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Incógnitas del Upac

domingo, 8 de mayo de 2011

Por: Gustavo Páez Escobar

En el amplio debate de opinión que se ha suscitado en torno a este sistema financiero, parece que lo único claro es la falta de sexo del Upac. Si la sigla traduce “Unidad de Poder Adquisitivo Constante», obvio es que su ubicación biológica pertenece al bello sexo y debería, en consecuencia, hablarse de la Upac, pero el uso ha trasmutado este sello feminista para imponer el Upac.

Dijo un comentarista bogotano que a los señores maridos les quedará cuesta arriba justificar sus trasnochadas explicando que estaban estudiando las formas de las Upacs. Y el Fiscal, en el pasado programa de televisión El Juicio, nos dejó convencidos de que no vale la pena explorar la anatomía del personaje y demostró, con inobjetable lucidez, que por más asexuado que sea el engendro, tiene fecundación, y bien puede hablarse de «papá Upac», de «mamá Upac» y del «hijo Upac».

Dejemos de lado la contextura corporal, que en fin de cuentas cualquier hipótesis se tornaría bizantina, para entrar a analizar, así sea de soslayo, ciertas dudas que asaltan a la opinión pública sobre los alcan­ces y el poder de este probable hermafrodita.

Con 14 meses de existencia y con el vigor de las 10 corporaciones existentes de ahorro y vivienda, el sistema ha captado recursos por $ 7.000 millones. Es tal su impulso, que en el solo mes de enero tuvo un incremento de $ 1.244 millones y seguramente en fe­brero superó la cifra. A este paso de animal grande, en poco tiempo llegará a los $ 10.000 millones.

Es na­tural que así ocurra, tratándose de un mecanismo atractivo, magnético por estar dotado de excep­cionales estímulos y fortalecido por una especial preocupación gubernamental, que llaman algunos preferencia estatal. Es, sin duda, un monstruo generador de ahorro, una máquina productora de altos rendimientos. En la parte social se anota la construcción de 48.600 viviendas y la creación de 126.000 empleos nuevos en lapso bastante breve.

Tal el lado positivo. Cabe ahora recoger algunas dudas y decires que vuelan de boca en boca y que por venir de los más diferentes estratos sociales, bien vale la pena intentar colocarlos en el foro de la dis­cusión pública, para que se diluciden.

Surge el primer interrogante: ¿De dónde han salido los $ 7.000 millones? Está probado que los otros intermediarios financieros no se han debilitado. Las cajas de ahorros de los bancos, por ejemplo, que en principio se creyó que iban a decrecer, han registrado satisfac­torio avance. En efecto, en agosto de 1972 capitaliza­ban $ 3.656 millones, en abril de 1973, $ 6.241 millones y en agosto de 1973, $ 7.014 millones, lo que indica que en un año duplicaron su capacidad. Y mes a mes continúan progresando.

¿De dónde ha sacado el Upac los $ 7.000 millones? Se dice que no ha habido recursos de transferencia. Tampoco son capitales de colombianos en el exterior, que regresan atraídos por los privilegiados estímulos tributarios y de rentabilidad. Las acciones continúan reflejando razonable nivel de estabilidad. El sistema bancario de depósitos sigue su ritmo ascendente

¿De dónde, pues, han salido estos $ 7.000 millones? De debajo del colchón, se comenta en la calle. Expresión gráfica, que parece descifrar la incógnita. Para nadie es secreto que los dineros que evaden impuestos suman cifras fabulosas, escondidas en la penumbra de las cajas fuertes, o «debajo del colchón». Se dice que este dinero asustado, que llaman unos del ocio, y que para otros significa la usura agazapada, sube a los 10.000 millones.

Flotan en el aire serias preocupaciones. Una de ellas, que el sistema Upac no está conquistando ahorro puro, sino tentando a grandes inversionistas. Se está, según muchos, distorsionando la inversión privada y acaso disminuyendo la producción industrial, aunque se reconoce al propio tiempo el fortalecimiento de la construcción como factor ponderable. ¿Pero no se estará fomentando una mayor desigualdad social favoreciendo a los que tienen en contra de los que no tienen?

Queda la duda de si los prestamistas que abusan con el poder de sus capitales imponiendo tasas usureras, favorecidos por el freno de las colocaciones bancarias en esta difícil emergencia inflacionaria, están llenando las arcas del Upac al amparo de indudables prebendas rentísticas. En otras palabras, puede resultar mejor para ellos colocar sus dineros en el Upac, donde se les paga buena renta y se les retri­buye la desvalorización monetaria, que seguir co­brando unos intereses que, por agiotistas que sean, están por debajo de las ventajas que ofrece el otro sistema.

La República, Bogotá, 4-III-1974.

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