Archivo

Archivo para la categoría ‘Quindío’

El cardenal Castrillón

lunes, 28 de mayo de 2018 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Falleció en Roma el pasado 17 de mayo, a la edad de 88 años, y está considerado como uno de los personajes del clero colombiano que mayor figuración han tenido en las esferas del Vaticano. Se mantuvo durante largo tiempo en el poder eclesiástico, tanto de Colombia como de la Santa Sede, y protagonizó en nuestro país sonados sucesos en la vida nacional.

García Márquez publicó en la revista Cambio, en abril de 1999, un documentado reportaje sobre la vida y los méritos del prelado, a quien Juan Pablo II había investido con el poderoso cargo de prefecto de la Congregación para el Clero del Vaticano,  una de las mayores dignidades de la nómina pontificia, como que es el jefe de más de 400.000 sacerdotes en el mundo. En dicho texto se resalta la importancia que el cardenal tenía en el ámbito del Vaticano, y se le señala como papable. Era un político sagaz movido por sus convicciones religiosas.

En Colombia protagonizó varios actos controvertidos. Entre ellos está su vehemente oposición, en 1975, siendo obispo de Pereira, al nombramiento que López Michelsen hizo de Dora Luz Campo de Botero como gobernadora de Risaralda. Ella llevaba en Barranquilla una vida digna dentro de un matrimonio respetable. Pero el obispo vetó la decisión presidencial por el hecho de que Dora Luz se había casado por la Iglesia y ahora estaba unida en matrimonio civil.

En las elecciones presidenciales de 1974, siendo obispo de Pereira, atacó a Álvaro Gómez por ofrecer en su programa el divorcio y prohibió a los católicos votar por él. En 1994, como arzobispo de Bucaramanga, descalificó a Ernesto Samper por recibir ayuda de iglesias protestantes y pidió votar en blanco. Esta injerencia en asuntos del Estado guarda similitud con la intervención en política, muchos años atrás, de Miguel Ángel Builes como obispo de Santa Rosa de Osos. Época de ingrata recordación que desencadenó el terrible sectarismo religioso en una de las etapas más violentas de la vida colombiana.

La tensión injusta que se produjo contra la recién nombrada gobernadora, que llegaba con las mejores intenciones de servirle a su tierra, se prolongó por cerca de dos semanas. Los párrocos de Pereira, alentados por el obispo, amenazaron con el cierre de los templos si no se revocaba el nombramiento, hasta que Dora Luz se vio precisada a dimitir. Esta situación le quitó a la dama la honra y la tranquilidad, y le ocasionó, lo mismo que a sus hijos, serios problemas de salud. El obispo nunca mostró arrepentimiento por esta acción inhumana.

En Armenia, recibió de Carlos Lehder un dinero a cambio de que le bendijera la Posada Alemana, hecho que no había querido aceptar el obispo local, Libardo Ramírez Gómez. La revista Semana publicó unas fotografías en las que el obispo de Pereira aparecía en diálogo con el mafioso. Ante el escándalo nacional que causó el suceso –conocido como “narcolimosnas” o “narcoiglesia”–, Castrillón haría esta confesión años después: “Yo mismo he recibido dinero de la mafia y lo he repartido entre 105 pobres”. Estas palabras no fueron bien recibidas por la opinión pública.

Como arzobispo de Bucaramanga, lanzó graves acusaciones contra los altos mandos militares que ordenaban aplicar la pena de muerte en forma extrajudicial. Sus palabras causaron hondo malestar en la institución, y por tal motivo se le instó a que presentara pruebas ante la Fiscalía General. Él manifestó que no acusaba a nadie en particular y que su denuncia estaba basada en informes recibidos de personas de su entera confianza. Este fue otro resbalón del prelado. Si no podía sostener su afirmación, ha debido guardar silencio, como lo recomienda la prudencia. Le faltó seguir el consejo de don Quijote: “Al buen callar llaman, Sancho”.

