nospi” (“nos pillamos”: nos vemos luego), “ Vivi” (Viviana), “Rebe” (Rebeca), “Mari” (Mariana, o María Isabel, o Marisol, etcétera).

No he podido dar con el significado de los siguientes términos, y lo dejo para que el lector los traduzca: “sisas”, “parce”, “pirobo”, “gonorrea”. Hay que ponerle punto a este artículo (no puntos suspensivos, que es otro recurso gramatical del que también se abusa) para afirmar que hemos llegado a un bajón del idioma que debería hacernos reflexionar. No se trata de una gazmoñería. No, por favor (“porfa”, según el lenguaje de moda). De lo que se trata es de reconquistar la categoría del bien decir.

El Espectador, Bogotá, 22-XI-2013.
Eje 21, Manizales, 22-XI-2013.
La Crónica del Quindío, 23-XI-2013.
Mirador del Suroeste, N° 51, Medellín, julio/2014.

* * *

Comentarios:

Necesitamos de escritos como el suyo para mirarnos al espejo de nuestras propias falencias. Gracias por ello. Le recomiendo que se pegue una pasadita por los diccionarios del lunfardo y el parlache para que conozca los significados de las palabras que usted dice no saber de dónde salen. Josetenene (correo a El Espectador).

Hay un tema que no sé si ha sido estudiado por los lingüistas, y es el de cómo hablaba la gente en otros tiempos: sabemos cómo escribían, sí, pero ¿cómo hablaban? Yo tengo la convicción de que entre los griegos antiguos bien podría darse este diálogo en Atenas: «¿Nos vemos a la tarde en la Acro?». «No, me cité para esta tarde con Milci», donde a la Acrópolis y a Milcíades también se nombrarían abreviados (…) En cuanto a bici, por ejemplo, es una abreviatura que conozco desde niño, y tengo ya 74 años. A mí no me extrañaría nada que José, el carpintero de Nazaret, a su esposa la llamase Mary. Ricardo Bada, Colonia (Alemania).

A mí me produce escozor el uso de las muletillas, es como un golpe seco en mis oídos y sobre todo en personas que con cierta arrogancia encubierta hacen alarde de su ignorancia. ¡Qué tal esto!: «¿Me entiende?». O el saludito impersonal: «Buenas». heliodoro escudero (correo a El Espectador).

La nota es un decantado ejercicio crítico de lo que es la neogramática postmoderna que, al igual que en las ciencias sociales, quienes la ejercen distorsionan su sentido. Con cierta frecuencia, leo y escucho en los medios de comunicación que, al referirse a los miembros de una corporación, los denominan con el barbarismo de «corporados», lo mismo que a los integrantes de un directorio los distinguen como «directoristas». Poco a poco van demoliendo la lengua  clásica por la tontería de la imitación o el esnobismo. Alpher Rojas Carvajal, Bogotá.

Y cómo le parecen los periodistas y funcionarios con el manido “en este orden de ideas…”; o los costeños que cuando se quedan sin qué decir, recurren al “ajá”: “íbamos tranquilos por la calle y ajá…”.Ni hablar en lo que ha quedado del idioma en las redes sociales, donde no se respeta ningún tipo de regla. Dan ganas de llorar. Pablo Mejía Arango, Manizales.

Es chocante escuchar a personajes pertenecientes o relacionados con la farándula, o que viven presentándose en los medios, tratar sus asuntos personales no en primera persona sino en segunda, así por ejemplo: “Cuando tú recibes un premio te emocionas”, por: “Cuando recibí el premio me emocioné”. Karissa (correo a El Espectador).

Lamentablemente en nuestras instituciones educativas ya no se enseña gramática y menos se lleva a los alumnos a enriquecer nuestro léxico, que es tan abundante. Por el contrario, son ahora los jovencitos los que enseñan a los profesores toda esa malhablada palabrería que se inventan. Y como si fuera poco, las redes sociales se han encargado de proliferar estas manías.  En aras de la brevedad con que han de escribirse los mensajes, se permite todo abuso y maltrato de nuestro bello idioma español. María Teresa Lancheros Duque.

