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El poeta en La Habana

viernes, 16 de julio de 2010

Por: Gustavo Páez Escobar

Hace poco vino a Colombia el poeta José Luis Díaz Granados, desde su exilio obligado en La Habana, y se presentó en la Casa de Poesía Silva con nueva cosecha de versos. Allí se reunió con sus viejos amigos de las letras y luego regresó a Cuba, donde reside desde febrero del 2000. Más de cinco años de destierro –a pesar de la buena acogida que ha recibido en aquel país– son el duro precio que ha tenido que pagar  por su fidelidad a sus ideas políticas.

En Bogotá dirigía desde 1992 la Casa Colombiana de Solidaridad con los Pueblos, y a fines de 1999 recibió amenazas por su simpatía con el régimen cubano. Como su vida corría peligro en Colombia, y no contando con garantías para protegerse en su patria, decidió refugiarse en la isla, donde goza de ambiente propicio para adelantar sus actividades literarias. No obstante la distancia de la patria y de los amigos, se siente satisfecho en Cuba  por el clima cultural que lo rodea.

Allí transcurren sus días actuales, rodeado de tranquilidad y dedicado a lo que sabe y siempre ha hecho: el periodismo literario, a través de crónicas que divulga en Agencia Prensa Latina, y el desarrollo de varios planes, entre ellos, el remate de dos novelas, en las que trabaja con ardor espiritual. En el Instituto de Periodismo José Martí preside la cátedra de grandes periodistas latinoamericanos y dicta clases sobre Pablo Neruda y Gabriel García Márquez.

A sus dos novelas en proceso ya les tiene nombres, según lo revela a Ricardo Rondón en reportaje aparecido en la revista Libros y Letras: “Tengo dos novelas –dice–: una sobre las luces y las sombras del exilio, titulada La noche anterior al otoño, y otra sobre mis años de adolescencia en el barrio Palermo de Bogotá, titulada El aprendiz de brujo”. En el género novelístico, ha editado otros dos títulos: Las puertas del infierno y El muro y las palabras, ganadora la última, en 1994, del Premio Nacional de Novela Aniversario Ciudad de Pereira.

En 1968 fue el ganador del concurso de poesía Carabela, en Barcelona (España), y en 1990 le fue conferido el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar. En el campo de la poesía es autor de El laberinto, que ha tenido varias ediciones y ha sido ampliada con el paso del tiempo, y Cantoral, con su producción entre 1988 y 1992. La Universidad del Magdalena publicó en 2003 toda su obra poética en 40 años (1962-2002), bajo el título La fiesta perpetua. Uno de sus cuentos, La metamorfosis del saltimbanqui, fue laureado en concurso de 1980.

Díaz Granados vive en función de la literatura. Es su razón de ser. En Colombia ha colaborado con diversos diarios y revistas y su nombre goza de prestigio. Su fibra romántica –que gana nuevos acentos con su exilio en Cuba– ha plasmado obra valiosa. El amor es la savia de sus sueños. La mujer preside su mundo sensorial, tanto en la creación literaria como en su ámbito cotidiano. “La mujer –dice– es la fuerza motriz de mi alegría y de la totalidad de mi obra literaria”.

Ha sido hombre discreto, sereno y silencioso. Hombre de paz. Su única arma es la inteligencia. Y su haber, su acervo de versos y prosas. ¿Por qué, entonces, se le persigue y obliga a refugiarse en otro país? Cuando alguien me dijo que por sus ideas, trabajo me costó –y me cuesta– admitir que el modo de pensar de este ciudadano sosegado y caballeroso, con derecho a la libre opinión que garantiza la democracia, pueda significarle el destierro, por ironía en un sitio donde la libertad de expresión está restringida.

Al preguntársele en el reportaje atrás citado por su posición frente a la figura de Fidel Castro, respondió: “Es difícil encontrar a alguien de la generación de los 60 que no sienta algún estremecimiento afectivo hacia Fidel o el Che”. Esa circunstancia tiene hoy al poeta lejos de Colombia. Cuando sale al malecón de La Habana y conversa con las mulatas, en plan de averiguar por las honduras de los seres humildes, siente que su alma exorciza los demonios de la soledad. Y se acuerda de Colombia. Evoca la calle 45, la de su tránsito familiar durante tantos años, y el dolor de patria le aflige el recuerdo.

Díaz Granados es amante visceral de su cuna. Su poesía contiene hermosas expresiones de apego a sus lares nativos, la ardiente tierra samaria que le inyectó bríos de poeta. Hoy siente nostalgia por su gente, por los paisajes de Colombia, por los fríos y las lloviznas bogotanas, por las tertulias bohemias bajo el calor de la poesía. Todo esto le tortura el recuerdo. Dice que volverá pronto a Colombia. ¿Cuándo? La patria lo espera. La literatura nacional lo necesita.

El Espectador, Bogotá, 6 de diciembre de 2005.

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Comentarios:

Inmensamente emocionado y conmovido he leído tu hermosa y generosa nota sobre mi exilio cubano. No tengo palabras para expresarte mi infinita gratitud por tan generoso gesto de solidaridad y amistad. José Luis Díaz-Granados, La Habana.

Soy, por fortuna, un viejo amigo de José Luis Díaz Granados. Ahora que estuvo en Colombia lo invitamos a Manizales y estuvimos una larga noche, alrededor de unos rones de la Licorera de Caldas, hablando de literatura y de viejos amigos. Hace unos cuatro años lo visité en La Habana. Carlos Arboleda González, Manizales.

Muchas felicitaciones por su artículo sobre el poeta José Luis Díaz Granados, exiliado en Cuba. Es un hombre sencillo, valiente y honesto. Me gustaría referirle que no es el único poeta en el exilio (cita el caso Armando Rodríguez Ballesteros, refugiado en Costa Rica). Andrés de la Hoz.

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