Su carrera en el Vaticano tuvo triste final. En el 2009, un periódico francés publicó una carta en la que Castrillón felicitaba a un obispo que se abstuvo de denunciar a un sacerdote a quien la justicia francesa había condenado a 18 años de cárcel por abuso de menores. Este detonante dio al traste con la brillante trayectoria del prelado colombiano que había ascendido a las cumbres más altas de la jerarquía vaticana. Como por esa fecha había cumplido los 80 años de edad, el papa Benedicto XVI aceptó su renuncia.

Esta sucesión de triunfos y fracasos señala la patética realidad de los seres humanos que se mueven en los estratos del poder y un día deben abandonar los escenarios de la gloria. Darío Castrillón es uno de esos casos, por demás doloroso. La condición humana hace al hombre sujeto de logros y también de flaquezas.

Sin espacio para reseñar toda la cadena de éxitos del cardenal, cabe exaltar su personalidad como abanderado de la paz. Dice Hernán A. Olano García en artículo publicado en El Tiempo: “Castrillón había defendido siempre una salida negociada al conflicto armado interno, y consideraba que cualquier otro procedimiento sería un genocidio. Por eso recalcaba la necesidad del diálogo como salida humana”.

El Espectador, Bogotá, 25-V-2018.
Eje 21, Manizales, 25-V-2018.
La Crónica del Quindío, Armenia, 27-V-2018.

Carta a monseñor Libardo Ramírez Gómez, exobispo de Armenia

Bogotá, 26 de mayo de 2018

Apreciado monseñor Libardo:

Leí con mucha atención la copia de la comunicación que usted me hace llegar, dirigida a Hernán Olano García, director del Departamento de Historia de la Universidad de la Sabana. Por primera vez me entero de que monseñor Darío Castrillón, en ese momento obispo de Pereira, no fue quien bendijo la Posada Alemana, sino el presbítero Cristóbal Ospina, párroco de Salento.

Para escribir mi reciente artículo sobre el cardenal Castrillón consulté distintas fuentes de información, sobre todo las divulgadas por internet sobre ese hecho lejano, ocurrido hace 43 años (en ese momento yo era vecino de Armenia, como usted lo sabe), y en todas se afirma que el autor de la bendición fue el obispo de Pereira. Esto sucede muchas veces: que una versión, al pasar de boca en boca, termina distorsionando la realidad.

De todas maneras, el obispo Castrillón estuvo presente en la ceremonia. Participó de ella. En cambio, usted estuvo ausente por propia decisión. La revista Semana publicó unas fotos en las que monseñor Castrillón aparece conversando con Carlos Lehder. De ahí la “cercanía” que comenta Hernán Olano en su artículo de El Tiempo. Según revelación que más tarde hizo el propio obispo, recibió de Lehder un dinero para obras diocesanas.

Deseo que se encuentre usted disfrutando de salud y bienestar.

Gustavo Páez Escobar

Turbión en el Quindío

miércoles, 18 de abril de 2018 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

La decadencia del Quindío viene de años atrás. Siendo el “departamento piloto de Colombia” hace 51 años, ha pasado a ser una región deprimida en el aspecto económico, e inmoral en el ejercicio administrativo de algunos de sus gobernantes. La nómina de líderes notables que consiguió, primero, la emancipación de Caldas, y luego hizo florecer el nuevo ente territorial durante varios años, está desdibujada en nuestros días.

A un dilecto amigo de la región le he comentado que el problema actual del Quindío obedece a la falta de líderes. Esa nómina, que fue de lujo, se dejó extinguir y no fue remplazada. Como consecuencia, vino la improvisación de nuevas figuras de la política, hecho que se suma a su falta de vocación para el servicio público y a sus ansias de poder y riqueza. Todo esto llevó a los casos de corrupción que se han destapado en estos días.

Entre los años 2012 y 2015 se presentó un curioso matriarcado en los cargos de gobernadora del Quindío y alcaldesa de Armenia, Sandra Paola Hurtado y Luz Piedad Valencia. Durante sus mandatos se mantuvieron en permanente discordia, olvidándose del bien común para el que fueron elegidas. Ambas, en las recientes elecciones legislativas, perdieron las curules a que aspiraban en el Congreso. Esto constituye una lección, tardía pero moralizadora.