Empecemos por los mismos medios de comunicación: se habla y se escribe pésimo. Hace unos años Colombia era modelo en América Latina en la enseñanza del castellano. Hay la mala costumbre de copiar lo que dicen los demás y lo convertimos en algo propio. Muletillas por montones. Hay pereza mental hasta en los educadores. Guiarcolombia (correo a La Crónica del Quindío).  

He hecho una colección de frases y expresiones básicas para hacer periodismo en Colombia. Estas son algunas: final de infarto; espectáculo dantesco; tragedia griega; emblemático; ícono, icónico; diva; para alquilar balcón; una fuente que pidió reserva de su nombre; mítico; prendió el ventilador; inquilino de la Casa de Nariño; en el ojo del huracán;  es apenas la punta del iceberg; cumbre (ya no se habla de reunión de alto nivel); agenda, hoja de ruta; investigación exhaustiva; ubicado en un exclusivo sector del norte de Bogotá; el búnker de la Fiscalía; fulano hizo historia ayer; fulano salpica o fue salpicado; crónica de un (a) anunciado (a); la mala hora; tantos años sin fulano; mesa de negociación, mesa de La Habana; «que todo cambie para que todo siga igual»; paz en su tumba; periplo… Diego Moreno Jaramillo, Bogotá.

Muletillas de los políticos en tiempos electorales: «mi gobierno será  una urna de cristal»; «no morirá gente en la puerta de los hospitales»; «la educación será el camino para la equidad»; «la paz es el camino»; «paz sí, sin impunidad»; «mi prioridad serán los menos favorecidos»; «no entregaremos nuestros mares»; «yo soy la confianza inversionista, la verdadera seguridad, la verdadera paz». Jorge Mora Forero, colombiano residente en Estados Unidos.

Me desagrada escuchar en noticieros de la tv y por la radio «en vivo y en directo» y ni se diga de las expresiones «comicios electorales» y también «vamos a ir». Jorge Enrique Giraldo Acevedo, Bogotá.

 

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lunes, 23 de diciembre de 2013 Comments off

Gustavo Páez Escobar

Hace 45 años llegué a Armenia como gerente de un banco. El Quindío iba a cumplir 3 años de su separación de Caldas y había conquistado el título de “Departamento Piloto de Colombia”. El café era el nervio poderoso que movía la economía regional y aportaba una cuota importante para la prosperidad del país.

En los años 1975-1977 tuvo lugar la mayor bonanza cafetera que se haya visto y trajo consigo una lluvia de divisas para el país, con la consiguiente ganancia para los cafeteros. Así mismo, nació una ola de inflación que creó un estado peligroso bajo el impulso del dinero frenético que invadía todos los renglones de la economía.

Después llegó la destorcida del café. Para un territorio que siempre había dependido del café, la caída de su industria básica significó el peor desastre económico de su historia. En 1999 sobrevino el fuerte terremoto que afectó al Eje Cafetero y produjo los peores desastres en el Quindío. Armenia quedó destruida en buena parte. Pero en corto tiempo, y de manera sorprendente, se levantó de las ruinas e hizo surgir una urbe superior.

Mucha agua ha corrido bajo los puentes a partir de 1969, cuando llegué al Quindío. Y a partir de 1983, cuando regresé a Bogotá. De entonces a hoy muchas cosas se han modificado en el ámbito regional: la economía sufrió un enorme deterioro, los problemas sociales se desbordaron, la comunidad fue sacudida con la irrupción de Carlos Lehder y su nefasta época de los narcóticos y la corrupción. La gente lucha hoy por superar esta racha de reveses.

Lo único que no ha cambiado en el Quindío es la calidad de la gente. La amistad, la  hospitalidad y la simpatía son dones congénitos que no han podido desvanecer los tiempos adversos. La amabilidad del quindiano está pegada en el ambiente. Es su mayor presea. Esa fue la atmósfera humana vivida con mi esposa y los hijos durante los 15 años de permanencia en la región.

En estos días estuvimos de nuevo en el Quindío, con la familia ya aumentada, en gratísimo encuentro realizado en la Estación Paraíso, celebrando nuestros 50 años de matrimonio en compañía de un entrañable grupo de amigos quindianos. Pompilio, mi cantante inolvidable, me hizo recordar los viejos tiempos con la bella melodía Los libros. Qué vivificante resulta volver a la región y comprobar que los lazos del afecto están vivos.

