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Crisis moral

martes, 1 de noviembre de 2011

Salpicón

Por: Gustavo Páez Escobar

Noticias del Mundo, periódico de amplia circulación entre los hispanos residentes en los Estados Unidos, se ocupa a diario de los problemas latinoamericanos. Allí la periodista y escritora colombiana Gloria Chávez Vásquez, vinculada desde hace varios años al medio neoyorquino, realiza un juicioso análisis de las noticias que tienen que ver con Co­lombia.

En reciente número, el diario destaca la crónica de Gloria sobre la crisis moral por que atraviesa la co­lonia colombiana en varios campos de actualidad. El primero de ellos, el del narcotráfico. Al salir comprometidos en dicho ilícito varios de nuestros compatriotas, esta mala fama afecta a toda la comuni­dad colombiana. Entran a pagar justos por pecadores, y la generalización resulta nociva para el resto de la sociedad, que nada tiene que ver con dicha actividad.

Ser colombiano en el exterior es título deshonroso. Los otros países viven prevenidos contra la llegada a sus fronteras de los turistas proce­dentes de Colombia y a todos por igual nos ven caras de narcotrafi­cantes, ladrones o indocumentados. No en vano este semillero nuestro de grandes capos de la droga ha irra­diado su siniestra imagen por todos los confines de la tierra.

En Nueva York los honrados colombianos, algo así como el 95% de la población, buscan quitarse este sambenito de encima y piden que se formen líderes que protejan la sub­sistencia de la gente sana. Y además solicitan que se establezca una mejor comunicación con los re­presentantes diplomáticos de nuestro gobierno para impulsar objetivos de beneficio común.

Ya se ve que la crisis moral que viven los colombianos en Estados Unidos por efectos de la contami­nación de las malas hierbas es la misma que aquí soportamos treinta millones de personas sacrificadas por unas minorías delincuentes. Los líderes que hacen falta allá son los mismos que aquí necesitamos para la nación entera, en estos momentos de pavorosa crisis de valores.

Habla el editorial principal del periódico en referencia sobre el movimiento emprendido en un te­rritorio neoyorquino con miras a frenar el avance de las drogas pro­hibidas. Toda la comunidad, levan­tada en pie como si se tratara de un solo hombre, desarrolla ahora di­versas estrategias para derrotar la marcha del enemigo común. El lema de la campaña, que ya ha penetrado en todas las conciencias, reza lo si­guiente: «No, en mi vecindad usted no puede».

¿Quién, con suficiente autoridad y efecto, colocará un aviso gigante, similar al neoyorquino, sobre el alma sangrante de Colombia? ¿Cuándo llegará el día en que a la subversión, cualquiera que ella sea, se le reprima con el lema de «En Colombia usted no puede»?

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En Colombia sufrimos de una en­fermedad que se llama telefonitis aguda. Desde el gerente hasta la secretaria y el mensajero, y desde el ama de casa hasta la colegiala y la empleada del servicio, el abuso te­lefónico es patológico. Aquí les dejo esta perla que trae Noticias del Mundo:

«Los colombianos hablaron por teléfono en 1986 un total de 1.240 millones 514 mil minutos, según es­tadísticas del tráfico nacional pro­porcionadas por Telecom. Lo ante­rior quiere decir que si hubieran hablado en fila, utilizando un solo teléfono, se habrían demorado en hacerlo 2.360 años, dos meses, siete días, dos horas, 29 minutos, 45 se­gundos y seis décimas… es decir, hubieran tenido que comenzar a hablar en el siglo IV antes de Jesu­cristo, para terminar de hacerlo el 31 de diciembre de 1986».

El Espectador, Bogotá, 3-VIII-1987.

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