La exalcaldesa Valencia acaba de ser capturada, junto con otras cinco personas, entre ellas su esposo, acusados de haberse apropiado de por lo menos 22.000 millones de pesos en el “carrusel de los contratos” adjudicados para un presunto plan de obras por valorización. Por su parte, la exgobernadora Hurtado fue inhabilitada por la Procuraduría a causa del otorgamiento de seis contratos sin el cumplimiento de los requisitos legales. En ellos intervino ‘Toto’, su novio, hombre detrás del trono. Diríase que estas damas convirtieron la hacienda pública en sus haciendas privadas. Hasta aquí llegó la feria de las vanidades.

El café, que fue el eje de la economía regional, registra la peor crisis desde la creación del departamento. Los costos de producción y los bajos precios del grano en el mercado volvieron ruinosa esta actividad. En vista de eso, ha comenzado a sustituirse el café por el aguacate Hass, que ofrece superior rentabilidad. Ojalá esta fórmula no se convierta en un consuelo aleatorio.

CLUB DE LOS SUICIDAS. En artículo de mayo de 2017 me referí a esta entidad que operó en Armenia en los años 30. La consigna era el suicidio, y a quien le llegaba el turno debía cumplir su palabra. Si la rehusaba, era asesinado. Así, desaparecieron alrededor de 100 personas. La rata de suicidas de la actualidad, una de las más altas del país, estremece a la sociedad quindiana. Es un problema de salud pública.

Leí en estos días el cuento titulado El club de los suicidas (1878), de Robert Louis Stevenson, escritor escocés que vivió entre los años 1850 y 1894. Y descubrí que el reglamento de ese club era similar al establecido en Armenia años después. Esto indica que de aquel cuento se tomó la idea para crear el macabro organismo quindiano.

El Quindío está de malas después de tanta prosperidad. Va de tumbo en tumbo, y parece no detenerse su cadena de desastres. Ojalá algún poder providencial lo regrese a la época de bienandanza que representó su creación como departamento ejemplar. Me duele el Quindío, tierra a la que me une profundo sentimiento de afecto y solidaridad.

El Espectador, Bogotá, 14-IV-2018.
Eje 21, Manizales, 15-IV-2018.
La Crónica del Quindío, Armenia, 15-IV-2018.

Comentarios

Envié el artículo a grupos de opinión. No sé qué pasa con los líderes. Será que la clase  política la hemos dejado en manos de cualquiera. Deberían eliminarse los pagos a los servidores públicos elegidos por voto. Recuerdo que cuando mi padre fue concejal de Armenia era ad honorem. Y solo se pagarían viáticos de transporte y estadía. Los recursos del Estado son sagrados. María Eugenia Beltrán Franco, Armenia.

En síntesis, el Quindío viene suicidándose inexorablemente, y el sentimiento no es de ahora. Cómo nos duele. Josué López Jaramillo, Bogotá.

No alcanza uno a imaginarse que en todas partes de nuestro maltrecho país sus gobernantes se maten por el poder, únicamente para tener la ocasión de robar los bienes de los colombianos. Qué degradación, y lo peor es que no les da ni vergüenza de sus actos y la justicia no los castiga. Tú que viste florecer el Quindío, hoy, con toda razón, lloras su desgracia. Inés Blanco, Bogotá.

Hace unas semanas estuve en Armenia y quedé impactado al ver cómo se encuentra de descuidada la ciudad. La calle Real, que hace unos años lucía hermosa e inclusive ganó un premio nacional, se encuentra en estado deprimente. Igual situación se vive en la plaza de Bolívar donde es común ver gente de la calle durmiendo en las bancas y andenes. William Piedrahíta González (colombiano residente en Estados Unidos).

Categories: Quindío Tags:

Palma de cera

miércoles, 13 de diciembre de 2017 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

En el recorrido que en 1801 hizo Humboldt por la cordillera Central colombiana se maravilló con dos plantas de sorprendente belleza, que no eran conocidas por los europeos: la palma de cera y la guadua. La palma de cera está concentrada en la cuenca del río Tochecito (Tolima) y en el valle de Cocora (Quindío), sitios donde vegetan 600.000 palmas de las 700.000 que existen en Colombia. Por otra parte, es la región con más palmas de cera en el mundo.