Habrá cosas que se han marchitado, menos la amistad. El dinero y los bienes materiales pueden estropearse, mas no el alma. El sentido del retorno: reencontrarse con los rostros amigos, transitar por los antiguos caminos, volver a contemplar el verdor de los campos y el embrujo de los atardeceres, es un regalo que da la vida.

Mientras el avión remontaba las ensoñadoras campiñas, percibía yo, con nostalgia, la voz lejana de Carlos Gardel: Volver, con la frente marchita… / las nieves del tiempo / platearon mi sien. / Sentir que es un soplo la vida, / que veinte años no es nada, / que febril la mirada, / errante en las sombras / te busca y te nombra. / Vivir con el alma aferrada / a un dulce recuerdo / que lloro otra vez…

El Espectador, Bogotá, 15-XI-2013.
La Crónica del Quindío, Armenia, 16-XI-2013.
Eje 21, Manizales, 15-XI-2013.

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Comentarios:

Bonita y nostálgica columna que le recuerda a uno que después del trasegar de la vida el balance realmente valioso es la familia, los hijos, los amigos, los buenos recuerdos y aquello en lo que pudimos ser útiles. Sky_Voyager (correo a El Espectador).

Fue muy significativo para mí el haber tenido la alegría de estar con ustedes en esa celebración tan emotiva y especial. Han estado siempre en mi corazón, razón por la cual comparto con sincera alegría todos sus momentos felices, fruto de los valores que los han mantenido unidos a lo largo de cincuenta años, y que les permitieron formar una familia admirable. Esperanza Jaramillo, Armenia.

Magnífico artículo. Por eso y por mucho más, a ti y a tu distinguida familia los hemos considerado quindianos ejemplares que motivan nuestro orgullo cívico. Óscar Jiménez Leal, Bogotá.

Muy lleno de sentimiento termina uno al leer esta página sobre Armenia y el Quindío. Gustavo Álvarez Gardeazábal, Tuluá.  

También siento nostalgia por el Quindío y particularmente por Armenia y por mi querido y centenario Colegio Rufino José Cuervo, donde finalicé bachillerato en 1951. En mis años mozos participé en la fundación del departamento y en la creación de la primera universidad, sucursal de la Gran Colombia. Colaboré con el desaparecido Diario del Quindío. Picapleitos (correo a El Espectador).

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Quindío musical

lunes, 23 de diciembre de 2013 Comments off

Gustavo Páez Escobar

Buen aporte a la cultura del Quindío lo constituye el álbum musical titulado Directo al grano, que recoge veinte canciones del escritor y músico Libaniel Marulanda, oriundo de Calarcá, obra que acaba de ponerse en circulación con el patrocinio de la Gobernación del Quindío, la Secretaría de Cultura y el Fondo Mixto de Cultura del Quindío.

Son canciones que recrean diversos temas del acontecer regional, el paisaje y la  gente, y están interpretadas por Patricia Quiceno, Álvaro León, Carlos Rincón y Simeón Báquiro, bajo la dirección artística de Fernando Baena. Personas dotadas de talento y maestría en el arte musical. En tal carácter, han elaborado, junto con otros nombres vinculados a la confección del álbum, una cara amable de la región.

Propósito primordial de los autores y las entidades que impulsan esta realización es que el mensaje musical penetre, primero que todo, en los municipios de la comarca, como vínculo de identidad y amor por la tierra. La música es eso: alegría, enlace y motivación. No en vano Libaniel Marulanda es un referente de la vida local a través de sus crónicas, sus cuentos y sus artículos de prensa. Autor de las siguientes obras: La luna ladra en Marcelia, Al son que me canten cuento, Crónicas quindianas. Y de numerosas canciones.

Él es, por otra parte, crítico vehemente de vieja data sobre la música que se fabrica en el departamento. Sin dejar de reconocer la excelencia de algunas melodías, hace reparos generales sobre la rutina y la falta de originalidad y esmero de muchos autores que “han caído en clisés, frases copiadas una y otra vez y una precariedad en el ejercicio de la palabra”, según opinión suya. Agrega que buena parte de las canciones están dirigidas al paisaje, los amores campesinos y el costumbrismo, y de ahí no han salido. Son motivos que se repiten una y otra vez, con descuido del rigor literario y el nervio poético que deberían mover estos textos.

