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Sueño sellado

martes, 20 de julio de 2010

Por: Gustavo Páez Escobar

De Medellín me llamó Hernando García Mejía a decirme que acababa de enterarse, por artículo de Óscar Domínguez en El Nuevo Siglo, de la muerte de Óscar Echeverri Mejía. Según esa columna, que a mi turno leí en la edición dominical del citado periódico, el poeta falleció el pasado 11 de diciembre en su predio campestre “Aguasabrosa”, situado en Calima-El Darién.

Desde hacía tres años no había vuelto yo a recibir correspondencia suya. En diciembre del 2002, al acusarme recibo de un libro, me ofreció remitirme copia de la nota que publicaría en un diario caleño. Ese artículo nunca me llegó. Una de sus exquisitas muestras de amistad era la de enviar a los autores los recortes de prensa donde comentaba las obras recibidas. Yo sabía que su salud venía en franco deterioro. Por supuesto, su silencio posterior lo interpreté como un signo funesto.

Desde que en agosto del mismo año donó a la ciudad de Pereira su biblioteca particular, que tanto había consentido –conformada por cerca de 8.000 volúmenes–, comenzó a asaltarme el triste presagio de que el poeta se estaba despidiendo de la vida. Hizo coincidir dicho acto con los 60 años de la aparición de su primer libro, Destino de la voz.

A pesar de no haber nacido en Pereira, sino en Ibagué (en mayo de 1918), fue llevado a aquella ciudad a los tres meses de nacido. Allí vivió hasta los 20 años, cuando sus padres se trasladaron en forma definitiva a Cali. En Pereira recibió el hálito de su inspiración poética, y siempre la consideró su cuna sentimental.

En la ceremonia de entrega de su biblioteca fue presentada su última obra: que recopila los poemas dedicados a la muerte en las seis décadas de su laboriosa producción. Profeta de su propio destino, maestro del soneto clásico, le dice a la parca: “No tiene ojos pero nos acecha. / Ignora el almanaque, mas la fecha / que nos asigna nunca se le olvida. / Es la derrota, mas con ella empieza / el duradero triunfo de la vida”. Y en reportaje a Óscar Domínguez le decía poco tiempo atrás: “Yo no pienso en la muerte, convivo con ella”.

Su obra, representada en más de 20 volúmenes, contiene diversas facetas (la romántica, la patriótica, la telúrica, entre ellas) y está movida por profunda  sensibilidad y precioso lenguaje. Fuera de su libro inaugural, editado a los 24 años, su labor deja títulos de gran valía, como Las cuatro estaciones, Escrito en el agua, Humo del tiempo, España vertebrada, La piel de la patria, Duelos y quebrantos.

Fue brillante periodista cultural y gran divulgador de las letras. Su escritura es modelo de casticidad. Con esa virtud, ejerció cátedra ejemplar en las columnas que sobre el idioma –como jefe de relaciones públicas y miembro de la Academia Colombiana de la Lengua– escribía en diversos diarios y revistas.

Como diplomático visitó España, Méjico, Venezuela y Panamá, y como alma andariega descubrió amplios horizontes. Pertenecía a distintas entidades académicas y literarias de Colombia y del exterior. En 1994 el escritor y periodista español Severino Cardeñosa Álvarez le rindió espléndido tributo de admiración al recoger en edición de 400 páginas buena parte de su obra poética.

“Aguasabrosa”, su reino terrenal, conoció sus horas de sosiego –y al mismo tiempo de infatigable creación– en la mejor etapa de su vida. Dicho rótulo era como una insignia ambulante de su espíritu, pues primero se lo asignó al predio rural donde residía en Buga, y al trasladarse años después a su nuevo domicilio en Calima-El Darién, con el mismo nombre bautizó esa morada. Su amor por el campo se lo transmitió su padre, que además, como poeta elemental que era, alentó la visión literaria del futuro escritor.

Ha muerto un inmenso poeta. El nombre de Echeverri Mejía entra a engrandecer el acervo cultural de la patria.

El Espectador, Bogotá, 20 de diciembre de 2005.
Revista Susurros, Lyon (Francia), No. 11, junio de 2006.

 * * *

Comentarios:

Le escribo a nombre de Lourdes Carrasco de Echeverri, la esposa del poeta Óscar Echeverri Mejía. Desafortunadamente, al poeta le repitió el derrame que lo aquejaba a comienzo de los años noventa. Fue tratado en Buga y remitido a Cali por lo delicado de su estado. El miércoles 7 de diciembre entró en coma. El domingo 11 de diciembre había fallecido. Por disposición de la familia se programó todo lo necesario de manera rápida (…) Pedro Henao Montes, Cali.

Desde el invernal Madrid, mi cordial abrazo de navidad y año nuevo. Y gracias por tu homenaje al poeta Echeverri Mejía, de cuyo fallecimiento la prensa ha hecho un silencio, este sí, sepulcral. Luego te enviaré uno de sus poemas que más aprecio. Comparto tu criterio de que fue un gran poeta. Augusto León Restrepo, España.

No supe de la muerte del poeta Óscar Echeverri. Ni siquiera en La Patria, donde escribió durante tantos años, se dijo nada. Me duele la partida de un buen amigo y de un excelente poeta. Yo le publiqué un libro de poesía. Era, además, un excelente conversador y muy grato. Carlos Arboleda González, Manizales.

Acabo de recibir por medio del amigo Pedro Henao la columna que usted le ha dedicado en El Espectador a Óscar Echeverri Mejía, en la que incluso se alude a mi trabajo de 1994; muchas gracias por sus palabras. La verdad es que para mí ha sido un duro golpe. Este acontecimiento me ha producido gran tristeza, se marchó algo de mí. Severino Cardeñoso Álvarez, Madrid (España).

Mi amiga Aída Jaramillo Isaza, quien en el silencio de su hogar y lejos del mundanal ruido mantiene permanente comunicación con el mundo cultural, me ha enviado este “Sueño sellado”, única información que tengo de la muerte de Óscar Echeverri Mejía. Otro grande que se fue en su romántica “Aguasabrosa”. Gloria López de Robledo, Manizales.

Nos ha llegado, por el poeta Hernando García Mejía, el artículo “Sueño sellado”, que usted escribió para nuestro común amigo Óscar Echeverri Mejía. Estoy preparando un documento para el poeta de “Aguasabrosa”, en el que quisiera que figurase su trabajo. Le pido permiso para reproducirlo, dándole crédito, claro, a usted, como periodista y escritor colombiano. Reciba un cordial saludo desde Madrid de alguien que aprendió en Cali (1960-1965) a amar a Colombia. Juan Ruiz de Torres, Asociación Prometeo de Poesía, Madrid. (Julio 21/2006: El artículo quedó registrado en la revista Prometeo, de manera permanente, en la sección “Fondo Documental).

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