En la carretera que va de Cajamarca (Tolima) a Salento (Quindío) se encuentra el lugar conocido como Tochecito, ubicado en el corregimiento de Toche, el que conecta con el valle de Cocora y entre los dos forman el territorio de la palma de cera. Hasta hace poco Tochecito era sede de las Farc y hoy disfruta de sosiego tras el acuerdo firmado con el grupo guerrillero. Al fin sus habitantes conocieron el beneficio de la paz.

Uno de los mayores atractivos del Quindío está en Salento y su valle de Cocora. Allí los turistas, fuera de disfrutar del espectáculo de la soberbia naturaleza, se embelesan ante la majestad de la palma de cera (Ceroxylon quindiuense), cuya altura llega en promedio a 60 metros y puede vivir 100 años. Las hay que superan los 80 metros y viven mucho más del siglo.

Por medio de la ley 61 de 1985 esta especie fue declarada “árbol nacional de Colombia”. También se contempló la creación de parques o santuarios para proteger este tesoro, lo mismo que para amparar la zona contra los depredadores o el simple deterioro de la tierra. Esto no se ha cumplido.

Aparte de dicha omisión, surge el hecho de que algunas personas o empresas están utilizando la tierra para el cultivo en el valle de Cocora del aguacate hass (originario de una semilla guatemalteca fertilizada en California, en 1926, por Rudolf Hass).

La Fundación Bahareque de Salento, defensora del patrimonio ambiental y cultural del Quindío, se pronuncia sobre este hecho en la edición de El Quindiano del 5 de este mes: “Estamos muy preocupados porque en el valle de Cocora, uno de los paisajes más hermosos de Colombia y el mundo, están sembrando grandes plantaciones de aguacate hass para la exportación”.

La misma inquietud la sienten entidades como el Jardín Botánico del Quindío, el Instituto Humboldt y la Fundación Cosmos. En el Quindío hay una protesta general contra la pretensión de cambiar la esencia de la tierra emblemática. Néstor Ocampo, director de la fundación ecológica Cosmos, dice que “empieza a morir el paisaje de Cocora y a nacer en su reemplazo el paisaje del aguacate hass”.

Es preciso que Patrimonio Cultural considere este asunto de vital importancia en su reunión del próximo 11 de diciembre. Se trata de dos reservas valiosas del país, las de Salento y Tochecito, que por lo tanto deben mirarse con el rigor que ha dejado de prestárseles. Es el Estado el que debe poner coto a este atropello contra la reliquia ecológica establecida en la ley atrás citada, y dar pasos urgentes para declarar la zona como santuario nacional.

Eje 21, Manizales, 8-XII-2017.
El Espectador, Bogotá, 9-XII-2017.
La Crónica del Quindío, Armenia, 10-XII-2017.

Comentarios

En octubre de este año visité los montes de Cocora, admiré la belleza de nuestro árbol nacional y noté un par de cosas que me parece oportuno señalar: 1) no vi palmas jóvenes ni semilleros creciendo; 2) en los potreros donde estaban las palmas de cera pastan vacas. Estas tierras tienen propietarios privados y nada indica que pertenezcan a la nación. Un habitante de la región me comentó que las vacas pastan y también se alimentan de las semillas que caen de los árboles. Esta situación amenaza el ciclo de reproducción de la palma. tomasfuribe (correo a El Espectador).

Una vez más te manifiestas como conocedor del tema y eterno enamorado de tan bella y próspera región a la que te ligan tantos nobles y patrióticos sentimientos de antaño y hogaño. Carlos Martínez Vargas, Fusagasugá.

Quiero felicitarlo por su columna sobre el cultivo de aguacate hass en el valle de Cocora. Este fin de semana estuve de visita en este maravilloso lugar y pude constatar los avances en las plantaciones de este producto. Realmente es preocupante cómo se amenaza lo que queda de la palma de cera, la flora y fauna de la zona. Todo a cambio de la ambición de unos pocos. No podemos quedarnos callados ante semejante atropello. Carlos Humberto Parra López, Medellín.