El álbum se sale de esa tradición y pone énfasis en el aspecto social. Al enaltecer el paisaje cafetero como un bien cultural de la región, con destellos en el mundo entero, se solidariza con el trabajador campesino, con sus faenas, alegrías y angustias, al tiempo que cuestiona el atropello de la minería y el menoscabo de los recursos naturales. En la canción Directo al grano, el mensaje musical pinta dicho horizonte y formula esta advertencia: “La minería a cielo abierto dará a la tierra muerte y dolor. Directo al grano sin muchas vueltas combatiremos su pretensión”.

Es el Quindío tierra fértil para el canto, el amor, la evocación y la nostalgia. La mujer es el centro musical por excelencia, que mueve el sentimiento de compositores e intérpretes. Muchas canciones adolecen de las fallas que señala el cronista de Calarcá, pero son la expresión de la misma tierra montañera. Recuerdo en Armenia los sitios amables que funcionaban en horas nocturnas, gratos para el calor humano  y la añoranza, donde las tertulias de amigos eran armonizadas con las “canciones de antaño”, las que nunca mueren y siempre se escuchan con emoción.

El álbum de Libaniel Marulanda y su gente entra a enriquecer el acervo musical de la comarca. Empeño valioso que encierra un propósito claro: afirmar el alma cafetera y propender por la superación del arte.

El Espectador, Bogotá, 7-XI-2013.
Eje 21, Manizales, 8-XI-2013.
La Crónica del Quindío, Armenia, 9-XI-2013.
Festivalito Riotoqueño, No. 332, noviembre de 2013.

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Comentarios:

Muy buena reseña. Libaniel es un artista literario y musical, cuyos productos honran la región. Alpher Rojas, Bogotá.

Gracias por contarnos acerca de esta producción musical, arrancada de la entraña misma de las vivencias y el entorno. Inés Blanco, Bogotá.

Un abrazo de gratitud por esta solidaria nota, que me alienta a seguir ejerciendo un oficio que está herido de muerte por los mercachifles de la seudocultura populachera y envilecedora. Saludos y gracias en nombre de mis compañeros en esta aventura fonográfica. Libaniel Marulanda, Calarcá.

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Maestro del humorismo

lunes, 23 de diciembre de 2013 Comments off

Gustavo Páez Escobar

 Julio de 1952. Murió en Manizales, a los 62 años de edad, el escritor costumbrista Rafael Arango Villegas, cuya prosa impregnada de exquisito humor constituía un manjar para sus innumerables lectores. Era uno de los escritores más destacados de la época, y su fallecimiento súbito estremeció a Caldas y al país.

La muerte lo sorprendió en la casa de Ambrosio Echeverri, donde todas las tardes un grupo de amigos realizaba una especie de rito sacramental alrededor del juego de lulo, con el combustible indispensable de las tazas de café y la vena humorística del escritor. Tertulia de típico sabor antioqueño.

Seis décadas han transcurrido desde entonces, y hoy el nombre de Arango Villegas, que el paso del tiempo ha condenado al olvido, revive con el libro que lleva por título Este soy yo, tal cual…, que acaba de ver la luz en los talleres de artes gráficas de AD Impresos, de Manizales. El autor y compilador de la obra es el escritor y periodista José Jaramillo Mejía, otro destacado oficiante del humorismo en su columna de La Patria y autor de varios libros de este género.

Eduardo Arango Restrepo, único hijo sobreviviente del escritor, cumplió la feliz tarea de recoger entre familiares y amigos el material que sirve de base para exaltar la memoria de su padre. Nadie tan indicado como Jaramillo Mejía para ordenar recortes de prensa, anécdotas, fotos, textos críticos, páginas inéditas y otros papeles, y saber encarrilarlos y comentarlos dentro del propósito de presentar la imagen cabal del maestro del gracejo, la gracia y la simpatía que fue Arango Villegas. El diseño y diagramación de la obra lo ejecuta Álvaro Marín Ocampo, versado en esta materia.

Se tienen, pues, distintas voluntades, aptitudes y adhesiones que confluyen hacia una misma finalidad: revivir la estampa de este personaje del pasado que con sus humoradas de fina ley hizo reír al país y dejó en sus páginas grandes trozos del género costumbrista, hoy, por desgracia, en desuso. Sus escritos son retozones y al mismo tiempo pintan la seriedad y la filosofía de la vida corriente a través de menudos y típicos personajes del diario acontecer.