Personalmente creo que el cultivo del aguacate será arrollador y no tendrá contemplaciones con nuestra emblemática palma, pues las exportaciones de la fruta se han visto incrementadas en forma desmesurada y creo que se acaban de firmar con China y otros países convenios para ello. Ojalá se piense con ánimo ecológico y se pueda llegar a un estado que no perjudique ninguno de los dos productos. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.

Categories: Ecología, Quindío Tags: ,

Tumbas y olvidos

jueves, 24 de agosto de 2017 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

El Cementerio Libre de Circasia fue fundado por Braulio Botero Londoño en 1932 como una reacción contra la intolerancia y el fanatismo político y religioso que se vivían en el país, y abrió sus puertas a cualquier persona, sin importar sus creencias.

Gustavo Álvarez Gardeazábal recibió de Braulio Botero el ofrecimiento de una tumba en esa bella colina quindiana, rodeada de viento fresco, silencio puro y espléndidos paisajes. Y difundió la noticia de que allí irían a reposar sus despojos. Contrató la elaboración de una escultura y el respectivo epitafio. Ahora, en su columna del diario ADN del 31 de julio, informa que la junta del cementerio le revocó la autorización para utilizar aquel espacio en Circasia.

También yo recibí de Braulio Botero el mismo ofrecimiento en carta de abril de 1985, donde me dice: “El Panteón Circasiano, sus moradores en particular, y entre ellos yo, el primero, estaríamos muy orgullosos y felices de poder guardar allí por siempre las cenizas de usted. Desde ya tiene reservado ese puesto”.

Estas generosas palabras las he mantenido en secreto durante 32 años y las he considerado, más que una posibilidad factible, una presea, una noble deferencia del legendario patricio quindiano, discípulo de Voltaire y por consiguiente de las ideas libres, con quien me unió cordial amistad durante mi estadía en la región.

En cuanto al escritor tulueño, sorprende el episodio que comunica a sus lectores. Al escribir estas líneas, tengo a la vista el libro Libertad de pensamiento que editó el propio Braulio Botero antes de morir (1994) con importantes documentos sobre el Cementerio Libre, y cuyo prólogo lo escribió Álvarez Gardeazábal. Es deseable conocer de la junta el motivo que tuvo para tomar la decisión arriba señalada.

El mismo año 1994 falleció en Armenia la poetisa Carmelina Soto, y sus restos ingresaron a la bóveda número 37 del Cementerio Libre. Seis años después fueron depositados en una urna construida en el parque Sucre de Armenia, bajo la placa de mármol del soneto de su autoría Mi ciudad.

Se ha creído que los despojos de Antonio José Restrepo, el célebre ´Ñito´, autor del Himno de los muertos, a la entrada del Cementerio Libre, reposan allí. No. Fueron trasladados de Barcelona (España), donde murió en 1933, al Cementerio Central de Bogotá, por gestión del presidente Eduardo Santos. Los de Vargas Vila, también muerto en Barcelona el mismo año 33, fueron repatriados en 1981 y están en el panteón masónico del Cementerio Central de Bogotá.

Germán Pardo García, muerto en Méjico en 1991, había impartido instrucciones para que sus cenizas fueran lanzadas al mar. Con todo, fueron llevadas al viejo cementerio de San Bonifacio en Ibagué, ciudad de su nacimiento, y yacen en un panteón de sacerdotes y monjas. Absurdo: él era anticlerical. Jorge Isaacs, muerto en Ibagué en 1895, no quiso que lo enterraran en Cali, su tierra nativa. Sus cenizas llegaron al Museo Cementerio San Pedro, de Medellín, en enero de 1905.

Las de Tulio Bayer, muerto en París en 1982, fueron lanzadas al cosmos por su mujer desde un  risco de los Pirineos, como supremo acto de libertad dispuesto por Bayer. Las de Juan Castillo Muñoz, muerto en Moniquirá en 2010, se esparcieron por el Salto de Pómeca de ese municpio. Las de Manuel Zapata Olivella y David Sánchez Juliao, muertos en 2004 y 2011, fueron arrojadas al río Sinú.

La muerte es olvido. Sirva esta nota para recordar dónde se hallan los despojos de estos colombianos ilustres.

El Espectador, Bogotá, 18-VIII-2017.
Eje 21, Manizales, 18-VIII-2017.
La Crónica del Quindío, Armenia, 20-VIII-2017.

Comentarios

Mi esposa y yo somos testigos de aquel día en que junto con Fabio (su hijo), familiares, paisanos y amigos lanzamos a las aguas del río Pómeca, en Moniquirá, las cenizas de nuestro muy querido y estimado Juan Castillo Muñoz. Inolvidable aquello. Carlos Martínez Vargas, Fusagasugá.

En efecto, los restos de Carmelina Soto reposan en el parque Sucre. El año pasado su memoria fue objeto de múltiples reconocimientos y difusión. Esperanza Jaramillo, Armenia.

Aclaración. Álvaro Franco González informa que, después de permanecer algún tiempo en el panteón de la Gran Logia de Colombia en el Cementerio Central, los restos de José María Vargas Vila fueron trasladados, hace varios años, a la sede de la misma Gran Logia, en la calle 17 con carrera 5ª de Bogotá.

Recuerdo ahora, por allá en los años setentas, un encuentro entre Fabio Lozano Simonelli, Braulio Botero y yo, a raíz de una invitación que yo le hiciera al dirigente liberal, quien quería conocer a don Braulio. En larga conversación nos contó don Braulio cómo el maestro Darío Echandía intervino en su defensa judicial y en la de otros concejales liberales del pueblo. Este grupo había sido denunciado por la jerarquía católica del departamento de Caldas por la destinación de recursos del presupuesto municipal que hicieron los cabildantes para la construcción del Cementerio y el Colegio Libres, en virtud de que el cementerio tradicional era manejado por la Iglesia, y de acuerdo con su anacrónica normativa, allí no se podían enterrar suicidas, ateos o no católicos. Tampoco en las escuelas se podían matricular niños hijos de parejas de unión libre o no casadas por el rito católico. Echandía asumió la defensa de los concejales con espléndidas argumentaciones de carácter doctrinario, que fueron la base con la que muchos años después él demandaría el llamado «concordato» entre el Estado colombiano y el Vaticano. La narración completa está en mi libro (inédito) Desastre en la ciudad. Alpher Rojas Carvajal, Bogotá.

Categories: Quindío Tags:

El Club de los Suicidas

martes, 30 de mayo de 2017 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Cuando yo vivía en el Quindío (años 70 y 80 del siglo pasado), la ola de suicidios  estremecía a la sociedad quindiana de manera dramática. Quienes éramos miembros del Consejo de la Policía hablábamos sobre la frecuencia de este hecho y las causas que lo originaban, tratando de determinar los correctivos que debían aplicarse. Por desgracia, nunca ha habido una respuesta certera que explique y solucione este fenómeno traumático.

En mi novela La noche de Zamira (1998), que se mueve en el ambiente social que caracterizaba el discurrir de la comarca, hay una pareja de enamorados, menores de  20 años, que se suicidan en un parque emblemático. Lo hicieron movidos por la desadaptación familiar y social, y la consiguiente depresión, que agobiaban sus vidas. El Quindío es una de las regiones con mayor índice de suicidas en el país.

La revista Semana recordaba hace poco la existencia en Armenia, en los años 30 del siglo pasado, del Club de los Suicidas. Se trataba de una entidad macabra a la que pertenecían hombres y mujeres de la clase alta, por lo general adolescentes desencantados de la vida y presas fáciles, por eso mismo, para dispararse una bala en el cerebro o tomarse un veneno. Los dos personajes de mi novela son seres errátiles, vacíos de motivaciones y esperanzas y desarraigados en su propio entorno.