Virtud suya muy acentuada fue la de no zaherir a nadie con sus agudezas mentales, que manejaba con caballerosidad, tino y donaire. Era respetuoso, como el más, del prójimo que recreaba en sus escritos. No tenía un solo enemigo. Todos gozaban con sus ocurrencias geniales. Al reírse de la humanidad, se reía primero que todo de él mismo. Con su personaje Feliciano Ríos dibujó muchas facetas humanas.

Su legado está constituido por libros de delicada ironía, que ojalá volvieran a tener imprenta, como Bobadas mías (su obra más popular), Asistencia y camas (adaptada en Bogotá por Jaime Botero Gómez como obra de teatro, en 1995), Astillas del corazón, Cómo narraba la Historia Sagrada el maestro Feliciano Ríos, Salve mochito, Ai perdonan pues, Pago a todos, entre otros. Y dejó inédito La familia Castañeda, por un suceso muy simpático que el autor narra en escrito que ahora se divulga. (Don Eduardo: ¿cuándo nos hará conocer las intimidades de la familia Castañeda?).

Muy apropiado el título Este soy yo, tal cual… Si alguien quiere tener un bosquejo fiel sobre el singular escritor caldense, maestro del talento humorístico y la pluma fina, no es sino que lea este libro.

El Espectador, Bogotá, 1-XI-2013.
Eje 21, Manizales, 1-XI-2013.
La Crónica del Quindío, Armenia, 2-XI-2013.

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Comentarios:

Sin duda alguna don Rafael Arango Villegas es todo un maestro del humorismo. Lo he leído con devoción desde hace muchísimos años (…) Conozco sus obras completas (1979), en 623 páginas,  impresas por  Editorial Quingráficas de Armenia, para Ediciones Seguros Atlas, de la Compañía de Seguros Atlas. Mi amplio conocimiento de la obra de Arango Villegas, por lo tanto, me permite hacer unas precisiones a su columna en este sentido: Cómo narraba la Historia Sagrada el maestro Feliciano Ríos no es un libro, es una de las crónicas de su libro Bobadas mías; Salve mochito tampoco lo es, pues es una de las crónicas de Sal… de Inglaterra (crónicas de Listz); Ai perdonan… pues tampoco es un libro, es el muy breve prólogo (página y media) de su novela Asistencia y camas.

Durante más de 50 años he mirado con mucho detenimiento su obra, pues ella refleja su enorme inteligencia y su buen humor del que él mismo era víctima, en tantas de sus crónicas, como su divertida Mis primeros calzoncillos, o Fregao de ángel, para citar sólo dos. Cómo no destacar su pulcritud intelectual cuando nunca utilizó su pluma contra persona alguna y en sus escritos, algunos muy críticos a entes públicos, o al sistema bancario, en su crónica El cupo,  y en  El problema agrario, y en El café palo arriba, se manifestó como un hombre conocedor de los problemas del país en su época. Gustavo Valencia García, Armenia.

Respuesta. Mi fuente de información, que está equivocada, fue el Diccionario de escritores colombianos (Plaza & Janés, 1982), de Luis María Sánchez López. La carta de usted, que revela amplio conocimiento sobre el autor y su obra, queda incorporada a mi columna en su traslado a mi página web, y de esta manera se corrigen los errores que anota. Gracias por su aclaración. GPE


Leí su columna de hoy y me hizo recordar Bobadas mías, que leí hace unos 40 años. Todavía recuerdo las risas de mi padre desde su cuarto lejano leyendo el libro. Me gustaría leer el libro que usted menciona en su artículo y le agradecería si me puede orientar para comprarlo. Alfredo Echavarría, Medellín.

Respuesta. El libro se puede conseguir en Manizales por intermedio de José Jaramillo Mejía  (josejara@epm.net.co). GPE


Gracias por mostrarnos la inteligencia de este gran señor del gracejo, Rafael Arango Villegas.  Gracias a su hijo Eduardo por la tarea de recopilar y hacer posible, junto con  el periodista José Jaramillo Mejía, la edición del libro. En este país tan convulsionado por el dolor, una buena dosis de fino humor nos caería muy bien. Inés Blanco, Bogotá.

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