Los socios se matriculaban en este organismo con todos los requisitos de un club social: debían pagar cuota de admisión y mantenimiento y acreditar condiciones de seriedad. Y se les tomaba este juramento: “¿Jura usted y empeña su palabra de caballero y de hombre, sin protestar ni perder prórroga alguna en el plazo fijado, para terminar con su vida cuando aparezca su nombre en el sorteo de rigor?”.

Estos aliados de la muerte frecuentaban el ambiente sórdido de los burdeles, y bajo el estímulo del aguardiente buscaban el frenesí en canciones de arrabal como “Cicatrices”, “Suplicio”, “Cómo se adora el sol”, “Desesperación”, “Triste domingo”, “Muy pronto es mi partida”, “Desde que te marchaste”.

Entre trago y trago realizaban el pacto suicida. A quien correspondía el turno le llegaba una notificación acompañada de una bala, para que cumpliera su palabra. Si no lo hacía, era asesinado. Se calcula que más de 100 personas se suicidaron  entonces, en un poblado muy pequeño como lo era Armenia en los años 30.

En la época actual, subsiste en el Quindío el mismo Club de los Suicidas, en forma invisible pero contundente. Nada ha cambiado, ni en el ambiente ni en los desvíos mentales de la gente perturbada por esta grave calamidad. Hoy se habla de unos 50 suicidios anuales. Han fracasado, pues, todos los intentos para frenar esta tendencia espeluznante.

Año por año, las noticias de prensa repiten las mismas estadísticas, y la sociedad se estremece –o deja ya de estremecerse, por tratarse de una situación rutinaria–ante cada nuevo suicidio. Se trata, claro, de un delicado asunto de salud pública que se ha escapado al control de las autoridades.

El mal está arraigado en la región desde hace cerca de un siglo  como hierba maldita. Como reto sin respuesta. Es una voz vigorosa que clama en la conciencia colectiva.

El Espectador, Bogotá, 25-V-2017.
Eje 21, Manizales, 26-V-2017.
La Crónica del Quindío, Armenia, 28-V-2017.

Comentarios

Este tema requiere especial atención de la familia, de los colegios y universidades, de la sociedad en general y, por supuesto, del Estado. La salud mental es muy importante para la humanidad. Escritos como este contribuyen a fortalecer la conciencia sobre esta necesidad. Ramiro Borja Ávila, Bogotá.

Si un hogar tiene ausencias en afecto, carencias económicas, entre otros aspectos, es muy complicado sobrevivir. Desde niño siempre investigué por qué varios de mis primos habían decidido suicidarse. Uno tomó la decisión porque su núcleo familiar estaba oprimido por la pobreza. Yo también pasé necesidades, pero por mi cabeza jamás ha pasado ese deseo. Mi padre perdió toda su fortuna jugando dado. Pensé que se iba a suicidar, y sin embargo buscó otras alternativas para ganar dinero y volvió a su estado natural. Murió feliz. Si Dios nos dio la vida, es el único que la puede quitar. Yo pertenezco al club de los sobrevivientes y de ahí no saldré. Cesáreo Herrera Castro, Armenia.

A medida que iba leyendo el artículo crecía mi asombro. No tenía ni idea de la existencia de tan peculiar club y su macabra finalidad. Como que se niega uno a creer que existan personas que programen su suicidio de esa forma y que el fin de sus vidas dependa de un funesto sorteo que las pueda «favorecer» en cualquier momento. Buen argumento para una ópera. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.  

El Club de los Suicidas me ha sorprendido. Parece un tema de telenovela  o de ficción. Es de locos formar un club para  tomar un turno y matarse. Increíble. Y de paso no tenían vuelta atrás, porque igualmente serían asesinados. Qué cosas tan extrañas pasan en el país y duran tanto tiempo y nadie hace nada por sanear los cuerpos y las mentes de los posibles suicidas. Inés Blanco, Bogotá.

Terrible esta historia, similar a la actual de La Ballena Azul. Incentivar a un grupo de personas a un suicidio es macabro. Son historias de las regiones que gracias a este artículo se dan a conocer a generaciones que desconocíamos que esto pasó y pasa en nuestro amado Quindío. Liliana Páez Silva, Bogotá.